martes, 3 de diciembre de 2013

Pedro Fourier, Santo


Educador y Fundador, 9 Diciembre
 
Pedro Fourier, Santo
Pedro Fourier, Santo
A San Pedro Fourier se le ocurrieron en el año 1600 las ideas educadoras que más tarde iban a propagar por todo el mundo San Juan de la Salle (en 1700) y San Juan de Bosco (en 1850). Fue un precursor de la educación gratuita y popular.
Nació en Lorena (Francia) en 1565.


Habiendo terminado brillantemente sus estudios en la Universidad, fundó una escuela gratuita en su ciudad, caso bien raro en ese entonces. Luego ingresó en la comunidad de canónigos regulares de San Agustín y allá fue ordenado sacerdote.

Como se sentía indigno de celebrar la Santa Misa, duró tres meses sin hacer la celebración de su primera misa, desde su ordenación, preparándose para ello (algo parecido hizo San Ignacio de Loyola).

Le pusieron a escoger entre tres parroquias, para que dijera de cuál quería ser párroco. Él escogió la más abandonada, la que más problemas tenía, y la que más estaba necesitando de un trabajo fuerte y constante. Era un pueblecito de los Vosgos que estaba lleno de protestantes calvinistas y donde la moralidad estaba por el suelo. Allí trabajó San Pedro Fourier por treinta años (un caso parecido a los que sucederá siglos después en Ars, cuando llegó allá san Juan Vianey). Aún hoy, todavía allá, cuando hablan de nuestro santo lo llaman "el buen padre Pedro".

Lo primero que hizo para lograr convertir aquellas gentes fue dedicarse a orar, y a sacrificarse por ellas. Recordaba lo que decía Jesús: "ciertos malos espíritus no se alejan sino con la oración y los sacrificios". Aún en el más crudo invierno no encendía fuego para calentarse, y la estufa que iba a calentar el ambiente no se encendía sino cuando llegaban visitantes muy friolentos.

Las otras dos armas con las cuales se propuso ganar las almas de aquellos pecadores fueron la limosna y el buen ejemplo. Quería cumplir aquel mandato del Señor que dice: "De tal manera luzca ante los demás la luz de vuestro buen ejemplo, que los demás al ver vuestras buenas obras, glorifiquen al Padre Celestial". Y en cuanto a las limosnas los necesitados encontraban siempre dispuesto al Padre Pedro a darles alguna ayuda, pero acompañada de buenos consejos que les sirvieran también para la salvación de su alma.

En su parroquia existían numerosas personas que habían tenido bienes de fortuna pero por un mal negocio o un incendio o una enfermedad o un robo, etc., habían quedado en gran pobreza. Para ellos fundó nuestro santo una caja de Mutua Ayuda, en la cual depositaba las contribuciones que las gentes le hacían, y de allí iba sacando para prestar a quienes habían quedado en la ruina. Lo único que les exigía era que si un día lograban volver a tener otra vez los bienes suficientes, devolvieran lo que se les había prestado. Así muchas familias que no se atrevían mendigar, fueron socorridas a tiempo sin ser humilladas. La Caja progresó notablemente.

San Pedro Fourier estaba convencido de que para poder hacer apostolado sin desanimarse ni desorientarse es necesario asociarse con algún grupo apostólico donde a uno lo animen, lo corrijan, lo guíen y lo acompañen. Por eso fundó en su parroquia tres asociaciones apostólicas: la de San Sebastián, para hombres, la del Rosario para señoras y la de la Inmaculada para señoritas. Les hacía reunión semanal para cada grupo por separado y allí organizaba los trabajos de apostolado y se animaban para seguir adelante.

A San Pedro Fourier se le ocurrió en aquellos años algo que cien años después le iba a dar gran éxito a San Juan Bautista de la Salle, pero que en aquel 1600 todavía no encontraba ambiente favorable: fundar las escuelas gratuitas para el pueblo. Trató de hacerlo en su parroquia pero se encontró con que los sacerdotes no aceptaban dar clases en primaria y a los padres de familia si eran pobres, no les interesaba que sus hijos estudiaran, y los maestros que encontraba no tenían vocación para ello. Total: fracasó totalmente en su intento. El mismo lo reconoció humildemente. El terreno todavía no estaba abonado para tan grande cosecha. Solamente cuando La Salle un siglo después se dedique a preparar maestros totalmente entusiasmados por la educación, logrará llenar la nación de casas de educación.

