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miércoles, 28 de agosto de 2013

La Siempre Virgen María y la Santísima Trinidad

virgen trinidad
 
La relación de María con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
 

1.    MARÍA EN EL MISTERIO TRINITARIO
La relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de la siempre Virgen María, es muy evidente. La maternidad divina de María ha vinculado a María estrechamente con la Santísima Trinidad, María, como madre del Hijo, se relaciona con el Padre y del mismo modo con el Espíritu Santo, por obra del cual concibe al Hijo. Tal como lo reza la jaculatoria que hacemos en el Santo Rosario, “María, Hija de Dios Padre, María Madre de Dios Hijo, María Esposa de Dios Espíritu Santo”, reconocemos en la oración las íntimas relaciones entre la siempre virgen María y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El Vaticano II, sitúa a María en el misterio trinitario. El capítulo VIII de la LG comienza y termina con una referencia a la Trinidad. Implicada en el designio del Padre, María es cubierta por la sombra del Espíritu Santo, que hace de ella la madre del Hijo eterno hecho hombre. Entre María y la Trinidad se establece una relación de intimidad única: "Redimida de un modo eminente en atención a los futuros méritos de su Hijo, y a Él unida con estrecho e indisoluble vínculo, está enriquecida con esta suma prerrogativa y dignidad: ser la Madre de Dios Hijo y, por tanto, la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu Santo" (LG 53). María es "el santuario y el reposo de la santísima Trinidad". (San Luis María Griñón de MONTFORT, Tratado de la verdadera devoción, en Obras, Madrid 1954, p.440.) La maternidad divina de María ha vinculado a la Virgen María estrechamente con las personas trinitarias. Por ser madre del Hijo entra necesariamente en relación con el Padre y también con el Espíritu Santo, por obra del cual le concibe.
2.    LA RELACIÓN DE MARIA CON EL PADRE, “María, Hija de Dios Padre”
La primera relación, tiene que ver con el con el misterio de la elección Dios que hizo en María para ser la Madre de su Hijo Unigénito. En nuestra fe, el Hijo de María es el Hijo de Dios y es verdaderamente Dios y así, el Hijo de Dios es el Hijo de la virgen María sin dejar de ser verdaderamente hombre. Por tanto podemos afirmar que el Padre y María han tenido el mismo Hijo, y así los expresa san Anselmo; “El Padre y la Virgen tuvieron naturalmente un Hijo común”. El Padre ha elegido a María para ser la Madre de su Hijo Unigénito. María engendró en el tiempo el mismo Hijo que el Padre engendró en la eternidad. El Hijo de Dios es verdaderamente Hijo de María. Jesucristo es nacido de Dios y nacido de María, es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Por tanto decir que María es Madre de Dios, es reconocer el misterio de la encarnación de Dios hecho hombre. Dionisio Cartujano, clérigo, teólogo y místico católico flamenco, perteneciente a la Orden de los Cartujos, (siglo XIV), llama bella y teológicamente muy acertado al Padre y a María “copadres”, de Jesucristo. María, es la imagen maternal de la paternidad de Dios.
2.    LA RELACIÓN DE MARIA CON EL HIJO, “María Madre de Dios Hijo”
La relación de María con el Hijo, es decididamente más indiscutible. Ella es su verdadera Madre. María es la Madre del Señor (Lc 1,43), según el testimonio de la Escritura; la Madre de Dios. El Concilio de Éfeso (431) ha sido muy claro, al definir no que María sea madre del hombre Jesús, sino que es Madre de Dios. "Porque no nació primeramente un hombre vulgar de la santa Virgen y luego descendió sobre él el Verbo; sino que unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne. De esta manera, los santos padres no tuvieron inconveniente en llamar Madre de Dios (Theotókos) a la santa Virgen". (DS 251). María es Madre de la única Persona –la segunda de la Trinidad- que tiene dos naturalezas distintas y, a la vez, unidas en esa Persona. Ella engendró la única Persona que existe en Jesucristo: al Verbo Encarnado. Por eso es María es la verdadera Madre de Jesucristo. “Sin María, la entrada de Dios en la historia no llegaría a su meta, por cuanto no alcanzaría la declaración del Credo: que Dios no es únicamente un Dios en sí y para sí mismo, sino un Dios para nosotros”, escribía el entonces cardenal Ratzinger, hoy Papa Emérito, Benedicto XVI, en su libro “La Eucaristía, centro de la vida”.
