miércoles, 16 de noviembre de 2011

El desaliento


El desaliento es arma del enemigo...

Hay situaciones que a veces nos sumen en el desaliento. Acontecimientos que no deseamos, que no esperamos; consecuencia o no de nuestras acciones, reacciones que no podemos comprender. ¿Puede decirme algo sobre el tema?

Es un tema interesante en la vida espiritual. Sucede que algo no se desarrolla como esperábamos o un imprevisto viene a modificar lo que teníamos pensado y aparece el desaliento. Incluso suele aparecer como resultado de las propias caídas, a consecuencia de retrocesos en nuestra ascesis o sin motivo aparente.

El desaliento es una respuesta automática, no pensada, reacción inmediata del ánimo. Es, ante todo, un modo inadecuado de responder a lo que ocurre.

Es preciso bucear en las profundidades del mundo interior y rastrear el origen, la raíz del desánimo.

Si hay desaliento es porque habíamos fundado las expectativas en algo exterior, el entusiasmo no estaba fundamentado en la acción misma y su sentido, sino en el resultado.

El desaliento es arma del enemigo, es complacencia de todo aquello que se opone al crecimiento espiritual y al surgimiento del Cristo en el corazón.

En lugar de desalentarse hay que agradecer. Todo suceso es enseñanza, es posibilidad de aprendizaje y crecimiento, no hay que olvidarse que todo lo que ocurre es permitido por Dios y que aún lo desagradable encuentra significado en los designios de la Providencia.

Debemos buscar ante los aconteceres una actitud receptiva, una mirada de aceptación… “Quién a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta”, debiera ser una frase a recordar, un modo de volver a lo esencial. “Nada te turbe, nada te espante…” puede ser el trasfondo desde el cual moverse en medio de esos acontecimientos.

Además, si queremos modificar algo debemos primero aceptarlo, tomar lo que sucede sin queja, buscar la posición interior que nos permite avanzar con resolución. También hay algo interesante que sucede si tomamos los acontecimientos atentos a la presencia de Dios, y es que pueden servir para fortalecernos.

Cualquier acontecimiento, sea de naturaleza interior o exterior puede ser iluminado por la Escritura. No hay situación que la aplicación del evangelio no resuelva. Hay que considerar también especialmente la máxima de Mateo 5, 43 – 48 en la que se nos exhorta a amar a nuestros enemigos y rogar por los que nos persiguen.

Es importante evitar que cualquier sentimiento de odio se instale en el corazón, porque eso abre la puerta a toda una serie de males espirituales. No debemos juzgar a nadie, antes bien, considerar nuestras propias faltas. Y si algo nos parece injusto, confiar en la justicia de Dios y en Su misericordia, porque Él conoce los secretos del corazón. (Salmo 44, 22)

Debes sumergirte con ahínco y paciencia en la sagrada escritura y meditar cada palabra abriendo el corazón, todo cambia luego de unos momentos de Lectio Divina. Dios conoce nuestros corazones, descansa en ello, que solo Su juicio sea el que te importe. (Lucas 16, 15)

En la raíz de todo desaliento vive la falta de fe en Dios. ¿Porque habrías de preocuparte si a Él te has entregado?

¿Pones tu refugio en el más Alto? (Salmo 62, 6-8) Entonces libérate de toda pesadumbre y confía, porque Dios sabe lo que nos conviene.

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