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lunes, 28 de octubre de 2013

Acatistos al dulcísimo Jesús



Oh Guía, defensor en la lucha. Señor, vencedor del infierno, ya que me has salvado de la muerte eterna canto tu alabanza, yo, tu criatura, tu siervo. Tú, cuya misericordia no tiene límite, libérame hoy de todo peligro, Tú, a quien yo invoco:

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Oh Creador de los ángeles y Señor de las potencias del cielo, Tú que has abierto el oído y dado la palabra al sordomudo, ilumina mi espíritu y desata mi lengua para que pueda alabar a Tu Nombre purísimo y dirigirme a Ti con este canto:

Jesús, belleza luminosa, estupor de los ángeles.
Jesús, fuerza invencible, liberador de nuestros padres.
Jesús, dulzura inmensa, alabanza de los patriarcas.
Jesús, Señor muy amado, cumplimiento de los profetas.
Jesús, admirable en la fuerza, gloria de los mártires.
Jesús, paz resplandeciente, alegría de los monjes.
Jesús, lleno de benevolencia, dulzura de los sacerdotes.
Jesús, misericordia incansable, regocijo de los santos.
Jesús, purísimo, pureza de las vírgenes.
Jesús, Tú eres desde siempre, salvación de los pecadores.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Cuando viste a la viuda quebrantada de dolor, tuviste piedad de ella, Señor, y resucitaste a su hijo que estaban llevando a la tumba. Del mismo modo, Tú que amas a los hombres, fortalece mi alma y ten piedad de mí, que te grito:

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Buscando entender al Incomprensible, Felipe te dijo: “Señor, muéstranos al Padre”. Tú le respondiste: “¿Hace tanto tiempo que estoy con ustedes y tú no me conoces, Felipe? ¿No crees que yo estoy en mi Padre y que mi Padre está en mí?” A Ti, que estás más allá de toda la comprensión, con temor te grito:

Jesús, Dios desde siempre y por siempre.
Jesús, Maestro muy paciente.
Jesús, Salvador lleno de compasión.
Jesús, Amor inmenso, custódiame.
Jesús, purifícame de mis pecados
Jesús, aparta tu mirada de mis culpas.
Jesús, libera mi corazón de toda falsedad.
Jesús, yo espero en Ti, no me abandones.
Jesús, no me rechaces lejos de Ti.
Jesús, mi Creador, no me olvides.
Jesús, Tú el único Pastor Bueno, vela por mí.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Jesús, Tú has revestido con el poder de lo alto a los apóstoles que permanecían en Jerusalén. Del ardor del Espíritu Santo revísteme también a mí aunque esté desprovisto de toda obra buena y concédeme cantarte con amor: Aleluya.

Jesús, en la riqueza de tu misericordia has llamado al publicano y al pecador, ahora vuélvete hacia mí, que soy como ellos y acepta este canto como mirra muy preciosa:

Jesús, fuerza invencible.
Jesús, ternura infinita.
Jesús, belleza luminosa.
Jesús, amor inefable.
Jesús, Hijo de Dios viviente.
Jesús, te piedad de mí, pecador.
Jesús, ilumíname porque estoy en la oscuridad.
Jesús, purifícame de toda culpa.
Jesús, recondúceme a Ti, como al hijo pródigo.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Asaltado interiormente por una tempestad de duda, Pedro se hundía. Cuando te ve presente corporalmente caminando sobre las aguas, te reconoce verdadero Dios, y aferrándose a la mano que salva dice: Aleluya.

El ciego te siente pasar, Señor,  y se pone a gritar: “¡Hijo de David, ten piedad e mí!”. Llamándolo, Tú le devolviste la vista. Del mismo modo, en tu ternura, ilumina los ojos de mi corazón, a mí que te grito, diciendo:

Jesús, Creador de los ángeles.
Jesús, Redentor de los hombres.
Jesús, vencedor del infierno.
Jesús, Tú has revestido de belleza a toda criatura.
Jesús, reanima mi alma.
Jesús, ilumina mi inteligencia.
Jesús, colma de gloria mi corazón.
Jesús, da la salud a mi cuerpo.
Jesús, mi Salvador, sálvame.
Jesús, mi luz, ilumíname.
Jesús, de todo tormento, libérame.
Jesús, sálvame, aunque sea indigno.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Con tu sangre derramada, nos has rescatado. Así, Jesús, no nos dejaste prisioneros, esclavos de nuestras pasiones y de la profunda tristeza. Haznos verdaderamente libres, a nosotros que te gritamos: Aleluya.

