Escribe, hijo mío.
Yo, Jesús, nazco en Belén en un establo.
Para Mí no hay sitio en la posada donde los demás encuentran albergue. Esa hospitalidad no fue negada a María y a José sólo por la maternidad ya próxima en Ella, sino por una inconsciente hostilidad surgida en el corazón del posadero contra aquellos jóvenes esposos tan diversos de los demás. Satanás puede haber hecho del posadero un ignorante y dócil instrumento para obstaculizar a aquella pareja, que él teme y odia por la resistencia opuesta a todas sus insidias.
La hostilidad de Satanás se hará cada vez más fuerte. No puede rozar las almas de José y María: cada una de sus tentativas es rechazada con una decisión que lo aterra. Por esto rodea la situación actuando sobre las personas que me pueden dañar a Mí, Jesús, y a mi Madre. Pero ignora que, mientras realiza esta acción saturada de odio, sirve maravillosamente a los planes del Señor Dios, para que se acrecienten los méritos de aquellos dos jóvenes Esposos, a fin de que encuentre su pleno cumplimiento todo lo que de Ellos fue escrito por los profetas.
Satanás encontrará buen terreno en el espíritu corrupto de Herodes. Este hombre consumido por las concupiscencias del espíritu y de la carne, responderá dócilmente a todas las invitaciones de Satanás y ordenará la matanza de los inocentes. Dios Omnipotente salvará y sustraerá de las artimañas de Satanás y de su cómplice a Mí, su divino Hijo, con mi Madre y mi Padre putativo.
Así será en todas las demás tentativas directas e indirectas, llevadas a cabo contra mi santa Familia.
Nada, absolutamente nada, pudo el Demonio, no sólo sobre Mí, verdadero Dios y verdadero Hombre, sino tampoco sobre Mi Madre y vuestra, ni sobre José.
Combate directo
El descaro sin recato de Satanás llegará a enfrentarme en el desierto. Directamente, sin intermediarios, quiso cerciorarse de mi identidad. Y he aquí el ataque frontal a Mí que todo lo sé, para quien todo es presente, y que en la oración y en la mortificación me quise preparar para darle la respuesta merecida.
Durante mi vida pública son evidentes los tenaces esfuerzos de Satanás para molestarme de cualquier modo sirviéndose, sobre todo, del Apóstol infiel. También Judas, como Herodes, fue dominado por las concupiscencias del espíritu y de la carne, de la soberbia y de la sensualidad, y fue motivo de muchos sufrimientos para Mí.
Yo, que conocía perfectamente la obra demoledora de Satanás en Judas, opuse a ella oración y penitencia, aunque nunca encontré en él ni siquiera un mínimo de correspondencia.
¿Oponen los pastores de almas oración y penitencia por los sacerdotes confiados a su cuidado que están necesitados de ser rescatados del yugo del Maligno?
Y no solamente de Judas se sirvió Satanás, sino también de los otros Apóstoles, que no fueron inmunes a las tentaciones de presunción, de envidia, de celos. Se sirvió de los Sacerdotes del Templo, que llegaron a odiarme hasta el punto urdir contra Mí inicuas conjuras muchas veces. Se sirvió de los escribas, de los fariseos. Yo les resistí a todos, derrotándolos con la oración y con la penitencia, las armas esenciales para vencer las fuerzas del mal. Pero como hoy se rehúsa usar estas armas, y se hace irrisión de la existencia del Demonio, os toca sufrir su acción despiadada, origen no sólo de sufrimientos morales y espirituales, sino también físicos.
Insensibilidad absurda
El porcentaje de los que sufren, hoy, en la Iglesia y en el mundo por el descarado poder de Satanás, es tan elevado que debería haceros verdadera impresión. Frente a este problema, ¿no encontráis absurda la insensibilidad e incluso la incredulidad de no pocos obispos?
Lo demuestra el hecho de afanarse por hacer otras cosas secundarias, pero de esto poco o nada se hace.
A veces se llega a obstaculizar a aquellos que, con genuina intuición sacerdotal, han tratado hacer alguna cosa para restringir la acción maléfica de Satanás y de sus aliados.
Esta es la trágica realidad, ante la cual no pocos, por escasez de fe y de humildad, se rebelarán. Criticarán a quien ha osado hacer tales afirmaciones, ignorando que quien las ha hecho no es un hombre, sino que soy Yo, Jesús, que me he servido de un hombre, el Sacerdote más pobre y desprovisto.
Te bendigo, hijo; reza y repara. Ámame.
26 de Mayo de 1976
YO LO PERMITO
Escribe, hijo.
Yo, Jesús, Verbo Eterno de Dios, he sufrido por un tiempo la malvada acción de Satanás, saturado de odio y de envidia, a través de Judas, enteramente dominado por mi irreductible Enemigo; hoy la sufro a través de tantos Judas que celebran el Sacrificio de la Santa Misa en pecado mortal, y en pecado administran mis Sacramentos.
