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jueves, 26 de mayo de 2016

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 26 DE MAYO 2016 - FESTIVIDAD DE CORPUS CHRISTI



Este es mi Cuerpo y esta es mi Sangre
Solemnidades y fiestas

Solemnidad de Corpus Christi. Recordamos la institución de la Eucaristía, durante la Última Cena al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre. 


 




Del santo Evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26
El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?» Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos? El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros.» Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua. Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.» Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.

Oración introductoria
Señor, ayúdame a prepararme para poder tener este momento de oración. Permite que el meditar sobre tu Cuerpo y tu Sangre, que se me ofrece como fuente inagotable de gracia, me de la fuerza, la sabiduría, la confianza, para hacer tu voluntad hoy y siempre.

Petición
Jesucristo Eucaristía, aunque no soy digno, haz en mi tu morada.

Meditación del Papa Francisco
En la fiesta del Corpus Christi celebramos a Jesús "pan vivo que ha bajado del cielo", alimento para nuestra hambre de vida eterna, fuerza para nuestro camino. Doy gracias al Señor que hoy me concede celebrar el Corpus Christi con ustedes, hermanos y hermanas de esta Iglesia.
La fiesta de hoy es la fiesta en la que la Iglesia alaba al Señor por el don de la Eucaristía. Mientras que el Jueves Santo hacemos memoria de su institución en la última Cena, hoy predomina la acción de gracias y la adoración. Y, en efecto, es tradicional en este día la procesión con el Santísimo Sacramento. Adorar a Jesús Eucaristía y caminar con Él. Estos son los dos aspectos inseparables de la fiesta de hoy, dos aspectos que dan la impronta a toda la vida del pueblo cristiano: un pueblo que adora a Dios y un pueblo que camina: ¡que no está quieto, camina!
Ante todo, nosotros somos un pueblo que adora a Dios. Adoramos a Dios que es amor, que en Jesucristo se entregó a sí mismo por nosotros, se entregó en la cruz para expiar nuestros pecados y por el poder de este amor resucitó de la muerte y vive en su Iglesia. Nosotros no tenemos otro Dios fuera de este.» (Homilía de S.S. Francisco, 21 de junio de 2014).
Reflexión
Hoy celebramos la solemnidad del Corpus Christi. Antiguamente -y todavía hoy en muchos países católicos- se celebra esta fiesta con una procesión solemne, en la que se lleva expuesto al Santísimo Sacramento por las principales calles de la ciudad, acompañado con flores, cirios, oraciones, himnos y cánticos de los fieles. Sin duda todos hemos participado o presenciado alguna procesión del Corpus. Pero no estoy tan seguro de que todos conozcamos el origen y el significado de esta celebración.

Esta fiesta se celebra el jueves ya que nació como una prolongación del Jueves Santo, y cuyo fin era tributar un culto público y solemne de adoración, de veneración, de amor y gratitud a Jesús Eucaristía por el regalo maravilloso que nos dio aquel día de la Ultima Cena, cuando quiso quedarse con nosotros para siempre en el sacramento del altar.

La solemnidad del Corpus Christi se remonta al siglo XIII. Se cuenta, en efecto, que el año 1264 un sacerdote procedente de la Bohemia, un tal Pedro de Praga, dudoso sobre el misterio de la transustanciación del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en la Hostia santa y en el vino consagrado, acudió en peregrinación a Roma para invocar sobre la tumba del apóstol san Pedro el robustecimiento de su fe. Al volver de la Ciudad Eterna, se detuvo en Bolsena y, mientras celebraba el santo Sacrificio de la Misa en la cripta de santa Cristina, la sagrada Hostia comenzó a destilar sangre hasta quedar el corporal completamente mojado. La noticia del prodigio se regó como pólvora, llegando hasta los oídos del Papa Urbano IV, que entonces se encontraba en Orvieto, una población cercana a Bolsena. Impresionado por la majestuosidad del acontecimiento, ordenó que el sagrado lino fuese transportado a Orvieto y, comprobado el milagro, instituyó enseguida la celebración de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo.

Al poco tiempo el mismo Papa Urbano IV encargó al insigne teólogo dominico, Tomás de Aquino, la preparación de un oficio litúrgico propio para esta fiesta y la creación de cantos e himnos para celebrar a Cristo Eucaristía. Fue él quien compuso, entre otros himnos, la bellísima secuencia "Lauda Sion" que se canta en la Misa del día, tan llena de unción, de alta teología y mística devoción.

El año 1290 el Papa Nicolás IV, a petición del clero y del pueblo, colocó la primera piedra de la nueva catedral que se erigiría en la ciudad de Orvieto para custodiar y venerar la sagrada reliquia. Yo personalmente he tenido la oportunidad de visitar varias veces -aquí en Italia- la basílica de Bolsena, lugar del milagro eucarístico, y el santo relicario de la catedral de Orvieto, en donde se palpa una grandísima espiritualidad.

Después de esta breve noticia histórica, parece obvio el porqué de esta celebración. La Iglesia entera –fieles y pastores, unidos en un solo corazón– quiere honrar solemnemente y tributar un especial culto de adoración a Jesucristo, realmente presente en el santísimo sacramento de la Eucaristía, memorial de su pasión, muerte y resurrección por amor a nosotros, banquete sacrificial y alimento de vida eterna.

La Iglesia siempre ha tenido en altísima estima y veneración este augusto sacramento, pues en él se contiene, real y verdaderamente, la Persona misma del Señor, con su Cuerpo santísimo, su Sangre preciosa, y toda su alma y divinidad. En los restantes sacramentos se encierra la gracia salvífica de Cristo; pero en éste hallamos al mismo Cristo, autor de nuestra salvación.

Desde aquel primer Jueves Santo, cada Misa que celebra el sacerdote en cualquier rincón de la tierra tiene un valor redentor y de salvación universal. No sólo "recordamos" la Pascua del Señor, sino que "revivimos" realmente los misterios sacrosantos de nuestra redención, por amor a nosotros. ¡Gracias a ellos, nosotros podemos tener vida eterna!

Propósito
Ojalá que, a partir de ahora, vivamos con mayor conciencia, fe, amor y gratitud cada Santa Misa y acudamos con más frecuencia a visitar a Jesucristo en el Sagrario, con una profunda actitud de adoración y veneración. Y, si de verdad lo amamos, hagamos que nuestro amor a El se convierta en obras de caridad y de auténtica vida cristiana. Sólo así seremos un verdadero testimonio de Cristo ante el mundo.

Diálogo con Cristo
Jesús, gracias por quedarte en la Eucaristía, eres quien me reconforta cuando caigo en el camino, quien me ayuda a quitar los obstáculos y las asperezas que me quieren alejar del camino a la santidad. Ayúdame a nunca «acostumbrarme» a este milagro de amor.

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