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Pedro Vigne, Beato |
Presbítero y Fundador de la Congregación de las Hermanas del Santísimo
Sacramento
Pedro Vigne nació el 20
de Agosto de 1670 en Privas (Francia), pequeña ciudad muy
marcada aún por las consecuencias de las guerras de religión
del siglo anterior, entre católicos y protestantes. Su padre Pedro
Vigne, honrado comerciante en textil, y su madre, Francisca Gautier,
casados en la Iglesia Católica, han hecho bautizar a sus
cinco hijos en la parroquia católica de Santo Tomás de
Privas. Dos hijas murieron muy temprano. Pedro y sus dos
hermanos mayores, Juan Francisco y Eleonora, viven con sus padres
en una relativa comodidad.
A los 11 años, Pedro es
llamado por el Cura de la parroquia para firmar como
testigo las actas parroquiales de Bautismo, matrimonio y sepultura.
Después
de haber recibido una educación e instrucción de buen nivel,
al final de su adolescencia, de repente su vida está
transformada por la toma de conciencia de la presencia de
Jesucristo en la Eucaristía. Esta experiencia le orienta definitivamente hacia
Jesús que entrega su vida en la Cruz por nuestro
amor y que, por la Eucaristía, no cesa de darse
a todos. En 1690 entra en el seminario sulpiciano de
Viviers. Ordenado sacerdote, el 18 de Septiembre de 1694, en
Bourg Saint Andéol, por el obispo de Viviers, está destinado
como coadjutor a Saint Agrève. Durante seis años ejerce allí
su ministerio sacerdotal en amistad con su párroco y en
cercanía con los fieles.
Siempre atento para discernir a través
de los acontecimientos la voluntad del Señor sobre su vida,
se siente llamado a vivir otra cosa. Al principio su
itinerario espiritual parece ser un poco vacilante, pero se hará
cada vez más firme y seguro. Su deseo de ser
misionero entre la gente sencilla le decide a entrar en
la Congregación de los Lazaristas, en Lyon, en 1700. Allí
recibe una sólida formación a la pobreza y a las
«misiones populares» y empieza a recorrer pueblos y ciudades con
sus compañeros para evangelizar al pueblo cristiano. En 1706 deja
voluntariamente a los Lazaristas. Más que nunca le mueve la
pasión de las almas, sobre todo la gente de los
pueblos y caseríos. Después de un breve tiempo de búsqueda,
su vocación se delinea con firmeza y adquiere un rumbo
firme. Pedro será «misionero itinerante», aplicando su propio método pastoral
a la vez que somete siempre su ministerio a la
autorización de sus superiores jerárquicos.
Incansablemente, y durante más de treinta
años, recorre, andando o a caballo, los caminos del Vivarais,
del Dauphiné y más aún. Para hacer conocer, amar y
servir a Jesucristo se enfrenta con el cansancio de los
viajes y el rigor del clima. Predica, visita a los
enfermos, catequiza a los niños, administra los sacramentos y va
hasta llevar a hombros «su» confesionario para estar siempre dispuesto
a ofrecer la misericordia de Dios. Celebra la Misa, expone
al Santísimo, enseña a los fieles a adorar. María, «Hermoso
sagrario de Dios entre los hombres» tiene también un lugar
de predilección en su oración y enseñanza.
En el transcurso
de una de sus misiones, en 1712, llega a Boucieu
le Roi cuya topografía le permite levantar un Vía Crucis.
Con la ayuda de los feligreses de la zona construye
39 estaciones que, a través del pueblo, el campo y
la montaña, enseñan a los cristianos a seguir a Jesús
desde la Cena hasta Pascua y Pentecostés.
Boucieu va a
ser su residencia, fuera de las misiones. Allí reúne a
algunas mujeres que encarga de «acompañar a los peregrinos» del
Vía Crucis para ayudarles a meditar y a orar.
Es
allí que funda la Congregación de las Hermanas del Santísimo
Sacramento. El 30 de Noviembre de 1715, en la iglesia,
les entrega la cruz y el hábito religioso. Les invita
a hacer turnos para adorar a Jesús presente en la
Eucaristía, y a vivir juntas fraternalmente. Les confía la tarea
de enseñar a la juventud. Atento a la necesidad de
instruir a los niños para darles la oportunidad de acceder
a la fe y adoptar comportamientos cristianos, Pedro Vigne abre
escuelas y crea un seminario de «Regentas», modo de llamar
entonces a las maestras de escuela.
Una vida tan intensa necesita
apoyos. Cuando el Padre Pedro va a Lyon para comprar,
nunca deja de ir a casa de sus antiguos maestros
de San Sulpicio para encontrar a su confesor y a
su director espiritual. Atraído pronto por la espiritualidad eucarística de
los Sacerdotes del Santísimo Sacramento, fundados por Monseñor d´Authier de
Sisgaud, el 25 de Enero de 1724, en Valence, le
admiten como cofrade en esta sociedad sacerdotal y beneficia de
su ayuda espiritual y temporal.
A la vez que asume
el acompañamiento de su joven Congregación, Pedro Vigne continúa sus
viajes apostólicos y, para prolongar los frutos de sus misiones
también escribe libros: reglamentos de vida, obras de espiritualidad y
sobre todo las «meditaciones sobre el libro más hermoso que
es Jesucristo sufriendo y muriendo en la Cruz».
El vigor de
este caminante de Dios, la intensidad de su actividad apostólica,
sus largas horas de adoración, su vida de pobreza, testimonian
no solo de una robusta constitución física sino de un
amor apasionado por Jesucristo que amó a los suyos hasta
el extremo (cf. Jn 13, 1).
Sin embargo, a los 70
años acusa los efectos del cansancio. En el transcurso de
una misión en Rencurel, en las montañas del Vercors, un
fuerte malestar le obliga a interrumpir su predicación. A pesar
de todos sus esfuerzos para celebrar aún la Eucaristía y
exhortar a los fieles a vivir el amor a Jesús,
se da cuenta que su fin se acerca, expresa todavía
su inmenso ardor misionero y entra en profunda oración. Un
sacerdote, y dos Hermanas llegadas rápidamente, acompañan sus últimos momentos.
El 8 de Julio de 1740 se reúne con Aquel
que tanto amó, adoró y sirvió. Su cuerpo fue transportado
a Boucieu donde descansa aún en la pequeña iglesia.
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