jueves, 18 de agosto de 2016

EL Santo Evangelio del Día jueves 18 Agosto 2016


El banquete está preparado, pero los invitados...

Parábolas




Mateo 22, 1-14. Tiempo Ordinario. Todos estamos invitados a participar del gran banquete que celebrará en el cielo. 



Por: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net 




Del santo Evangelio según san Mateo 22, 1-14
Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: "Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda." Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda." Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».

Oración introductoria
Dios mío, me invitas, me llamas incansablemente a tener un encuentro misterioso en el amor. Tu iniciativa me conmueve. Ayúdame a elevar mi corazón hacia Ti para saber corresponder a tanto amor, participando dignamente en este banquete de la oración.

Petición
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Cristo te invita al banquete.
Cólera de corazón, decepción ante una bella expectativa, frustración ante el último rechazo de lo que había sido un formidable plan. El Rey invita a las personas a venir a su banquete, es un Rey generoso, un Rey que sobrelleva el peso del derroche mientras eso le suponga la felicidad del invitado. Pobre Rey que tenía bien presente a cada uno de los que deseaba ver en su palacio. Anhelaba el corazón del Rey poder abrir sus brazos recibiendo al huésped esperado, pero éste no quiso venir, simplemente así: no quiso, no supo o no quiso saber…
Yo, persona que me gusta que me imploren, que me soliciten varias veces. Yo, persona que subyace en la tendencia de esperar a que me rueguen. Yo, persona que no soy feliz, aun si haber salido de mí misma. Soy una persona que buscando la felicidad en preferirme, he encontrado la irónica tristeza de quien no se entrega. Soy yo un comensal que fue invitado a ese banquete, y que ahora solo puedo vagamente imaginar y saborear. Soy el invitado que pensó encontrar mayor placer en dedicarse ciegamente a los afanes de esta vida, sin pensar siquiera en dirigir la vista, por lo menos una vez, hacia los gozos que del cielo se desprenden. Soy esa persona, ese invitado…
Pero tengo la certeza de que el Rey llamó dos veces…


Hoy, Señor, quiero pedirte perdón por los momentos en que no acepté tu voluntad. Quiero volverme a tu misericordia, por las veces en que no confié en Ti. Me encuentro aquí con el deseo de empezar una vez más y de aceptar esa segunda invitación. De extender mi mano para que la tomes y me lleves caminando junto a Ti hacia el banquete, pues deseo dar el paso de este día también; y acoger tu voluntad desde mi corazón.
«De este modo, sentarse en la mesa con Jesús significa ser transformados y salvados por Él. En la comunidad cristiana la mesa de Jesús es doble: está la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía. Son estas las medicinas con las cuales el Médico Divino nos cura y nos nutre.»
(S.S. Francisco, audiencia del 13 de abril de 2016).
Reflexión
Podría sonar demasiado extraño este evangelio porque, ¿cómo es posible que alguien rechace la invitación a una boda donde habrá vino, música y buen ambiente? Al menos hoy día son pocos los que rechazarían esta oferta tan especial. Pero es claro que esta parábola Cristo nos la dibujó así para que comprendiésemos que todos estamos invitados a participar del gran banquete que celebrará en el cielo.

Sólo nos hace falta cumplir un requisito que el evangelio lo pone como algo externo pero que en realidad en las bodas se le da demasiada importancia y es el vestido. Es necesario e indispensable entrar con el ajuar apropiado al gran banquete que Cristo nos invitará, este ajuar es la vida de gracia. Por eso expulsaron de la boda al hombre que no llevaba el traje apropiado, porque no estaba en vida de gracia. Y la gracia, como la llama santo Tomás de Aquino, es "nitior animae" es decir, esplendor del alma, presencia de Dios en nuestra alma.

Es claro que Jesús no puede habitar en un lugar en donde no tiene amigos, y tampoco nosotros nos deberíamos atrever a presentarnos a la boda que Él organiza cuando no le tenemos por amigo. Esto es la vida de gracia, conservar su amistad y por tanto rechazar enérgicamente todo lo que pudiese ofenderle: revistas indecentes, películas deshonestas, compañías perjudiciales, ofensas a nuestros padres o hermanos, críticas etc.

Es difícil conservar esta amistad con Cristo, pero si realmente lo tenemos por amigo no nos atreveremos a ofenderle, sino que al contrario nos esforzaremos por ser cada día mejores amigos de Él.

Propósito
Ser sincero con todos y en todo, fortaleciendo esta actitud en el sacramento de la reconciliación.

Diálogo con Cristo 
Jesús, el vestido de bodas que necesito es el del amor. Cuántas veces doy más importancia a mi propia satisfacción en vez de centrar mi atención y esfuerzo en alcanzar la verdadera comunión contigo. Con la intercesión de María, ayúdame a valorar tu invitación a la santidad, optando siempre por la virtud en vez del pecado, amando desinteresadamente en vez de buscar mi propia conveniencia, siendo humilde en vez de orgulloso

Jueves de la vigésima semana del tiempo ordinario

Santa Elena Riena

Leer el comentario del Evangelio por
Santiago de Saroug : “El Reino de los cielos se compara a un rey que celebra la boda de su hijo”

Ezequiel 36,23-28.

Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor -oráculo del Señor- cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes.
Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo.
Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos.
Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne.
Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes.
Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios.

Salmo 51(50),12-13.14-15.18-19.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:
yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti.

Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.



Mateo 22,1-14.

Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.
Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'.
Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;
y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.
'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio.
Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'.
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Santiago de Saroug (c. 449-521), monje y obispo sirio
Homilía sobre el velo de Moisés

“El Reino de los cielos se compara a un rey que celebra la boda de su hijo”


En este designio misterioso, el Padre había preparado una Esposa para su Hijo único y se la presentó bajo la imagen de profecía... Moisés escribió en su libro que "el hombre dejaría a su padre y a su madre para unirse a su mujer de modo que los dos serían una sola carne" (Gn 2,24). El profeta Moisés nos habló en estos términos del hombre y de la mujer para anunciar a Cristo y a su Iglesia. Con ojos penetrantes de profeta, contempló a Cristo que se hacía uno con la Iglesia gracias al misterio del agua: vio a Cristo atraer a la Iglesia desde su pecho virginal, y la Iglesia atraer a Cristo por el agua del bautismo.

El Esposo y la Esposa se han unido totalmente de forma mística; he aquí porqué Moisés, con la cara velada (Ex 34,33), contempló a Cristo y a la Iglesia; llamó a uno "hombre" y a la otra "mujer", para evitar mostrar a los hebreos la realidad en toda su claridad... El velo todavía debía cubrir este misterio por un tiempo; nadie conocía el significado de esta gran imagen, ignoraban lo que representaba.

Después de la celebración de las bodas, vino Pablo. Vio el velo extendido con todo su esplendor, y lo levantó para revelar a Cristo y a su Esposa al mundo entero. Mostró que eran ellos a los que Moisés había descrito en su visión profética. Exultando de alegría divina, el apóstol proclamó: "es este un gran misterio" (Ef. 5,32). Reveló lo que representaba esta imagen velada, a la que el profeta llamó hombre y mujer: "Lo sé, dice, es Cristo y su Iglesia que no son dos, sino una sola carne" (Ef. 5,31).

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