Los hijos de tu pueblo han visto, en un cuerpo como el nuestro, a Aquél que con su mano había creado al hombre. Y, habiéndolo reconocido como el Señor, buscaban festejarle agitando los ramos y gritando: ¡“Hosanna”! Del mismo modo, nosotros te ofrecemos un himno diciendo:

Jesús, verdadero Dios.
Jesús, Hijo de David.
Jesús, Rey de la gloria.
Jesús, Cordero inocente.
Jesús, Pastor maravilloso.
Jesús, Custodio de mi infancia.
Jesús, Consejero de mi juventud.
Jesús, alabanza de mi vejez.
Jesús, esperanza en la hora de mi muerte.
Jesús, vida después de la muerte.
Jesús, consolación en la hora misma de mi juicio.
Jesús, mi único deseo ábreme la puerta de tu Reino.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Llevando a cumplimiento el mensaje de los profetas inspirados por Dios, viniste al mundo, Jesús. Quisiste habitar entre nosotros. Tú, el Infinito, tuviste compasión de nuestra enfermedad. Porque, nos sanaste por tus heridas; nosotros hemos aprendido a cantar: Aleluya

La luz de tu Verdad se levantó sobre el universo entero y la mentira fue rechazada: los ídolos, Señor, no soportaron tu poder y cayeron. Y nosotros que recibimos la salvación de Ti, te cantamos:

Jesús, Verdad que rechaza la mentira.
Jesús, luz que no decae.
Jesús, tan grande en tu poder infinito
Jesús, Dios inquebrantable en tu compasión.
Jesús, Pan de vida, sáciame, que tengo hambre.
Jesús, fuente de la inteligencia, sáciame que tengo sed.
Jesús, vestido de gloria, envuélveme, que soy corruptible.
Jesús, manto de alegría, recúbreme, que soy indigno.
Jesús, que das a quien pide, concédeme llorar mis pecados.
Jesús, que abres a quien golpea, abre a mi pobre corazón.
Jesús, Redentor de los pecadores, purifícame de mi pecado.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Queriendo revelar el misterio escondido desde los siglos, como un cordero mudo has sido inmolado, Jesús. Siendo Dios, has resucitado de entre los muertos y has subido al cielo en la gloria. Contigo, nosotros hemos resucitado, y te aclamamos: Aleluya.

Ante nuestros ojos hiciste tu obra maravillosa cuando el Creador, nacido de la Virgen, se manifestó, resucitó de la tumba y se presentó corporalmente a los apóstoles que estaban con las puertas cerradas. Por esto, maravillados cantamos con fuerza:

Jesús, Verbo incomprensible.
Jesús, Palabra impenetrable.
Jesús, poder inaccesible.
Jesús, sabiduría inconcebible.
Jesús, divinidad inmensa.
Jesús, Señor de todo el universo.
Jesús, soberanía infinita.
Jesús, fuerza estrepitosa.
Jesús, poder eterno.
Jesús, mi Creador, ten compasión de mí.
Jesús, Salvador, sálvame.

Viéndote, Jesús, Dios misteriosamente encarnado, nosotros vivimos en el mundo sin ser del mundo y caminamos lleno de esperanza hacia tu Reino. Si has bajado a la tierra es para subirnos a nosotros al cielo, por esto te cantamos: Aleluya.

Tú estás plenamente presente en la tierra sin dejar de estar ausente en el cielo. Jesús, ¡cuánto, voluntariamente, has sufrido por nosotros! Con tu muerte, has vencido a la muerte, y con tu resurrección, nos has dado la vida, y por esto nosotros te cantamos:

Jesús, dulzura del corazón.
Jesús, vigor del cuerpo.
Jesús, limpieza del alma.
Jesús, vivacidad del espíritu.
Jesús, alegría de mi corazón.
Jesús, mi esperanza, mi única esperanza.
Jesús, alabanza excelsa, alabanza eterna.
Jesús, plenitud de mi alegría.
Jesús, mi único deseo, no me rechaces.
Jesús, mi Pastor, búscame.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Todos los ángeles magnifican incesantemente tu Santo Nombre Jesús, cantando en el cielo: “Santo, Santo, Santo”. Nosotros pecadores, también, con nuestros labios de arcilla, sobre la tierra te cantamos: Aleluya.

