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domingo, 14 de septiembre de 2014

¿Perdonar? ¿Y cómo se come eso?...




Mateo 18, 21-35. Tiempo Ordinario. El perdón no es una cuestión de sentimientos, sino de voluntad. Lo importante es querer perdonar.
 
¿Perdonar? ¿Y cómo se come eso?...
¿Perdonar? ¿Y cómo se come eso?...
Del santo Evangelio según Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y les propuso esta parábola: el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré." Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que debes." Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré." Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: "Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?" Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.

Oración 

Jesús, ten compasión de mí y perdona mis distracciones. Permite que sepa disfrutar plenamente de este momento de intimidad contigo. Te suplico que sea tu Espíritu Santo quien me guíe para que crezca mi amor a Ti y a los demás.

Petición

Señor, que sepa perdonar sinceramente cualquier ofensa que reciba en este día.

Meditación del Papa Francisco

Éste es el momento para decirle a Jesucristo: "Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores". ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar "setenta veces siete" nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante! (S.S. Francisco, exhortación apostólica Evangelii gaudium n. 3) 

Reflexión:

Cuenta una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto. En un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. Éste, profundamente ofendido, sin decir nada, escribió en la arena: –“Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro”. Siguieron adelante y divisaron un oasis. Torturados por la sed, ambos echaron a correr y el primero que llegó se tiró al agua de bruces sin pensarlo y, de pronto, comenzó a ahogarse. El otro amigo se tiró al agua enseguida para salvarlo. Al recuperarse, tomó un estilete y escribió en una piedra: –"Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida". Intrigado, el amigo le preguntó: –"¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?". Sonriendo, el otro le respondió: –"Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, porque el viento del olvido se lo lleva; en cambio, cuando nos pase algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento en todo el mundo podrá borrarlo".

El Evangelio de hoy nos habla del perdón. Y, para ejemplificarlo, nuestro Señor nos cuenta la bellísima historia de dos siervos que debían dinero a sus amos. Pero con la diferencia de que uno de ellos debía a su señor diez mil talentos y el otro cien denarios. ¿Sabes tú lo que es un talento? Es una medida de la antigüedad que consistía en llenar hasta el copete un enorme platillo de balanza con monedas de oro puro. ¿Puedes imaginarte la cantidad de oro que cabría en diez mil platillos de esos? ¡Una cifra astronómica! Y... ¿un denario? Era la unidad comercial de uso común. Podríamos decir hoy, un peso. ¡Compara la diferencia tan abismal!

Pues bien. El primer hombre de la parábola debía a su señor una fortuna descomunal. ¿Cómo podría pagar esa suma tan exageradamente enorme? ¡Estaba en chino! ¿Qué había hecho para endrogarse de tal manera? Para pagarla... le iba a exigir toda una vida de esclavitud a él y a su familia. Y es lo que dice el amo: mandó a sus siervos que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. Y este hombre se postra a los pies de su señor, llorando y suplicándole: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré”. Y nos cuenta la parábola que el amo tuvo compasión de ese siervo y lo dejó marchar perdonándole la deuda. ¡Qué generosidad tan infinita! Seguramente que ese dueño, o era demasiado rico y millonario, o la parábola nos quiere dar a entender otra cosa....

Pero sigamos con nuestra historia. Al salir de la presencia de su señor –nos cuenta el Evangelio– encuentra éste a un compañero que le debía a él cien miserables pesitos. Y este tipo, agarrando del cuello a su camarada y casi estrangulándolo, le decía: "Págame lo que me debes". Éste hizo lo mismo que él había hecho en presencia de su señor escasos minutos atrás: se postra ante él, como él mismo lo había hecho, y le suplica con las mismas palabras que él había empleado: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré". Pero éste se negó y lo metió en la cárcel hasta que pagara su deuda. Pero, ¿no le acababan de perdonar a él diez mil talentos de oro?... ¡Qué tipo tan desgraciado, tan mezquino y tan bastardo!... –y perdón por la palabra—. ¿No nos da rabia cuando lo imaginamos? Y con toda razón. Nos indignamos contra este hombre desalmado y sin madre. Así lo hizo el amo de la parábola... Nuestro Señor concluye lacónicamente: "lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano".