Habiendo fracasado en cuanto a escuelas para los niños, nuestro santo se propuso hacer una fundación para las niñas. Pero amaestrado por la amarga experiencia anterior, se propuso preparar antes muy bien a las profesoras. Reunió cuatro muchachas (dirigidas por la beata Alicia, que fue la cofundadora de su comunidad) y empezó a darles a cada día una hora de clase de pedagogía y de técnicas para enseñar a la juventud. Luego las fue enviando a dar clases a grupos de jovencitas, y pronto ya pudo fundar con ellas la Comunidad de Hermanas de San Agustín, que fue aprobada en 1616 por el Sumo Pontífice. Los expertos en Roma decían que el Padre Pedro había obtenido en seis meses una aprobación que otras comunidades sólo habían conseguido en treinta años. Pero es que se hizo apoyar por unos padres jesuitas muy importantes y por varios padres franceses muy estimados en el Vaticano, y además su congregación había dado muestras del gran bien que se consigue educando a la juventud.

El Padre Pedro puso en práctica varios métodos educativos que después otros famosos educadores católicos popularizarán por todas partes. Lo primero: hacer que la educación fuera práctica. Que no se redujera sólo a aprender cuestiones teóricas, sino que enseñara a la juventud muchas cosas que en la vida práctica de cada día iban a ser necesarias. Y así le dio gran importancia a la contabilidad, tanto que sus colegios eran verdaderamente unos secretariados comerciales, donde las jóvenes se familiarizaban con todo lo que les iba a servir para ser después unas eficientes secretarias y unas hábiles contadoras. También se les enseñaban artes prácticas como bordado, pastelería, dibujo artístico, etc.

Otro de sus métodos nuevos, fue el de enseñar por medio de la declamación. Como lo hará más tarde San Juan Bosco, a San Pedro Fourier se le ocurrió preparar dramas, sainetes, comedias, diálogos y recitales, donde mientras se hacía reír y se emocionaba a los oyentes, se iban enseñando verdades de la religión y de otras ciencias. Los domingos por la tarde daban sus alumnas representaciones muy amenas e instructivas para el pueblo, con notable asistencia. Era un modo de valerse del teatro para enseñar y hacer progresar. Y el mismo tener que declamar en público les daba a las jóvenes mayor facilidad para expresarse en reuniones de sociedad, y obtenían más habilidad para ser buenas maestras.

Su parroquia estaba infestada de calvinistas y evangélicos, lo cual era un serio peligro para los católicos. Lo primero que se propuso nuestro santo fue instruir a sus feligreses acerca de los 10 errores o herejías que enseñan los protestantes, para que no se dejaran engañar por ellos. Luego fue insistiendo en que el católico por pertenecer a la mejor religión del mundo debe tener un comportamiento mejor que el de los demás. Y a los protestantes les recordaba cuán bueno y provechoso es pertenecer a la Santa Iglesia Católica. Y los feligreses de su parroquia comentaban: "el Padre Pedro ha logrado más en cuanto a los protestantes en varios meses, que lo que habían logrado los otros sacerdotes en 30 años".

En 1622 nuestro santo fue nombrado superior de su comunidad de Canónigos de San Agustín, y al posesionarse de su alto cargo dijo: "Así como Jesucristo se entrega a nosotros en la Sagrada Comunión, sin esperar pago alguno, y buscando solamente el bien de los que la reciben, así me dedicaré desde este día a todos los que pertenecen a nuestra comunidad, no para obtener algún honor, o ventaja alguna, sino pensando solamente en la salvación de las almas". Programa verdaderamente digno de ser imitado, por todos los superiores en todas partes.

En su nuevo cargo se dedicó con todas sus fuerzas a mejorar el comportamiento de los socios de su comunidad, la cual había caído en bastante descuido en cuanto al cumplimiento de los reglamentos. Al principio encontró bastante resistencia, pero poco a poco fue logrando que los canónigos de San Agustín empezaran a ser verdaderamente fervorosos.

En 1636 el gobierno de Francia quiso exigirle que hiciera un juramento que iba contra su conciencia. En vez de jurar prefirió salir desterrado. Los últimos cuatro años de su vida los pasó en el destierro, enseñando en una escuela gratuita que él mismo había fundado allá.

Dios lo llamó a Sí el 9 de diciembre de 1640. El Sumo Pontífice lo declaró santo en 1897. El santuario donde están sus restos es visitado por numerosas peregrinaciones y su comunidad logró extenderse por varios países.

San Pedro Fourier, presbítero y fundador
fecha: 9 de diciembre
n.: 1565 - †: 1640 - país: Francia
otras formas del nombre: Pierre Fourier
canonización: B: Benedicto XIII 20 ene 1730 - C: León XIII 27 may 1897
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Gray, de la Borgoña, en donde se había retirado al ser desterrado, tránsito de san Pedro Fourier, presbítero, que escogió para sí la pobrísima parroquia de Mattaincourt, en la Lorena, a la que sirvió admirablemente. Renovó también la Congregación de Canónigos Regulares de Nuestro Salvador, y fundó, asimismo, la Congregación de Nuestra Señora, para la educación gratuita de las niñas.

