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Carlos Liviero, Beato |
Fundador de la Congregación de las Pequeñas Esclavas del Sagrado Corazón
Nació
en Vicenza (Italia) el 29 de mayo de 1866; era
el mayor de cuatro hijos. Fue ordenado sacerdote el 20
de noviembre de 1888. Desde 1889 desempeñó su ministerio en
Gallio, provincia de Vicenza y diócesis de Padua. Allí manifestó
desde el inicio el celo pastoral que lo caracterizaría durante
toda su vida. Veía las necesidades espirituales y materiales de
sus fieles y se dedicaba sin descanso a la evangelización
y a la promoción humana. Se entregó con pasión a
la predicación, a la catequesis y a la administración de
los sacramentos.
En Gallio, donde no existían asociaciones católicas, don
Carlos trabajó por mejorar las condiciones de vida de la
población mediante diversas instituciones: establecimientos para niños pobres, asilos de
ancianos, cajas rurales, almacenes de cooperativas, obras parroquiales, sociedades católicas
obreras y agrícolas... Formó un grupo de muchachas para animar
las diversas obras, alimentando el proyecto de iniciar con ellas
una nueva congregación religiosa, pero no consiguió la aprobación del
obispo de la diócesis.
El 1 de julio de 1899
fue nombrado arcipreste de Agna, una zona de Padua en
la que vivía gente muy pobre y explotada por latifundistas
sin escrúpulos. Allí puso a disposición de los pobres todo
lo que tenía. Promovió también las numerosas obras que había
puesto en marcha en Gallio, así como otras obras de
carácter formativo: círculo de jóvenes, asociación de madres cristianas,
Tercera Orden de San Francisco, Pía sociedad de San José,
Congregación del Santísimo Sacramento, Hijas de María... Así, en diez
años de trabajo en Agna, obtuvo excelentes resultados en la
renovación de la vida cristiana de la población.
El 6
de enero de 1910 fue nombrado obispo de Città di
Castello; el 29 de junio sucesivo celebró en la catedral
su primer pontifical, con ocasión del cual expuso su programa
pastoral. Su primera prioridad pastoral fue el clero. Convocó inmediatamente
dos tandas de ejercicios espirituales. Contaba mucho con la colaboración
de sus sacerdotes. Los impulsaba continuamente a ser hombres de
oración y celosos en el anuncio del Evangelio.
Prestó atención
especial a la juventud, en la que veía la esperanza
de una renovación de la vida cristiana. Entre los jóvenes
que siguió personalmente surgieron numerosas vocaciones al sacerdocio. Sostuvo y
promovió la Acción católica. Realizó cinco visitas pastorales, recorriendo incluso
las parroquias más lejanas, situadas en colinas o en los
montes Apeninos.
Se preocupaba mucho de que se promoviera la
participación en los sacramentos, en el catecismo y en las
asociaciones católicas. También cuidaba las condiciones de los templos y
la dignidad del culto. Su contacto continuo con el pueblo
le permitía conocer bien los peligros para la fe y
las costumbres, especialmente de la juventud.
Para responder a las
exigencias religiosas, culturales y sociales de sus diocesanos, puso en
marcha numerosas iniciativas en varios campos: un boletín interdiocesano, una
librería católica, la Escuela tipográfica del Sagrado Corazón, una escuela
primaria masculina, una pensión para estudiantes, una sala de
cine, el hospicio del Sagrado Corazón, y
la fundación de la congregación religiosa de las Pequeñas Esclavas
del Sagrado Corazón, que tuvo lugar el 9 de agosto
de 1917.
Dos momentos destacados de su episcopado fueron: el
congreso eucarístico diocesano de 1927, con ocasión del II centenario
de la muerte de santa Verónica Giuliani; y el Sínodo
diocesano de 1928, celebrado para renovar la legislación diocesana dándole
un sentido más pastoral.
Murió en el hospital de Fano
el 7 de julio de 1932, a consecuencia de un
accidente de carretera.
Fue beatificado el 27 de mayo de
2007.
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