La relación de María con su Hijo, es íntima, desde la gestación y luego en el parto, con verdadero cariño de madre, ella; “Dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada" (Lc 2,7.12.16). La relación como madre, se manifiesta luego por la preocupación por su hijo que; "iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2,52). Es la misma preocupación de la que relata el Evangelio luego de encontrarlo en el templo a los doce años: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando" (2,41-50). Por tanto, está claramente manifiesta que las relaciones maternales eran tan palpables, que el Evangelista san Marcos lo expresa escuetamente como "el hijo de María" (Mc 6,3). Los sucesos de Caná y el de la Madre al pie de la cruz son una prueba más de ello.
3.    LA RELACIÓN DE MARIA CON EL ESPIRITU SANTO, “María Esposa de Dios Espíritu Santo”
San Francisco de Asís ha llamado a María Esposa del Espíritu Santo. Gracias a que María se entregó por completo a la voluntad del Padre y se puso a disposición plena del Espíritu Santo, el Verbo pudo tener un cuerpo para vivir en medio de nosotros para realizar la salvación que necesitábamos. San Francisco de Asís, en una oración, dice la relación de María con las tres personas de la Santísima Trinidad: "Santa María Virgen, no hay mujer alguna, nacida en el mundo, que te iguale, hija y sierva del Altísimo Rey, el Padre celestial, madre del santísimo Señor nuestro Jesucristo, esposa del Espíritu Santo..., ruega por nosotros a tu santísimo Hijo querido, Señor y Maestro". (Oficio de la Pasión del Señor, Fonti Francescane,n. 281)
Dios Padre eligió a la siempre Virgen María desde toda la eternidad como “Madre toda santa y la adornó con dones del Espíritu Santo”, es así, como la reflexión teológica destaca que la intervención santificadora del Espíritu en la Virgen María ha sido un momento culminante de su acción en la historia de la salvación. Los santos Padres han atribuido a la acción del Espíritu la santidad original de María, como plasmada y convertida en nueva creatura por El, y es así, como reflexionando sobre los textos evangélicos, revelaron en la intervención del Espíritu Santo una acción que consagró e hizo fecunda la virginidad de María y la transformó en Templo o Tabernáculo del Señor, Arca de la Alianza o de la Santificación.
El relato de la Anunciación, nos muestra como María es circundada en el misterio de Dios Padre, en especial con humildad para acoger por obra y gracia del Espíritu Santo al Hijo del Padre. El Espíritu Santo, es esposo de María, ella es parte de la relación de amor eterno entre el Padre y el Hijo, y también la relación de amor que une al Padre con el Hijo encarnado en su seno. El Espíritu Santo es también el vínculo de la alianza entre Dios y los hombres en la Iglesia. María, arca de la alianza, Esposa de las bodas escatológicas entre Dios y su pueblo. María, está íntimamente vinculada al Espíritu Santo, derramado sobre ella para actuar la nueva y eterna alianza, sellada en la sangre de Cristo. En el Espíritu Santo, María se une con el Padre y con el Hijo. En el Espíritu Santo, María participa de la fecundidad del Padre y de la filiación del Hijo. Esposa en el Espíritu, vínculo de unidad, sello del amor divino en su vida trinitaria y en su actuación salvadora. Madre del Hijo de Dios, hija predilecta del Padre, María es "templo del Espíritu Santo" (LG 53), "sagrario" y "mansión estable del Espíritu de Dios" (MC 26). El Espíritu es el que hace de María la Esposa, haciéndola Virgen Madre del Hijo y de los hijos de la nueva alianza.
El Señor les Bendiga
 
Fuentes:
(SAN Luis María Griñón de MONTFORT, Tratado de la verdadera devoción, en Obras, Madrid 1954, p.440.)
(Oficio de la Pasión del Señor, Fonti Francescane,n. 281)
Benedicto XVI, en su libro “La Eucaristía, centro de la vida”.
Padre Emiliano Jiménez Hernández, María, madre del Redentor (1995)
DS, "Denzinger-Schönmetzer
LG, Lumen Gentium
Biblia de Jerusalén

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