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lunes, 5 de septiembre de 2011

Natividad de María

Nacimiento de la Santísima Virgen María





Datos históricos y teológicos de la celebración

A diferencia de lo que ocurre con el nacimiento de Juan Bautista, el evangelio no dice nada del nacimiento de Nuestra Señora.

En Jerusalén, en la Iglesia de Santa Ana. La primera fuente de la narración del nacimiento de la Virgen es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, que coloca el nacimiento de la Virgen en Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios entre los años 400 y 600. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado la tradición.

La fiesta de la Natividad de la santísima Virgen surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el s. v. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.

¿Por qué el 8 de septiembre?

La fiesta fue fijada el día 8 de septiembre probablemente porque, representando María el papel del comienzo o proemium de la obra de la salvación (cf. la oración de colecta de la misa), era muy oportuno celebrar su nacimiento al principio del año eclesiástico según el Monologium Basilianum. Una narración apócrifa, titulada De ortu Virginis (sobre el nacimiento de la Virgen), ponía la concepción en el seno de santa Ana a primero de mayo, y refería que Nuestra Señora había nacido, a los cuatro meses de gestación.

Ver también:
San Andrés de Creta, Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado>>>
Juan Damasceno, sobre la Natividad de la Virgen María>>>

Hoy es el nacimiento de la gloriosa Virgen María, del linaje de Abraham, nacida de la tribu de Judá, y de la noble estirpe de David. Su vida incomparable ilumina a toda la Iglesia.
Tu nacimiento, santa Madre de Dios, ha anunciado la alegría al mundo entero, pues de ti nació el sol de justicia, Cristo nuestro Dios.


Celebración

Desde muy antiguo se tienen noticias de esta fiesta de la Virgen, primero en oriente y luego en la Iglesia universal. Esta festividad, en la que se conmemora el nacimiento de la que habría de ser la Madre de Dios, y también Madre nuestra, está llena de alegría. Su llegada al mundo es el anuncio de la Redención ya próxima. Muchos pueblos y ciudades, bajo diversas advocaciones celebran hoy su fiesta.

El nacimiento de la Virgen María es un anuncio del nacimiento de Jesús, el preludio de la Buena Nueva. La llegada de esta niña al hogar de san Joaquín y santa Ana significa para el mundo la verdadera esperanza y la aurora de la salvación.

Entre las fiestas con que la Iglesia honra a su Madre, es lógico que ocupe un lugar importante el recuerdo de su nacimiento. La llegada al mundo de la que habría de ser Madre de Dios, es un anuncio y un anticipo de la redención obrada por Jesucristo. Concebida sin mancha de pecado, María nace llena de gracia y de santidad.

Recordemos hoy también nosotros que hemos recibido de Dios una llamada a la santidad, a cumplir una misión concreta en el mundo. Además de la alegría que nos produce siempre el contemplar la plenitud de gracia y la belleza de Nuestra Señora, también debemos pensar que Dios nos da a cada uno las gracias necesarias y suficientes, para llevar a cabo nuestra vocación específica en medio del mundo. También hoy podemos considerar que es lógico que deseemos festejar el aniversario del propio nacimiento porque Dios quiso expresamente que naciéramos, y porque nos llamó a un destino eterno de felicidad y de amor.

No dejemos de festejar hoy a Nuestra Señora con esas delicadezas propias de los buenos hijos.

Oración
Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su nacimiento.
Amén.



8 de setiembre

Fiesta (Sábado)

La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.

El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.

Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.

Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.

La fiesta tiene la alegría de un anuncio premesiánico. Es famosa la homilía que pronunció San Juan Damasceno (675-749) un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana, de la cual extraemos algunos párrafos:

"¡Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: Alégrate, llena de gracia!

¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador. ¡Oh felices entrañas de Joaquín, de las que provino una descendencia absolutamente sin mancha! ¡Oh seno glorioso de Ana, en el que poco a poco fue creciendo y desarrollándose una niña completamente pura, y, después que estuvo formada, fue dada a luz! Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente. Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres".

