OBSERVACIONES
GENERALES
1. Por los sacramentos de la
iniciación cristiana, los hombres, "libres del poder de las tinieblas,
muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de los hijos
de adopción y celebran con todo el pueblo de Dios el memorial de la Muerte y Resurrección del
Señor"[1]
2. En efecto, incorporados a Cristo
por el Bautismo, constituyen el pueblo de Dios, reciben el perdón de todos sus
pecados, y pasan de la condición humana en que nacen como hijos del primer Adán
al estado de hijos adoptivos[2],
convertidos en una nueva criatura por el agua y el Espíritu Santo. Por esto se
llaman y son hijos de Dios[3].
Marcados
luego en la Confirmación
por el don del Espíritu, son más perfectamente configurados al Señor y llenos
del Espíritu Santo, a fin de que, dando testimonio de él ante el mundo,
"cooperen a la expansión y dilatación del Cuerpo de Cristo para llevarlo
cuanto antes a su plenitud"[4].
Finalmente,
participando en la asamblea eucarística, comen la carne del hijo del hombre y
beben su sangre, a fin de recibir la vida eterna[5]
y expresar la unidad del pueblo de Dios; y ofreciéndose a sí mismos con Cristo,
contribuyen al sacrificio universal en el cual se ofrece a Dios, a través del
Sumo Sacerdote, toda la Ciudad
misma redimida[6];
y piden que, por una efusión más plena del Espíritu Santo, "llegue todo el
género humano a la unidad de la familia de Dios"[7].
Por
tanto, los tres sacramentos de la iniciación cristiana se ordenan entre sí para
llevar a su pleno desarrollo a los fieles, que ejercen la misión de todo el pueblo
cristiano en la Iglesia
y en el mundo[8].
I. DIGNIDAD DEL
BAUTISMO
3. El Bautismo, puerta de la Vida y del Reino, es el
primer sacramento le la nueva ley, que Cristo propuso a todos para que tuvieran
la vida eterna[9]
y que después confió a su Iglesia juntamente con su Evangelio, cuando mandó I
los Apóstoles: "Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"[10].
Por ello el Bautismo es, en primer lugar, el sacramento de la fe con que los
hombres, iluminados por la gracia del Espíritu Santo, responden al Evangelio de
Cristo. Así, pues, no hay nada que la Iglesia estime tanto ni hay tarea que ella
considere tan suya como reavivar en los catecúmenos o en los padres y padrinos
de los niños que e van a bautizar, una fe activa, por la cual, uniéndose a
Cristo, entren en el pacto de la nueva alianza o la ratifiquen. A esto se
ordenan, en definitiva, tanto el catecumenado y la preparación de los padres y
padrinos como la celebración de la
Palabra de Dios y la profesión de fe en el rito bautismal.
4. El Bautismo es, además, el
sacramento por el que los hombres son incorporados a la Iglesia ,
"integrándose en la construcción para ser morada e Dios, por el
Espíritu"[11],
"raza elegida, sacerdocio real"[12];
es también vínculo sacramental de la unidad que existe entre todos los que son
marcados con él[13].
Este efecto indeleble, expresado por la liturgia latina en la misma celebración
con la crismación de los bautizados en presencia del pueblo de Dios, hace que
el rito del Bautismo merezca el sumo respeto de todos los cristianos y no esté
permitida su repetición cuando se ha celebrado válidamente, aunque lo haya sido
por hermanos separados.
5. El Bautismo, baño del agua en la
palabra de vida[14],
hace a los hombres partícipes de la naturaleza divina[15]
e hijos de Dios[16].
En efecto, el Bautismo, como lo proclaman las oraciones de bendición del agua,
es un baño de regeneración[17]
por el que nacen hijos de Dios de lo alto. La invocación de la Santísima Trinidad
sobre los bautizandos hace que los que son marcados con su nombre le sean
consagrados y entren en la comunión con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo.
Las lecturas bíblicas, la oración de los fieles y la triple profesión de fe
están encaminadas a preparar este momento culminante.
6. Estos efectos, muy superiores a las
purificaciones de la antigua ley, los realiza el Bautismo por la fuerza del
misterio de la Pasión
y Resurrección del Señor. Los bautizados, que "han unido su existencia con
la de Cristo en una muerte como la suya y han sido sepultados con él en la
muerte"[18],
"son también juntamente con él vivificados y resucitados"[19].
El bautismo, en efecto, conmemora y actualiza el Misterio Pascual, haciendo
pasar a los hombres de la muerte del pecado a la vida. Por tanto, en su
celebración debe brillar la alegría de la resurrección, principalmente cuando
tiene lugar en la Vigilia
Pascual o en domingo.
II. FUNCIONES Y MINISTERIOS EN LA CELEBRACION DEL
BAUTISMO
7. La preparación al Bautismo y la
formación cristiana es tarea que incumbe muy seriamente al pueblo de Dios, es
decir, a la Iglesia, que transmite y alimenta la fe recibida de los Apóstoles.
A través del ministerio de la Iglesia, los adultos son llamados al Evangelio
por el Espíritu Santo, y los niños son bautizados y educados en la fe de la
Iglesia.
Es,
pues, muy importante que los catequistas y otros laicos presten su colaboración
a los sacerdotes y a los diáconos ya desde la preparación del Bautismo.
Conviene, además, que, en la celebración del Bautismo, tome parte activa el
pueblo de Dios, representado, no solamente por los padrinos, padres y
parientes, sino también, en cuanto sea posible, por sus amigos, familiares y
vecinos, y por algunos miembros de la Iglesia local, para que se manifieste la
fe y se exprese la alegría de todos al acoger en la Iglesia a los recién
bautizados.
8. Según costumbre antiquísima de la
Iglesia, no se admite a un adulto al Bautismo sin un padrino, tomado de entre
los miembros de la comunidad cristiana. Este padrino le habrá ayudado al menos
en la última fase de preparación al sacramento y, después de bautizado,
contribuirá a su perseverancia en la fe y en la vida cristiana.
En
el Bautismo de un niño debe haber también un padrino: representa a la familia,
como extensión espiritual de la misma, y a la Iglesia Madre, y, cuando sea
necesario, ayuda a los padres para que el niño llegue a profesar la fe y a
expresarla en su vida.
9. El padrino interviene, por lo menos
en los últimos ritos del catecumenado y en la misma celebración del Bautismo,
bien para dar testimonio de la [e del bautizando adulto, bien para profesar,
juntamente con los padres, la fe de la Iglesia, en la cual es bautizado el
niño.
10. Por tanto, es conveniente que el
padrino elegido por el catecúmeno o por la familia reúna, a juicio de los
pastores, las cualidades requeridas para que pueda realizar los ritos que le
corresponden y que se indican en el número 9, a saber:
1) que
tenga la madurez necesaria para cumplir con esta función;
2) que haya
recibido los tres sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo,
Confirmación y Eucaristía;
3) que
pertenezca a la Iglesia Católica y no esté incapacitado, por el derecho, para
el ejercicio de la función del padrino. Sin embargo, cuando así lo deseen los
padres, se puede admitir como padrino o testigo cristiano del Bautismo a un
bautizado que pertenezca a una Iglesia o comunidad separada, siempre que lo
sea juntamente con un padrino católico o una madrina católica. En cada caso, se
tendrán en cuenta las normas establecidas en materia ecuménica.
