CIUDAD DEL VATICANO, 23 MAR 2011 (VIS).- “El mundo tiene necesidad de paz y de creyentes que sean pacificadores”. Lo ha dicho esta mañana Benedicto XVI durante la Audiencia General, la primera que el Papa ha celebrado este año en la plaza de san Pedro. El Santo Padre ha centrado su catequesis en la figura de san Lorenzo de Brindis (en el siglo Giulio Cesare Rossi, 1559-1619), insigne doctor de la Iglesia del siglo XVI y gran evangelizador, que enseñaba a los cristianos de su tiempo a defender el mensaje de Cristo “de la indiferencia religiosa”.
El santo, huérfano de padre a los siete años, es confiado por su madre al cuidado de los frailes Conventuales. Posteriormente, entra en la Orden de los Capuchinos y es ordenado sacerdote en 1582. Adquiere un gran conocimiento de las lenguas antiguas y modernas, gracias a lo cual "desarrolló un intenso apostolado entre diversos tipos de personas", explicó el Papa. Fue además un predicador eficaz y conocía muy bien no solo la Biblia, sino la literatura rabínica, "hasta el punto de que los mismos rabinos le demostraban estima y respeto".
Como teólogo experto de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia, Lorenzo de Brindis ilustró de forma ejemplar la doctrina católica también a los cristianos que, sobre todo en Alemania, se habían adherido a la Reforma "Enseñaba de forma clara y tranquila -dijo el Santo Padre- el fundamento bíblico y patrístico de todos los artículos de fe puestos en entredicho por Martin Lutero. Entre ellos, el primado de San Pedro y sus sucesores, el origen divino del episcopado, la justificación como transformación interior del ser humano, la necesidad de las obras buenas para la salvación. El éxito alcanzado por Lorenzo nos ayuda a entender que también hoy en el diálogo ecuménico, llevado cabo con tantas esperanzas, la confrontación con las Sagradas Escrituras leídas en la Tradición de la Iglesia constituyen un elemento irrenunciable y de importancia fundamental".
Incluso los fieles más sencillos, que no poseían una gran cultura se beneficiaron de la predicación de Lorenzo que llamaba a todos a la coherencia de la vida con la fe profesada. "Este fue uno de los grandes méritos de los Capuchinos y de otras órdenes religiosas que en los siglos XVI y XVII contribuyeron a la renovación de la vida cristiana en la sociedad (...) También en nuestros días la nueva evangelización -observó Benedicto XVI- necesita apóstoles bien preparados y valientes para que la luz y la belleza del Evangelio prevalezcan sobre las orientaciones culturales del relativismo ético y de la indiferencia religiosa y transformen las diversas formas de pensar y actuar en un auténtico humanismo cristiano".
Profesor de teología, maestro de novicios, ministro provincial y ministro general de la Orden Capuchina, Lorenzo, en medio de tantos trabajos cultivaba, además "una vida espiritual de fervor excepcional", recordó el Papa, subrayando que "todo presbítero puede evitar el peligro del activismo, es decir, de actuar olvidando los motivos principales del ministerio, solo si presta atención a su propia vida espiritual".
“El mundo tiene necesidad de paz y
de creyentes que sean pacificadores”
El Santo Padre ilustró a continuación otro aspecto característico de la obra del santo: su acción por la paz. "Tanto los Sumos Pontífices como los príncipes católicos le confiaron importantes misiones diplomáticas para dirimir controversias y favorecer la concordia entre los estados europeos amenazados en aquella época por el imperio otomano. La autoridad moral de que gozaba lo convertía en consejero buscado y escuchado. Hoy, como en la época de San Lorenzo, el mundo necesita paz, necesita hombres y mujeres pacíficos y pacificadores. Todos los que creen en Dios deben ser siempre fuente y artífices de paz".
Lorenzo de Brindis fue canonizado en 1881 y nombrado Doctor Apostólico en 1959 por el Beato Juan XXIII en reconocimiento a sus numerosos escritos de exégesis bíblica y mariología. En sus obras evidencia también la acción del Espíritu Santo en la existencia de los creyentes. "San Lorenzo de Brindis -concluyó el pontífice- nos enseña a amar la Sagrada Escritura, a crecer en la familiaridad con ella, a cultivar diariamente la relación de amistad con el Señor en la oración para que cualquier acción y actividad nuestras tengan en él su inicio y su cumplimiento".
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