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martes, 5 de enero de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 5 DE ENERO DEL 2016



Tenemos solo cinco panes y dos peces
Milagros


Marcos 6, 34- 44. Jesús se compadece de nuestras necesidades y nos ayuda para seguir adelante. 






Del santo Evangelio según san Marcos 6, 34-44
Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada. Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer». El les contestó: «Dadles vosotros de comer». Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?» El les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver». Después de haberse cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces». Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba. Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron. Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces. Los que comieron los panes fueron cinco mil hombres.

Oración introductoria
Señor, ten compasión de mí. Ayúdame a aprovechar bien este rato de oración, incrementa mi fe para que pueda descubrir el redil sobre el cual debo caminar. Multiplica mis dones para que, esperando y confiando en tu misericordia, crezca en mi amor a Ti y a los demás.

Petición
Señor, que sepa descubrir las necesidades espirituales de quien está más cerca de mí y busque resolverlas.

Meditación del Papa Francisco
Jesús está en la orilla del lago Galilea, y está rodeado por “una gran multitud” atraída por “los signos que realizaba sobre los enfermos". En Él actúa la potencia misericordiosa de Dios, que sana de todo mal de cuerpo y del espíritu. Pero Jesús no es solo sanador, es también maestro: de hecho sube al monte y se siente, en la típica actitud de maestro cuando enseña: sube sobre esa “cátedra” natural creada por su Padre celeste. Es este punto, Jesús, que sabe bien lo que va a hacer, pone a prueba a sus discípulos. ¿Qué hacer para dar de comer a toda esta gente? Felipe, uno de los Doce, hizo un cálculo rápido: organizando una colecta, se podrán recoger como máximo doscientos denarios para comprar pan, y aún así no bastaría para alimentar a cinco mil personas.
Los discípulos razonan en términos de “mercado”, pero Jesús, a la lógica de comprar la sustituye con la del dar. Las dos lógicas, la del comprar y la del dar. Y así, Andrés, otro de los apóstoles, hermano de Simón Pedro, presenta a un joven que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos peces; pero seguro -dice Andrés- no son nada para esa multitud. Pero Jesús esperaba precisamente esto. Ordena a los discípulos que hagan sentarse a la gente, después tomó esos panes y esos peces, dio gracias al Padre y los distribuyó. (Angelus de S.S. Francisco, 26 de julio de 2015).
Reflexión
El amor es donación. Donación que sabe hacer felices a los demás, aunque se esté sufriendo. Eso es el amor una donación sin límites, como la que Cristo no quiere manifestar en este pasaje. Él es el Amor en persona, porque cuando ve una multitud se compadece y hace todo lo posible por ayudarlos en todos los sentidos.

¡Qué grande es Dios que tanto nos ha amado! Se ha compadecido de nuestros sufrimientos y nos da el alivio para seguir adelante en los momentos más difíciles de nuestra vida. Él ha querido darnos el Alimento de los alimentos: su mismo Cuerpo, el Pan de los ángeles. Sólo bastan unas pocas palabras para hacer un milagro de multiplicación: "Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros"

Propósito
Hacer una visita a Cristo Eucaristía para contemplar y agradecer su amor y cercanía.

Diálogo con Cristo
Señor, gracias por enseñarme el camino que debo seguir: vivir la caridad en todo momento. Ayúdame a abrir mi corazón para deducir lo que puedo hacer por los demás, no con mis propios talentos, sino poniendo éstos en tus manos, para que los multipliques y pueda, así, convertirme en un auténtico discípulo y misionero de tu amor.

martes 05 Enero 2016



San Juan Nepomuceno Neumann

Leer el comentario del Evangelio por
San Nersès Snorhali : «Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar»

Epístola I de San Juan 3,11-21.
Hijos míos:
La noticia que oyeron desde el principio es esta: que nos amemos los unos a los otros.
No hagamos como Caín, que era del Maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran justas.
No se extrañen, hermanos, si el mundo los aborrece.
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte.
El que odia a su hermano es un homicida, y ustedes saben que ningún homicida posee la Vida eterna.
En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.
Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios?
Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad.
En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios
aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas.
Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza,

Salmo 100(99),2.3.4.5.
Sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios:

él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entren por sus puertas dando gracias,

entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.
¡Qué bueno es el Señor!

Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.





Juan 1,43-51.
Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme".
Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.
Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret".
Natanael le preguntó: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?". "Ven y verás", le dijo Felipe.
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez".
"¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera".
Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel".
Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees . Verás cosas más grandes todavía".
Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Nersès Snorhali (1102-1173), patriarca armenio
Jesús, Hijo único del Padre, 85-95

«Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar»

Señor, a Jacob, el hijo pequeño de Isaac y Rebeca, tú le has llamado tu amado; has cambiado su nombre por el de Israel (Gn 32,29). Le has revelado el futuro al mostrarle la escalera levantada desde la tierra hasta el cielo: en lo más alto de la misma estaba Dios, con la mirada fija sobre el mundo, y los ángeles subían y bajaban por la escalera... Era símbolo del gran misterio como lo han dicho los hombres a los que el Espíritu ha iluminado...

Y yo, para el bien, soy también el hijo pequeño. Para el mal, indudablemente soy un hombre maduro, como el primogénito Esaú...: he vendido mi tesoro para satisfacer mis apetencias (Gn 25,33) y he borrado mi nombre del Libro de la Vida en el que, en el cielo, están inscritos los primeros de entre los benditos (Sl 68,29).

Te lo suplico, oh Luz que vienes de lo alto, Príncipe de los corazones de fuego. Que también para mí se abran las puertas del cielo, como antiguamente lo fueron para Israel. Por gracia, haz subir a mi alma caída, por la escalera de luz, signo misterioso dado a los hombres de su retorno de la tierra al cielo. La astucia del Maligno me hizo perder la unción perfumada de tu Espíritu; con tu derecha protectora dígnate ungir de nuevo mi cabeza. No lucharé contigo, oh poderoso, en un cuerpo a cuerpo como Jacob (Gn 32,25), porque no soy más que debilidad.

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