lunes, 23 de diciembre de 2013

FAMILIA: La familia cristiana, en defensa de la vida



Día de la Familia

El presidente de la Conferencia Episcopal anima a los jóvenes de la JMJ a vivir el don del matrimonio en la tradicional misa de las familias

La plaza de Colón de Madrid volvió a ser ayer la «capital europea» de la familia, con la presencia de familias llegadas de todo el continente y decenas de miles de españoles que querían agradecer a Dios el don de la familia cristiana. Muchos eran jóvenes y familias veteranos no sólo de la Jornada Mundial de la Juventud del pasado verano en Madrid, sino de las ediciones anteriores en Colonia, Sydney o el encuentro con Benedicto XVI de 2006 en Valencia, como atestiguaban logotipos en mochilas y chaquetas. «Ante las circunstancias contrarias a la familia hemos de reforzar nuestra fe en Cristo», predicó el obispo polaco Zbignier Kiernikowski,  que pidió «a las autoridades civiles garantizar la estabilidad de la familia».  Novedad absoluta de este año fue la presencia de un párroco ortodoxo de Moscú, Alexander Iliayenko, padre de 12 hijos en Rusia, el primer país del mundo en legalizar el aborto. «Siempre es difícil tener hijos, pero con fe fuerte se puede, Jesucristo nos ayuda», afirmó. El cardenal de Viena, Christoph Schonborn, alabó a las familias del Camino Neocatecumenal «que dan testimonio de fe en una sociedad que ha perdido el gusto por la vida». 

El arzobispo de Aviñón, el francés Jean Pierre Cattenoz, que por tercer año consecutivo acude al Día de la Familia de Madrid, avisó de que «el mundo intenta destruir la familia y la vida, pero el Niño que viene a salvarnos nos da la fuerza». Como ilustrando esta enseñanza, Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal y promotor del encuentro, cantó «Una gran señal», la famosa escena de Apocalipsis en que la mujer vestida de sol con corona de estrellas, embarazada, lucha contra el dragón de siete cabezas «que quería devorar a su hijo», todo un símbolo de la lucha de la maternidad y la santidad contra el poder y el mal que busca destruir a los inocentes. Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares y responsable de Familia de la Conferencia Episcopal, afirmó que «la familia cristiana ofrece un modo alternativo de vivir, que es el seguimiento a Jesucristo, que permite que nuestras familias sean sólidas y den a España lo que necesita en estos momentos de crisis moral y económica».

Familias de Polonia, de Inglaterra y de Austria subieron al estrado a dar gracias a Dios por la fe, por la capacidad de perdonarse, por aprender lo que es el amor mirando a sus padres. Cristina y Juan Pablo, dos jóvenes de la diócesis de Alcalá que se conocieron en la JMJ de Colonia, anunciaron que en la de Madrid habían decidido casarse, y defendieron un noviazgo casto «porque todo lo que vale la pena requiere cierto sacrificio, sacrificarse por el otro». Los misterios gozosos del Rosario, presentados por el obispo Reig, iban acompañados de pensamientos inspiradores. Así, el Nacimiento de Jesús, explicaron los conductores del acto, recuerda que «toda vida viene de Dios y cada persona tiene un potencial ilimitado para el bien». Un matrimonio de la parroquia de La Paloma, de Madrid, con ocho hijos, uno con síndrome de Down, lo quiso ejemplificar. «La fe cristiana nos enseña a defender a los más débiles. Mis hijos se pelean entre ellos, pero no con el que tiene Down; le cuidan y él les enseña a ser cariñosos», explicó el padre.

Mientras el coro y orquesta de la JMJ interpretaba el himno «Firmes en la fe» procesionaron los obispos, casi 40. Las lecturas y el salmo de la eucaristía, acto central de la jornada, fueron las mismas que el año pasado: el «perdonaos mutuamente» de San Pablo y el «no abandones a tu padre aunque chochee» de Eclesiástico. En su sermón, el cardenal Rouco recordó la homilía pro vida de Juan Pablo II en Madrid en 1982: «Quien negare la defensa a la persona humana más inocente y débil, la persona ya concebida pero aún no nacida, comete una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente». El cardenal arzobispo de Madrid lamentó que no se escuchase al Papa polaco: «El número de niños a los que se les ha impedido nacer en estas tres últimas décadas es sencillamente estremecedor». Además, recordó que «el hombre tampoco puede disponer de la institución matrimonial y familiar a su antojo, habrá de respetar el designio de Dios», que implica la «unidad e indisolubilidad esponsal, la apertura fecunda al don de los hijos y el compromiso constante en su educación». El cardenal lamentó también que la sociedad haya ignorado las enseñanzas pro familia que Juan Pablo II impartió hace exactamente 30 años en la encíclica «Familiaris Consortio». Y poniendo el ejemplo de vida y alegría de la JMJ afirmó que si las nuevas generaciones educan en la fe en el matrimonio, aceptando «el don de la vida»,  Jesucristo «nos dará fuerza para superar todas las crisis, también ésta, la presente».

Proteger la vida humana

En las peticiones, los fieles rogaron a Dios «que nuestros gobernantes protejan la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural» y pidieron su consuelo y guía para las familias dañadas por la crisis, que los noviazgos sean santos y que se respete a los ancianos. El sol ya se había ido y la temperatura era  baja cuando la misa acabó con el canto alegre y vigoroso del salmo 150, «Alabad al Señor en su templo», el último del Salterio.

«Hay que convencer a toda Europa»

Kiko Argüello toma la guitarra y exhorta a las familias de la Plaza de Colón. «¡Vamos a cantar! Hay que convencer a toda Europa de la maravilla de encontrarse con Cristo, que nos cura por dentro, que nos da su Espíritu Santo, que nos da un amor que se manifiesta en las familias cristianas». El canto de la mujer embarazada del Apocalipsis es importante: «es la batalla de los cristianos contra el demonio, el dragón, Satanás. El dragón hace la guerra a los hijos de la mujer, que son los que siguen las enseñanzas de Jesucristo». Le apoya el Coro y la Orquesta del Camino Neocatecumenal, que acaba de llegar de Israel, donde han interpretado su sinfonía catequética «El sufrimiento de los inocentes» ante numerosas autoridades de Tierra Santa, «un encuentro maravilloso, donde hemos compartido amor y amistad con los hebreos», anuncia desde el ambón. Las familia se suman a la canción con palmas y los jóvenes, con guitarras.

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