Diálogo y tolerancia son siempre más necesarios en un mundo como el de hoy “marcado por un ritmo de vida frenético, donde no son raros los episodios de intolerancia y de incomunicación”. Son palabras de Benedicto XVI durante la Audiencia General de hoy, en la que el Papa ha subrayado el ejemplo de Pedro el Venerable, abad de Cluny, en el siglo XII, que supo “ingeniárselas” entre “las intransigencias de los hombres de la Edad Media”, gracias a su actitud a la “mediación y al perdón”. El Santo Padre ha dedicado al monje medieval su catequesis definiéndolo “un ejemplo sublime de delicadeza a la que conduce la caridad cristiana”, cuando sabe unir el amor por Dios al amor por el prójimo. El Santo Padre ha invitado a los fieles a estrechar las relaciones de fraternidad y de reconciliación.
“Con los que odian la paz - ha afirmado el Pontífice citando a Pedro de Cluny - debemos ser pacíficos”. “Pedro el Venerable - ha recordado el Papa -, fue un asceta riguroso consigo mismo y comprensivo con los demás, no despreciaba ni rechazaba a nadie”. “Severo y al mismo tiempo dotado de profunda humanidad”, decía que del hombre se puede obtener mucho más tolerándolo, que irritándolo con lamentaciones. El santo abad, avanzándose a su tiempo, favoreció el diálogo con los judíos e hizo traducir el Corán para mejorar las relaciones y la comprensión con los musulmanes. A pesar de su obra, como incansable mediador, Pedro - ha señalado Benedicto XVI - no descuidó nunca la vida contemplativa, practicando constantemente la regla benedictina. “Un estilo de vida, que unido al trabajo cotidiano, - ha terminado diciendo el Papa - constituye el ideal del monje, pero también el ideal de todo cristiano que quiere ser auténtico discípulo de Cristo, con humildad.
Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra lengua, presentes en la plaza de san Pedro, que han participado en la audiencia:
“Queridos hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy recordamos a Pedro el Venerable, Abad de la célebre Abadía benedictina de Cluny, donde falleció el mil ciento cincuenta y seis. Es un ejemplo admirable de asceta riguroso consigo mismo y comprensivo y afable con los demás, de íntima unión con Dios y de la delicadeza fruto de la caridad cristiana. Esto hizo de él una destacada figura de mediador y de reconciliador, tanto en el ámbito del Monasterio como en el agitado mundo circunstante de su tiempo. Solía decir que se obtiene más de una persona con comprensión, que irritándola. Se preocupó de fomentar el espíritu eclesial, para que cada cristiano sintiera el palpitar del Cuerpo de Cristo, que es toda la Iglesia. En un clima de intransigencia, favoreció también un mejor conocimiento de los no cristianos, como los judíos y musulmanes de entonces. Fiel al ideal de San Benito, introdujo en Cluny la fiesta de la Transfiguración, como expresión litúrgica de la aspiración a contemplar el rostro glorioso de Cristo."
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos acompañados por el Cardenal Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo de Sevilla, a las Superioras Mayores de las Mercedarias de la Caridad, así como a los demás grupos procedentes de España, Chile, México y otros países latinoamericanos. Que el ejemplo de Pedro el Venerable impulse a todos a vivir como verdaderos discípulos de Cristo.
Mañana celebramos la fiesta de santa Teresa de Ávila, Doctora de la Iglesia. Que esta gran santa sea para vosotros, queridos jóvenes, testimonio de que el amor auténtico no puede estar separado de la verdad; que a vosotros queridos enfermos, os ayude a comprender que la cruz de Cristo es misterio de amor que redime el sufrimiento humano. Para vosotros, queridos recién casados, sea modelo de fidelidad a Dios, que confía a cada uno una misión especial.
“Con los que odian la paz - ha afirmado el Pontífice citando a Pedro de Cluny - debemos ser pacíficos”. “Pedro el Venerable - ha recordado el Papa -, fue un asceta riguroso consigo mismo y comprensivo con los demás, no despreciaba ni rechazaba a nadie”. “Severo y al mismo tiempo dotado de profunda humanidad”, decía que del hombre se puede obtener mucho más tolerándolo, que irritándolo con lamentaciones. El santo abad, avanzándose a su tiempo, favoreció el diálogo con los judíos e hizo traducir el Corán para mejorar las relaciones y la comprensión con los musulmanes. A pesar de su obra, como incansable mediador, Pedro - ha señalado Benedicto XVI - no descuidó nunca la vida contemplativa, practicando constantemente la regla benedictina. “Un estilo de vida, que unido al trabajo cotidiano, - ha terminado diciendo el Papa - constituye el ideal del monje, pero también el ideal de todo cristiano que quiere ser auténtico discípulo de Cristo, con humildad.
Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra lengua, presentes en la plaza de san Pedro, que han participado en la audiencia:
“Queridos hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy recordamos a Pedro el Venerable, Abad de la célebre Abadía benedictina de Cluny, donde falleció el mil ciento cincuenta y seis. Es un ejemplo admirable de asceta riguroso consigo mismo y comprensivo y afable con los demás, de íntima unión con Dios y de la delicadeza fruto de la caridad cristiana. Esto hizo de él una destacada figura de mediador y de reconciliador, tanto en el ámbito del Monasterio como en el agitado mundo circunstante de su tiempo. Solía decir que se obtiene más de una persona con comprensión, que irritándola. Se preocupó de fomentar el espíritu eclesial, para que cada cristiano sintiera el palpitar del Cuerpo de Cristo, que es toda la Iglesia. En un clima de intransigencia, favoreció también un mejor conocimiento de los no cristianos, como los judíos y musulmanes de entonces. Fiel al ideal de San Benito, introdujo en Cluny la fiesta de la Transfiguración, como expresión litúrgica de la aspiración a contemplar el rostro glorioso de Cristo."
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos acompañados por el Cardenal Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo de Sevilla, a las Superioras Mayores de las Mercedarias de la Caridad, así como a los demás grupos procedentes de España, Chile, México y otros países latinoamericanos. Que el ejemplo de Pedro el Venerable impulse a todos a vivir como verdaderos discípulos de Cristo.
Mañana celebramos la fiesta de santa Teresa de Ávila, Doctora de la Iglesia. Que esta gran santa sea para vosotros, queridos jóvenes, testimonio de que el amor auténtico no puede estar separado de la verdad; que a vosotros queridos enfermos, os ayude a comprender que la cruz de Cristo es misterio de amor que redime el sufrimiento humano. Para vosotros, queridos recién casados, sea modelo de fidelidad a Dios, que confía a cada uno una misión especial.
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