Jesús, aquí venimos a postrarnos ante ti, reconociendo nuestra pequeñez y dependencia de tu misericordia. El mayor de los silencios eres tú en este sacramento de amor, por esto nos acercamos con un corazón contrito y humillado, sedientos de paz, ternura y compasión. ¿En dónde encontraremos un amigo que nos hable al corazón y en quien nuestra vida tome plenitud total sin darnos cuenta ni explicarnos cómo? Hemos quedado cautivados ante este pedacito de pan, tan frágil y a la vez tan fuerte, en donde no vemos nada, en ocasiones no sentimos nada, pero es ahí donde el amor y la fe se complementan, ya que no es sentir, sino saber que eres tú quien te entregas a todos día y noche. Nuestro corazón arde de alegría y convicción al mirarte fijamente, sin miedo, porque eres el varón de dolores, que has querido morir colgado en un madero para librarnos de la muerte y el pecado, y de esta manera quedarte con nosotros hasta el final de los tiempos. En ocasiones no sabemos ni como hablarte, ya que tus palabras nos duelen y enmudecen, pero aquí es en donde comenzamos a dialogar contigo desde el silencio profundo de un alma enamorada. Concédenos la gracia de la perseverancia, para que en ningún momento observemos lo difícil que es seguirte dejándolo todo, sino que caminemos guiados por tu Espíritu llenos de fe y esperanza ante las adversidades. Gracias por llamarnos y escogernos para ser instrumentos de tu amor, bondad, misericordia, y de esta manera ser luz en medio de un mundo que no tiene paz, porque le falta tu presencia amigable. Enséñanos a nunca desperdiciar estos instantes de intimidad donde tú, el tres veces Santo, hablas y purificas a tus hermanos pequeños. ¡Quédate con nosotros Señor, te consagramos nuestras vidas del todo, para que lleves a cabo tu plan salvífico en medio del mundo! Amén
DIOS TE BENDIGA
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