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Esteban (István) Pongracz. Santo |
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano: En Kosice, en los montes Cárpatos,
santos mártires Marcos Crisino (Krizevcanin), presbítero de Esztergom,
Esteban (István) Pongracz y Melchor Grodziecki, presbíteros jesuitas,
a quienes ni el hambre, ni las máquinas, ni los
tormentos del fuego les hicieron abjurar de la fe católica
(1619).
Fecha de canonización: El papa San Pío X los beatifica
en 1905. El papa Juan Pablo II los canoniza solemnemente
en la ciudad de Kosice, el 2 de julio de
1995.
István es húngaro. Nace en
el castillo de Alvicz, cerca de Karlsburg, en 1582. Su
familia se cuenta entre las principales de Hungría y está
emparentada con los condes y barones de Pongrácz.
Hace los estudios
clásicos en el principado de Transilvania, en el Colegio de
los jesuitas en Cluj (actual Rumania). En los archivos hay
muy buenos informes de ‚l.
Cuando termina esos estudios secundarios, István
discierne su vocación y decide ingresar en la Compañía de
Jesús. Deberá, eso sí, por decisión de los Superiores jesuitas,
esperar un tiempo hasta lograr los permisos de su poderosa
familia.
El 8 de julio de 1602 ingresa al Noviciado de
Brno. Nada sabemos de estos primeros años. Sí, al año
siguiente, ingresa también a la Compañía el joven polaco Melchor
Grodziecki con quien traba una profunda amistad.
Después de pronunciar los
votos de pobreza, castidad y obediencia, István es destinado a
cursar un trienio de filosofía en Praga. Los estudios clásicos
del Colegio de Cluj son considerados más que suficientes para
la Universidad. Al año siguiente se incorpora también Melchor Grodziecki
que le sigue los pasos. También se conservan buenas referencias
acerca de István en esta etapa de su vida.
El
magisterio, tradicional en la formación de la Compañía, lo ejerce
en los Colegios de Subiana y Klagenfurt.
Casi nada conocemos
de esos años, vividos junto a los jóvenes. Debieron ser
exitosos porque el cargo que se le entrega, más tarde,
en Kosice, supone un desempeño ejemplar.
La teología la sigue en
Gratz, en Austria. El Colegio universitario jesuita de Gratz es
uno de los más importantes del imperio.
István, ordenado sacerdote,
vuelve a Hungría. En 1615, lo encontramos como prefecto de
estudios y predicador en el colegio de Humenné, en Kosice
(actual Eslovaquia).
En Hungría, se distingue por sus cualidades oratorias. Por
su piedad y la cuidadosa preparación de los sermones, István
hace volver a la fe católica a un buen
número de sus compatriotas.
El célebre predicador calvinista Alvinezy, capellán del
príncipe de Transilvania Gabor Bethlen, no puede ocultar su indignación:
"Mientras viva este jesuita, ni yo ni nuestra religión reformada,
podremos vivir días tranquilos".
Esta fama de buen predicador, el dominio
de la lengua húngara y el celo apostólico de István
explican el hecho de que Andrés Dóczy lo pidiera con
insistencia para su guarnición de Kosice.
La nueva tarea la empieza
en 1618. Comparte ahora los mismos trabajos de su compañero
y amigo Melchor Grodziecki. Juntos, en la vida comunitaria, hacen
los planes y se entusiasman. Poco después se une a
ellos un joven canónigo croata, Marcos Krizevcanin, amigo de Melchor
desde la secundaria en el Colegio de Viena y de
István en la ciudad universitaria de Gratz.
Los calvinistas asedian la
ciudad
El día 3 de septiembre de 1619, el comandante Jorge
Rakoczy y sus terribles hacdouks llegan a la ciudad.
No
es mucho lo que puede hacerse. El ejército calvinista de
Rakoczy es muy numeroso y los soldados católicos de Kosice
son muy inferiores en número. Rakoczy se sabe vencedor. Exige
rendición y la entrega del gobernador Andrés Dóczy. Por lo
demás, los consejeros calvinistas de la ciudad se inclinan a
entregarla.
En las conversaciones, Rakoczy dice: "que los calvinistas han tomado
las armas y llegado a Kosice, no con intención de
hacer daño a los ciudadanos pacíficos, sino sólo para vengar
afrentas".
