martes, 2 de diciembre de 2014

La cera escamada


La tradición de las velas
La vela y la cera escamada, elementos efímeros que se consumen con el fuego, son objetos ceremoniales de gran importancia en la vida del mexicano, tanto indígena como mestizo






Los mexicanos antiguos criaban abejas aborígenes del género de las meliponas para obtener miel y cera. Sin embargo, a raíz de la conquista se importó la abeja europea-de mayor tamaño que la americana-y junto con ella se introdujo la industria de las velas hasta ese momento desconocido en estas tierras. La manufactura de cirios, velas y veladoras se extendió rápidamente, tanto en los conventos como en las poblaciones civiles.

Hasta la fecha, las velas de cera de abeja se elaboran artesanalmente de la siguiente manera: en una rueda de bejuco colgada del techo se suspenden los pabilos, que son gruesos cordeles de algodón de un tamaño predeterminado. En una cazuela se funde la cera, cuyo color original es amarillo; si se requieren velas blancas, la cera se expone al sol; si es otro el color que se necesita, se agrega polvo de anilina. La cazuela se coloca en el suelo y con una jícara o un jarrito se vierte cera líquida sobre el pabilo. Una vez que escurre el sobrante, se mueve la rueda para bañar el siguiente pabilo y así sucesivamente. La operación se repite las veces necesarias hasta obtener el grosor requerido. Otro método consiste en inclinar la rueda para bañar el pabilo directamente en Ia cera derretida.

Las teas usadas para la iluminación en el México prehispánico fueron reemplazadas por las velas. Sin embargo, el papel más importante de los cirios y las velas se encuentra en el marco religioso: no puede concebirse una procesión sin que cada participante lleve una o varias velas encendidas, ni tampoco las posadas navideñas, sin las tradicionales velitas.

Durante las fiestas de muertos (1 y 2 de noviembre), miles de velas iluminan de día o de noche los panteones a lo largo y ancho del país, para recibir dignamente a las almas de los difuntos que vienen de visita, y aluzarlas para que encuentren fácilmente el camino. Son famosas las iluminadas nocturnas en Janitzio, Michoacán y en Mízquic, Distrito Federal, pero también se acostumbran en muchas otras poblaciones.

En los Altos de Chiapas se elaboran unas velas delgadas, cónicas y policromadas, con las cuales los chiapanecos hacen manojos (agrupadas por colores) que, para su venta, cuelgan del techo de las tiendas. En el piso de las iglesias se les puede ver encendidas y colocadas en hileras, iluminando la cara del indígena que las obsequia al santo de su devoción.

Junto con las nuevas abejas y la manufactura de velas vino a México la técnica de la cera escamada, con la cual se realizan hasta la fecha objetos muy populares. Por lo general, se trata de velas o cirios adornados profusamente con diferentes figuras -principalmente flores- que son utilizados por los devotos como ofrendas en las iglesias.

La técnica consiste en formar (en moldes de barro o de madera) capas muy delgadas de cera, en ocasiones de vivos colores. Para hacer modelos cerrados (como frutas, pájaros y ángeles) se usan dos moldes adosados, y por el lado hueco hecho ex profeso, se llenan de cera líquida, e inmediatamente se sopla por el orificio para que la cera se distribuya de manera uniforme, formando una sola capa pegada a las paredes deI molde. Posteriormente éste se sumerge en el agua fría y, una vez cuajada la cera, se separan las dos partes de él. Para las figuras "sencillas", se usa un solo molde del tamaño y forma adecuados.

Las flores se hacen en moldes con mango (cónicos o semiesféricos), que tienen ranuras para delimitar los pétalos. Se sumergen varias veces en cera líquida, se introducen en agua fría y después se desprende la forma, se recorta con tijeras la silueta señalada por Ia ranura y se modela manualmente para dar el acabado deseado. AIgunas veces las piezas se adhieren directamente a la vela o cirio, y otras se fijan por medio de alambres. Adornos finales son el papel lustre, de china y oro en hoja.

En el estado de San Luis Potosí se realizan verdaderas filigranas de cera, mediante moldes planos de madera muy similares a los que se utilizan para grabados. Los modelos varían de acuerdo con la población: en Río Verde se acostumbran pequeñas construcciones arquitectónicas (iglesias, altares, etcétera); en Santa María del Río se usa solamente la cera blanca, y las placas de filigrana se combinan con guirnaldas de flores que se adosan a armazones envueltos en papel crepé, con uno o varios cirios en medio; en Mezquitic las formas son parecidas, pero se utiliza la cera multicolor. En todos los casos son obras de gran tamaño que se colocan sobre bateas y se nevan en procesión a la iglesia. La tradición de ofrendar altares y bateas en el estado de San Luis Potosí es bastante antigua, pues data cuando menos de los albores deI siglo XIX: en 1833, el Vicario de Santiago deI Río, fray Clemente Luna, organizó el paseo de las bateas floridas, consistente en un recorrido por Ias calles que concluía con la llegada al templo.

En Tlacolula, Teotitlán y otras poblaciones deI valle de Oaxaca, velas ricamente adornadas con flores, frutas, pájaros y un ángel adornan el interior de las iglesias. Hasta hace poco tiempo, para pedir la mano de una muchacha, el novio y sus parientes acostumbraban llevar a la familia de la novia pan, flores y una vela adornada.

Michoacán es otro estado donde florece la tradición de la cera escamada, en cuyas iglesias, durante las fiestas, se pueden admirar velas con grandes ramilletes de flores de cera. En Ocumicho, arcos de cera escamada enmarcan las imágenes de santos que son llevados en procesión alrededor deI amo de la iglesia, junto con cirios ricamente ornamentados. En la fiesta de Patamban, la calle principal se adorna con un larguísimo tapete de aserrín: de tramo en tramo se colocan arcos confeccionados con jarritos -Patamban es población alfarera-, flores, elotes, o, en muchos casos, con figuras de cera escamada. La gente trabaja desde la madrugada para engalanar su calle, por Ia que más tarde pasará la procesión que destruye todo el efímero esplendor.

En las poblaciones totonacas y nahuas de la sierra de Puebla, las velas adquieren relevancia especial. Su ornato consiste, principalmente, en discos y ruedas de cera sobrepuestas a las velas, adornadas a su vez con estrellas, flores y otras figuras. Para cada fiesta hay un mayordomo encargado de donarlas a la iglesia, y es en su casa donde se reúnen los hombres del lugar: varios músicos tocan instrumentos de cuerda y a cada asistente se le ofrece una copa, después de lo cual cada uno toma una vela (que se encuentran colocadas en hileras) para, acompañados de todos los grupos de danzantes que actúan en la fiesta, dirigirse en procesión a Ia iglesia, llevando a cuestas al Santo Patrono del lugar. La procesión se detiene cada vez que los inquilinos de una casa le ofrecen comida y flores al Santo. Al llegar a la iglesia todos rezan y las velas son depositadas en el altar.

Existen muchos otros lugares de México donde se acostumbra la cera escamada. Los grandes cirios, adornados frecuentemente con figuras recortadas de papel lustre o con motivos pintados, suelen hacerse en cererías especializadas que los distribuyen por todo el país.

La vela y la cera escamada, elementos efímeros que se consumen con el fuego, imparten una atmósfera festiva de luz y brillantez a las ceremonias religiosas comunitarias y familiares, al mismo tiempo que son objetos ceremoniales de gran importancia en la vida del mexicano, tanto indígena como mestizo.

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