martes, 21 de octubre de 2014

¿Cómo debe ser un sano debate apologético?


INTRODUCCIÓN
 Las redes sociales actualmente nos permiten tener acceso a infinidad de información, esto conduce a poder alimentarse de información de fácil acceso. Sin embargo la red puede convertirse en una arma poderosa para poder engañar con falsa información presentada verazmente. Tal es el caso cuando se habla de la Iglesia Católica. Que si el Papa hizo tal o cual cosa, que si dijo esto o lo otro.
La gente muchas de las veces, no se detiene a ver si la fuente es fidedigna que permita ser creíble. Se deja llevar por el momento, la sorpresa, la contracorriente y no en pocas veces por la controversia que levanta tal o cual nota. De hecho, una de las notas principales que representa instrumento para atraer la atención de las masas es usar frases sacadas del contexto en el que fueron escritas o dichas y se convierten en “Lex suprema”. Cuando por ocasión, se da el momento de plantear un tema y debatirlo públicamente en los foros o grupos de internet, suele haber vicios que en vez de hacer fructífera la discusión, ocasionan cerrazones irreconciliables. En este caso intento esbozar alguna idea al respecto, que refleja mi parecer personal y que estoy convencido que el de mucho otros.
RESPETO POR LA OPINIÓN DEL OTRO Lo primero que salta a la vista para muchos de los que nos dedicamos de lleno a la apologética católica ante esta frase, es “relativismo”. Porque hay quienes se convierten en fuertes defensores de la sana doctrina (Ortodoxia) y su labor es movida por el inmenso amor a la Iglesia que se tiene. Sin embargo planteo un peligro que puede convertirse en la vadera equivocada: “Ser católico representa un orgullo, y eso significa que no puedo ceder ante la opinión de otro. Todo aquél que no esté de acuerdo conmigo es un renegado, un ignorante y más aún, un hereje” Por lo tanto, quienes esgrimen argumentos como este, de entrada se convierten en monopolistas del diálogo. No me estoy refiriendo en el campo doctrinal. Es claro que no podemos y ni debemos renunciar a la doctrina correcta encomendada por Cristo a su Iglesia.
Me refiero a la manera, a la forma, al método. Tendríamos que preguntarnos si la manera en cómo hacemos apologética es la más correcta en orden a que muchos “regresen al Rebaño de Cristo”.
Me suelo encontrar con personas que a través del Facebook publican comentarios e imágenes que rayan en una actitud extremadamente irrespetuosa. Tal es el caso de personas que tachan a nuestros hermanos separados de “hijos de satanás” “Malditos apóstatas” “Hijos de la mentira” etc. Pregunto: Si a nosotros como Cristianos Católicos nos molesta sobremanera que tachen al Papa de “Bestia del Apocalipsis”, a nosotros “Apóstatas renegados” “Idólatras” etc. ¿Por qué hacer uso también del mismo lenguaje que ellos para pretender dar respuesta a los ataques contra la fe. Repito, no me refiero a ser relativista, sino respetuoso.
¿Creemos en verdad que haciendo uso de palabras ofensivas como las anteriores podremos atraer a los que se encuentran fuera de la Iglesia. Considero que un auténtico diálogo con un hermano separado debe tener premisas fundamentales que eviten que el otro se cierre a la verdad. Y digo en serio, a veces nos convertimos en obstrucción de la verdad. Porque nos falta tacto, sensibilidad. Debemos entender que no todos los que se salen de la Iglesia católica y se van a las sectas, lo hacen por interés. Muchas de las personas lo hacen por ignorancia, porque se ven abandonados espiritualmente por nosotros. Entonces me pregunto: Tacharlos de paganos, ignorantes, faltos de entendimiento ¿Es el mejor camino para convencerlos de la verdad del Evangelio? MAGISTERIO DE LA IGLESIA Viene a mi mente las recomendaciones del Vaticano II “Tales son, en primer lugar, todos los intentos de eliminar palabras, juicios y actos que no sean conformes, según justicia y verdad, a la condición de los hermanos separados, y que, por tanto, pueden hacer más difíciles las mutuas relaciones en ellos” (Unitatis Redintegratio No. 4)
Con esto no se quiere decir que no hay que llamar las cosas por su nombre. Pero ¿Decirles Apóstatas renegados, hijos de Satanás, hijos de la mentira ayuda en el diálogo? Creo que no. No podemos ponernos al nivel de ellos en cuanto este tipo de lenguaje soez y vulgar. Muchas de las imágenes que publicamos en el Facebook, suelen representar barrera para un sano diálogo con los protestantes.