Rakoczy, para vencer la resistencia de los consejeros, agrega:
"Si los habitantes no usan la fuerza y entregan al
gobernador Andrés Dóczy, él, Jorge Rakoczy, empeña su palabra de
que nadie sufrirá violencia, ni en su persona ni en
sus bienes".
Estas palabras aseguran la integridad de los tres sacerdotes.
Así piensan los católicos. Por lo demás, la entrega del
gobernador no parece del todo peligrosa, porque su vida podrá
ser negociada por el rey. Así ha sido siempre.
Los consejeros
de la ciudad se resignan a pactar. Varios de ellos
se dejan convencer, o fingen hacerlo, ante las palabras del
predicador calvinista Alvinczy. Por lo demás la artillería apunta contra
el palacio de gobierno. Y parece haber, entre los soldados
de Dóczy, un conato de revuelta.
El gobernador es entregado. De
inmediato es remitido a Transilvania ante el príncipe Gabor Bethlen.
Desde entonces, Andrés Dóczy desaparece del escenario de la historia.
La creencia general es que pereció envenenado por los calvinistas.
Una
decisión injusta
Consumados los hechos, el predicador calvinista Alvinczy pide al
comandante Rakoczy la muerte de los católicos más importantes. No
lo consigue, pero sí se ve obligado a poner en
prisión a los sacerdotes.
Jorge Rakoczy sabe que esta concesión va
directamente contra su palabra empeñada. Pero no se atreve a
oponerse al poderoso predicador, favorito del príncipe Gabor.
Primeramente, los tres
sacerdotes quedan confinados en sus habitaciones, con centinelas a la
puerta.
El P. István Pongrácz exige que se les haga un
juicio. Ante jueces idóneos, así lo dice, podrá exponer su
causa y la de sus compañeros. Jorge Rakoczy, influenciado por
Alvinczy, le hace saber, con sarcasmo, que muy pronto quedará
determinado lo que se hará con él y sus
amigos.
Durante tres días no les dan de comer ni de
beber. Cuando ellos solicitan un poco de alimento, los guardias,
por burlas a la religión católica, les ofrecen carne. Es
un día viernes, día de abstinencia para los católicos.
Los
tres sacerdotes saben muy bien que, en la extrema necesidad
en que se encuentran, el precepto no los obliga. Pero
también se dan cuenta de que si aceptan comer carne,
eso puede ser ocasión de escándalo y será presentado como
una prueba de haber abandonado la fe romana. De común
acuerdo, deciden rechazar el alimento.
Un ofrecimiento a Krizevcanin
Un enviado de
Jorge Rakoczy se presenta ante Marcos y le ofrece en
propiedad el beneficio eclesiástico de la Abadía de Széplak, el
mismo que él ha administrado para el Cabildo de la
diócesis de Esztergon.
La única condición que se impone es
la de aceptar las doctrinas de Calvino. Marcos no tiene
que hacer grandes demostraciones: Sólo basta su palabra que debe
dar al subalterno de Alvinczy allí presente.
El P. István Póngracz
se indigna al escuchar la oferta. Se encara ante el
mensajero y le dice: "Parece que el comandante quiere hacer
el papel del demonio, porque busca alejar de Jesucristo a
sus fieles. Dígale Ud. que puede ahorrarse el trabajo de
inducirnos a dejar la fe católica. Está perdiendo el tiempo
inútilmente".
El mismo Krizevcanin toma entonces la palabra. "Déjeme, Padre, responder
por mí mismo y enviar con este enviado un mensaje
al comandante. Diga Ud. a su general que él se
ha adueñado contra todo derecho de un beneficio que no
le pertenece y que es propiedad del Capítulo de Esztergon.
Al general Rakoczy no le asiste ningún derecho para regalar
lo que no es suyo. Dígale que podría haberse ahorrado
sus ofrecimientos, porque yo no vendo mi fe. Si quiere
matarme, puede hacerlo, porque yo estoy dispuesto a dar la
vida por la fe católica"
Rakoczy se enfurece. Ordena a los
guardias quitar al P. István las llaves de la capilla.
Destrozan casi todo y se roban el resto. Todo esto
con las enérgicas protestas de los tres sacerdotes.