Pedro Fourier nació en Mirecourt, ciudad de Lorena, en 1565. Cuando tenía quince años, su padre le envió a la Universidad que tenían los jesuitas en Pont-á-Mousson. Pedro terminó brillantemente sus estudios e inauguró una escuela en su ciudad natal; pero ya para entonces estaba decidido a abandonar el mundo, de suerte que a los veinte años de edad, ingresó en el convento de los canónigos regulares de San Agustín en Chamousey. En 1589, recibió la ordenación sacerdotal; pero, como su humildad le hiciese sentirse indigno, no celebró la misa sino hasta varios meses después. Su abad le envió a la Universidad a continuar sus estudios de teología. Cuando volvió a su monasterio, fue nombrado procurador y vicario de la parroquia de la abadía. Las condiciones en que ejerció su cargo fueron muy desalentadoras, pues la observancia en el monasterio era bastante floja y los canónigos ponían en ridículo cuantos esfuerzos hacía Pedro por mejorarla.

En 1597, se le dio a escoger entre tres parroquias atendidas por los canónigos. San Pedro eligió la de Mattaincourt, que era la más difícil. Mattaincourt ea un pueblecito de los Vosgos que en aquella época estaba contaminado por el calvinismo y la moralidad de sus habitantes estaba por los suelos. San Pedro Fourier trabajó allí durante treinta años y se ganó el apodo de «el buen padre de Mattaincourt». El primer cuidado del santo fue orar y dar buen ejemplo. Vivía con una austeridad, pobreza y sencillez, dignas de un monje. Jamás encendía fuego en su casa, como no fuese para que se calentasen los que iban a visitarle y los necesitados le encontraban siempre dispuesto a darles limosna y consejo, tanto en lo material como en lo espiritual. El P. Juan Bedel, discípulo y biógrafo del santo, dice que era particularmente compasivo con aquéllos cuya fortuna había decaído a causa de los malos negocios, los robos, o alguna otra razón independiente de su voluntad. «Para ayudar a esas personas, fundó la 'Bolsa de San Evre' (así llamada en honor del santo patrono de la parroquia), en la que depositaba limosnas, legados, etc. Cuando alguno de sus feligreses se hallaba en dificultades, le daba unos cientos de francos de ese fondo para que pudiese sacar adelante su negocio; la única condición que fijaba era que, si el negocio prosperaba, el beneficiario devolviese la cantidad que se le había prestado. El sistema funcionaba tan bien, que la 'Bolsa de San Evre' podía sostenerse con los intereses del capital». San Pedro estableció igualmente tres cofradías en su iglesia: la de San Sebastián, para los hombres; la del Rosario, para las mujeres casadas, y la de la Inmaculada Concepción, para las jóvenes. Esta última fue una de las primeras congregaciones de «Hijas de María». Uno de los principales problemas con que tuvo que enfrentarse san Pedro fue el de la educación de los niños; después de mucho orar y reflexionar, comprendió que era necesario hacerla gratuita. Primero trató de organizar escuelas para niños. Pero los tiempos no estaban todavía maduros para ello. El instrumento que Dios había escogido para esa empresa era san Juan Bautista de la Salle, que debía nacer medio siglo más tarde. San Pedro Fourier reconoció su fracaso sin rodeos. En seguida se dedicó a atender especialmente a cuatro voluntarias: Alix Le Clercq, Ganthe André y las hermanas Juana e Isabel de Louvroir. Después de probarlas bien, les mandó hacer una especie de noviciado en el convento de las canonesas de Poussey, en 1598. Con el tiempo, dichas jóvenes abrieron una escuela gratuita en Mattaincourt. San Pedro, que tenía sus propias ideas en materia de educación, daba todos los días una clase de pedagogía a las profesoras. Fue uno de los primeros en emplear lo que los pedagogos llaman actualmente el «método simultáneo». Quería que las niñas mayores aprendiesen a redactar recibos y facturas, que se ejercitasen en la composición y la redacción de cartas y que hablasen correctamente «la lengua de su provincia». Tanto por el bien de los niños como por el del Estado, deseaba que los pobres fuesen educados en el amor de Dios, con principios que los ayudasen a vivir decente y dignamente, y estaba convencido de que la escuela debía ser gratuita.

