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viernes, 20 de octubre de 2017

Evangelio del Día Viernes 20 Octubre 2017

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Viernes de la vigésima octava semana del tiempo ordinario

Beato Jacobo Strepa, Santa María Bertila Boscardin
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Leer el comentario del Evangelio por
San Ignacio de Loyola : “No teman”

San Pablo a los Romanos 4,1-8.

¿Y qué diremos de Abraham, nuestro padre según la carne?
Si él hubiera sido justificado por las obras tendría de qué gloriarse, pero no delante de Dios.
Porque, ¿qué dice la Escritura?: Abraham creyó en Dios y esto le fue tenido en cuenta para su justificación.
Ahora bien, al que trabaja no se le da el salario como un regalo, sino como algo que se le debe.
Pero al que no hace nada, sino que cree en aquel que justifica al impío, se le tiene en cuenta la fe para su justificación.
Por eso David proclama la felicidad de aquel a quien Dios confiere la justicia sin las obras, diciendo:
Felices aquellos a quienes fueron perdonadas sus faltas y cuyos pecados han sido cubiertos.
Feliz el hombre a quien Dios no le tiene en cuenta su pecado.

Salmo 32(31),1-2.5.11.

¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado
y liberado de su falta!
¡Feliz el hombre a quien el Señor
no le tiene en cuenta las culpas,

y en cuyo espíritu no hay doblez!
Pero yo reconocí mi pecado,
no te escondí mi culpa,
pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”.

¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!
¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos!
¡Canten jubilosos los rectos de corazón!




Lucas 12,1-7.

Se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: "Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido.
Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas.
A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más.
Yo les indicaré a quién deben temer: teman a quel que, despues de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese.
¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos.
Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros."


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Ignacio de Loyola (1491-1556), fundador de la Compañía de Jesús
Carta 17 de noviembre 1555

“No teman”

Paréceme debería V. decidirse, haciendo lo que puede suavemente. Del resto no se tenga inquietud, dejando a la divina providencia aquello que la suya no puede disponer. Y si bien es a Dios grato nuestro esmero y moderada solicitud en proveer a las cosas que por cargo debemos atender, no le es grata la ansiedad y aflicción de ánimo, porque quiere que nuestra limitación y flaqueza se apoyen en la fortaleza y omnipotencia suya, esperando en su bondad suplirá donde nuestra imperfección falta. 

A quien trata en muchos negocios, bien que con intención santa y buena, le es necesario resolverse a hacer la parte que podrá, no afligiéndose si no puede cumplirlos todos como desea, y haciendo, según el dictamen de la conciencia, aquello que el hombre puede y debe hacer. Si otras cosas se dejan, precisa haber paciencia y no pensar que pretende Dios Nuestro Señor lo que no puede hacer el hombre, ni por ello quiere que se aflija; y satisfaciendo a Dios, que importa más que la satisfacción de los hombres, no es necesario mucho fatigarse; mas, haciendo competente esfuerzo para satisfacer, se deja el resto a quien puede toda cosa que quiere. 

Plega a su divina bondad siempre comunicar la luz de su sapiencia para siempre ver y cumplir su beneplácito en nosotros y en los demás.



Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Viernes XXVIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 12,1-7): En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: no temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos».
Comentario: Fr. Salomon BADATANA (Wau, Sudán del Sur)
«No temáis; valéis más que muchos pajarillos»
Hoy contemplamos a Nuestro Señor Jesucristo dirigiéndose a las gentes después de haberse confrontado con las autoridades religiosas judías, es decir, los fariseos y los escribas. El Evangelio nos cuenta que el gentío era tan grande que se pisaban unos a otros. Ahí queda claro que estaban hambrientos de la Palabra de Jesús, el cual hablaba con tan extraordinaria autoridad a sus líderes religiosos.

Pero san Lucas nos informa que antes de nada, Jesús empezó hablando a sus discípulos diciendo: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía» (Lc 12,1). Nuestro Señor desea conducirnos a la práctica de la sinceridad y transparencia, superando la hipocresía con que se manejaban los fariseos y escribas. Puesto que ellos mostraban una actitud externa no conforme con su camino interior de vida: ellos pretendían ser lo que no eran.

Es contra esto sobre lo que Jesucristo nos quiere prevenir en el Evangelio de hoy cuando dice: «Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse» (Lc 12,2). Sí, todo va a ser revelado. Por este motivo nosotros debemos luchar por ajustar nuestra vida según lo que profesamos y proclamamos. Obviamente, esto no es fácil. Pero no debemos temer, pues nuestro Dios está atento. Tal como dijo san Juan Pablo II, «el amor de Dios no impone cargas que nosotros no podamos llevar (…). Porque para todo lo que Él nos pida, Él nos proveerá de la ayuda necesaria». Nada ocurre sin que Él lo conozca. ¡Incluso nuestros cabellos están contados! Sí, nosotros tenemos un precio ante Dios. No tengamos miedo, pues su amor no tiene límites.

Señor, concédenos la sabiduría para llevar bien nuestra vida hacia las exigencias de nuestra fe, incluso en medio de las dificultades de este mundo. Amén.

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