Si pensamos por cuántas cosas podemos hoy alegrarnos, cuántas cosas podemos festejar y por cuántas cosas podemos alabar a Dios; todos los signos, por muchos y hermosos que sean, nos parecerán tan sólo un pálido reflejo de las maravillas que el Espíritu de Dios hizo en la Virgen María, y las que hace en nosotros, las que puede seguir haciendo... si lo dejamos.


El nombre de María

Su belleza, amada de Dios, estrella del mar, señora y también el de iluminada. Todo depende de las múltiples interpretaciones que se hagan de las palabras que forman el nombre, tanto en griego como en hebreo.

Incluso hay quien cree que puede significar "mar amargo", por la situación de amargura en que vivía el pueblo de Israel. Recuerda que muchos israelitas ponían a sus hijos los nombres que más expresaran las situaciones sociales y económicas en que vivían.

También es importante destacar que en 1683, el Papa Inocencio XI declaró oficial una fiesta que se realizaba en el centro de España durante muchos años y que es la del "Dulce nombre de María".

Se cuenta que la primera diócesis que celebró oficialmente la fiesta fue la de Cuenca. Pero, la onomástica del "Dulce nombre de María" tiene fecha propia, y es la del 12 de septiembre. Es bueno que sepas que hay muchas "Marías" que celebran su fiesta durante este día y no el 15 de agosto.


Los santuarios y la Natividad de María

Muchos santuarios marianos de todo el mundo celebran su fiesta el 8 de septiembre. La mayoría son aquellos que basan su historia en la tradición de que la imagen que se venera ha sido hallada por casualidad por un animal -normalmente suele ser un toro- o por una pastorcilla. Es el caso de santuarios catalanes como el de Montserrat, Núria, el Tura, o el de Maritxell de Andorra. Hay otros templos que, a pesar de que no tienen esta tradición, aprovechan la festividad de la Natividad de María para hacer una conmemoración festiva.


Fuentes de la Mariología

Obtenemos noticias sobre la Virgen Madre de Dios y de la Iglesia:

De las fuentes de la Revelación: Palabra de Dios escrita (Sagrada Escritura) y Palabra de Dios transmitda de viva voz a través de todas las generaciones (Tradición).


En la Biblia, en el Antiguo Testamento, nos habla de la Virgen de manera misteriosa. En el Génesis aparece íntimamente llegada a la promesa del Redentor inmediatamente después del pecado de nuestros progenitores, así como Eva estaba íntimamente ligada con Adán en la comisión de ese pecado. Las palabras de Yahvé: " Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza mientras tú te abalances a su calcañal " (Gén 3, l5), nos hacen ver a Cristo con María triunfando sobre el demonio tentador. En las personas bíblicas de Rut, Judit, Ester, así como en la Esposa de los Cantares y, sobre todo en la Hija de Sión, se ha visto vislumbrada la figura de María, así como en múltiples textos de los libros sapienciales, que la Iglesia recibe en su liturgia mariana. Así también aparece, según el mismo entender de los santos padres, la figura del misterio de la Virgen Fecunda en la nube que el profeta Elías divisara desde el Monte Carmelo, y que se convirtió en abundante lluvia (l Re l8, 44), con grandes beneficios para la tierra de Israel esterilizada tras larga sequía.

En el Nuevo Testamento aparece María aureolada de una sobriedad maravillosa que hace más admirables y llenos de frescor natural los relatos. En los Sinópticos (Evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas), especialmente en San Lucas, se nos manifiesta la presencia histórica de María en los hechos de la Infancia del Señor. El Evangelio de San Juan nos complementa, por decirlo así, la Mariología del Nuevo Testamento con el relato detallado del papel espiritual de María en las Bodas de Caná y al pie de la Cruz del Señor, en el Calvario. (Jn 2,l2, l9,25-27)

Los Hechos de los Apóstoles nos completan la figura neotestamentaria de María, describiéndonos su presencia en la naciente Iglesia del Cenáculo y Pentecostés y, por fin, en el Apocalipsis se vislumbra, según la constante interpretación de la Iglesia en sus Santos Padres y en la Liturgia, el misterio de la gloria de María.