Viéndote, oh Jesús, nuestro Salvador, los oradores más elocuentes quedan sin palabra. No son capaces de decir cómo tú permaneces Dios inmutable y hombre perfecto. Pero nosotros, llenos de admiración delante del misterio, con fe aclamamos:

Jesús, Dios desde toda la eternidad.
Jesús, Rey de reyes.
Jesús, Señor de los señores.
Jesús, justicia de los vivos y de los muertos.
Jesús, esperanza de quienes están sin esperanza.
Jesús, consolación de los que lloran.
Jesús, gloria de los humildes.
Jesús, por tu compasión, cúrame.
Jesús, expulsa de mí el desaliento.
Jesús, ilumina los pensamientos de mi corazón.
Jesús, mantén despierto en mí el recuerdo de la muerte.

Queriendo salvar el mundo, oh Sol que surges, has tomado un cuerpo como el nuestro y te has humillado hasta la muerte. Por esto tu Nombre ha sido exaltado sobre todo nombre y de todos los seres de la tierra y del cielo sientes cantar: Aleluya.

¡Dios eterno, Consolador! Cristo verdadero: purifícanos de toda mancha, como has purificado a los diez leprosos y cúranos como has curado a Zaqueo, el publicano, de modo que arrepentidos te cantemos:

Jesús, tesoro incorruptible.
Jesús, riqueza inexorable.
Jesús, alimento de los fuertes.
Jesús, fuente inextinguible.
Jesús, vestido de los pobres.
Jesús, abogado de las viudas.
Jesús, defensor de los huérfanos.
Jesús, ayuda de los trabajadores.
Jesús, guía de los peregrinos.
Jesús, piloto de los navegadores.
Jesús, consuelo de los angustiados.
Jesús, levántame de mi culpa.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Te ofrezco, yo indigno, un himno lleno de ternura y de arrepentimiento. Como la cananea te llamo: “¡Jesús, ten piedad de mí!” Cúrame, Jesús, a mí que te grito: Aleluya.

Pablo, que hasta aquel momento te perseguía, obedece al poder de la voz que lo ilumina del conocimiento divino y se convierte al instante. Así también Señor -Luz que ilumina a quien está en las tinieblas de la ignorancia- ilumina los ojos oscurecidos de mi alma que te invoca:

Jesús, Dios invencible en tu fuerza.
Jesús, Señor omnipotente e inmortal.
Jesús, Creador resplandeciente de gloria.
Jesús, guía seguro.
Jesús, Pastor infatigable en tu ternura.
Jesús, Salvador muy compasivo.
Jesús, ilumina a mis sentidos cegados por las pasiones.
Jesús, cúrame, que estoy desfigurado por el pecado.
Jesús, defiende mi corazón de los malos deseos.

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí

Dadme la gracia, Jesús, tú que perdonas toda deuda. Acógeme, arrepentido, como has acogido a Pedro que te había negado. Llámame, a mí pecador, como has llamado  a Pablo que te perseguía, Y escúchame, que te canto: Aleluya.

Celebrando tu Encarnación, todos nosotros te alabamos. Con Tomás, te confesamos Dios y Señor que, sentado a la diestra del Padre vendrás a juzgar a vivos y a muertos. Otórgame un lugar a tu derecha a mí que te canto:

Jesús, fuego de amor, enciéndeme.
Jesús, morada eterna, refúgiame.
Jesús, manto de luz, revísteme de tu belleza.
Jesús, perla de gran precio, brilla sobre mí.
Jesús, sol que surge, ilumíname.
Jesús, luz santa, esclaréceme.
Jesús, de toda enfermedad, presérvame.
Jesús, arráncame de la mano del adversario.
Jesús, libérame de la pena eterna.

Oh Jesús, manso y humilde de corazón, en tu amor que nada desprecia, mira nuestra miseria, perdónanos sin límite y en tu compasión infinita acepta nuestra humilde oración como has aceptado la pobreza ofrecida de la viuda.

Jesús, a imagen de los niños, tus preferidos, transfórmame.
Jesús, como los pastores asombrados, atráeme hacia Ti.
Jesús, como al ciego de nacimiento, tócame, para que yo te vea.
Jesús, como al paralítico, cúrame para que yo camine contigo.
Jesús, como la cananea que te suplicaba, escúchame.
Jesús, como a María que te escuchaba, háblame de Ti.
Jesús, como sobre Pedro que te había negado, fija tu mirada sobre mí.
Jesús, como María Magdalena que te amó mucho, perdóname.
Jesús, como Zaqueo, llámame y ven a mí.
Jesús, como a la hija de Jairo, revíveme.
Jesús, como a la Samaritana, transfórmame.
Jesús, como a Juan –el discípulo amado- hazme permanecer en Ti.
Jesús, al terminar mi vida, como al buen ladrón, dime: “Hoy estarás conmigo en mi Reino.”

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