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Margarita de Saboya, Beata |
Por las venas de Margarita corría la
noble sangre de las principales casas reales de Europa, puesto
que su padre fue Amadeo de Saboya y su madre
era hermana de Clemente VII, el que pretendió ser Papa
en Aviñón durante el "gran cisma".
En 1403
se realizó su matrimonio, correspondiente a su elevada alcurnia, con
Teodoro Paleólogo, marqués de Monteferrante, viudo y con tres hijos,
valiente guerrero y buen cristiano de corazón.
Margarita
no tuvo hijos con su esposo, pero atendió a sus
hijastros con verdadera solicitud, la misma que usó para atender
no sólo a su hogar y su servidumbre, sino todos
los pobladores del marquesado, a quienes consagró generosamente sus trabajos
y su abnegación, sobre todo durante la epidemia de peste
y el hambre que la siguió en toda la región
de Génova.
El marqués de Monteferrante murió en
1418. Margarita consagró su tiempo a arreglar satisfactoriamente las infortunadas
desavenencias conyugales de su hijastra y, una vez restablecida la
concordia, se retiró a vivir en sus posesiones de Alba,
en el Piamonte, luego de hacer voto de conservar su
estado de viudez y de consagrarse a las buenas obras.
Pero la viudita, que era todavía joven, treinta
y seis años a lo sumo, se hallaba en una
codiciable posición política y, por tanto, no era raro que
el acaudalado milanés Felipe Visconti la asediase con propuestas matrimoniales.
El pretendiente era un antiguo enemigo de los Monteferrante y,
además, un hombre de carácter insoportable, por lo que Margarita
le rechazó constantemente para lo que adujo los votos que
había hecho. Pero el tenaz Felipe no se arredró por
ello: hizo un viaje especial a Roma para entrevistarse con
el Papa Martín V y regresó con una dispensa que
de nada le sirvió a fin de cuentas, puesto que
Margarita se mantuvo firme en su propósito de no volver
a casarse con nadie.
Como en su juventud
había conocido a San Vicente Ferrer, y en vista de
que deseaba afirmar su decisión, tomó el hábito de la
tercera orden de Santo Domingo y, con otras damas del
lugar, formó una pequeña comunidad en Alba.
La
retirada vida de oración, estudio y obras de caridad, se
prolongó durante unos veinticinco años. En la Biblioteca Real de
Turín se conserva un volumen con las cartas de Santa
Catalina de Siena y otros escritos que fueron "copiados y
encuadernados por órdenes de la ilustre dama, Margaril1 de Saboya,
marquesa de Monteferrante", durante aquélla época. Eugenio IV, Pontífice reinante
por entonces, autorizó a las hermanas terciarias de Alba a
profesar como monjas en la misma casa que habitaban y
bajo la regla de la Beata Margarita.
En
el curso de los últimos dieciséis años de vida de
ésta, según se afirma, tuvo numerosos éxtasis y obró muchos
milagros.
Fue por entonces cuando tuvo una visión
de Nuestro Señor que le ofrecía tres flechas cada una
de las cuales ostentaba una inscripción que decía: Enfermedades,
Difamación, Persecución. Por cierto, que Margarita padeció las tres calamidades.
Fue acusada de hipocresía y de gobernar con una tiranía
insoportable a sus monjas; su mala salud se atribuyó a
la buena vida que supuestamente llevaba y, Felipe Visconti, su
antiguo enamorado, se encargó de propalar los rumores de que
el convento de Margarita era el centro de propagación de
las herejías de Walden.
También se formuló un
cargo particularmente infame y repugnante en contra de los frailes
de Santo Domingo y, a raíz del mismo, el confesor
y director espiritual de la comunidad de Margarita, fue a
dar a la cárcel. La propia Margarita acudió a solicitar
la liberación del prisionero, y se desarrolló una patética escena
a las puertas de la celda, que los carceleros cerraron
sobre las manos de la beata para aplastárselas brutalmente. Pasó
bastante tiempo antes de que el fraile dominico fuese reivindicado
de la perversa acusación de haber corrompido la fe y
la moral de las monjas que estaban a su cargo.
La Beata Margarita de Saboya murió el 23
de noviembre de 1464, consolada con una visión de Santa
Catalina de Sienna, misma que presenciaron otras religiosas además de
la moribunda. En 1669 se confirmó su culto.
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