El día 6
de septiembre, por la tarde, Jorge Rakoczy hace saber al
canónigo Marcos Krizevcanin que es posible obtener su libertad si
se aviene a cancelar una fuerte suma como rescate.
Marcos acepta,
pero pone como condición que el rescate se extienda también
a sus dos amigos jesuitas. El se las arreglar
para conseguir el dinero que se le pida. Rakoczy rechaza
la condición. El beneficio es exclusivo para el canónigo. Si
no lo acepta, morirá con los jesuitas.
István pregunta: ¿Por qué
nos van a matar?
"Porque Uds. son católicos papistas", es la
respuesta.
István contesta por los tres: "Si ése es nuestro delito,
moriremos por la fe".
Marcos Krizevcanin se recoge en oración y
hace un discernimiento heroico. Es el discernimiento m s importante
de su vida. Rechaza la libertad y se une a
la suerte de los jesuitas.
Miguel Szégedz, el jefe de ese
grupo calvinista que ha traído el ofrecimiento de Rakoczy, se
enfurece: "Ahora mismo Uds. van a morir. O confiesan la
fe calvinista o se acaba todo" Los tres sacerdotes
toman entonces conciencia de que ha llegado el momento de
ofrecer la vida.
István grita por los tres: "Nadie podrá
quitarnos del corazón ni de la boca la fe católica".
Y se adelanta, con paso firme y la cabeza erguida,
ante Miguel Szégedz quien tiene la espada desenvainada.
Pero los poderes
de Szégedz no llegan a tanto. Da media vuelta y
se aleja con amenazas.
El canónigo y los dos jesuitas se
miran y se dan cuentan que la situación parece no
tener vuelta. Se confiesan entre sí y se preparan.
El martirio
del canónigo
El martirio de Marcos es también muy duro. Primero
lo golpean con palos y con las espadas. No cesan
de decirle que debe pasarse al calvinismo.
En un momento
los verdugos parecen calmarse. Le dirigen palabras de compasión y
hasta en un tono suave. Le piden que se pase
al partido que defiende la libertad de su patria en
contra de los Habsburgos que son católicos.
"Dios me libre
de ser enemigo de los que trabajan por la libertad
de mi patria", balbucea a duras penas el canónigo.
István
lo escucha desde su taburete y siente miedo. Entonces saca
fuerza y grita:
"Marcos, no te pases al bando de
los calvinistas. No reniegues de nuestra fe"
El canónigo
contesta con toda la voz de que es capaz:
"István,
no tengas miedo. Jamás traicionaré la fe. Prefiero morir. Solamente
estoy declarando que amo a mi patria y quiero estar
con todos los que la aman, pero yo soy católico".
Furiosos los esbirros, lo queman con las antorchas y le
cortan la cabeza. Así muere Marcos, con la fe y
la patria en el corazón y en los labios.
Al amanecer
los tres cuerpos son arrojados a un pozo. Los verdugos
no se dan cuenta de que István todavía respira.
En la
cloaca, István Póngracz vive todavía veinte horas. Sólo dice: "Jesús,
María, Jesús, María".
El sacristán de la capilla, Miguel Eperjéssy,
que se ha acercado a mirar, lo escucha. István, desde
el pozo, le suplica avisar al senador Hoffman, católico, para
que envíe gente a sacarlo de la cloaca. Miguel le
responde que el senador también ha sido muerto por los
calvinistas. István contesta: "Que se haga entonces la voluntad de
Dios". Poco después muere.
La glorificación
El príncipe calvinista Gabor Bethlen prohibe
escuchar las peticiones, protestantes y católicas, en orden a permitir
una honra para los tres mártires. La población de Kosice
ve en esto una injusticia.
A los seis meses la condesa
Katalin Palffy obtiene una sepultura digna. Sus restos están ahora
en la iglesia de las Ursulinas, en Trnava.
El cardenal Peter
Pazmany, que había nombrado al joven Krizevcanin canónigo de Esztergon,
pide, pocos años después, al papa Urbano VIII el permiso
del culto público.
El papa San Pío X los beatifica en
1905. El papa Juan Pablo II los canoniza solemnemente en
la ciudad de Kosice, el 2 de julio de 1995.
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