La Tradición segunda gran fuente de la Palabra de Dios revelada, nos presenta a María, bien sea a través de las decisiones de los concilios y de los Sumos Pontífices acerca de sus diversos misterios, o bien en los comentarios de los Santos Padres y escritores eclesiásticos, así como también en las manifestaciones de la arqueología, del arte cristiano de todos los tiempos, y de la liturgia.


Dios prepara la Maternidad Divina de María

Dios planeó desde toda la eternidad toda la obra admirable de la Encarnación del Verbo como culminación de la creación del Universo; y como quiera que en la mente sapientísima de Dios cabía simultáneamente la previsión del mal del hombre y de su restauración por medio del mismo verbo revestido de carne mortal, dentro de toda esta visión divina estaba también con preponderante papel, la persona y la misión de María Madre del Verbo hecho carne. Así, pues, la razón misma de ser de la Virgen María estaba en los designios del Altísimo aun antes del tiempo, en su carácter de Madre del Verbo Encarnado.

Nosotros pensamos y proyectamos, pero muchas veces nuestros proyectos, por hermosos y hacederos que parezcan, permanecen en la ineficacia; no ocurre así con Dios, cuyo poder no tiene límites. De ahí que, al pensar Dios desde toda la eternidad en María, Madre de su Hijo Unigénito hecho carne, confiera a esta elegida un carácter muy específico para su existencia. Por eso podemos concluir que la elección de María no es el escoger una persona determinada para una misión específica, sino la predestinación desde antes de los siglos de una Madre para Jesucristo.

La liturgia de la Iglesia dedica con insistencia a la Madre del Señor en sus festividades los textos de los libros sapienciales en los que aparece la Sabiduría, o la Esposa, en la mente de Dios desde antes de los tiempos:

"Desde el principio y antes de los siglos me creó, y para la eternidad viviré " (Ecl 24, 9)

"Yahvé me creó en el comienzo de sus designios, antes de sus obras más antiguas. Desde la eternidad fui constituida, desde el comienzo, antes del origen de la tierra."

"Cuando el abismo no existía, fui yo engendrada, cuando no había fuentes ricas en aguas. Antes que los montes fueran fundados, antes de las colinas fui yo engendrada " ( Prov 8, 22-25 )

Estas expresiones son aplicables a la Madre de Dios.

En la Bula "Ineffabilis Deus" de Pío IX leemos cómo "El Dios inefable, habiendo previsto desde toda la eternidad la lastimosísima caída de todo el género humano por la transgresión de Adán, decretó la primera obra de su bondad en el misterio oculto desde los siglos, por medio de la encarnación del Verbo.

"Es pues, la elección y predestinación de María algo íntimamente unido al decreto de la Redención que había de realizarse por el Verbo tan unido, que, concluye el Papa Pío IX, el destino de la Virgen fue preestablecido en un mismo decreto con la Encarnación de la Divina Sabiduría."

Esta predestinación de Nuestra Señora, desde la eternidad, para ser Madre de Dios, empieza a realizarse con el tiempo. He aquí cómo lo expresa el Concilio Vaticano II:

" El benignísimo y sapientísimo Dios, al querer llevar a término la redención del mundo, cuando llegó la plenitud del tiempo, envió a su Hijo hecho de mujer... para que recibiésemos la adopción de hijos (Gál 4 4-5)

El cual por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación descendió de los cielos, y se encarnó por obra del Espíritu Santo de María Virgen." (Credo de la Misa: Símbolo de Constantinopla)

Este misterio divino de salvación se nos revela y continúa en la Iglesia, a la que el Señor constituyó como su Cuerpo y en ella los fieles, unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos sus santos, deben también venerar la memoria "en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo" (Canon de la Misa. Concilio Vaticano II: Constitución Apostólica "Lumen Gentium", capítulo VIII n.52).

Inmaculada Concepción de María

Si en el orden de la intención divina, lo primero y primordial es la destinación de María a ser Madre de Dios, en la ejecución temporal de esos designios de la economía de Dios, el primer momento corresponde a la Concepción Inmaculada de María.

