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Agatángel de Vendome y Casiano de Nantes. Beatos |
Martirologio Romano: En la ciudad de Gondar, en Etiopía, beatos
Agatángel de Vendome (Francisco) Nourry y Casiano de Nantes (Gonzalo)
Vaz López Netto, presbíteros de la Orden de los Hermanos
Menores Capuchinos y mártires, que en Siria, Egipto y Etiopía
buscaron reconciliar con la Iglesia católica a los cristianos separados
y, por orden del rey de Etiopía, fueron colgados en
troncos con su cordón religioso y lapidados hasta la muerte
(1638).
Beatificados por San Pío X
el 1 de enero de 1905.
Agatángel nació en Vendome, provincia
de Tours, Francia, de familia distinguida, el 31 de julio
de 1598. Conoció a los Hermanos Menores capuchinos que acababan
de llegar a su región, donde su padre era presidente
del tribunal y administrador del convento. Todavía joven manifestó su
vocación religiosa y fue recibido en la Orden de los
Hermanos Menores Capuchinos donde profesó en 1620. Terminados los estudios
fue ordenado sacerdote.
En sus primeros años de sacerdocio se encontró
con el P. José Leclerc, famoso consejero del cardenal Richelieu,
que había proyectado un vasto plan de evangelización. Agatángel fue
escogido como candidato para la misión de Siria. Al llegar
a Alepo en 1629, encontró allí musulmanes, greco‑ortodoxos, armenios y
en número muy reducido, también católicos. Con obras de beneficencia,
conversaciones familiares y catequesis elementales logró rápidamente buenos resultados en
su apostolado, obstaculizado bien pronto por celos. Pasó luego a
la misión del Cairo en calidad de superior, allí trabajó
diligentemente por la unión de los Coptos con la Iglesia
Católica.
Destinado por la providencia a abrir el campo misional
a otros, el 27 de septiembre la Sagrada Congregación le
encomendó la responsabilidad de la expedición misionera a Etiopía, compuesta
por otros tres sacerdotes capuchinos: el Beato Casiano de Nantes,
Benedicto y Agatángel de Moriaix.
Casiano nació en Nantes el
15 de enero de 1607, de la rica familia portuguesa
Lopes‑Netto. Pronto mostró una índole dócil, inclinada a las prácticas
de devoción y a un fervor religioso admirable en un
niño. A los 17 años fue recibido en la Orden
de los Hermanos Menores Capuchinos en la Provincia de París
y, emitidos los votos religiosos en 1624, concluyó los estudios
eclesiásticos en Rennes, donde fue ordenado sacerdote y donde pasó
los primeros años de ministerio, asistiendo a los enfermos de
peste en 1631. Pidió ser destinado a las misiones y
los superiores lo enviaron a Etiopía. En El Cairo se
encontró con el Beato Agatángel de Vendôme y con él
compartió las fatigas apostólicas.
Temperamento vivo, abierto y sensibilísimo a los
sufrimientos ajenos, se dedicó con celo al apostolado, cultivando sobre
todo una filial predilección por la Virgen, cuyo rosario y
oficio rezaba todos los días.
Desde su encuentro con Fray Agatángel
hasta su heroica muerte, los dos Capuchinos trabajaron y se
sacrificaron siempre juntos con el ánimo unido en un mismo
ideal de virtud y de apostolado. Los dos celosos misioneros
trabajaron juntos tres años en El Cairo, la gran capital
de Egipto, interesándose especialmente por la conversión de los Coptos.
Extendieron su actividad hasta los lejanos monasterios de San Antonio
Abad y de San Macario en Nitra.
En Etiopía la Iglesia
católica había logrado un inesperado desarrollo que culminó en la
conversión del mismo emperador, y esto especialmente por obra de
los misioneros jesuitas. La fe de Roma se extendió también
bajo el gobierno de Stefan Sagad I. Tanto florecimiento de
conversiones fue frenado y destruido casi repentinamente por Atié Fassil,
cuya consigna era: “Primero bajo la Meca de los musulmanes
que bajo la Roma de los católicos”. Nuestros misioneros decidieron
por esto llevar ayuda a tantos pobres hermanos de fe
perseguidos por el impío emperador. Se proveyeron de documentos del
Patriarca copto de Alejandría. La prudencia les sugirió a los
cuatro misioneros dividirse de dos en dos. Agatángel y Casiano,
el 23 de diciembre de 1637 partieron para Etiopía; el
largo viaje duró tres meses. Al llegar a los límites
de Etiopía, fueron descubiertos y encarcelados en Deboroa porque los
creyeron espías y conspiradores contra el emperador y el obispo
abisinio Malario.
El gobernador de Deboroa había recibido orden del
emperador de Etiopía, instigado por súbditos herejes, de arrestar a
los dos religiosos europeos que venían de Egipto. Llevados a
su presencia y recibidos con insultos, los hizo encerrar en
horrible prisión como transgresores de las órdenes imperiales, que prohibían
a los católicos entrar en territorio abisinio. Los dos mansos
hijos de San Francisco no se abatieron: mostraron los documentos
del patriarca copto de Alejandría. Después de pocos días fueron
conducidos a Gondar con los brazos encadenados y atados a
la cola de un caballo. También en Gondar fue dura
y penosa la prisión. El Abuna Macario, fingiéndose amigo del
Beato Agatángel y el luterano Pier Leone, enemigo jurado de
Agatángel, que hipócritamente se había hecho monje copto, tramaron en
la corte imperial con acusaciones y calumnias para lograr la
muerte de los indefensos misioneros. En el proceso, dominado por
el sectarismo religioso y por la perfidia del falso Pier
Leone, los dos misioneros católicos fueron condenados a muerte, como
transgresores de las órdenes imperiales que prohibían a los católicos
el ingreso a Etiopía. Conducidos ante el emperador fueron interrogados
sobre su fe. Agatángel respondió: “Estoy listo para morir por
la fe, no renegaré jamás de ella!”. El 7 de
agosto de 1638 en Gondar, expuestos a las burlas de
la turba, fueron suspendidos con lazos y lapidados bárbaramente por
el furor popular. Agatángel tenía 40 años y Casiano 31.
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