Fragmento del Diario de Santa Faustina Kowalska,
"La Divina Misericordia en mi alma", con comentario
20 Poco después me enferme. La querida Madre Superiora me mando de vacaciones junto con otras dos hermanas a Skolimów, muy cerquita de Varsovia. En aquel tiempo le pregunté a Jesús: ¿Por quien debo rezar todavía? Me contestó que la noche siguiente me haría conocer por quien debía rezar.
Vi al Ángel de la Guarda que me dijo seguirlo. En un momento me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego y había allí una multitud de almas sufrientes. Estas almas estaban orando con gran fervor, pero sin eficacia para ellas mismas, solo nosotros podemos ayudarlas. Las llamas que las quemaban, a mi no me tocaban. Mi Ángel de la Guarda no me abandonó ni por un solo momento. Pregunté a estas almas ¿Cuál era su mayor tormento? Y me contestaron unánimemente que su mayor tormento era la añoranza de Dios, Vi a la Madre de Dios que visitaba a las almas en el Purgatorio, Las almas llaman a Maria “La Estrella del Mar”. Ella les trae alivio. Deseaba hablar más con ellas, sin embargo mi Ángel de la Guarda me hizo seña de salir. Salimos de esa cárcel de sufrimiento. [Oí una voz interior que me dijo: Mi misericordia no lo desea, pero la justicia lo exige. A partir de aquel momento me uno más estrechamente a las almas sufrientes.
Comentario:
Hoy, comenzamos a hacer un pequeño y sencillo comentario a estos pasajes del Diario de Santa Faustina.
Y empezamos con la consideración del sufrimiento que padecen las almas que están detenidas en el Purgatorio. Su mayor tormento es la añoranza de Dios. Y pensemos que cuando uno está enamorado de una persona desea estar todo el tiempo con esa persona. Imaginemos lo que será cuando en el juicio particular el alma ve la Belleza y Bondad de Dios, que es el Amor infinito y que la ama infinitamente. Ella trata de lanzarse a los brazos de Dios pero está sucia y no lo puede hacer. ¡Qué tormento!, ¿verdad? El alma se da cuenta del infinito amor que le tiene Dios y lo ama con todas sus fuerzas, pero es separada de él por las llamas purificadoras. Por eso qué diligencia debemos poner en aliviar a estas almas que sufren tormentos inimaginables para el hombre que vive en la tierra.
Dios considera como la mayor caridad el aliviar a estas almas, y nosotros debemos rezar y ofrecer sacrificios por ellas y actos de amor a Dios y al prójimo para liberarlas, y así las tendremos de intercesoras en el Cielo y estarán eternamente agradecidas con nosotros y serán otros tantos ángeles de la guarda.
Jesús, en Vos confío.
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*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
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