11. Es ministro ordinario del Bautismo el
obispo, el presbítero y el diácono. Siempre que celebren este sacramento,
recuerden que actúan como Iglesia, en nombre de Cristo y por la fuerza del
Espíritu Santo. Sean, pues, diligentes en administrar la Palabra de Dios y en
la forma de realizar el sacramento. Eviten también todo lo que pueda ser
interpretado razonablemente por los fieles como una discriminación de personas[20].
12. Por ser los obispos "los
principales administradores de los misterios de Dios, así como también
moderadores de toda la vida litúrgica en la Iglesia que les ha sido
confiada"[21],
corresponde a ellos "regular la administración del Bautismo, por medio del
cual se concede la participación en el sacerdocio real de Cristo"[22].
Por tanto, no dejen de celebrar ellos mismos el Bautismo, principalmente en la
Vigilia Pascual. A ellos les está encomendado particularmente el Bautismo de
los adultos y el cuidado de su preparación.
13. Los sacerdotes con cura de almas
deben prestar su colaboración al obispo en la instrucción y Bautismo de los
adultos de su parroquia, a no ser que el obispo haya previsto de otra manera.
Es también de su incumbencia, valiéndose de la colaboración de catequistas y
otros seglares idóneos, preparar y ayudar con medios pastorales aptos a los
padres y padrinos de los niños que van a ser bautizados, así como, finalmente,
conferir el Bautismo a estos niños.
14. Los demás presbíteros y diáconos, por
ser los colaboradores del obispo y de los párrocos en su ministerio, preparan
al Bautismo y lo confieren también, de acuerdo con el obispo o el párroco.
15. Pueden ayudar al celebrante otros
presbíteros o diáconos, y también los laicos en las funciones que les
correspondan, tal como se prevé en las respectivas partes del rito, sobre todo
si el número de los bautizados es muy grande.
16. No habiendo sacerdote ni diácono, en
caso de peligro inminente de muerte, cualquier fiel, y aun cualquier hombre que
tenga la intención requerida, puede, y algunas veces hasta debe, conferir el
Bautismo. Pero si no es tan inmediata la muerte, el sacramento debe ser
conferido, en lo posible, por un fiel y según el rito abreviado. Es muy
importante que, aun en este caso, esté presente una comunidad reducida, o, al
menos, que haya, si es posible, uno o dos testigos.
17. Todos los laicos, como miembros que
son de un pueblo sacerdotal, especialmente los padres y, por razón de su
oficio, los catequistas, las comadronas, las asistentes sociales, las
enfermeras, los médicos y los cirujanos, deben tener interés por conocer bien,
cada cual según su capacidad, el modo correcto de bautizar en caso de urgencia.
Corresponde a los presbíteros, diáconos y catequistas el instruirles. Cuiden
los obispos de que dentro de su diócesis existan los medios aptos para esta
formación.
III. REQUISITOS PARA CELEBRAR
EL BAUTISMO
18. El agua del Bautismo debe ser agua
natural y limpia, para manifestar la verdad del signo, y hasta por razones de
higiene.
19. La fuente bautismal o el recipiente
en que se prepara el agua cuando, en algunos casos, se celebra el sacramento en
el presbiterio, deben distinguirse por su limpieza y estética.
20. Según las necesidades locales,
provéase a la posibilidad de calentar el agua.
21. A no ser en caso de necesidad, el
sacerdote y el diácono no deben bautizar sino con agua bendecida a este fin. El
agua consagrada en la Vigilia Pascual consérvese, en lo posible, durante todo
el tiempo pascual, y empléese para afirmar con más claridad la conexión de este
sacramento con el Misterio Pascual.
Pero,
fuera del tiempo pascual, se bendice el agua en cada una de las celebraciones;
de este modo, las mismas palabras de la bendición del agua declaran
abiertamente el Misterio redentor que conmemora y proclama la Iglesia.
Si
el bautisterio está construído de manera que se utilice una fuente de agua
viva, se bendecirá la corriente de agua.
22. Tanto el rito de la inmersión ‑que es
más apto para significar la Muerte y Resurrección de Cristo‑ como el rito de la
infusión, pueden utilizarse con todo derecho.
23. Las palabras con las cuales se
confiere el Bautismo en la Iglesia latina, son: "Yo te bautizo en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
24. Dispóngase un lugar adecuado para la
celebración de la liturgia de Palabra, bien en el bautisterio, bien en otro lugar
del templo.
25. El bautisterio ‑es decir: el lugar
donde brota el agua de la fuente bautismal o, simplemente, está colocada
permanentemente la pila‑ debe estar reservado al sacramento del Bautismo, y ser
verdaderamente digno, de manera que aparezca con claridad que allí los
cristianos renacen del agua y el Espíritu Santo. Bien sea que esté situado en
alguna capilla dentro o fuera el templo, bien esté colocado en cualquier parte
de la Iglesia, a la vista de los fieles, debe estar ordenado de tal manera que
permita la cómoda participación una asamblea numerosa. Una vez concluído el
tiempo de Pascua, conviene que el cirio pascual se conserve dignamente en el
bautisterio; durante la celebración del Bautismo debe estar encendido, para que
con facilidad se puedan encender en él los cirios de los bautizados.
26. Aquellos ritos que, en la celebración
del Bautismo, se hacen fuera del bautisterio, deben realizarse en los distintos
lugares del templo que respondan más adecuadamente tanto al número de los
asistentes como a las distintas partes le la liturgia bautismal. En cuanto a
aquellos ritos que suelen hacerse en el bautisterio, se pueden elegir también
otros lugares más aptos, si la capilla del bautisterio no es capaz para todos
los catecúmenos o para los asistentes.
27. Todos los niños nacidos recientemente
serán bautizados, a ser posible, en común en el mismo día. Y si no es por
justa causa, nunca se celebra dos veces el sacramento en el mismo día y en la
misma Iglesia.
28. En su lugar se hablará más
detalladamente del tiempo del Bautismo, tanto de los adultos como de los niños.
De todos modos, a la celebración del sacramento se le debe dar siempre sentido pascual.
29. Los párrocos deben anotar,
cuidadosamente y sin demora, en el libro de bautismos los nombres de los
bautizados, haciendo mención también del ministro, de los padres y padrinos,
del lugar y del día del bautismo.
IV. ADAPTACIONES QUE COMPETEN A LAS
CONFERENCIAS EPISCOPALES
30. A tenor de la Constitución sobre la
Sagrada Liturgia (art. 63b), compete a las Conferencias Episcopales preparar en
los Rituales particulares el apartado que corresponde a esta parte del Ritual
Romano, acomodado a las necesidades peculiares de cada región, para que pueda
emplearse en los respectivos países, una vez que haya sido confirmado por la
Sede Apostólica.
En
concreto, será propio de la Conferencia Episcopal lo siguiente:
1) Determinar
las adaptaciones a que se refiere el art. 39 de la Constitución sobre la
Sagrada Liturgia.
