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Nicolás de Tolentino, Santo |
Patrono de las almas del purgatorio
Martirologio Romano: En Tolentino, del
Piceno, en Italia, san Nicolás, presbítero, religioso de la Orden
de Ermitaños de San Agustín, que, fraile de rigurosa penitencia
y oración asidua, severo consigo y comprensivo con los demás,
se autoimponía muchas veces la penitencia de los otros (1305).
Fecha
de canonización: El 5 de junio de 1446 (Pentecostés) por
el Papa Eugenio IV.
San Nicolás de Tolentino nació en Castel Sant´ Angelo,
el actual Sant´ Angelo in Pontano, en 1245, y murió
en Tolentino el 10 de septiembre de 1305.
Fray Pedro
de Monte Rubiano, su biógrafo, nos cuenta que su vida
estuvo entretejida de singularísimas experiencias místicas y de hechos prodigiosos,
confirmados en el proceso de canonización, que se abrió a
los veinte años de su muerte y concluyó en 1446.
En ese proceso fueron declarados auténticos 301 milagros.
A San
Nicolás de Tolentino lo invocan los que sufren injusticias, o
están en peligro de perder la vida o la libertad,
y también se lo invoca como protector de la maternidad
y la infancia, de las almas del purgatorio, de la
buena muerte, y hasta contra los incendios y las epidemias.
Fue asceta, austero pero no excéntrico, riguroso consigo mismo, pero
dulce y atento con todos. En 1256 entró donde los
agustinos y se ordenó en 1269 en Cingoli; durante seis
años peregrinó por varias ciudades y después fijó su residencia
en Tolentino en donde ejerció su apostolado sobre todo en
el confesionario. Su santificación personal maduró en la sombra, haciendo
fructificar los recursos espirituales que le brindaba la vida religiosa:
la obediencia incondicional, el absoluto desapego de los bienes terrenales
y la profunda modestia. Así se santificó, y al final
de su vida pudo exclamar: “Veo a mi Señor Jesucristo,
a su Madre y a San Agustín que me dicen:
Muy bien, siervo bueno y fiel”.
Aunque no se notaba
exteriormente la penitencia a la que se sometía, sabemos por
el testimonio de sus cohermanos que cuatro días a la
semana su alimento consistía en sólo pan y agua, y
los otros tres días no tocaba alimentos sustanciosos como carne,
huevos, o fruta. No dormía sino tres o cuatro horas
y el resto lo dedicaba a la oración.
Después de
largas horas que pasaba en el confesionario, se dedicaba a
visitar a los pobres, a los que les llevaba, con
el permiso de sus superiores, ayudas materiales en los casos
más urgentes. Los prodigios que hizo en vida y sobre
todo después de la muerte tenían la finalidad de aliviar
las miseries humanas.
Cuarenta años después de su muerte, fue
encontrado su cuerpo incorrupto. En esa ocasión se le quitaron
los brazos y de la herida salió bastante sangre. De
esos brazos, conservados en relicarios de plata desde el siglo
XV, ha salido periódicamente mucha sangre. Esto contribuyó a la
difusión de su culto en toda Europa y en América.
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