LAS 3 DIMENSIONES DE UNA SANA APOLOGÉTICA La gente que me conoce, sabe que llevo años en esto de la apologética. Y puede pensar que mi pensamiento para ser relativista. Todo lo contrario. Uno de los grandes apologistas actuales –El P. Flaviano Amatulli Valente, fmap- nos ha sabido enseñar cómo un sano diálogo con los protestantes. Nunca en mis años de vivir en contacto directo con él, le he escuchado expresiones como las que denuncio en este artículo. Creo que quienes conocemos al P. Amatulli, sabemos que es autoridad en el campo apologético. Por ello comparto con ustedes tres grandes dimensiones de una sana apologética:
1.-Predicar la Verdad del Evangelio. Es claro, Jesús y los apóstoles no dejaron de hacer esto. Proclama la palabra, insiste a tiempo y destiempo, convence, reprende, exhorta con toda paciencia y pedagogía. (2 Tim 4,2)) ¿Cómo ha de hacerlo el obispo, el sacerdote, el seminarista y el laico comprometido de hoy? ¿Qué método utilizará para que sea eficaz la evangelización? Es precisamente una característica del profetismo del que se está hablando, anunciar la salvación.
Es interesante mirar como Jesús y los apóstoles hicieron lo mismo, seguidos por la Iglesia primitiva cuando se enfrentaron a las herejías, tales como el arrianismo, el pelagianismo, modalismo, etc. No resta preguntarse ¿De qué se sirvieron para hacer frente ante los peligros de la fe? ¿No fue de la apologética acaso? Sin embargo hay quienes ven en esto un peligro para el diálogo interreligioso y ecuménico, olvidando así que una actitud correctamente ecuménica no exime a la Iglesia de anunciar la Palabra de Dios y con ella sus contenidos de fe.
Al respecto el documento Dominus Iesus aclara: «Se extiende, por lo tanto, que siguiendo el mandamiento del Señor (cf. Mt 28,19-20) y como exigencia del amor a todos los hombres, la Iglesia anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es “el camino, la verdad y la vida”, en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa […] La salvación se encuentra en la verdad. Los que obedecen a la moción del Espíritu de verdad están ya en el camino de la salvación; pero la Iglesia, a quien esta verdad ha sido confiada, debe ir al encuentro de los que la buscan para ofrecérsela» (DI 22)
Aquí hay algo importante que subrayar: pero la Iglesia, a quien esta verdad ha sido confiada, debe ir al encuentro de los que la buscan para ofrecérsela. Pues bien el hecho de que haya un diálogo ecuménico e interreligioso con otras religiones: budismo, islam, hinduismo, etc. no quiere decir que se olvide el mandato de Cristo de hacer que todos los pueblos sean mis discípulos (Mt 28,19) 2.- Defender la verdad de la fe de los errores presentes. Ejemplos hay de sobra, basta ver la actitud misma de nuestro Señor Jesucristo con respecto a quienes se decían doctores de la ley y fariseos (Mt 23, 13-32). Los cuales, centraban la salvación en meras exterioridades y el fiel cumplimiento de las tradiciones de los antepasados: «Hay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de inmoralidad y robos» (Mt 23,25) Jesús defiende una gran verdad, la salvación no viene por el cumplimiento estricto de la ley si no hay interiorización de la ley de Dios, llevada a plenitud en el mandato de Cristo de «Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás al prójimo como a ti mismo» (Mc 12, 30-31)
¿Qué hace entonces la apologética sino defender la verdad? O ¿Hay que renunciar a ella para no hacer sentir mal a los otros? Precisamente una expresión del amor al prójimo es corregirlo con caridad cuando se encuentra en el error. El cristiano debe amar al errado, pero no así al error mismo. ¿Qué dice la Palabra de Dios al respecto? «Hermanos míos, si uno de ustedes se aparta de la VERDAD y otro lo endereza, el que convierte al pecador del mal camino salvará su vida de la muerte y obtendrá el perdón de una multitud de pecados» (Stgo 5,19-20)
He aquí un verdadero apologista, el que con sencillez de corazón pero a la vez con la autoridad de Cristo, corrige a quién se encuentra en el error. Hoy en día hay demasiados errores que como Iglesia hemos de enfrentar, si se quiere estar a la altura de los problemas de nuestro siglo: 1.- EL indiferentismo religioso 2.-El sincretismo religioso 3.- El Sectarismo 4.- EL abandono de las masas católicas a su propia suerte sin formación alguna. Entre otros.
Sin duda que un peligro actual que se ha infiltrado en la Iglesia es precisamente el adormecimiento de las consciencias. Es decir hasta los más intelectuales han caído en la trampa de relativizar la verdad. Permitiendo que cualquier teólogo diga algo y sea creído por todos como si fuera verdad de fe. Dígase entonces en el campo del sectarismo. No es raro escuchar a gente que incluso puede ser ministro de la Eucaristía, catequista y hasta sacerdote que recomienda a la feligresía el seguir su “consciencia” y estar en la iglesia en la cual su corazón le dicte seguir.
Recuerdo un caso hace pocos meses: Un sacerdote de la teología de la liberación sostenía que la apologética ya no es funcionable. Pues bien, le pregunté: ¿Qué haría usted si a su madre la visitan los testigos de Jehová y ella confiada en que tiene un hijo sacerdote se acerca a usted y le pregunta: hijo ¿Cómo les respondo a los testigos de Jehová cuando dicen que somos idólatras, que María tuvo más hijos y que el bautismo de los niños no vale? A lo que el sacerdote me respondió: Pues le diría que siga su corazón y vaya a donde mejor le parezca.