¡Ah!, ahora sí entendemos perfectamente, con una claridad meridiana, lo que el Señor nos quería decir con la parábola: ese primer siervo al que se le perdonan los diez mil talentos de oro somos tú y yo. Y ese señor que perdona no es un amo cualquiera, sino Dios mismo. Y la deuda que se nos perdona es una cantidad infinita... Pero también ese siervo inmisericorde y sin entrañas podemos ser tú o yo mismo... ¡Muchísimo ojo con esto, amigo mío, que es de un calibre impresionante!

Esto no quita para nada que nos cueste perdonar. A todos nos cuesta. Pero no hemos de confundir "sentir" rabia cuando nos han ofendido y "querer" perdonar de corazón. El perdón no es una cuestión de sentimientos, sino de voluntad. Lo importante es querer perdonar y ofrecer al prójimo el perdón, aunque la propia sensibilidad siga alterada y como "encabritada". Dios no quiere que no sintamos –¡no somos de palo!–, sino que aprendamos a perdonar, independientemente del sentimiento. Con la ayuda de Dios, poco a poco se irá sometiendo y apaciguando también este último, pero no es la condición para el perdón. ¿O creemos que Cristo sintió "muy bonito" cuando estaba siendo atormentado por sus verdugos en la cruz? ¿O que fue para Él un lecho de rosas todas las humillaciones, las bofetadas, las calumnias, las burlas, los azotes, la coronación de espinas, el escarnio de sus enemigos? Y, sin embargo, ahí está el ejemplo: "¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!"

Propósito

Esforzarme por eliminar todo rencor para aprender a perdonar como Dios me perdona.

Diálogo con Cristo

Si queremos aprender a perdonar, Señor, aquí tenemos el ejemplo y el motivo para hacerlo. Sólo así podremos rezar el Padrenuestro como verdaderos cristianos: "Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden".

domingo 14 Septiembre 2014



Beato José Gabriel del Rosario Brochero

Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresa Benedicta de la Cruz: “Para que el mundo se salve por él”

Números 21,4b-9.
En el camino, el pueblo perdió la paciencia
y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!".
Entonces el Señor envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas.
El pueblo acudió a Moisés y le dijo: "Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes". Moisés intercedió por el pueblo,
y el Señor le dijo: "Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado".
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.

Salmo 78(77),1-2.34-35.36-37.38.
Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
presta atención a las palabras de mi boca:
yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado.

Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador.

Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con él
y no eran fieles a su alianza.

El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor.



Pablo a los Filipenses 2,6-11.
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
"Jesucristo es el Señor".

Juan 3,13-17.
Jesús dijo a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa
Poesía “Signum Crucis”, 16/11/1937

“Para que el mundo se salve por él”

[…] Hecho hombre por amor a los hombres,
regaló la plenitud de su vida humana
a las almas que escogió.
Él, que formó cada corazón humano,
quiere un día manifestar
el sentido secreto del ser de cada uno
con un nombre nuevo que sólo comprende el que lo recibe (Ap 2,17).
Se unió a cada uno de los elegidos
de una manera misteriosa y única.
Sacando fuerzas la plenitud de su vida humana,
nos regaló la cruz.

¿Qué es la cruz?
El signo del mayor oprobio.
El que entra en contacto con ella
es rechazado por los hombres.
Los que un día Lo aclamaron
se vuelven contra Él con pavor y no Le conocen de nada.
Les es entregado sin defensa a sus enemigos. S
obre tierra no le quedan nada más
que los sufrimientos, los tormentos y la muerte.

¿Qué es la cruz?
El signo que señala el cielo.
Muy por encima del polvo y las brumas de aquí abajo
se eleva alta, hasta la luz más pura.
Abandona pues lo que los hombres pueden coger,
abre las manos, estréchate contra la cruz:
ella te lleva entonces
hasta la luz eterna.

Levanta la mirada hacia la cruz:
Ella extiende sus travesaños
a manera de un hombre que abre los brazos
para acoger al mundo entero.
Venid todos, vosotros que penáis bajo el peso de la carga (Mt 11,28)
y también los que gritáis, sobre la cruz con Él.
Ella es la imagen de Dios que, crucificado, se quedó lívida.
Ella se eleva de la tierra hasta el cielo,
como El que subió al cielo
y quiso llevarnos allí a todos juntos con Él.

Abrazando solamente la cruz, lo posees a Él,
el Camino, la Verdad, la Vida (Jn 14,6).
Si llevas tu cruz, es ella quien te llevará,
será tu gloria.



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