Consciente del valor del «método dramático», escribió varios diálogos sobre las virtudes y los vicios (insistiendo sobre todo en lo que más podía convenir a sus feligreses) y hacía que los niños los recitasen ante sus padres los domingos por la tarde, en la iglesia. El santo instruyó a sus religiosas en la manera de tratar a los niños protestantes: « ... con amor y bondad. No permitáis que los otros niños los molesten o se burlen de ellos. No habléis mal de su religión. Dirigíos en términos generales a todos vuestros discípulos, pero no perdáis la ocasión de hacer ver a los protestantes cuán buenos y razonables son los preceptos y prácticas de nuestra Iglesia». San Pedro Fourier empleó los mismos métodos en 1625, cuando se le envió a combatir el protestantismo en el principado de Salm. En efecto, no se contentaba con exhortar a los protestantes a convertirse, sino que incitaba con igual fervor a los católicos a cambiar de vida; por otra parte, no provocaba a los protestantes llamándoles herejes, sino que los llamaba «extranjeros». Ayudado por el P. Bedel y otro jesuita, san Pedro consiguió en seis meses más de lo que sus predecesores habían logrado en treinta años. En 1616, la nueva congregación religiosa recibió la aprobación pontificia y el nombre oficial de Canonesas Regulares de San Agustín de la Congregación de Nuestra Señora. Dicha congregación se difundió pronto en toda Francia; actualmente, tiene casas en Inglaterra y otros países. En 1628, el Papa Urbano VIII concedió a las religiosas el privilegio de hacer un cuarto voto por el que se obligaban a educar gratuitamente a los niños. Alix Le Clercq, la principal colaboradora del P. Fourier, fue beatificada como cofundadora de la congregación en 1947.

En vista del éxito que había tenido san Pedro Fourier en la reforma de aquella parroquia rural, sus superiores le dedicaron a una tarea menos local, pero no menos difícil. En aquella época, la vida religiosa en Lorena estaba en decadencia. La Santa Sede nombró a san Pedro visitador de los canónigos regulares. En 1622, Mons. Juan de Porcelets de Maillanes, obispo de Toul, le llamó a restablecer la disciplina en los conventos de su orden y a unirlos en una congregación reformada. Dicha misión no dejó de provocar hostilidad; pero al año siguiente, el abad de Lunéville entregó su monasterio a un puñado de canónigos regulares, presididos por san Pedro Fourier. En 1629, lo principal estaba ya hecho: la observancia había sido restablecida, y los canónigos regulares de Lorena formaban la congregación del Salvador. En 1632, san Pedro fue elegido superior, muy contra su voluntad. Cuando tomó posesión de su cargo, dijo: «Como Jesucristo se entrega a los hombres en el Santísimo Sacramento, sin esperar pago alguno y pensando solamente en el bien de los que van a recibirle en la comunión, así me entrego yo a vosotros en este día, no para obtener algún honor o ventaja alguna, sino pensando solamente en la salvación de vuestras almas». San Pedro había soñado siempre en el día en que los canónigos emprendiesen la obra de la educación de los niños, en la que él había fracasado en Mattaincourt, y los súbditos del santo estaban dispuestos a ello. Así pues, cuando san Pedro envió representantes a Roma, en 1627, para conseguir la aprobación de la congregación del Salvador, les encargó que se ocupasen del asunto: «Por lo que toca a las escuelas que queremos fundar, sería bueno hacer notar que los niños que no desean aprender el latín y los otros, antes de ingresar en la escuela superior no han tenido quien se ocupe de ellos 'ex officio', por lo menos en esta región, de suerte que son una especie de beneficio vacante en la Iglesia de Dios. Solicitemos humildemente que se nos designe esa tarea». Los representantes de san Pedro Fourier presentaron la petición, pero no tuvieron éxito. Según parece, la Santa Sede había olvidado en el siglo XVII que el enseñar en la escuela primaria no estaba reñido con la dignidad sacerdotal. Sin embargo, la congregación del Salvador inauguró varios colegios y obras educacionales. Y cuando la Compañía de Jesús fue suprimida en el siglo XVIII, varios de sus colegios de Lorena pasaron a manos de los canónigos regulares.

San Pedro Fourier estaba muy vinculado con la casa de Lorena y con el duque Carlos IV. Así, cuando se le exigió en 1636, que firmase el juramento de fidelidad al rey Luis XIII, el santo se negó a ello y huyó a refugiarse en Gray del Franco Condado. Pasó los cuatro últimos años de su vida en ese destierro, actuando como capellán de un convento y enseñando en una escuela gratuita cuya fundación se le debía. Dios le llamó a Sí el 9 de diciembre de 1640. Su canonización tuvo lugar en 1897. El santuario de San Pedro Fourier en Mattaincourt es un importante centro de peregrinación.

El primer biógrafo del santo fue el P. Bedel, que había sido discípulo y compañero suyo. Entre las numerosas biografías que se han escrito desde entonces, mencionaremos las del P. Rogie, la de Dom Vuillemin y la del P. Pingaud. El P. Chérot empleó hábilmente en su obra la correspondencia de San Pedro. B. Boutoux publicó, en 1949, una biografía titulada St Pierre Fourier.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
    

No hay comentarios: