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jueves, 30 de enero de 2014

LA IDENTIDAD DEL CATEQUISTA

El catequista es el agente pastoral que, poseyendo una madurez humana y cristiana básicas y una cierta competencia pastoral, en nombre de la comunidad eclesial a la que pertenece, y “enviando” por el obispo o sus delegados, promueve y guía un itinerario orgánico y progresivo de formación cristiana, para un determinado grupo de destinatarios (Diccionario de Catequética, Ed. CCS - 1987).
No es fácil delinear la figura del catequista que hoy necesita la Iglesia. Su tarea, si bien es fundamentalmente la misma a lo largo de la historia de la Iglesia, cobra acentos peculiares según las diversas coyunturas históricas y culturales (Nuevo Diccionario de Catequética, voz: catequista. Vol. I Ed. San Pablo - 1999).

La identidad del catequista en la GUÍA PARA LOS CATEQUISTAS (1993)

ESTE DOCUMENTO ES, POR SU NATURALEZA, DE ORIENTACIÓN VOCACIONAL, DE FORMACIÓN Y DE PROMOCIÓN DEL CATEQUISTA EN LOS TERRITORIOS DE MISIÓN QUE DEPENDEN DE LA CONGREGACIÓN PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS.
 
Sin embargo, la mayor parte de él es aplicable a todos los catequistas, a quienes se dirige de manera más explícita, en muchos aspectos, que los documentos cronológicamente posteriores, que se citan a continuación.
Además, centra su atención en los catequistas laicos, reconociéndoles “un papel de primera importancia” en la tarea evangelizadora de la Iglesia. Y se refiere a la indiscutible actualidad de su ser y su quehacer, proponiéndose promoverlos “de modo renovado”.
La lectura de este documento es imprescindible para lograr una más precisa descripción acerca de la identidad de los catequistas. Por eso, se remite al documento completo, que Ud. puede encontrar en el menú BIBLIOTECA.

La identidad del catequista en la Exhortación apostólica EL ANUNCIO DEL EVANGELIO (1975)

44. (...) Ante todo, es menester preparar buenos catequistas -catequistas parroquiales, instructores, padres- deseosos de perfeccionarse en este arte superior, indispensable y exigente que es la enseñanza religiosa. Por lo demás, sin necesidad de descuidar de ninguna manera la formación de los niños, se viene observando que las condiciones actuales hacen cada día más urgente la enseñanza catequética bajo la modalidad de un catecumenado para un gran número de jóvenes y adultos que, tocados por la gracia, descubren poco a poco la figura de Cristo y sienten la necesidad de entregarse a El (...).

La identidad del catequista en la Exhortación apostólica LA CATEQUESIS EN NUESTRO TIEMPO (1979)

Obispos

63.       Me dirijo ante todo a vosotros, mis Hermanos Obispos: el Concilio Vaticano II ya os recordó explícitamente vuestra tarea en el campo catequético, y los Padres de la IV Asamblea general del Sínodo lo subrayaron expresamente. En el campo de la catequesis tenéis vosotros, queridísimos Hermanos, una misión particular en vuestras Iglesias: en ellas sois los primeros responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia. Lleváis también con el Papa en el espíritu de la colegialidad episcopal, el peso de la catequesis en la Iglesia entera. Permitid, pues que os hable con el corazón en la mano.
Sé que el ministerio episcopal que tenéis encomendado es cada día más complejo y abrumador. Os requieren mil compromisos, desde la formación de nuevos sacerdotes, a la presencia activa en medio de las comunidades de fieles, desde la celebración viva y digna del culto y de los sacramentos, a la solicitud por la promoción humana y por la defensa de los derechos del hombre. Pues bien, ¡que la solicitud por promover una catequesis activa y eficaz no ceda en nada a cualquier otra preocupación. Esta solicitud os llevará a transmitir personalmente a vuestros fieles la doctrina de vida. Pero debe llevaros también a haceros cargo en vuestras diócesis, en conformidad con los planes de la Conferencia episcopal a la que pertenecéis, de la alta dirección de la catequesis, rodeándoos de colaboradores competentes y dignos de confianza. Vuestro cometido principal consistirá en suscitar y mantener en vuestras Iglesias una verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz, haciendo uso de las personas, de los medios e instrumentos, así como de los recursos necesarios. Tened la seguridad de que, si funciona bien la catequesis en las Iglesias locales, todo el resto resulta más fácil. Por lo demás --¿hace falta decíroslo?-- vuestro celo os impondrá eventualmente la tarea ingrata de denunciar desviaciones y corregir errores, pero con mucha mayor frecuencia os deparará el gozo y el consuelo de proclamar la sana doctrina y de ver cómo florecen vuestras Iglesias gracias a la catequesis impartida como quiere el Señor.