Consiste este singular privilegio de Nuestra Señora en haber sido excluida por especial bondad de Dios, y en previsión de los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, de la común suerte de los hijos de Adán que, después del pecado de este, que llamamos pecado original nacen todos privados de la gracia de Dios.

María fue, pues, redimida, pero de una manera especialísima: si nosotros somos salvados del pecado después de haber incurrido en él, la Virgen Santísima fue preservada de caer en el mismo pecado. Como hija de Adán tenía que correr esta misma suerte que nosotros, pero, como quiera que estaba destinada desde toda la eternidad a ser el Tabernáculo en el que estaría encerrado el Verbo antes de nacer en carne humana, y la Casa de Dios, según estaba escrito, debe ser siempre santa, era necesario que desde el primer instante de su existencia, desde la misma concepción, fuera "digna mansión del Hijo de Dios".

El ángel Gabriel dijo a la Virgen: " Llena de Gracia".

Mas para que esta salutación, pronunciada en nombre de Dios, suma Verdad, fuera verdadera en todo momento y en toda su extensión, era preciso que en todo momento estuviera María inmune de culpa original, puesto que la plenitud de gracia exige carencia total y absoluta de todo lo que es pecado. La Iglesia ha Visto también siempre en el misterio de la Concepción Inmaculada de María la verificación plena del anuncio hecho por Dios en el Paraíso:

"Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza mientras tú te abalances a su calcañal" ( Gén 3, l5

La iconografía cristiana nos da un dato elocuente de la convicción del pueblo creyente de este privilegio singular de la Virgen, al presentar tan insistentemente la imagen de Nuestra Señora pisoteando una serpiente que a su vez trata de retorcerse y morderle el talón.

La Concepción Inmaculada de María es para los católicos un dogma de fe, definido el 8 de diciembre de l854 por Su Santidad el Papa Pío IX con estas palabras: "Para honor de la santa e individua Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y acrecentamiento de la religión cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles ".

Este privilegio de la Virgen era ya tenido por cierto en la Iglesia desde la más remota antigüedad, bien sea en la fe implícita de los primeros siglos, de la que dan testimonio San Efrén, Siro, San Ambrosio, San Agustín, etc., como en la fe explícitamente confesada antes del siglo XI con innumerables testimonios de los Padres de la Iglesia y demás escritores eclesiásticos que exaltan la pureza virginal de la Madre de Dios.

Un reflejo de esta fe era la fiesta de la Concepción de la Bienaventurada Virgen, celebrada ya en el siglo VIII en Oriente.


Efectos de la Concepción Inmaculada

Al ser concebida María sin pecado original, también debería quedar inmune de los efectos de ese pecado en la naturaleza humana, como son:

La pérdida de la gracia, del derecho al cielo y de la inmortalidad.
La concupiscencia o mala inclinación al pecado en la carne, ignorancia en el entendimiento, fragilidad en la voluntad, enfermedades y muerte corporal.

Por consiguiente, sus facultades corporales sensitivas y espirituales conservaron la más admirable armonía, sin manifestación alguna de desorden ni concupiscencia; su entendimiento gozó de espléndida lucidez, su voluntad siempre sujeta a la recta razón y a la voluntad de Dios, y, en fin, su derecho a la inmortalidad y a la incorrupción corporal.

Sin embargo, María sufrió y murió, en virtud de la solidaridad con Cristo que también había de padecer y morir, no como efecto del pecado, sino como medio de expiación del mismo.


María, llena de gracia

Al tener el privilegio de nacer inmune de pecado, o sea la parte negativa de su santificación, la plenitud de gracia verifica la parte positiva de esa admirable limpieza original del alma de María. Ya que el pecado es absolutamente incompatible con la gracia, la misma plenitud de gracia de la Virgen exige de por sí la ausencia, en todo momento, del pecado original y actual.

La gracia es una participación de la naturaleza de Dios en la creatura racional, que, entonces, vive de la vida de Dios es un don sobrenatural que infundido por Dios en el alma, nos hace justos, agradables a Dios y amigos suyos, sus hijos adoptivos y herederos de la vida eterna.

En el Evangelio de San Lucas leemos: " Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón llamado José... entrando junto a ella, le dijo: Salve, llena de gracia, el Señor es contigo" (Lc l, 26-28).

Palabras semejantes de boca del arcángel en nombre de Dios no pueden menos de ser la expresión más palpable de la benevolencia divina, la que a su vez no puede ser menos que la plenitud de la gracia santificante. Esta sola prerrogativa de Nuestra Señora la haría de por sí acreedora al título especial de culto con que la honra el pueblo cristiano.


Perfecciones del alma y del cuerpo de María

Virtudes de la Madre de Dios

Juntamente con la infusión de la gracia santificante, la creatura racional, en el momento de recibirla, recibe igualmente las virtudes sobrenaturales, es decir, esas fuerzas indispensables para poner en actividad la vida nueva que le ha sido dada: la fe, la esperanza, la caridad y demás virtudes morales infusas que, juntamente con los dones del Espíritu Santo, constituyen la estructura del organismo sobrenatural, es decir, todas las facultades y poderes de obrar bien y practicar actos virtuosos que le sirvan para conseguir méritos para la vida eterna.

María Santísima, al recibir desde el primer momento de su concepción la plenitud de gracia, conjuntamente fue adornada de la más profunda fe, de la más confiada esperanza y el más encendido amor de caridad con Dios y los prójimos, además de la infinidad de virtudes morales.

En el Evangelio y en la tradición cristiana aparece María llevando a la ejecución en grado heroico todas las más hermosas virtudes de que Dios adornó su alma, para que fuera digna Madre de Cristo, Dios y hombre verdadero.

"Bienaventurada la que ha creído que se cumplirán las cosas que se le han dicho de parte del Señor " (Lc l, 45)

No podría darse mejor testimonio de la fe profunda de Nuestra Señora que esta expresión inspirada de su prima Isabel.

La esperanza anima toda la existencia terrena de Nuestra Señora: en virtud de ella resplandece el misterio de su soledad y sacrificio; la vemos asimismo en la espera de la venida del Espíritu Santo, en el Cenáculo, con los apóstoles: "Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, con las mujeres, y con María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos." (Act l, l4)

La inmensa caridad de María la llevó a aceptar todo el peso del sacrificio que la vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo le imponía para realizar los designios de Dios en beneficio de la humanidad.

No faltan, dentro de la notoria sobriedad evangélica en todo lo referente a la Madre del Señor, ciertos rasgos simpáticos de esa inmensa caridad y misericordia de la Virgen, como en las Bodas de Caná:

"Tres días después hubo una boda en Caná de Galilea, en la que se hallaba la madre de Jesús... Y como faltase vino, dijo a Jesús su madre: No tienen vino... La madre dijo a los sirvientes: Haced lo que El os diga" (Jn 2, l, ll)

También expresa el breve relato evangélico las demás virtudes morales de Nuestra Señora: su humildad, que la hace considerarse "sierva del Señor", al mismo tiempo que era designada su Madre: "Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra "(Lc l, 38)

Esa humildad profunda que atrajo las bondades del cielo: "Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humilde condición de su sierva." "Porque desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones." ( Lc l, 48)

La obediencia ciega a los designios de Dios, por difíciles e incomprensibles que parecieran: "Se apareció en sueños el ángel del Señor a José y le dijo: " Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise... "Muerto Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre, y vuelve a la tierra de Israel; porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño " (Mt 2, l3,l9)

La prudencia resplandece en su posición discreta y sencilla, a pesar de la altísima dignidad, pero conforme en todo a la economía con que Jesús se manifestaba; la justicia en su exactitud en el cumplimiento legal de la purificación: " Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la Ley de Moisés, lo subieron a Jerusalén para ofrecerlo al Señor... Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: He aquí que este niño está destinado para ser caída y resurgimiento de muchos en Israel..." (Lc 2, 22,38)

La fortaleza, que la distingue como "Reina de los mártires", es la virtud que resplandece en ella durante la pasión y muerte del Señor.

"Y una espada atravesará tu alma, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones " (Lc 2,35)

La virtud de la templanza resalta de una manera peculiar en la virginidad perpetua de la Virgen.