Satanás, por lo tanto, obra junto a Mí y ninguno se asombre si Yo permito que así sea.
Los motivos son bastantes. No quiero coartar su libertad; Satanás ha escogido libremente el mal, y en él está congelado. He querido así quitarle la razón que ciertamente habría usado para justificar su última derrota en el día del Juicio Final.
Lo que hoy se realiza en el alma de muchos Sacerdotes míos, instigados e insidiados por el Demonio, es tan grave como la sacrílega traición de Judas. Es más, es una traición continua y cínica.
La acción supersacrílega de Satanás no es creída ni valorada en sus nefastas consecuencias.
No se cree en el que es la primera causa de vuestros gravísimos males, no se cree en Satanás, cuyo atrevimiento no tiene medida. Yo, Verbo Eterno de Dios hecho Carne, respondo a la acción de Satanás con un acto de humildad, primero lavando los pies de mis Apóstoles y luego instituyendo el Sacramento de la Eucaristía.
A la desmedida soberbia de Satanás he dado una respuesta de infinita humildad y la sigo dando todavía a los nuevos Judas que se suceden a través de los siglos.
Vigilad y orad
Di a mis Apóstoles otra preciosa enseñanza para no caer en las insidias y trampas de Satanás: "Vigílate et orate ut non intretis in tentationem".
Con su comunión sacrílega, Judas concretó en sí las palabras: "Quien come mi Carne y bebe mi Sangre indignamente, come y bebe su propia condenación". Tremendas palabras que tienen su cumplimiento en el alma de aquellos sacerdotes que concluyen mal su prueba en la tierra.
Satanás tentó a los Apóstoles, que estaban junto a Mí, y los doblegó a su querer, porque no hicieron un tesoro de mis palabras: "Vigilate et orate", que les dirigí para advertirlos y prepararlos contra la tentación del Enemigo. ¿Cómo pueden salvarse de la ruina espiritual aquellos Sacerdotes que rezan tan poco y los que ya no rezan? ¡Cuánta verdad en las palabras de San Alfonso: "El que reza se salva, el que no reza se condena!”
El demonio hizo buen juego con los Apóstoles que en Getsemaní huyeron vilmente; entre los doce, uno me traicionó y otro renegó de mí jurando que nunca me había conocido.
Satanás hizo buen juego con los Sacerdotes hebreos, hipócritas, egoístas e impuros. No rezaban sino en público. No por convicción, sino por ostentación: su fe no era verdadera sino sólo formalismo exterior. Este género de Sacerdotes no se ha extinguido, sino que continúa pululando en mi Iglesia. Mi Iglesia será limpiada de estas víboras que intoxican con su veneno a los que se les acercan.
Satanás obró con éxito sobre Pilato, sobre los soldados del templo, y sobre los soldados romanos, hecha alguna excepción.
Satanás trató de obrar en los dos ladrones que fueron crucificados Conmigo: pero uno supo creer, me imploró y se salvó; el otro no creyó y murió blasfemándome.
No perdona a ninguno
Satanás no perdonó a ninguno, ni siquiera a mi Madre, cuyo ánimo insidió con la duda sobre mi Resurrección; pero no pudo hacer ni el más pequeño rasguño al Alma Inmaculada de María, Templo resplandeciente del Espíritu Santo.
Pocos son los que, aun siendo tentados quedan inmunes a la acción corrosiva del Demonio.
Recordad: aun los buenos discípulos de Emaús y tantos otros amigos míos tampoco fueron excluidos de la tentación y cedieron al descorazonamiento.
La nefasta obra de Satanás desde la caída del hombre no ha sufrido mengua y no la tendrá hasta la consumación de los tiempos, cuando también él será juzgado por segunda vez con todas sus legiones.
La nefasta obra de Satanás desde la caída del hombre no ha sufrido mengua y no la tendrá hasta la consumación de los tiempos, cuando también él será juzgado por segunda vez con todas sus legiones.
Entonces deberá admitir desesperadamente el haber perdido la guerra provocada y combatida por él, a pesar de la libertad de acción que le fue concedida.
En aquel día tremendo, en el que resplandecerá la Justicia divina, se le quitará la posibilidad de dañar. Entonces deberá admitir vergonzosamente que Él, Lucifer, la criatura más bella del universo, la criatura más inteligente y potente, ha sido derrotado por una débil criatura humana, muy inferior a él por naturaleza, pero inmensamente superior a él por Gracia.
Este será su humillante tormento por toda la eternidad. No menor tormento sufrirán las almas condenadas, de modo particular los Consagrados traidores, por los cuales te invito a rezar y a ofrecerte, para que se conviertan y vivan.
Contigo, hijo, bendigo a todos mis Sacerdotes.
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