Sacerdotes

64.       En cuanto a vosotros, sacerdotes, aquí tenéis un campo en el que sois los colaboradores inmediatos de vuestros Obispos. El Concilio os ha llamado «educadores de la fe»: ¿Cómo serlo más cabalmente que dedicando lo mejor de vuestros esfuerzos al crecimiento de vuestras comunidades en la fe? Lo mismo si tenéis un cargo parroquial que si sois capellanes en una escuela, instituto o universidad, si sois responsables de la pastoral a cualquier nivel o animadores de pequeñas o grandes comunidades, pero sobre todo de grupos de jóvenes, la Iglesia espera de vosotros que no dejéis nada por hacer con miras a una obra catequética bien estructurada y bien orientada. Los diáconos y demás ministros que pueda haber en torno vuestro son vuestros cooperadores natos. Todos los creyentes tienen derecho a la catequesis; todos los pastores tienen el deber de impartirla. A las autoridades civiles pediremos siempre que respeten la libertad de la enseñanza catequética; a vosotros, ministros de Jesucristo, os suplico con todas mis fuerzas: no permitáis que, por una cierta falta de celo, como consecuencia de alguna idea inoportuna, preconcebida, los fieles se queden sin catequesis. Que no se pueda decir: «los pequeñuelos piden pan y no hay quien se lo parta».
Religiosos y religiosas
65.       Muchas familias religiosas masculinas y femeninas nacieron para la educación cristiana de los niños y de los jóvenes, principalmente los más abandonados. En el decurso de la historia, los religiosos y las religiosas se han encontrado muy comprometidos en la actividad catequética de la Iglesia, llevando a cabo un trabajo particularmente idóneo y eficaz. En un momento en que se quiere intensificar los vínculos entre los religiosos y los pastores y, en consecuencia, la presencia activa de las comunidades religiosas y de sus miembros en los proyectos pastorales de las Iglesias locales, os exhorto de todo corazón a vosotros, que en virtud de la consagración religiosa debéis estar aún más disponibles para servir a la Iglesia, a prepararos lo mejor posible para la tarea catequética, según las distintas vocaciones de vuestros institutos y las misiones que os han sido confiadas, llevando a todas partes esta preocupación. ¡Que las comunidades dediquen el máximo de sus capacidades y de sus posibilidades a la obra específica de la catequesis!

