Cazador de monos
Todo crecimiento va acompañado de renuncia, por ejemplo cuando nace el bebé, entre estridentes sollozos, y deja el tibio claustro materno. Renuncia, desapego, corte, que te proyectan a una nueva etapa de maduración, nuevos horizontes y realidades que plenificarán tu existencia. Es una ley de la vida y violarla significaría estancamiento y frustración.
Conocedor de cuánto les gustan las cerezas a los monos, un cazador inventó un sencillo método para cazarlos: colocó una cereza en el interior de un frasco de vidrio y lo dejó abierto en la selva. Cuando llegó el primer mono, metió la mano en el recipiente, decidido a atrapar el apetitoso fruto. Instintivamente, cerró el puño con firmeza y observó, con inesperada tristeza, que no podría lograr su objetivo a pesar de su afán. La mano había quedado atascada por la boca del frasco, aunque con el fruto alcanzado. El cazador se acercó rápidamente al mono, lo ató, le dio un fuerte y preciso golpe en el codo y logró sacar la mano sin la cereza, preparada e intacta para una nueva víctima golosa.
A veces en la vida puede ocurrirte algo parecido. Por no soltar algunos apegos queridos, te quedas anclado en una etapa provisoria, debilitado y vulnerable ante cualquier mínimo temporal devastador. Una simple apertura de mano, un soltar oportuno, te acercará a nuevas metas, para llevar adelante el plan de Dios sobre tu vida. Piénsalo y que te ayude a crecer.
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