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lunes, 28 de octubre de 2013

Oración del staret Sofronio Sacharof





Señor eterno, Creador de todas las cosas, Tú que me has llamado a esta vida en tu inexorable bondad, que me has dado la gracia del bautismo y el sello del santo Espíritu. Tú que me has dado la gracia del deseo de buscarte, tú, el único Dios verdadero, escucha mi oración:

Mi Dios, no tengo vida, luz, alegría, sabiduría y fuerza sin ti. Pero tú has dicho a los discípulos “todo lo que pidan en la oración si creen lo obtendrán".

Por eso me permito suplicarte:
Purifícame de toda corrupción de la carne y del espíritu.
Enséñame a orar.
Bendice este día que has dado a este indigno siervo tuyo.
Permíteme, con el poder de tu gracia, hablar y trabajar incesantemente por tu gloria en un espíritu de pureza, humildad, paciencia, amor, bondad, paz, coraje y sabiduría, teniendo conciencia de tu Presencia sin fin.
Señor Dios, por tu infinita bondad, muéstrame el camino de tu voluntad y hazme digno de continuar mi camino sin pecado. 

Conocedor de los corazones, Señor, Tú conoces todas mis faltas. Tú conoces mi ceguera y mi ignorancia. Tú conoces la debilidad y la corrupción de mi alma. Y tampoco son desconocidos para ti mi dolor y mi angustia. Escucha mi súplica y enséñame con tu Espíritu santo el camino a seguir.

Dame, con el poder de tu amor, la gracia de perseguir el bien.
Custódiame de toda palabra o acción que pueda corromper a mi alma y de todo acto interior y exterior que no sea agradable a ti y nocivo para mi hermano. Enséñame cómo tengo que ver y cómo tengo que hablar. Si es tu voluntad el no responderme, dame un espíritu de pacífico silencio que esté privado de amargura y de peligro para con mi hermano.

Enséñame tus preceptos y hasta mi último respiro no permitas que pueda salirme de la luz de tus mandamientos, hasta que tu ley no se vuelva la única ley de mi existencia, tanto en esta tierra como en la vida eterna.

Libérame de mi dolor y de mi miseria y no me ocultes el camino de la salvación. En mi locura, mi Dios, por muchas y grandes cosas te ruego. Conociendo mi maldad, mi debilidad y mi vileza te grito: ten piedad de mí. 
No me eches de tu presencia por mi arrogancia.

Dame y has crecer, en mí, el poder amarte según tus mandamientos, con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente, con toda mi fuerza y con todo mi ser.
Dios mío, enséñame la justicia y el conocimiento de tu santo Espíritu.
Dame el conocimiento de tu verdad antes de abandonar esta vida.

Aumenta los días de mi vida hasta que pueda ofrecerte un arrepentimiento sincero. Y cuando con tu beneplácito llegue el fin de mi vida, hazme conocer a tiempo la hora de mi muerte, así mi alma podrá estar bien dispuesta para encontrarte. Y quédate conmigo, Señor, en aquella hora terrible y dame la alegría de tu salvación. Purifícame de todo pecado público y oculto y de toda iniquidad escondida en mí y dame una buena defensa para cuando esté ante tu terrible trono. 
Mi Dios, según tu gran misericordia y tu filantropía inconmensurable, escucha mi súplica. Amén.

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