Catequistas laicos

66.       En nombre de toda la Iglesia quiero dar las gracias a vosotros, catequistas parroquiales, hombres y, en mayor número aún, mujeres, que en todo el mundo os habéis consagrado a la educación religiosa de numerosas generaciones de niños. Vuestra actividad, con frecuencia humilde y oculta, mas ejercida siempre con celo ardiente y generoso, es una forma eminente de apostolado seglar, particularmente importante allí donde, por distintas razones, los niños y los jóvenes no reciben en sus hogares una formación religiosa conveniente. En efecto, ¿cuántos de nosotros hemos recibido de personas como vosotros las primeras nociones de catecismo y la preparación para el sacramento de la reconciliación, para la primera comunión y para la confirmación? La IV Asamblea general del Sínodo no os ha olvidado. Con ella os animo a proseguir vuestra colaboración en la vida de la Iglesia(...).
La identidad del catequista en el DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS (1997) El Obispo, primer responsable de la catequesis en la Iglesia particular
222.     El Concilio Vaticano II pone de relieve la importancia eminente que, en el ministerio episcopal, tiene el anuncio y la transmisión del Evangelio: «Entre las principales tareas de los obispos destaca la predicación del Evangelio». En la realización de esta tarea los obispos son, ante todo, «pregoneros de la fe», tratando de ganar nuevos discípulos para Cristo y son, al mismo tiempo, «maestros auténticos», transmitiendo al pueblo que se les ha encomendado la fe que ha de profesar y vivir. En el ministerio profético de los obispos, el anuncio misionero y la catequesis son dos aspectos íntimamente unidos. Para desempeñar esta función los obispos reciben «el carisma cierto de la verdad».
Los obispos son «los primeros responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia». En la historia de la Iglesia es patente el papel preponderante de grandes y santos obispos que marcan, con sus iniciativas y sus escritos, el período más floreciente de la institución catecumenal. Concebían a la catequesis como una de las tareas básicas de su ministerio.
223.     Esta preocupación por la actividad catequética llevará al obispo a asumir «la alta dirección de la catequesis» en la Iglesia particular, lo que implica entre otras cosas:
·         Asegurar en su Iglesia la prioridad efectiva de una catequesis activa y eficaz, «promoviendo la participación de las personas, de los medios e instrumentos, así como de los recursos económicos necesarios».
·         Ejercer la solicitud por la catequesis con una intervención directa en la transmisión del Evangelio a los fieles, velando al mismo tiempo por la autenticidad de la confesión de fe y por la calidad de los textos e instrumentos que deban utilizarse.
·         «Suscitar y mantener una verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz», actuando con el convencimiento profundo de la importancia de la catequesis para la vida cristiana de una Diócesis.
·         Cuidar de que «los catequistas se preparen de la forma debida para su función, de suerte que conozcan con claridad la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas».
·         Establecer en la diócesis un proyecto global de catequesis, articulado y coherente, que responda a las verdaderas necesidades de los fieles y que esté convenientemente ubicado en los planes pastorales diocesanos. Tal proyecto ha de estar coordinado, igualmente, en su desarrollo, con los planes de la Conferencia episcopal.
224.     La función propia del presbítero en la tarea catequizadora brota del sacramento del Orden que ha recibido. «Por el sacramento del Orden, los presbíteros se configuran con Cristo sacerdote, como ministros de la Cabeza, para construir y edificar todo su Cuerpo que es la Iglesia, como cooperadores del orden episcopal». Por esta ontológica configuración con Cristo, el ministerio de los presbíteros es un servicio configurador de la comunidad, que coordina y potencia los demás servicios y carismas.
En relación con la catequesis, el sacramento del Orden constituye a los presbíteros en «educadores en la fe». Tratan, por ello, de que los fieles de la comunidad se formen adecuadamente y alcancen la madurez cristiana. Sabiendo, por otra parte, que su «sacerdocio ministerial» está al servicio del «sacerdocio común de los fieles», los presbíteros fomentan la vocación y la tarea de los catequistas, ayudándoles a realizar una función que brota del Bautismo y se ejerce en virtud de una misión que la Iglesia les confía. Los presbíteros llevan a cabo, de esta manera, la recomendación del Concilio Vaticano II, cuando les pide que «reconozcan y promuevan la dignidad de los laicos y la parte que les corresponde en la misión de la Iglesia».
225.     Más en concreto, destacan como tareas propias del presbítero en la catequesis, y particularmente del párroco, las siguientes:
·         suscitar en la comunidad cristiana el sentido de la común responsabilidad hacia la catequesis, como tarea que a todos atañe, así como el reconocimiento y aprecio hacia los catequistas y su misión;
·         cuidar la orientación de fondo de la catequesis y su adecuada programación, contando con la participación activa de los propios catequistas, y tratando de que esté «bien estructurada y bien orientada»;
·         fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético y, como catequista de catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos;
·         integrar la acción catequética en el proyecto evangelizador de la comunidad y cuidar, en particular, el vínculo entre catequesis, sacramentos y liturgia;
·         garantizar la vinculación de la catequesis de su comunidad con los planes pastorales diocesanos, ayudando a los catequistas a ser cooperadores activos de un proyecto diocesano común.
La experiencia atestigua que la calidad de la catequesis de una comunidad depende, en grandísima parte, de la presencia y acción del sacerdote.
Los padres de familia, primeros educadores de la fe de sus hijos
226.     El testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, llega a los niños envuelto en el cariño y el respeto materno y paterno. Los hijos perciben y viven gozosamente la cercanía de Dios y de Jesús que los padres manifiestan, hasta tal punto, que esta primera experiencia cristiana deja frecuentemente en ellos una huella decisiva que dura toda la vida. Este despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene, por ello, un carácter «insustituible».
Esta primera iniciación se consolida cuando, con ocasión de ciertos acontecimientos familiares o en fiestas señaladas, «se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos». Esta iniciación se ahonda aún más si los padres comentan y ayudan a interiorizar la catequesis más sistemática que sus hijos, ya más crecidos, reciben en la comunidad cristiana. En efecto, «la catequesis familiar precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis».
227.     Los padres reciben en el sacramento del matrimonio la gracia y la responsabilidad de la educación cristiana de sus hijos, a los que testifican y transmiten a la vez los valores humanos y religiosos. Esta acción educativa, a un tiempo humana y religiosa, es un «verdadero ministerio» por medio del cual se transmite e irradia el Evangelio hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y escuela de vida cristiana. Incluso, a medida que los hijos van creciendo, el intercambio es mutuo y, «en un diálogo catequético de este tipo, cada uno recibe y da».
Por ello es preciso que la comunidad cristiana preste una atención especialísima a los padres. Mediante contactos personales, encuentros, cursos e, incluso, mediante una catequesis de adultos dirigida a los padres, ha de ayudarles a asumir la tarea, hoy especialmente delicada, de educar en la fe a sus hijos. Esto es aún más urgente en los lugares en los que la legislación civil no permite o hace difícil una libre educación en la fe. En estos casos, la «iglesia doméstica» es, prácticamente, el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis.

