Páginas

martes, 9 de septiembre de 2014

Estamos hechos para amar.


Los hombres estamos hechos para amar, porque Dios nos ha creado para Él, que es Amor, y sólo podremos ser felices en este mundo y en el venidero, si amamos a Dios y a los hombres, y también a la naturaleza y todo lo bueno que Dios creó.
Por eso para ser felices en este mundo, es necesario que tengamos amor en nuestro corazón y jamás guardemos odio o rencor a nadie, puesto que si lo hacemos, entonces no tendremos paz, estaremos inquietos y malhumorados, y será la ocasión propicia para el diablo, para que influya en nuestras vidas y nos amargue cada vez más la existencia.
Cuando uno odia, el primero que pierde es uno mismo, porque se pone en manos del Maligno, que entonces tiene poder para complicarnos cada vez más la vida, hasta lograr hacernos completamente esclavos suyos.
En cambio quien ama, tiene a Dios consigo, porque donde hay amor, donde hay caridad, allí está Dios.
Si supiéramos amar, ya lo sabríamos todo, porque no otra cosa es lo que nos vino a enseñar Jesucristo, el Hijo de Dios, el Amor. Y toda la religión católica es religión de amor.
Por eso tenemos que pensar si nosotros estamos practicando bien nuestra religión católica. Si nos conformamos con formalismos y rutinas, o si en verdad nos arde el corazón por amor a Dios y a las almas.
Entonces uno de los secretos para ser felices en este mundo, es amar a Dios y a los hermanos, y odiar sólo al pecado.
Si hacemos así, entonces la paz de Dios tomará bajo su cuidado nuestro pobre corazón, y gustaremos ya en esta tierra la felicidad de tener un corazón amoroso, tranquilo, manso y fuerte, porque el amor es más fuerte que la muerte.
Y el saber que Dios nos ha creado por amor, para que lo amemos y que luego de esta prueba en la tierra vayamos a amarlo para siempre en el Cielo, nos debe dar una profunda e imperturbable alegría, sabiendo que Dios nos ama infinitamente, aunque a veces tengamos sufrimientos y pruebas. Porque si estamos convencidos sinceramente de que Dios nos ama profundamente, entonces nada de lo que suceda de malo nos podrá quitar esta seguridad de sentirnos amados por el Señor, y eso será una fuente de felicidad.
Y amor con amor se paga. Por eso tenemos que amar a Dios como lo dice el primer mandamiento: con todo nuestro ser. Nunca exageraremos en el amor a Dios y a los hermanos, puesto que también a los hombres hay que amarlos como Jesús nos amó, es decir, infinitamente, hasta dar la vida por ellos.
¡Qué lindo es amar, y qué lindo es hablar del amor! Parece que el corazón se ensanche y dan ganas de comenzar hoy mismo, ahora mismo a ponerlo en práctica, para ser felices en este mundo.
Y es curioso que Jesús en su Evangelio nos dice: "Dad y se os dará; perdonad y seréis perdonados, etc.", pero no dice: "amad y seréis amados", porque Él bien sabe que muchas veces el amor no es correspondido. ¡Y qué dolor tan grande es amar sin ser amado! Es el dolor del Corazón de Dios por tantos hombres que no le aman.
Y muchas veces nos sucederá que amaremos sin ser correspondidos. Pero a veces esas personas a las que amamos, si bien en este momento no nos corresponden a nuestro amor por ellas, sí lo harán tal vez más adelante, o en la eternidad, donde verán claramente cuánto las hemos amado.
No nos cansemos de amar. Amar es desear el bien al otro y procurárselo. Hagamos así y ya gustaremos un poco del Cielo en la tierra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario