sábado, 21 de diciembre de 2013

CATEQUESIS DEL PAPA: "Vencer miedos e inercias para dar razón de la esperanza con audacia y sabiduría"


Queridos amigos y hermanos del blog: el Sucesor de Pedro, en su saludo a los peregrinos de lengua española, suplicó que el ejemplo de fidelidad al Evangelio del primer mártir “ayude a los cristianos a vencer sus miedos e inercias, para que así puedan dar razón de su esperanza a quien se la pidiere, con audacia y sabiduría”.

Con la imagen de Jesús en el pesebre de la Plaza de San Pedro, rodeada de peregrinos de diversas partes del mundo –muchos de los cuales habían tenido su encuentro con Jesús en la Eucaristía en las misas de la mañana celebradas en el santuario-, el Papa Benedicto rezó la oración mariana del Ángelus en el día de san Esteban.

“La fiesta de San Esteban prolonga el fervor de la Navidad y se convierte en una invitación a pedir al Niño Dios que renueve nuestra fe y la haga más activa por la caridad”, expresó en español el obispo de Roma, motivando la súplica a vencer los miedos e inercias. Para concluir deseando a todos nuevamente “una santa y feliz Navidad”.

Queridos hermanos y hermanas: Cada año, el día después de la Navidad del Señor, la liturgia nos hace celebrar la fiesta de san Esteban, diácono y primer mártir. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos lo presenta como a un hombre lleno de gracia y de Espíritu Santo (cfr At 6,8-10; 7,55); en él se verificó plenamente la promesa de Jesús reportada por el texto evangélico de hoy, que los creyentes llamados a dar testimonio en circunstancias difíciles y peligrosas no serán abandonados e indefensos: el Espíritu de Dios hablará en ellos (cfr Mt 10,20). El diácono Esteban, en efecto, obró, habló y murió animado por el Espíritu Santo, testimoniando el amor de Cristo hasta el extremo sacrificio. El primer mártir viene descrito, en su sufrimiento, como imitación perfecta de Cristo, cuya pasión se repite hasta en los detalles. La vida de san Esteban está enteramente plasmada por Dios, configurada a Cristo; en el momento final de la muerte, de rodillas, él eleva la oración de Jesús en la cruz, confiándose al Señor (cfr At 7,59) y perdonando a sus enemigos: "Señor, no les tengas en cuenta este pecado"(v. 60). Lleno del Espíritu Santo, mientras sus ojos están por apagarse, él fija la mirada en “Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios” (v. 55), Señor de todo y que a todos atrae a Él.

En el día de san Esteban, también nosotros estamos llamados a fijar la mirada sobre el Hijo de Dios que en el gozo de la Navidad contemplamos en el misterio de su Encarnación. Con el Bautismo y la Confirmación, con el precioso don de la fe alimentada por los Sacramentos, especialmente por la Eucaristía, Jesucristo nos ha unido a Sí y quiere continuar en nosotros, con la acción del Espíritu Santo, su obra de salvación, que todo lo rescata, mejora, eleva y conduce a cumplimiento. Dejarse atraer por Cristo, como hizo san Esteban, significa abrir la propia vida a la luz que nuevamente la llama, la orienta y la hace recorrer el camino del bien, el camino de una humanidad según el diseño del amor de Dios.

Finalmente, san Esteban es un modelo para todos aquellos que quieren colocarse al servicio de la nueva evangelización. El demuestra que la novedad del anuncio no consiste propiamente en el uso de métodos o técnicas originales, que ciertamente tienen su propia utilidad, sino en el ser colmados del Espíritu Santo y dejarse conducir por El. La novedad del anuncio está en la profundidad de la inmersión en el misterio de Cristo, de la asimilación de su palabra y de su presencia en la Eucaristía, de modo que Él mismo, Jesús vivo, pueda hablar y actuar en su enviado. En sustancia, el evangelizador se hace capaz de llevar a Cristo a los demás de manera eficaz cuando vive de Cristo, cuando la novedad del Evangelio se manifiesta en su misma vida. Recemos a la Virgen María, para que la Iglesia, en este Año de la fe, vea multiplicarse a los hombres y a las mujeres que, como san Esteban, saben dar un testimonio convencido y valeroso del Señor Jesús.

Reiterando que el día después de la Navidad, conmemoramos, el martirio del diácono Esteban, Benedicto XVI hizo hincapié también en francés, inglés, alemán, portugués y polaco, que este primer mártir muestra que el nacimiento del Hijo de Dios inauguró para la humanidad «una nueva era, la del amor»:

«El amor hace caer las barreras entre las personas», subrayó el Papa en francés, añadiendo que nos «hace hermanos en la reconciliación, por medio del perdón dado y recibido». «Que la intercesión de San Esteban, fiel al Señor hasta el final, sostenga a los cristianos perseguidos y que nuestra oración los aliente!», pidió el Santo Padre, invitando a perseverar sin temor en el testimonio de la fe.

Con su bienvenida y saludos en inglés, el Santo Padre deseó que, al igual que san Esteban, seamos bendecidos por la gracia de Dios para tener el valor de hablar y defender la verdad de nuestra fe en público, con caridad y constancia.

San Esteban vio los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios, recordó Benedicto XVI en sus palabras en alemán, evocando los Hechos de los Apóstoles y recordando que con su testimonio y su martirio, confirma el mensaje de la Encarnación, mostrando que el hombre que se vuelve hacia Cristo, Palabra divina, se encuentra con Dios y queda transformado por el poder del amor en la nueva creación de Dios en él.

Benedicto XVI, también en portugués, deseó a los peregrinos que su venida a Roma llene de paz y alegría sus corazones, con una adhesión viva a Cristo, como hizo san Esteban. Y concluyó su evocación de san Esteban, con sus saludos en polaco, deseando que por intercesión del primer mártir pidamos a Dios para que en la vida cotidiana, nunca nos falten la sabiduría y la valentía, la fe y el amor, que encuentran su cumplimiento en la gloria del Señor.

En sus saludos a los peregrinos de lengua italiana, en particular a los jóvenes del Movimiento de los Focolares, provenientes de muchos países del mundo el Papa deseó que el ejemplo de la beata Chiara Badano los ayude en el camino de la fe y concluyó con sus mejores deseos de alegría, en la luz y en la paz de la Navidad del Señor.

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