Virginidad perpetua de María

a. - La virginidad corporal o integridad física que supone la carencia total y perpetua de todo deleite carnal en la Virgen;

b. - La virginidad esencial del alma, o sea la voluntad de evitar todo cuanto se opone a la perfecta castidad, y

c. - La virginidad integral del sentido, o sea la inmunidad de los movimientos de concupiscencia de la carne y del placer venéreo, de tal manera que no experimentara nada menos casto.

Sin embargo, cuando nos referimos a la Virginidad perpetua de la Madre de Dios, nos referimos a la primera, es decir, a la corporal, puesto que la segunda y la tercera son consecuencias necesarias de su Purísima Concepción y de su plenitud de gracia.

La virginidad corporal de María subsiste:

l.- ANTES DEL PARTO, en la misma concepción, puesto que, según leemos en el Evangelio de San Lucas, concibió a Jesús, no de varón, sino fuera de todo concurso humano: " la virtud del altísimo te hará sombra" (Lc l, 37)

2.-EN EL PARTO, porque dio a luz a su Hijo sin violar, romper ni perforar o desgarrar el sello de la virginidad, sin dolor, por especial y portentoso milagro del poder divino "Como el rayo del sol pasa a través de un cristal sin romperlo ni mancharlo", según la hermosa expresión del catecismo del P. Astete. De manera que la mente humana se resistiría a admitir si no estuviera en el misterio de la fe.

3.-DESPUES DEL PARTO, es decir, que después del nacimiento de Cristo tampoco hubo consorcio alguno con varón, y por consiguiente no tuvo otros hijos, y ni siquiera perdió la integridad de su cuerpo de manera puramente accidental.

La triple virginidad de María antes del parto, en el parto y después del parto es un misterio de fe católica, proclamado en el Concilio Lateranense bajo el Papa Martín I, en el año 649, y también en el Concilio III de Constantinopla en el año 68O. Sin embargo, ya antes esta verdad estaba en el patrimonio de la fe cristiana.

Los primeros en proferir injurias contra este inefable privilegio de la Madre del Señor, fueron los judíos, al decir que Cristo nació verdadera y propiamente engendrado por José; más tarde completaron la farsa blasfema atribuyendo el nacimiento de Jesucristo a la obra de un soldado romano llamado Panther o Pantheres, conseja heredada por muchos protestantes y racionalistas que ven con mucho agrado la confusión entre "Parhenos", sustantivos griego que significa "Virgen", y "Panter" o "Panteros", nombre propio de un varón.

La definición del Concilio Lateranense dice:
" Si alguno, en conformidad con los santos Padres, no confiesa que la Santa Madre de Dios y siempre Virgen Inmaculada María... concibió del Espíritu Santo sin concurso de varón, y que ésta engendró incorruptiblemente, permaneciendo insoluble su virginidad después del parto, sea condenado".

El Evangelio nos ofrece el más claro testimonio de la Virginidad perpetua de María por boca de ella misma en esa hermosa expresión con la que respondió al saludo del Angel "María dijo al ángel: ¿ Cómo será esto, pues no conozco varón? " (Lc l, 34)

Expresión que indica un voto emitido, en un presente admirable, "a lo divino", y que significa: no conozco, ni he de conocer, significado este que fue refrendado por la misma autoridad de Dios, al explicarle inmediatamente el Angel del Señor: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y llamado Hijo de Dios" (Lc l, 35)

Igual explicación ofrece el Angel del Señor a su esposo José: "Estando desposada María su madre, con José, antes de que convivieran se encontró encinta por virtud del Espíritu Santo". " José, su marido, siendo justo y no queriendo denunciarla, resolvió dejarla secretamente".

Estaba pensando en esto, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueño y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir contigo a María, tu mujer, pues su concepción es del Espíritu Santo." (Mt. l, l8,2O)

La antigua tradición llamaba siempre a María con el título de Aeiparthenos, palabra griega que significa: La siempre Virgen, expresión que, a la verdad, contrastaba enormemente con el ambiente pagano, y se hacía incomprensible para aquellos cuyas mejores vírgenes eran nada más que prostitutas sagradas.


