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lunes, 5 de junio de 2017

Evangelio del Día lunes 05 Junio 2017


Lunes de la novena semana del tiempo ordinario

San Bonifacio de Maguncia
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Leer el comentario del Evangelio por
Santa Catalina de Siena : El amo de la viña

Tobías 1,3.2,1a-8.

Yo, Tobit, seguí los caminos de la verdad y de la justicia todos los días de mi vida. Hice muchas limosnas a mis hermanos y a mis compatriotas deportados conmigo a Nínive, en el país de los Asirios.
Durante el reinado de Asaradón regresé a mi casa y me devolvieron a mi mujer Ana y a mi hijo Tobías. En nuestra fiesta de Pentecostés, que es la santa fiesta de las siete Semanas, me prepararon una buena comida y yo me dispuse a comer.
Cuando me encontré con la mesa llena de manjares, le dije a mi hijo Tobías: "Hijo mío, ve a buscar entre nuestros hermanos deportados en Nínive a algún pobre que se acuerde de todo corazón del Señor, y tráelo para que comparta mi comida. Yo esperaré hasta que tú vuelvas".
Tobías salió a buscar a un pobre entre nuestros hermanos, pero regresó, diciéndome: "¡Padre!". Yo le pregunté: "¿Qué pasa, hijo?". Y él agregó: "Padre, uno de nuestro pueblo ha sido asesinado: lo acaban de estrangular en la plaza del mercado, y su cadáver está tirado allí".
Entonces me levanté rápidamente y, sin probar la comida, fui a retirar el cadáver de la plaza, y lo deposité en una habitación para enterrarlo al atardecer.
Al volver, me lavé y me puse a comer muy apenado,
recordando las palabras del profeta Amós contra Betel: "Sus fiestas se convertirán en duelo y todos sus cantos en lamentaciones".
Y me puse a llorar. A la caída del sol, cavé una fosa y enterré el cadáver.
Mis vecinos se burlaban de mi, diciendo: "¡Todavía no ha escarmentado! Por este mismo motivo ya lo buscaron para matarlo. ¡Apenas pudo escapar, y ahora vuelve a enterrar a los muertos!".

Salmo 112(111),1-2.3-4.5-6.

Feliz el hombre que teme al Señor
y se complace en sus mandamientos.
Su descendencia será fuerte en la tierra:
la posteridad de los justos es bendecida.

En su casa habrá abundancia y riqueza,
generosidad permanecerá para siempre.
Para los buenos brilla una luz en las tinieblas:
es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo.

Dichoso el que se compadece y da prestado,
y administra sus negocios con rectitud.
El justo no vacilará jamás,
su recuerdo permanecerá para siempre.



Marcos 12,1-12.

Jesús se puso a hablarles en parábolas: "Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía.
Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías.
De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes.
Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros.
Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: 'Respetarán a mi hijo'.
Pero los viñadores se dijeron: 'Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra'.
Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros.
¿No han leído este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular:
esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?".
Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Santa Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
El Diálogo, 23

El amo de la viña

[Santa Catalina oyó que Dios le decía]: «Toda criatura dotada de razón posee en sí misma una viña. Que es la viña de su alma. La voluntad, a través del libre albedrío, es el viñador durante el tiempo de su vida; pasado este tiempo no puede hacer en su viña ya ningún trabajo, sea bueno o sea malo, sino que es durante la vida que puede cultivar su viña a la que yo mismo la he enviado. Este cultivador de su alma ha recibido de mí un fuerza tal que no hay demonio ni otra criatura alguna que se la pueda quitar si él mismo se opone a ello. Es en el bautismo que ha recibido esta fuerza, al mismo tiempo que la espada del amor a la virtud y del odio al pecado. Es por este amor y este odio, por amor a vosotros y por odio al pecado que ha muerto mi Hijo único, derramando por vosotros toda su sangre. Y es este amor a la virtud y este odio al pecado que encontráis en el santo bautismo que os devuelve la vida por la fuerza de su sangre...

«Arrancad, pues, las malas hierbas de los pecados mortales y plantad virtudes..., arrepentíos, tened repugnancia del pecado y coged el amor a la virtud; es entonces cuando recibiréis los frutos de la sangre de mi Hijo. No podréis recibirlos si no os disponéis para llegar a ser buenos sarmientos unidos a la vid, pues mi Hijo ha dicho: «Yo soy la verdadera vid, mi Padre es el viñador, y vosotros los sarmientos» (Jn 15, 1.5).

Esto es verdad. Soy yo mismo que soy el viñador, puesto que toda cosa que posee el ser ha venido y viene de mi. Mi poder es insondable y es a través de mi poder y mi fuerza que gobierno todo el universo, de tal manera que no se hace ni se ordena nada que no sea por mí. Sí, yo soy el viñador; soy yo quien ha plantado la verdadera vid, mi Hijo único, en la tierra de vuestra humanidad para que vosotros, los sarmientos, unidos a esta vid, deis mucho fruto».


Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Lunes IX del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 12,1-12): En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó.

»Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña.

»¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: ‘La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?’».

Trataban de detenerle —pero tuvieron miedo a la gente— porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.
Comentario: Fr. Alphonse DIAZ (Nairobi, Kenia)
«Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña»
Hoy, el Señor nos invita a pasear por su viña: «Un hombre plantó una viña (...) y la arrendó a unos labradores» (Mc 12,1). Todos somos arrendatarios de esa viña. La viña es nuestro propio espíritu, la Iglesia y el mundo entero. Dios quiere frutos de nosotros. Primero, nuestra santidad personal; luego, un constante apostolado entre nuestros amigos, a quienes nuestro ejemplo y nuestra palabra les anime a acercarse cada día más a Cristo; finalmente, el mundo, que se convertirá en un mejor sitio para vivir, si santificamos nuestro trabajo profesional, nuestras relaciones sociales y nuestro deber hacia el bien común.

¿Qué clase de arrendatarios somos? ¿De los que trabajan duro, o de los que se irritan cuando el dueño envía a sus siervos a cobrarnos el alquiler? Podemos oponernos a los que tienen la responsabilidad de ayudarnos a proporcionar los frutos que Dios espera de nosotros. Podemos poner objeciones a las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia y del Papa, los obispos, o quizás, más modestamente, de nuestros padres, nuestro director espiritual, o de aquel buen amigo que está tratando de ayudarnos. Podemos, incluso, volvernos agresivos, y tratar de herirles o, hasta “matarlos” mediante nuestra crítica y comentarios negativos. Deberíamos examinarnos a nosotros mismos acerca de los motivos reales de dicha postura. Quizás necesitamos un conocimiento más profundo de nuestra fe; quizás debemos aprender a conocernos mejor, a efectuar un mejor examen de conciencia, para poder descubrir las razones por las que no queremos producir frutos.

Pidamos a Nuestra Madre María su ayuda para que podamos trabajar con amor, bajo la guía del Papa. Todos podemos ser “buenos pastores” y “pescadores” de hombres. «Entonces, vayamos y pidamos al Señor que nos ayude a llevar fruto, un fruto que permanezca. Sólo así este valle de lágrimas se transformará en jardín de Dios» (Benedicto XVI). Nosotros podríamos acercar a Jesucristo nuestro espíritu, el de nuestros amigos, o el del mundo entero, si tan sólo leyéramos y meditáramos las enseñanzas del Santo Padre, y tratásemos de ponerlas en práctica.

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