2) Considerar
cuidadosa y prudentemente aquello que conviene oportunamente admitir de las
tradiciones y genio de cada pueblo, y, por tanto, proponer a la Sede Apostólica
otras adaptaciones que se consideren útiles o necesarias, para introducirlas
con su consentimiento.
3) Retener
o adaptar los elementos de los rituales particulares, siempre que sean
compatibles con la Constitución sobre la Sagrada Liturgia y con las necesidades
actuales.
4) Preparar
la traducción de los textos, de tal manera que esté verdaderamente acomodada
al espíritu de cada lengua y cultura, y añadir las melodías para el canto de
aquellas partes que convenga cantar.
5) Adaptar
y completar las introducciones que figuran en el Ritual Romano, a fin de que
los ministros entiendan y hagan realidad la significación de los ritos.
6) En los
libros litúrgicos que deben editar las Conferencias Episcopales, ordenar la
materia de la manera que parezca más útil al uso pastoral.
31. Teniendo principalmente en cuenta las
normas de los nn. 37-40 y 65 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, en
los países de misión pertenece a las Conferencias Episcopales el juzgar si
ciertos elementos de iniciación, que se encuentran en uso en algunos pueblos,
pueden ser acomodados al rito del Bautismo cristiano, y decidir si se han de
incorporar a él.
32. Siempre que en el Ritual Romano se
presente más de una fórmula para elegir, los rituales particulares pueden
añadir otras del mismo tenor.
33. Dado que el canto enriquece en gran
manera la celebración del Bautismo ‑porque aviva la unanimidad, fomenta la
oración comunitaria y, finalmente, expresa la alegría pascual que debe
manifestar este rito‑ procuren las Conferencias Episcopales estimular y ayudar
a los peritos en música, a fin de que musicalicen los textos litúrgicos con
melodías aptas para el canto de los fieles.
V. ACOMODACIONES QUE COMPETEN AL
MINISTRO
34. Haga uso el ministro, gustosa y
oportunamente, de las opciones que le ofrece el rito, según las circunstancias,
necesidades particulares y deseos de los fieles.
35. Aparte de aquellas adaptaciones que
se prevén en algunos diálogos y en las bendiciones del Ritual Romano, pertenece
al ministro, teniendo en cuenta las diversas circunstancias, introducir otras
acomodaciones, de las cuales se habla más detalladamente en las introducciones
al Bautismo, tanto de adultos como de niños.
INICIACION CRISTIANA DE LOS ADULTOS
OBSERVACIONES
PREVIAS
1. El Ritual de la Iniciación
Cristiana, que se describe a continuación, se destina a los adultos, que al oír
el anuncio del misterio de Cristo, y bajo la acción del Espíritu Santo en sus
corazones, consciente y libremente buscan al Dios vivo y emprenden el camino de
la fe y de la conversión. Por medio de este Ritual se les provee de la ayuda
espiritual para su preparación y para la recepción fructuosa de los sacramentos
en el momento oportuno.
2. El ritual no presenta solamente la
celebración de los sacramentos del bautismo, la confirmación y la eucaristía,
sino también todos los ritos del catecumenado, que probado por la más antigua
práctica de la Iglesia, corresponde a la actividad misionera de hoy y de tal
modo se siente su necesidad en todas partes, que el Concilio Vaticano II mandó
restablecerlo y adaptarlo de acuerdo a las costumbres y necesidades de cada
lugar1.
3. Para que mejor se compagine con la
labor de la Iglesia y con la situación de los individuos, de las parroquias y
de las misiones, el Ritual de la Iniciación presenta en primer lugar la forma
completa común, apta para la preparación colectiva (cf. nn. 68-239), de la cual
los pastores, por simple acomodación, obtienen la fórmula oportuna para la
preparación individual. A continuación, para casos particulares, se ofrece
también la forma simple, propia para acabar el rito en una sola celebración
(cf. nn. 240-273), o para distribuirlo en sucesivas celebraciones (cf. nn.
274-277), y por último la forma abreviada para los que se encuentran en peligro
de muerte (cf. nn. 278-294).
I. ESTRUCTURA DE LA INICIACION DE
LOS ADULTOS
4. La iniciación de los catecúmenos se
hace gradualmente, en conexión con la comunidad de los fieles que juntamente
con los catecúmenos consideran el precio del misterio pascual y renovando su
propia conversión, inducen con su ejemplo a los catecúmenos a seguir al
Espíritu Santo con toda generosidad.
5. El Ritual de la Iniciación se
acomoda al camino espiritual de los adultos, que es muy variado según la gracia
multiforme de Dios, la libre cooperación de los catecúmenos, la acción de la
Iglesia y las circunstancias de tiempo y lugar.
6. En este camino, además del tiempo
de instrucción y de maduración (cf. n. 7), hay "grados" o etapas,
mediante los cuales el catecúmeno ha de avanzar, atravesando puertas, por así
decirlo, o subiendo escalones.
a) El
primer grado, etapa o escalón es cuando el catecúmeno se enfrenta con el
problema de la conversión y quiere hacerse cristiano, y es recibido por la Iglesia
como catecúmeno.
b) El
segundo grado es cuando madurando ya la fe, y finalizado casi el catecumenado,
el catecúmeno es admitido a una preparación más intensa de los sacramentos.
c) El
tercer grado, cuando acabada la preparación espiritual, el catecúmeno recibe
los sacramentos, con los que comienza a ser cristiano.
Tres,
pues, son los grados, pasos o puertas, que han de marcar los momentos
culminantes o nucleares de la iniciación. Estos tres grados se marcan o sellan
con tres ritos litúrgicos: el primero, por el rito de Entrada en el catecumenado:
el segundo, por la Elección y el tercero, por la celebración de los
Sacramentos.
7. Los grados, por tanto, introducen a
las etapas de instrucción y maduración, o por ellas son preparados:
a) El primer
tiempo, o etapa, por parte del candidato exige investigación, y por parte de la
Iglesia se dedica a la evangelización y "precatecumenado" y acaba con
el ingreso en el grado de los catecúmenos.
b) El
segundo tiempo comienza con este ingreso en el grado de los catecúmenos, y
puede durar varios años, y se emplea en la catequesis y ritos anejos. Acaba en
el día de la "Elección".
c) El
tercer tiempo, bastante más breve, que de ordinario coincide con la preparación
cuaresmal de las Solemnidades pascuales y de los sacramentos, se emplea en la
"purificación" e "iluminación".
d) El
último tiempo, que dura todo el tiempo pascual, se dedica a la "mystagogia",
o sea a la experiencia espiritual y a gustar de los frutos del Espíritu, y a
estrechar más profundamente el trato y los lazos con la comunidad de los
fieles.
Cuatro,
pues, son los tiempos que se suceden: el "precatecumenado",
caracterizado por la primera evangelización; el "catecumenado",
destinado a la catequesis integral; el de "purificación e
iluminación", para proporcionar una preparación espiritual más intensa; y
el de "mystagogia", señalado por la nueva experiencia de los
sacramentos y de la comunidad.