Matrimonio de María con José

La perpetua virginidad de María no es obstáculo para que entre ella y San José hubiera un verdadero matrimonio. Además del testimonio evangélico de que " Estaba desposada con José " (Mt l, l8) y de que después "la recibió como esposa" (Ibid. 24), tenemos la clara explicación de que, si bien el consentimiento matrimonial tiene que tener, para su validez, como objeto el derecho mutuo al uso del cuerpo del otro cónyuge, ese derecho muy bien podía estar condicionado a un propósito, también mutuo, de no usarlo, propósito que, después del matrimonio ratificado, podía muy bien convertirse en un mutuo voto sin invalidar el mismo matrimonio. En este caso se junta un verdadero matrimonio con una verdadera virginidad, y no hay lesión alguna de la virtud de la justicia que regula los derechos matrimoniales.

Santo Tomás de Aquino presenta como razones que pueden demostrar la conveniencia de que Cristo fuera concebido y naciera de Madre Virgen:

a.- La dignidad del Padre, ya que, siendo Cristo verdadero y natural hijo de Dios, no convenía que tuviese otro Padre que compitiese con Dios tal dignidad;

b.- Su mismo nombre y calidad de Hijo o Verbo de Dios que excluye toda corrupción del espíritu;

c.- La dignidad del Hombre-Jesús, que no debía tener en su origen nada que fuera pecado, puesto que había venido a borrar el pecado del mundo;

d.- Por el fin de la encarnación del Verbo, que era para que los hombres renacieran hijos de Dios.

Sin embargo, esa misteriosa conjunción de maternidad y virginidad es siempre un misterio impenetrable, objeto exclusivo de la fe, la cual simplemente se apoya en la autoridad de Dios y en su poder infinito, que, como el ángel Gabriel explicara a la Virgen, "porque nada hay imposible para Dios" (Lc l, 37)


Perfección del cuerpo de María

Recordemos que, siendo María inmune del pecado original y, por consiguiente, de todas las taras que trajo este consigo, también tenía que quedar inmune de las imperfecciones de cuerpo y espíritu que son efecto de ese pecado, y libre asimismo de los desórdenes consiguientes.

De ahí que debamos suponer una hermosura corporal sin igual, una proporción de todas sus partes cual describe Salomón en su esposa (Cantar de los Cantares, c,4,), y más todavía, una nobleza de cualidades sensibles y espirituales cual se debía a quien había de ser la Madre de Cristo, pedagoga y reina del mejor hogar que han conocido los siglos, el de Nazaret.

Cuando nos referimos a la belleza corporal de Nuestra Señora, debemos de tener presente que no hay una belleza ideal para aplicar a Nuestra Señora; la iconografía universal se ha encargado de demostrarlo. Así es como, por ejemplo, la belleza ideal que en España o en Italia se atribuye al cuerpo de Nuestra Señora, es muy distinta de la que se tiene en Japón o en Africa Central o en Indoamérica. El tiempo también ha contribuido a fomentar este concepto, de manera que hoy a muchos dice mucho más una imagen estilizada y deshumanizada de la actualidad, que un cuadro del Renacimiento, o una talla antigua.


Himno

I

Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo sol nace de ella.

De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale luz clara y digna
de ser pura eternamente;
el alba más clara y bella
no le puede ser igual,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

Gloria al Padre, y gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.


O bien

II

Canten hoy, pues nacéis vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Canten hoy pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.

Dignan, Señora de vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.

Natividad de la Bienaventurada Virgen Maria

8 de Septiembre

1. Reflexiones, Escritos, Homilías etc. (a páginas internas)

2. Enlaces (sitios externos PDF )



Canten y digan, por vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense desde ahora,
para cuando venga Dios.

Y nosotros que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también
el corazón y las manos.

Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios. Amén.


Oración:

Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.


Poesía a la Natividad de María

Canten hoy, pues nacéis vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.

Digan, Señora, de vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.

Canten y digan, por vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Y nosotros, que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también,
el corazón y las manos.

Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios. Amén.

(Lope de Vega)

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