Los religiosos en la catequesis

228.     La Iglesia convoca particularmente a las personas de vida consagrada a la actividad catequética y desea «que las comunidades religiosas dediquen el máximo de sus capacidades y de sus posibilidades a la obra específica de la catequesis».
La aportación peculiar de los religiosos, de las religiosas y de los miembros de sociedades de vida apostólica a la catequesis brota de su condición específica. La profesión de los consejos evangélicos, que caracteriza a la vida religiosa, constituye un don para toda la comunidad cristiana. En la acción catequética diocesana, su aportación original y específica nunca podrá ser suplida por la de los sacerdotes y laicos. Esta contribución original brota del testimonio público de su consagración, que les convierte en signo viviente de la realidad del Reino: «La profesión de estos consejos en un estado de vida estable reconocido por la
Iglesia es lo que caracteriza la vida consagrada a Dios». Aunque los valores evangélicos deben ser vividos por todo cristiano, las personas de vida consagrada «encarnan la Iglesia deseosa de entregarse a la radicalidad de las bienaventuranzas». El testimonio de los religiosos, unido al testimonio de los laicos, muestra el rostro total de la Iglesia que es, toda ella, signo del Reino de Dios.
229.     «Muchas familias religiosas, masculinas y femeninas, nacieron para la educación cristiana de los niños y de los jóvenes, particularmente los más abandonados». Ese mismo carisma de los fundadores hace que muchos religiosos y religiosas colaboren hoy en la catequesis diocesana de adultos. En el curso de la historia siempre «se han encontrado muy comprometidos en la acción catequética de la Iglesia».
Los carismas fundacionales no quedan al margen cuando los religiosos participan en la tarea catequética. Manteniendo intacto el carácter propio de la catequesis, los carismas de las diversas comunidades religiosas enriquecen una tarea común con unos acentos propios, muchas veces de gran hondura religiosa, social y pedagógica. La historia de la catequesis demuestra la vitalidad que estos carismas han proporcionado a la acción educativa de la Iglesia.
Los catequistas laicos
230.     La acción catequética de los fieles laicos tiene, también, un carácter peculiar debido a su particular condición en la Iglesia: «el carácter secular es propio de los laicos». Los laicos ejercen la catequesis desde su inserción en el mundo, compartiendo todo tipo de tareas con los demás hombres y mujeres, aportando a la transmisión del Evangelio una sensibilidad y unas connotaciones específicas: «esta evangelización... adquiere una nota específica por el hecho de que se realiza dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo».
En efecto, al vivir la misma forma de vida que aquellos a quienes catequizan, los catequistas laicos tienen una especial sensibilidad para encarnar el Evangelio en la vida concreta de los seres humanos. Los propios catecúmenos y catequizandos pueden encontrar en ellos un modelo cristiano cercano en el que proyectar su futuro como creyentes.
231.     La vocación del laico para la catequesis brota del sacramento del Bautismo, es robustecida por el sacramento de la Confirmación, gracias a los cuales participa de la «misión sacerdotal, profética y real de Cristo». Además de la vocación común al apostolado, algunos laicos se sienten llamados interiormente por Dios para asumir la tarea de ser catequistas. La Iglesia suscita y discierne esta llamada divina y les confiere la misión de catequizar. El Señor Jesús invita así, de una forma especial, a hombres y mujeres, a seguirle precisamente en cuanto maestro y formador de discípulos. Esta llamada personal de Jesucristo, y la relación con El, son el verdadero motor de la acción del catequista. «De este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de evangelizar, y de llevar a otros al “sí” de la fe en Jesucristo».
Sentirse llamado a ser catequista y recibir de la Iglesia la misión para ello, puede adquirir, de hecho, grados diversos de dedicación, según las características de cada uno. A veces, el catequista sólo puede ejercer este servicio de la catequesis durante un período limitado de su vida, o incluso de modo meramente ocasional, aunque siempre como un servicio y una colaboración preciosa. No obstante, la importancia del ministerio de la catequesis aconseja que en la diócesis exista, ordinariamente, un cierto número de religiosos y laicos, estable y generosamente dedicados a la catequesis, reconocidos públicamente por la Iglesia, y que - en comunión con los sacerdotes y el Obispo- contribuyan a dar a este servicio diocesano la configuración eclesial que le es propia.

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