8. Fuera de esto, como la iniciación
de los cristianos no es otra cosa que la primera participación sacramental en
la muerte y resurrección de Cristo, y como, además, el tiempo de purificación e
iluminación coincide de ordinario con el tiempo de Cuaresma2,
y la "Mystagogia" con el tiempo pascual, conviene que toda la
iniciación se caracterice por su índole pascual. Por esto la Cuaresma ha de
cobrar toda su pujanza para ofrecer una más intensa preparación de los elegidos
y la Vigilia pascual debe ser el tiempo legítimo de los sacramentos de la
iniciación3,
pero no obstante no se prohibe que estos sacramentos, por necesidades
pastorales, se celebren fuera de este tiempo.
A. La evangelización y el
"precatecumenado"
9. Aunque el Ritual de la Iniciación
comienza con la admisión o entrada en el catecumenado, sin embargo el tiempo
precedente o "precatecumenado" tiene gran importancia ni se debe de
omitir ordinariamente. En ese período se hace la evangelización, o sea se
anuncia abiertamente y con decisión al Dios vivo y a Jesucristo, enviado por él
para salvar a todos los hombres, a fin de que los no cristianos, al disponerles
el corazón el Espíritu Santo, crean, se conviertan libremente al Señor, y se
unan con sinceridad a él, quien por ser el camino, la verdad y la vida,
satisface todas sus exigencias espirituales; más aún, las supera infinitamente4.
10. De la evangelización, llevada a cabo
con el auxilio de Dios, brotan la fe y la conversión inicial, con las que cada
uno se siente arrancar del pecado e inclinado al misterio del amor divino. A
esta evangelización se dedica íntegramente el tiempo del precatecumenado, para
que madure la verdadera voluntad de seguir a Cristo y de pedir el Bautismo.
11. En este tiempo se ha de hacer por los
catequistas, diáconos y sacerdotes, y aun por los seglares, una explanación
del evangelio adecuada a los candidatos; ha de prestárseles una ayuda atenta
para que con más clara pureza de intención cooperen con la divina gracia y, por
último para que resulten más fáciles las reuniones de los candidatos con las
familias y con los grupos de los cristianos.
12. Toca
a las Conferencias Episcopales, además de la evangelización propia de este
período, determinar, dado el caso, y según las circunstancias de la región, el
modo de recibir por primera vez a los que se podría llamar
"simpatizantes", es decir, a los que, aunque todavía no crean
plenamente, muestran, sin embargo, alguna inclinación a la fe cristiana.
1) La
recepción o admisión de éstos, que se ha de hacer sin ningún rito y libremente,
manifiesta su recta intención, pero todavía no la verdadera fe.
2) Se adaptara
a las condiciones y circunstancias locales. A unos candidatos se ha de mostrar
principalmente el espíritu de los cristianos, que quieren conocer y
experimentar; mientras que a otros cuyo catecumenado por diversas razones tiene
que demorarse, convendrá más bien comenzar por algún acto externo de ellos
mismos o de la comunidad.
3) La
admisión se hará en una reunión de la comunidad local, con tiempo suficiente
para que brote la amistad y el diálogo. Presentado por algún amigo, el
"simpatizante" será saludado y recibido con palabras amistosas por un
sacerdote o por algún miembro de la comunidad digno y preparado.
13. Durante el tiempo del
"precatecumenado" es propio de los pastores ayudar a los
"simpatizantes", por medio de oraciones apropiadas.
B. El
catecumenado
14. De gran importancia es el rito
llamado "Entrada en el Catecumenado", porque entonces los candidatos
se presentan por primera vez y manifiestan a la Iglesia su deseo, y ésta,
cumpliendo su deber apostólico, admite a los que pretenden ser sus miembros. A
éstos Dios les otorga su gracia, ya que su deseo se muestra patente en esta
celebración, que también es digno de su recepción y primera consagración por
parte de la Iglesia.
15. Para dar este paso se requiere en los
candidatos una vida espiritual inicial y los conocimientos fundamentales de la
doctrina cristiana5: a saber,
la primera fe concebida en el tiempo del "precatecumenado", la
conversión inicial y la voluntad de cambiar de vida y de empezar el trato con
Dios en Cristo, y, por tanto, los primeros sentimientos de penitencia y el uso
incipiente de invocar a Dios y hacer oración, acompañados de las primeras
experiencias en el trato y espiritualidad de los cristianos.
16. De estas disposiciones deben juzgar
los pastores con la ayuda de los padrinos de catecumenado
("sponsores") (cf. n. 42) catequistas y diáconos, según los indicios
externos6.
Además es oficio de los pastores, atentos a la virtud de los sacramentos ya
recibidos válidamente (cf. Observaciones generales, n. 4), cuidar de que
ninguno de los ya bautizados, por ninguna razón quiera reiterar el Bautismo.
17. Después de la celebración del rito,
inscríbanse prontamente los nombres de los catecúmenos en el libro destinado a
este menester, añadiendo la mención del ministro y de los padrinos, así como la
fecha y lugar de la admisión.
18. Porque desde ese momento los
catecúmenos (a los que ya abraza como suyos la santa madre Iglesia con amor y
cuidado maternal, por estar vinculados a ella) son ya de "la casa de Cristo"7:
son alimentados por la Iglesia con la palabra de Dios y favorecidos con las
ayudas litúrgicas. Por tanto, los catecúmenos han de estimar de todo corazón la
asistencia a la liturgia de la palabra y el recibir bendiciones y
sacramentales. Cuando contraigan matrimonio, ya sea entre dos catecúmenos, o
entre un catecúmeno y un no bautizado, úsense los ritos apropiados8.
Finalmente, si murieran durante el catecumenado, se les deben exequias
cristianas.
19. El catecumenado es un tiempo
prolongado, en que los candidatos reciben la instrucción pastoral y se
ejercitan en un modo de vida apropiado9, y así se
les ayuda para que lleguen a la madurez las disposiciones de ánimo manifestadas
a la entrada. Esto se obtiene por cuatro caminos:
1) Por una
catequesis apropiada, dirigida por sacerdotes, diáconos o catequistas y otros
seglares, dispuesta por grados, pero presentada íntegramente, acomodada al año
litúrgico y basada en las celebraciones de la palabra, se va conduciendo a los
catecúmenos no solo al conveniente conocimiento de los dogmas y de los
preceptos, sino también al íntimo conocimiento del misterio de la salvación,
cuya aplicación desean.
2) Al
ejercitarse familiarmente en la práctica de la vida cristiana, y ayudados por
el ejemplo y auxilio de sus padrinos de catecumenado y de bautismo, y aun de
todos los fieles de la comunidad, se acostumbran a orar a Dios con más
facilidad, a dar testimonio de su fe, a tener siempre presente la expectación
de Cristo, a seguir en su actuación las inspiraciones de lo alto y a
ejercitarse en la caridad al prójimo hasta la abnegación de sí mismos.
Preparados así, "los neoconversos emprenden un camino espiritual, en el
cual participan ya por la fe del misterio de la muerte y resurrección, y pasan
de la vieja condición humana a la nueva del hombre perfecto en Cristo. Este
tránsito que lleva consigo un cambio progresivo de sentimientos y costumbres,
debe manifestarse con sus consecuencias sociales y desarrollarse paulatinamente
durante el catecumenado. Siendo el Señor, al que confían, blanco de
contradicción, los que se convierten experimentan con frecuencia rupturas y
separaciones, pero también gozos que Dios concede sin medida"10.