Así es que esa es la mejor opinión de un sacerdote que había estudiado un doctorado en sagradas escrituras. Sin duda que la situación de la Iglesia da mucho de que desear.
3.- Reprobar eficazmente a los maestros del error. Si no hay esta tercera dimensión las otras dos no serían completas. Esto es que, no basta con sólo anunciar el Evangelio y rechazar los errores que vienen tanto de afuera como de adentro. Sino que se ha de responder eficazmente a los errores de la fe. Al respecto la Palabra de Dios nos da muestra de ello: Evita discusiones necias, genealogías, contiendas y disputas sobre la ley, porque son inútiles y vanas. Rehúye al sectario, después de haberle amonestado una y otra vez (…) (Tit 3, 9-10). La actitud siempre ha de ser de amor al prójimo.
San Pablo es un ejemplo a seguir, y más cuando se trata de reprender a cristianos que se desvían del camino del Señor enseñando un Evangelio que no es el que se les ha encomendado: Me sorprende que tan pronto abandonen a aquél que por la gracia de Cristo los llamó y se pasen a otro Evangelio. No hay otro Evangelio sólo hay personas que tratan de cambiar el Evangelio y siembran confusión entre ustedes (…) Se los hemos dicho y se los volvemos a repetir, si alguien viene con un Evangelio que no es el que recibieron fuera con él, anatema (Gal 1,6-9)
Son tan ilustrativos los ejemplos de los Santos Padres de la antigüedad, los padres apologistas que defendieron con valentía la sana doctrina de errores que, curiosamente, no venían de afuera sino emanaban del interior de la Iglesia. Hay que preguntarse entonces:¿La apologética ya no sirve actualmente ate los errores no sólo externos (cuestionamientos de las sectas) sino también internos (desvío de ciertos teólogos).
A MANERA DE RESUMEN Creo que si deseamos que nuestros hermanos que se han salido de la Iglesia Católica regresen al Rebaño de Cristo, debemos aprender a respetar (no es sinónimo de abandono, indiferentismo ante el problema, ni de entregar en bandeja de plata nuestra gente) “aprender que el sano diálogo se lleva cuando me mueve el amor por el otro, no el odio por sus errores. Que me mueva porque conozca la verdad, no el rencor que tengo por las ofensas recibidas por él”
Te invito a que pongas en práctica junto conmigo algunas sugerencias:
1.-Evitaré un lenguaje ofensivo. No porque el otro lo use, debo hacer los mismo (Ley del Talión) 2.-Procuraré ante todo, que el motor principal de mi diálogo sea el amor por la verdad y que ella sea conocida por quien se encuentra en el error. 3.-Haré lo posible porque mis actitudes ante el hermano separado, demuestren la nota esencial del Cristianismo: El amor al prójimo. 4.-Mi diálogo con un no-católico debe tener ideas claras. Evitar ante todo la actitud pedante y orgullosa, con el afán de humillar. Esto cierra por completo un diálogo. 5.-Dialogar respetando. Esto no significa renunciar a la verdad del Evangelio que se encuentra en plenitud en la Iglesia Católica. 6.-Usar el principio fundamental de René Descartes: “Ideas claras y distintas” de lo contrario se convierte en una discusión infructífera. 7.-Mi primer intención al dialogar no debe ser nunca “Convencer rotundamente” sino la de cuestionar al hermano separado de la situación en la que se encuentra. (p.ej. ¿Te gustaría que tu médico te soltara de sopetón que la noticia de que tienes cáncer y que no tienes remedio? ¿No sería mejor que el médico te hiciera ver que la situación en la que te encuentras es causada por algo?) 8.-Dialogar va más allá de ver lo que nos une. Sino ver las causas por las que estamos separados y buscar una posible solución a esta escisión.
CONCLUSIÓN: Como se percatan, no se trata de dar patas a diestra y siniestra, condenando a los demás por el error en el que se puedan encontrar. Sino de ser médicos que sepan tener la sensibilidad de curar al enfermo. De ser maestros que sepan enseñar con pasión al que vive en la ignorancia. Se ser pastores que sepan sacar a la oveja perdida del aprisco procurando lastimarla lo menos posible. Ser apologista significa también, saber reconocer que hemos cometido atropellos lingüísticos que no ayudan a un sano diálogo. Al menos es mi parecer y esto parte de mi experiencia misionera. Se convence más a un hermano separado cuando parto del respeto que le tengo a pesar de las injurias que pueda recibir de él. Como solía decir uno de mis profesores de la Pontificia de México cuando estudié en la Facultad de Filosofía: “Distinguir para definir”. De ahí el dicho popular: “Católico: Conoce, ama, vive y defiende tu fe” Hagamos la lucha por hacer que aquellos que no conocen la verdad del evangelio en la Iglesia católica, la conozca en su más pura expresión: El amor por Cristo y su Iglesia.
En Cristo Jesús y María.

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