*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
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sábado, 31 de mayo de 2014
La invocación del Nombre Santo
De “El poder del Nombre” –
“La Invocación del Nombre es más dichosa que penitencial, de afirmación del mundo más que de negación. Para algunos, al oír hablar de la Oración de Jesús por primera vez, puede parecer que sentarse solo en la oscuridad con los ojos cerrados, repitiendo constantemente «…ten misericordia de mí», es un deprimente y abatido modo de orar. Y puede que también estén tentados de considerarlo como egocéntrico y escapista, introvertido, una evasión de responsabilidad de la comunidad humana en general. Pero esto sería un grave malentendido.
Para aquellos que han hecho realmente suyo el Camino del Nombre, resulta no ser sombrío ni opresivo sino una fuente de liberación y sanación.
La calidez y alegría de la Oración de Jesús es particularmente evidente en los escritos de San Hesiquio el Sinaíta: «Por medio de la perseverancia en la Oración de Jesús el intelecto alcanza un estado de dulzura y de paz… Cuanto más cae la lluvia sobre la tierra, más la ablanda; de modo similar, cuanto más apelamos al Santo Nombre de Cristo, más grandes son el regocijo y el alborozo que trae a la tierra de nuestro corazón… El sol saliendo sobre la tierra crea el amanecer; y el venerable y Santo Nombre del Señor Jesús, brillando continuamente en la mente, da paso a innumerables pensamientos resplandecientes como el sol».
Además, lejos de cerrar los ojos a los otros y de negar la creación de Dios cuando decimos la Oración de Jesús, estamos afirmando de hecho nuestro compromiso con nuestro prójimo y nuestro sentido del valor de cada uno y de todas las cosas en Dios. «Logra la paz interior -decía San Serafín de Sarov (1759-1833)- y miles a tu alrededor encontrarán su salvación.»
Permaneciendo en la presencia de Cristo aunque sólo sea durante unos instantes cada día, invocando su Nombre, profundizamos y transformamos todos los momentos que quedan del día, volviéndonos disponibles para los otros, eficaces y creativos, de un modo que de otra forma no podríamos ser. Y si también usamos la Oración de manera libre durante todo el día, esto nos permite «poner el sello divino en el mundo», por tomar una frase del Dr. Nadega Gorodetzky (1901-1985): «Podemos aplicar este Nombre a la gente, los libros, las flores, a todas las cosas que encontramos, vemos o pensamos. El Nombre de Jesús puede llegar a ser una llave mística hacia el mundo, un instrumento de la ofrenda oculta de todo y de todos, poniendo el sello divino en el mundo. Quizás se podría hablar aquí del sacerdocio de todos los creyentes. En unión con nuestro Sumo Sacerdote, imploramos el Espíritu: Transforma mi oración en un sacramento»“.
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