3) Con los
ritos litúrgicos oportunos la santa madre Iglesia ayuda a los catecúmenos en
su camino y son purificados paulatinamente y sostenidos con la bendición
divina. Para ayudarles se promueven celebraciones de la palabra, y hasta pueden
asistir con los fieles a la liturgia de la palabra para prepararse mejor, poco
a poco, a la futura participación en la Eucaristía. Sin embargo, de ordinario,
conviene que cuando asisten a las asambleas litúrgicas de los fieles, antes de
comenzar la celebración eucarística, si no surge alguna dificultad, se les
despida cortésmente; porque deben esperar a que, agregados por el Bautismo al
pueblo sacerdotal, sean promovidos a participar en el nuevo culto de Cristo.
4) Como la
vida de la Iglesia es apostólica, los catecúmenos deben aprender también a
cooperar activamente a la evangelización y a la edificación de la Iglesia con
el testimonio de su vida y con la profesión de la fe11.
20. La prolongación del período de
catecumenado depende de la gracia de Dios y de varias circunstancias, a saber:
de la organización de todo el catecumenado, del número de catequistas,
diáconos y sacerdotes, de la cooperación de cada catecúmeno, de los medios
necesarios para acudir a la clase del catecumenado y permanecer en él, y
finalmente, de la ayuda de la comunidad local. Por tanto, nada se puede determinar
"a priori". Al Obispo, pues, toca determinar el tiempo y ordenar la
disciplina de los catecúmenos. También será oportuno que las Conferencias
Episcopales decidan más concretamente sobre este asunto, atendidas las
condiciones de los países y regiones12.
C. El tiempo de
purificación e iluminación
21. El tiempo de purificación e
iluminación de los catecúmenos de ordinario coincidirá con la Cuaresma, que es
tiempo para renovar a la comunidad de los fieles junto con los catecúmenos por
la liturgia y a la catequesis litúrgica, mediante el recuerdo o la preparación
del Bautismo, y por la penitencia13. Así dispone
a los catecúmenos para celebrar el misterio pascual, que los sacramentos de la
iniciación aplican a cada uno14.
22. Con el segundo grado de la
iniciación, comienza el tiempo de la purificación e iluminación, destinado a
la preparación intensiva del espíritu y del corazón. En este grado hace la
"elección" la Iglesia, o sea, la selección y admisión de los
catecúmenos, que por su disposición personal sean idóneos, para acercarse a los
sacramentos de la iniciación en la próxima celebración. Se llama
"elección", porque la admisión, hecha por la Iglesia, se funda en la
elección de Dios, en cuyo nombre actúa la Iglesia; se llama también
"inscripción de los nombres", porque los candidatos, en prenda de
fidelidad, escriben su nombre en el libro de los elegidos.
23. Antes de que se celebre la
"elección", se requiere en los catecúmenos, la conversión de la mente
y de las costumbres, suficiente conocimiento de la doctrina cristiana y
sentimientos de fe y caridad; se requiere, además, una deliberación sobre su
idoneidad. Después, durante la celebración del rito, tiene lugar la
manifestación de su voluntad y la sentencia del Obispo o de su delegado delante
de la comunidad. Así se comprende que la elección, rodeada de tanta solemnidad,
sea como el eje de todo el catecumenado.
24. Desde el día de la
"elección" y de su admisión los catecúmenos reciben la denominación
de "elegidos". También, se les denomina "competentes", porque
todos juntos pretenden o rivalizan o compiten en recibir los sacramentos de
Cristo y el don del Espíritu Santo. Se llaman, también, "iluminados",
ya que el Bautismo mismo recibe, también, el nombre de "iluminación",
y por él los neófitos son inundados con la luz de la fe. En nuestro tiempo se
pueden utilizar otras denominaciones, que según la diversidad de los países y
de las civilizaciones, mas se acomoden a la comprensión de todos y al genio de
cada lengua.
25. En este período, la preparación
intensiva del ánimo, que se ordena más bien a la formación espiritual que a la
instrucción doctrinal de la catequesis, se dirige a los corazones y a las
mentes para purificarlas por el examen de la conciencia y por la penitencia, y
para iluminarlas por un conocimiento mas profundo de Cristo, el Salvador. Esto
se verifica por medio de varios ritos, especialmente por el
"escrutinio" y la "entrega".
1) Los
"escrutinios", que se celebran solemnemente en los domingos, se
dirigen a estos dos fines anteriormente mencionados: a saber, a descubrir en
los corazones de los elegidos lo que es débil, morboso o perverso para sanarlo;
y lo que es bueno, positivo y santo para
asegurarlo. Porque los escrutinios se ordenan a la liberación del pecado
y del diablo, y al fortalecimiento en Cristo, que es el camino, la verdad y la
vida de los elegidos.
2) Las
"entregas", por las cuales la Iglesia entrega o confía a los elegidos
antiquísimos documentos de la fe y de la oración, a saber: el Símbolo y la
Oración dominical, tienden a la iluminación de los elegidos. En el Símbolo, en
el que se recuerdan las grandezas y maravillas de Dios para la salvación de los
hombres, se inundan de fe y de gozo los ojos de los elegidos; en la Oración
dominical, en cambio, descubren más profundamente el nuevo espíritu de los
hijos, gracias al cual, llaman Padre a Dios, sobre todo durante la reunión
eucarística.
26. Para la preparación próxima de los
sacramentos:
1) Exhórtese
a los elegidos para que el Sábado santo, en cuanto les sea posible, dejando el
trabajo acostumbrado, dediquen el tiempo a la oración y al recogimiento del
corazón, y guarden el ayuno según sus fuerzas15.
2) En ese
día, si hay alguna reunión de los elegidos, se puede tener algún rito de preparación
próxima, v.gr., la entrega del Símbolo y el "Effeta", la elección del
nombre cristiano, y la unción con el óleo de los catecúmenos, si el caso lo
admite.
D. Los sacramentos de
la iniciación
27. Estos sacramentos, es decir, el
Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, son el último grado o etapa, en el
que los elegidos, perdonados sus pecados, se agregan al pueblo de Dios, reciben
la adopción de los hijos de Dios, y son conducidos por el Espíritu Santo a la
plenitud prometida de antiguo, y, sobre todo, a pregustar el reino de Dios por
el sacrificio y por el banquete eucarístico.
a)
Celebración del Bautismo de adultos
28. La celebración del Bautismo se inicia
con la bendición del agua y la profesión de fe, en relación íntima con el rito
del agua, llegando a su culminación en la ablución con el agua y en la
invocación de la Santísima Trinidad.
29. En efecto, por la bendición del agua
se invoca por primera vez a la Santísima Trinidad, se recuerda el designio
salvífico del misterio pascual y la razón de elegir el agua para significar
sacramentalmente el misterio. Así el agua recibe su valor de signo de fe por el
que se proclama ante todos la realización del misterio de Dios.
30. Con los ritos de la renuncia y de la
profesión de fe, el mismo misterio
pascual, conmemorado al bendecir el agua y evocado brevemente por el celebrante
en las palabras del Bautismo, es confesado por la fe ardiente de los que van a
ser bautizados. Porque los adultos no se salvan, sino acercándose por propia
voluntad al Bautismo y queriendo recibir el don de Dios, mediante su fe. Pues
la fe, cuyo sacramento reciben, no es sólo propia de la Iglesia, sino también
de ellos, y se espera que sea activa y operante en ellos. Al bautizarse, por
propia voluntad establecen alianza con Cristo, renunciando a los errores y
uniéndose al Dios verdadero, a no ser que reciban pasivamente el sacramento.
31. Seguidamente, después de confesar con
viva fe el misterio pascual de Cristo, se acercan y reciben aquel misterio,
significado por la ablución del agua, y después de confesar a la Santísima
Trinidad, la misma Trinidad, invocada por el celebrante, actúa admitiendo
entre los hijos de adopción a sus elegidos y agregándolos a su pueblo.
32. Por esto, la ablución del agua, al
significar la mística participación en la muerte y resurrección de Cristo, por
la que los que creen en su nombre mueren a los pecados y resucitan para la vida
eterna, adquiere toda su importancia en la celebración del Bautismo; elíjase,
por tanto, el rito de la inmersión o el de la infusión, el que resulte más apto
en cada caso concreto, para que, según las varias tradiciones y circunstancias,
mejor se entienda que aquel baño no es solamente un rito de purificación, sino
el sacramento de la unión con Cristo.
33. La unción del crisma después del
Bautismo significa el sacerdocio real de los bautizados y su adscripción en la
comunidad del pueblo de Dios. La vestidura blanca es símbolo de su nueva
dignidad. El cirio encendido ilumina su vocación de caminar como conviene a los
hijos de la luz.
b)
La celebración de la Confirmación de adultos
34. Según el antiguo uso conservado en la
Liturgia Romana, no se bautice a ningún adulto, sin que reciba a continuación
del Bautismo la Confirmación, a no ser que haya graves razones en contra (cfr.
núm. 44). Al enlazar ambos sacramentos se significa la unidad del misterio
pascual, y el vínculo entre la misión del Hijo y la efusión del Espíritu Santo,
y la conexión de ambos sacramentos, en los que desciende una y otra persona
divina juntamente con el Padre sobre los bautizados.
35. Por tanto, después de los ritos
complementarios del Bautismo, omitida la unción postbautismal (núm. 224), se
confiere la Confirmación.
c)
La primera participación eucarística de los neófitos
36. Finalmente se tiene la celebración de
la Eucaristía, en la que por primera vez este día y con pleno derecho los
neófitos toman parte, y en la cual encuentran la consumación de su iniciación
cristiana. Porque en esta Eucaristía los neófitos, llegados a la dignidad del
sacerdocio real, toman parte activa en la oración de los fieles, y en cuanto
sea posible en el rito de llevar las ofrendas al altar con toda la comunidad
participan en la acción del sacrificio y recitan la Oración dominical, en la
cual hacen patente el espíritu de adopción filial, recibido en el Bautismo.
Finalmente, al comulgar el Cuerpo entregado por nosotros y la Sangre derramada
también por nosotros, ratifican los dones recibidos y pregustan los eternos.
E. El tiempo de la
"Mystagogia"
37. Concluida la etapa precedente, la
comunidad juntamente con los neófitos progresa, ya con la meditación del
Evangelio, ya con la participación de la Eucaristía, ya con el ejercicio de la
caridad, en la percepción más profunda del misterio pascual y en la
manifestación cada vez más perfecta del mismo en su vida. Esta es la última
etapa de la iniciación, a saber el tiempo de la "Mystagogia" de los
neófitos.
38. La inteligencia mas plena y fructuosa
de los misterios se adquiere con la renovación de las explicaciones y sobre
todo con la recepción continuada de los sacramentos. Porque los neófitos,
renovados en su espíritu, han gustado íntimamente la provechosa palabra de
Dios, han recibido el Espíritu Santo y han experimentado cuan suave es el
Señor. De esta experiencia, propia del cristiano y aumentada con el transcurso
de la vida, beben un nuevo sentido de la fe, de la Iglesia y del mundo.
39. La posterior frecuencia de
sacramentos, así como ilumina la inteligencia de las sagradas Escrituras,
hasta tal punto acrecienta la ciencia de los hombres y redunda en la
experiencia de la comunidad, que hace más fácil y provechoso a los neófitos el
trato de los demás fieles. Por esto, la etapa de la "Mystagogia" tiene
gran importancia para que los neófitos, ayudados por los padrinos, traben
relaciones más íntimas con los fieles y les enriquezcan con la renovada visión
de las cosas y con un nuevo impulso.
40. Como la índole y la fuerza propia de
esta etapa procede de experiencia personal y nueva de los sacramentos y de la
comunidad, el principal lugar de la "Mystagogia" lo constituyen las
llamadas "Misas para los neófitos", o sea, las Misas de los Domingos
del tiempo pascual, porque en esas Misas, además de la comunidad de los fieles
reunida y de la participación de los misterios, los neófitos encuentran,
especialmente en el Leccionario del ciclo "A", lecturas sumamente
adecuadas para ellos. Por tanto, a esas Misas debe ser invitada toda la
comunidad local junto con los neófitos y sus padrinos, y los textos de esas
lecturas se pueden utilizar aunque la iniciación se celebrara fuera del tiempo
pascual.
II. MINISTERIOS Y
OFICIOS
41. Además de lo que se dijo en las
Observaciones Generales (núm. 7), el pueblo de Dios representado por la Iglesia
local, siempre debe entender y mostrar que la iniciación de los adultos es cosa
suya y asunto que atañe a todos los bautizados16. Esté, pues,
muy preparado y dispuesto, siguiendo su vocación apostólica, para ayudar a los
que buscan a Cristo. En las varias circunstancias de la vida cotidiana, como en
el apostolado, incumbe a todo discípulo de Cristo la obligación de propagar, en
lo que le toca, la fe17. Por tanto,
debe ayudar a los candidatos y a los catecúmenos durante todo el período de la
iniciación, en el precatecumenado, en el catecumenado y en el tiempo de la
"Mystagogia". En concreto:
1) En el
período de la evangelización y del precatecumenado recuerden los fieles que el
apostolado de la Iglesia, y de todos sus miembros, se dirige en primer lugar a
que el anuncio de Cristo con palabras y hechos sea patente al mundo y a que
éste reciba la gracia del Señor18. Muéstrense,
pues, inclinados a abrir el espíritu de la comunidad cristiana, a recibir a los
candidatos en las familias, a dialogar personalmente con ellos, y admitirlos
hasta en organizaciones especializadas de la comunidad.
2) Asistan,
según lo aconsejen las circunstancias, a las celebraciones o actos del
catecumenado y tomen parte en las respuestas, en las oraciones, en el canto y
en las aclamaciones.
3) El día
de la elección, puesto que se trata de un incremento de la misma comunidad,
ésta debe dar en el momento oportuno un testimonio justo y prudente a cerca de
los catecúmenos.
4) En
tiempo de Cuaresma, o sea, durante la etapa de purificación e iluminación,
acudan con asiduidad a los ritos del escrutinio y de la entrega, y den ejemplo
a los catecúmenos de la propia renovación en el espíritu de penitencia, de fe
y de caridad. En la Vigilia pascual tengan empeño en renovar las promesas del
Bautismo.
