martes, 3 de diciembre de 2013

Eulalia de Mérida, Santa


Mártir, 10 de diciembre
 
Eulalia de Mérida, Santa
Eulalia de Mérida, Santa

Mártir
Diciembre 10


Etimológicamente significa “la que habla bien”. Viene de la lengua griega.

Para el creyente, una de las llamadas es acoger la alegría pascual – nacida en el corazón del mayor de los fracasos “aparentes”, el de la cruz – y ser portadores de alegría.

Nos encontramos en Mérida, Extremadura en el año 300. En primer lugar, hay que decir que hay dos Eulalias: la de Mérida y la de Barcelona.

La vida de estas dos mártires se relatan en los poemas de nuestro compatriota Prudencio (+415).

Dice:"Nuca estuvo una criatura humana dotada de tanta gracia y atractivo. A pesar de los 12 inviernos y trece primaveras que tenía, nunca permitió que se le hablara de lecho nupcial, pues su cuerpo pertenecía a Cristo"..

Vivía con este convencimiento. No soñaba lo que le aguardaba en puro corazón y mente esclarecida.

Por aquel tiempo se desencadenó la persecución de Diocleciano. Ya estamos en lo mismo, pero al mismo tiempo interesante y novedoso por ver la reacción de esta chica de Mérida y de tantos otros cristianos.

Ella, no solamente no le tenía miedo a la muerte, sino que incluso deseaba ser mártir por amor a Cristo. Desde luego, la admiración cuando se estudia todo esto a tantos siglos de distancia, es extraordinaria.

Los padres querían impedir a toda costa que muriese. Para ello, la encerraron en un castillo. El único que podía verla era el sacerdote Félix y la ama de llaves.

El gobernador romano tenía la orden de que todo aquel cristiano que no quemase incienso a los dioses, iría derecho a la muerte.

Eulalia convenció al ama de llaves para que le dejara salir. Salieron las dos juntas ante el gobernador. Le reprocharon su crueldad. En seguida mandó martirizar primero a Julia, la empleada, y a continuación a Eulalia.

El juez pagano mandó que la destrozaran golpeándola con varillas de hierro y que sobre sus heridas colocaran antorchas encendidas. La hermosa cabellera de Eulalia se incendió y la jovencita murió quemada y ahogada por el humo.

Dice el poeta Prudencio que al morir la santa, la gente vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron huyendo, llenos de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura inocente. La nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que varios días después llegaron unos cristianos y le dieron honrosa sepultura al cuerpo de la joven mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un templo de honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.

Con el tiempo se convirtió en una de las santas españolas más venerada.

Santa Eulalia de Mérida, virgen y mártir
fecha: 10 de diciembre
n.: c. 292 - †: c. 304 - país: España
otras formas del nombre: Olalla, Olaya
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
Santa Eulalia, virgen y mártir, que, según se cuenta, en Mérida, población de Lusitania, siendo aún joven no dudó en ofrecer su vida por confesar a Cristo.
patronazgo: Patrona de las parturientas, los viajeros, y protectora contra la disentería y la infelicidad.
refieren a este santo: Santa Eulalia de Barcelona
oración:
Oh Dios, fuente de todos los bienes, que para llevarnos a la confesión de tu nombre te has servido incluso del martirio de los niños, haz que tu Iglesia, alentada por el ejemplo de Santa Eulalia de Mérida, virgen y mártir, no tema sufrir por ti y desee ardientemente la gloria del premio eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

El santoral español registra tradicionalmente dos Eulalias vírgen y mártir: la de Mérida y la de Barcelona, las dos en el siglo IV. Sus noticias se han esparcido de manera mezclada, y no es raro encontrar, ya desde la antigüedad, escritos donde se cuenta de la de Barcelona lo que corresponde a la de Mérida. El Martirologio Romano actual, en su edición 2004, ha optado por retirar la inscripción de santa Eulalia de Barcelona, por considerarla una duplicación de la Eulalia que conmemoramos hoy.
Santa Eulalia de Mérida es una mártir conocida y querida en España, en especial en Mérida, naturalmente, pero también en Andalucía, en Murcia y en Asturias. La encontraremos en las tradiciones populares con el nombre original de Eulalia («de hermoso hablar»), Olalla u Olaya. El primer poema completo en lengua ástur que se conserva, del siglo XVII, está referido a esta santa, y trata de la cuestión de las reliquias de Eulalia, que están -incluso hasta la actualidad- en Oviedo. Su culto se extendió también fuera de las fronteras de España. Era conocida en África, donde san Agustín predicó un sermón en su homenaje (313G); también Beda el Venerable la menciona en el himno que compuso en honor de santa Etelreda y san Adelmo, y el poema francés más antiguo que existe, la «Cantiléne de Sainte Eulalie», del siglo IX, relata la vida de la santa.
Su martirio se nos narra en uno de los poemas de Prudencio «Peristephanon» («Sobre las coronas», dedicados a los mártires): el martirio de santa Eulalia ocupa el Canto III. Puesto que se puede datar el poema de Prudencio como anterior al 410, podemos asegurarnos de que escribía acerca de una tradición que él mismo pudo haber recibido de primera mano, y nos muestra también que el culto de la mártir gozaba ya para esa época de difusión entre las grandes historias que circulaban.
Eulalia habría sido una cristiana muy joven, de apenas doce años, que, aleccionada por el ejemplo de los mártires, se enciende en deseos de dar su sangre por Cristo. Habiéndose proclamado por orden de Daciano, el cruel prefecto de Diocleciano, en el 304, un decreto obligando a la adoración de los dioses paganos, sus padres la retiran (al campo o a una torre, según distintas versiones), pero ella escapa y va a la ciudad de Mérida, se presenta ante el juez y da allí un testimonio público en favor de los cristianos:

«Os ruego respondáis: ¿qué significa
ese furioso empeño, que a las almas
de perdición en el tremendo abismo
anhela ver al fin, precipitadas;
y a corazones, de su ruina pródigos,
al escollo de eterno mal arrastra?
Negar a Dios, omnipotente Padre,
¿no es el colmo, decidme, de la insania?
[...]
Isis, Apolo, Venus; todos estos,
y el mismo Maximiano, ¿qué son? nada.
Aquellos porque son sólo figuras
hechas por mano humana,
éste porque a las frívolas hechuras,
de las manos adora y las ensalza.
Nada son ambas cosas:
una y otra son fútiles y vanas.

Maximiano, que es dueño de riquezas,
y a las piedras, no obstante, sirve y ama,
prostituya y ofrezca su persona
a sus númenes: sea. Mas, ¿qué alcanza
con afligir, injusto,
y molestar a generosas almas?»

Ante semejante discurso la apresan inmediatamente y es el turno ahora del procurador de hacerla «razonar» de qué poco se le pide para dejarla en paz, y cuán fácil le sería librarse de los tormentos, basta sólo ofrecer un sacrificio mínimo a los dioses:
«... un poquito de sal, no más, tocaras
o exiguos granos de aromoso incienso...»

Pero Eulalia, lejos de retroceder ante las amenazas, se enciende aun más en su testimonio. Mientras los soldados la hieren «penetrando sus hierros hasta el hueso», Eulalia dialoga con Jesús, a quien le dice que está escribiendo su Pasión (la de Jesús) con los caracteres de su propia sangre (la de Eulalia). Finalmente la queman, y muere asfixiada. Su alma sale en forma de paloma de su cuerpo, y vuela hacia la eternidad a la vista de todos, y el cielo, para enfriar el cuerpo y cubrir la desnudez de la virgen, descarga sobre el anfiteatro una copiosa nevada.
Es difícil evaluar qué debe admirarse más, si la gesta de Eulalia o la maestría del poeta al contarla, pero ¿qué duda cabe? sea como hayan sido los hechos, sea cuanto haya de adorno literario, el martirio de Eulalia emociona, no por la narración sino porque deja al desnudo la nada de lo que el mundo hace gala, y muestra que la Verdad no es la aliada natural de la fuerza, sino de la debilidad, y que aunque tengamos «sólo palabras» y el mundo hierros, el «buen hablar», el hablar de Dios, es quien finalmente se impone por sobre el ruido de los hierros del mundo.
Otro poeta, esta vez del siglo XX, cantará a santa Eulalia en su martirio:


Nieve ondulada reposa.
Olalla pende del árbol.
Su desnudo de carbón
tizna los aires helados.
Noche tirante reluce.
Olalla muerta en el árbol.
Tinteros de las ciudades
vuelcan la tinta despacio.
Negros maniquíes de sastre
cubren la nieve del campo
en largas filas que gimen
su silencio mutilado.
Nieve partida comienza.
Olalla blanca en el árbol.
Escuadras de níquel juntan
los picos en su costado.

*

Una custodia reluce
sobre los cielos quemados
entre gargantas de arroyo
y ruiseñores en ramos.
¡Saltan vidrios de colores!
Olalla blanca en lo blanco.

(Martirio de santa Olalla, parte III, de Federico García Lorca, en el Romancero Gitano)
Para las cuestiones críticas, puede leerse la noticia del Butler-Guinea, tomo IV, pág. 527-28, con la habitual bibliografía; puesto que prácticamente la única fuente se reduce al Peristephanon, parece lo mejor proponer la lectura directa del martirio en el poema, del que hay en línea una bellísima versión castellana, de Justo Álvarez Amandi (1839-1919), de donde he tomado las citas. La edición es facsimilar, y su lectura vale la pena. El Peristephanon en latín también es accesible en internet, y completo, todos sus cantos, no sólo el III. El poema de García Lorca (del que sólo reproduje la tercera sección) es muy conocido, y se consigue en distintos sitios que reproducen el Romancero, he aquí una referencia posible.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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