5) En
tiempo de la "Mystagogia" participen en las Misas de los neófitos,
abrácenlos con caridad, ayudándolos para que se sientan gozosos en la comunidad
de los bautizados.
42. Al candidato, que pide ser admitido
entre los catecúmenos, les avala el padrino de catecumenado, a saber un varón o
una mujer que le conozca, le ayude y sea testigo de sus costumbres, de su fe y
de su voluntad. Puede acontecer que este padrino del catecumenado no haga el
oficio de padrino en las etapas de la purificación e iluminación, y de la
"Mystagogia", pero entonces otro le ha de sustituir en este oficio.
43. El padrino por su parte19,
elegido por el catecúmeno a causa de su buen ejemplo, de sus dotes y de la
amistad, delegado por la comunidad cristiana local y aprobado por el
sacerdote, acompaña al candidato en el día de la elección, en la celebración de
los sacramentos y en la etapa de la "Mystagogia". A él le atañe
mostrar familiarmente al catecúmeno el uso del Evangelio en la vida propia y en
el trato con la sociedad, ayudarle en las dudas y ansiedades, y darle
testimonio y velar por el incremento de su vida bautismal. Señalado antes de la
"elección", cumple su oficio públicamente desde el día de la
"elección", al dar testimonio del catecúmeno ante la comunidad; y su
oficio sigue siendo importante, cuando el neófito, recibidos los sacramentos,
ha de ser ayudado para permanecer fiel a las promesas del Bautismo.
44. Es propio del Obispo20
por sí, o por su delegado organizar, orientar y fomentar la educación pastoral
de los catecúmenos y admitir a los candidatos a la elección y a los
sacramentos. Es de desear que, en cuanto sea posible, además de presidir la
liturgia cuaresmal, él mismo celebre el rito de la elección, y en la Vigilia
pascual confiera los sacramentos de la iniciación. Finalmente, por su cargo
pastoral debe confiar la misión para los exorcismos menores a catequistas que
realmente sean dignos y estén bien preparados21.
45. A los presbíteros toca, además del
acostumbrado ministerio en cualquier celebración del Bautismo, Confirmación y
Eucaristía22
atender al cuidado pastoral y personal de los catecúmenos23
auxiliando, especialmente a los que se vean combatidos por dudas o aflicciones,
proporcionándoles la catequesis adecuada con ayuda de los diáconos y
catequistas; aprobar la elección de los padrinos, y oírlos y ayudarlos
gustosamente; y finalmente, velar con diligencia para que se sigan
perfectamente los ritos aptos en el curso de todo el Ritual de la Iniciación
(cfr. núm. 67).
46. El presbítero que bautiza a un adulto
o niño en edad catequística, confiérale también la Confirmación, en ausencia
del Obispo, a no ser que este sacramento haya de ser conferido en otro tiempo
(cfr. num. 56)24.
Cuando
sean muy numerosos los que han de confirmarse, el ministro de la confirmación
puede auxiliarse asociando a otros presbíteros para administrar el sacramento.
Es
necesario que estos presbíteros:
a) desempeñen
algún cargo u oficio peculiar en la diócesis, a saber: sean ya Vicarios
Generales, ya Vicarios o Delegados episcopales, ya Vicarios regionales o de
distrito, o que por mandato del Obispo sean equiparados a los anteriores
"ex officio";
b) o bien
sean párrocos de los lugares en que se confiere la Confirmación, o párrocos de
los lugares a que pertenecen los que van a confirmarse, o presbíteros que
tengan intervención especial en la preparación catequética de los confirmandos25.
47. Es conveniente que los diáconos,
donde los haya, ofrezcan su ayuda. Si la Conferencia Episcopal juzgare oportuno
establecer diáconos permanentes, cuide también de que su número sea
proporcionado para que puedan tenerse en todos los sitios, donde lo requieran
las necesidades pastorales, todos los grados, etapas y ejercicios del
catecumenado26.
48. Los catequistas, cuyo oficio tiene
verdadera importancia para el progreso de los catecúmenos y el aumento de la
comunidad, tengan parte activa en los ritos en cuanto fuere posible. Cuando
enseñan, procuren que su doctrina esté llena del espíritu evangélico,
acomodada a los símbolos y tiempos litúrgicos, adaptada a los catecúmenos y
enriquecida, en cuanto sea posible, con las tradiciones y usos locales. Más
aún, señalados por el Obispo, pueden realizar los exorcismos menores (Cfr. n.
44) y las bendiciones27, de que se
trata en el Ritual nn. 113-124.
III. TIEMPO Y LUGAR DE LA
INICIACION
49. El Ritual de la iniciación han de
organizarlo los pastores de tal modo que, como norma general, los sacramentos
se celebren en la Vigilia Pascual y la elección tenga lugar el primer domingo
de Cuaresma. Los otros ritos han de distribuirse teniendo en cuenta la
disposición descrita más arriba (nn. 6-8, 14-40). Sin embargo, por graves
necesidades pastorales, se puede disponer el curso de todo el Ritual de otra
manera, como se dice después más en concreto (nn. 58-62).
A. Tiempo legítimo o
acostumbrado
50. En lo que toca al tiempo de celebrar
el rito de entrada en el catecumenado, hay que advertir lo siguiente:
1) Que no
sea prematuro: espérese hasta que los candidatos, según su disposición y
condición, tengan el tiempo necesario para concebir la fe inicial y para dar
los primeros indicios de su conversión (Cfr. n. 20).
2) Donde el
número de candidatos suele ser mayor, espérese hasta que se forme un grupo
suficiente para la catequesis y los ritos litúrgicos.
3) Establézcanse
dos días o "témporas" al año (o tres donde sea necesario) en los que
normalmente se desarrolle el rito.
51. El rito de la "elección" o
"de la inscripción del nombre se celebrará, ordinariamente, el primer
domingo de Cuaresma. Oportunamente puede anticiparse unos días antes o
celebrarlo dentro de la semana.
52. Los "escrutinios" tendrán
lugar en los domingos III, IV y V de Cuaresma, o si fuera necesario en otros
domingos de Cuaresma, y aun en las ferias más convenientes de la semana. Han de
celebrarse tres "escrutinios"; sin embargo, por graves impedimentos,
el Obispo puede dispensar de uno, o en circunstancias graves de dos de los
"escrutinios". Faltando tiempo, adelántense la "elección" y
también el primer escrutinio; atiéndase en este caso a que no se alargue más de
ocho semanas el "tiempo de la purificación e iluminación".
53. Desde la antigüedad las
"entregas", se tienen después de los "escrutinios)) y
pertenecen al mismo "Tiempo de la purificación e iluminación"; celébrense,
pues, dentro de la semana. El Símbolo se entrega en la semana que sigue al
primer escrutinio; la Oración dominical, después del tercero. Sin embargo, por
razones pastorales, para enriquecer la liturgia del tiempo de catecumenado,
las "entregas" se pueden trasladar y celebrar dentro del catecumenado
al modo de "rito de transición" (Cfr. nn. 125-126).
54. El Sábado santo, mientras los
"elegidos", dejando su trabajo (Cfr. n. 26), se entregan a la
meditación, pueden hacerse varios ritos inmediatamente preparatorios:
recitación del Símbolo, rito "Effeta", elección del nombre cristiano,
y hasta la unción con el óleo de los catecúmenos (Cfr. nn. 193207).
55. En la misma Vigilia pascual
celébrense los sacramentos de la iniciación de los adultos (Cfr. nn. 8 y 49).
Pero si los catecúmenos son muchos, la mayor parte de ellos recibirán los
sacramentos esta misma noche, dejando los demás para los días de la infraoctava
de Pascua, renovándolos con los sacramentos en las iglesias principales o en capillas secundarias. En
este caso, dígase la Misa propia del día o la Misa ritual para la iniciación
cristiana, leyendo las lecturas de la Vigilia pascual.
56. En algunos casos la Confirmación
puede retrasarse hasta el fin del tiempo de la "Mystagogia", v.gr.,
hasta el Domingo de Pentecostés (Cfr. n. 237).
57. En todos y cada uno de los domingos
después del primero de Pascua ténganse las llamadas "Misas de
neófitos", a las que se invita encarecidamente a la comunidad y a los
recién bautizados con sus padrinos (Cfr. n. 40).
B. Fuera del
tiempo propio
58. Aunque el curso de la iniciación debe
disponerse ordinariamente de modo que los sacramentos se celebren en la Vigilia
pascual, sin embargo, a causa de circunstancias inesperadas y de necesidades
pastorales, se permite que el rito de la elección y el tiempo de la
purificación e iluminación se celebren fuera de Cuaresma, y los sacramentos
fuera de la Vigilia pascual o del día de Pascua. En circunstancias normales,
pero sólo por graves necesidades pastorales, v.gr., donde hayan de bautizarse
muchísimos, se puede elegir, además del curso normal de iniciación de la
Cuaresma, otro curso suplementario, principalmente durante el tiempo pascual,
para celebrar los sacramentos de la iniciación. En estos casos, mudando la
inserción en el ano litúrgico, toda la estructura se traslada, con los debidos
intervalos, pero quedando intacta aquélla. Las acomodaciones se hacen del modo
siguiente.
59. Los sacramentos de la iniciación, en
cuanto sea posible, se celebrarán en domingo, siguiendo, según se juzgue
oportuno, o la Misa del domingo, o la Misa ritual propia (Cfr. n. 55).
60. El rito de Entrada en el Catecumenado
debe celebrarse en el tiempo conveniente, como se dijo en el n. 50.
61. La "elección" se celebrará
unas seis semanas antes de los sacramentos de la iniciación, de modo que quede
tiempo suficiente para los "escrutinios" y "entregas".
Cuídese de que la celebración de la "elección" no caiga en una
solemnidad del año litúrgico. Para el rito léanse las lecturas asignadas en el
Ritual. El formulario de la Misa será el del día, o bien, de la Misa ritual.
62. Los "escrutinios"
celébrense en domingo, o también dentro de la semana, pero no en las
solemnidades, guardando los intervalos acostumbrados y leyendo las lecturas del
Ritual. El formulario de la Misa será el del día, o bien, el de la Misa ritual,
como en el n. 374 bis.
C. Lugar de la
iniciación
63. Los ritos deben hacerse en lugares
idóneos, como se dice en el Ritual. Ténganse en cuenta las necesidades
peculiares, que se presentan en los centros secundarios de los países de
misión.
IV.
ACOMODACIONES QUE PUEDEN HACER LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES QUE SIGUEN EL
RITUAL ROMANO
64. Además de las acomodaciones previstas
en las Observaciones Generales (nn. 30-33), el Ritual de la iniciación de
adultos puede admitir otras acomodaciones a juicio de las Conferencias
Episcopales.
65. A juicio de estas Conferencias se
puede establecer lo siguiente:
1) Antes
del catecumenado, donde sea oportuno, se puede establecer algún modo de recibir
a los "simpatizantes" (Cfr. n. 12).
2) Si en
alguna parte florecen los cultos paganos, se puede introducir un primer
exorcismo y una primera renuncia en el Rito de Entrada en el catecumenado (nn.
79 y 80).
3) Se puede
establecer que el gesto de signar la frente, se haga sin tocar la frente, donde
ese tacto no parezca oportuno (n. 80).
4) Donde,
según la práctica de las religiones no cristianas sea costumbre que a los
iniciados se les dé enseguida un nuevo nombre, puede establecerse que se
imponga a los candidatos un nuevo nombre en el Rito de Entrada en el
Catecumenado (n. 88).
5) Según
las costumbres locales puede admitirse en el mismo Rito, n. 89, algunos ritos
auxiliares para significar la recepción en la comunidad.
6) En el
tiempo del catecumenado, además de los ritos acostumbrados (nn. 106-124), se
puede establecer el "Rito de la transición", como sería anticipar las
"entregas" (nn. 125-126), o el rito "Effeta", o la
recitación del Símbolo o también la unción con el óleo de los catecúmenos (nn.
127-129).
7) Se puede
decretar la omisión de la unción de los catecúmenos (n. 218) o su traslado
entre los ritos de preparación inmediata (nn. 206-207) o su realización dentro
del tiempo de catecumenado como "rito de transición" (nn. 127-132).
8) También
pueden abreviarse o enriquecerse las fórmulas de la renuncia (Cfr. nn. 217 y
80).
V. LO QUE COMPETE AL
OBISPO
66. A cada Obispo en su diócesis incumbe:
1) Establecer
la institución del catecumenado y decidir las normas oportunas para cada
necesidad (Cfr. n. 44).
2) Determinar,
según las circunstancias, si se puede celebrar, y cuándo, el rito de la
iniciación fuera de los tiempos propios (Cfr. n. 58).
3) Dispensar
por impedimentos graves de un escrutinio y, en circunstancias extraordinarias,
también de dos (Cfr. n. 240).
4) Permitir
que parcial o totalmente se use el Ritual abreviado (Cfr. n. 240)
5) Confiar
a los catequistas, que sean verdaderamente dignos y estén bien preparados, la
misión de realizar los exorcismos y las bendiciones (Cfr. nn. 44 y 47).
6) Presidir
el rito de la "elección" y dar por válida la admisión de los
elegidos, por sí o por medio de un delegado (Cfr. n. 44).
VI. ACOMODACIONES QUE PUEDE HACER EL
MINISTRO
67. El celebrante puede servirse
plenamente y con conocimiento de causa de la libertad que se le otorga en las
Observaciones Generales Previas, n. 34, o en las rúbricas del Ritual. En muchos
lugares del Ritual no se determina a propósito el modo de actuar o de rezar, o
se ofrecen dos soluciones, para que el celebrante, según su prudente juicio
pastoral, pueda acomodarse a las condiciones de los candidatos y de los
asistentes. Se ha dejado la máxima libertad en cuanto a las moniciones y a las
súplicas, que según las circunstancias siempre se pueden abreviar o cambiar o
enriquecer con otras intenciones, que respondan a la especial condición de los
candidatos (v. gr algún luto o gozo familiar ocurrido a alguno de ellos) o de
los asistentes (v. gr, algún luto o gozo común de la parroquia o de la ciudad).
Será
propio del celebrante acomodar el texto, mudando el género y el número según
las circunstancias de cada cual.
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