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lunes, 25 de noviembre de 2013

Cómo rezar con corazón de niño

     
Cada jueves tengo la oportunidad de acompañar a Jesús durante una hora eucarística. Es una hora de adoración donde busco reparar, acompañar y escuchar a Jesús en recuerdo de su oración en Getsemaní. Desde ese recuerdo de "velad y orad" el corazón se admira de su gran amor y busca comprometerse más con Él y su entrega incondicional a nuestro amor.
Ayer fue un jueves especial. Estaba toda mi familia espiritual del Regnum Christi. Las luces de la capilla eran tenues, Cristo al centro, con la luz que resaltaba más aún su presencia. Silencio que es presencia amorosa de un Dios cercano.
En un momento de esta hora, normalmente un sacerdote o un religioso suele leer el Evangelio y hacer una breve explicación del mismo. Ayer fue distinto. Subió una niña de 12 años al ambón, Anita, para leer el Evangelio y nos hizo un breve pero profundo comentario. El pasaje del Evangelio era el encuentro de los dos ladrones con Cristo en la cruz.
Girl praying
De su comentario que les comparto, saco algunas lecciones para rezar con un corazón de niño:
Me impresiona cómo se burlan de Ti Jesús; cómo no son capaces de ver el amor que les tienes. A mí me pasa alguna vez, ya lo sabes: que no sé mirarte y ver tanto amor. Sé que me estás esperando en la comunión todos los días y a veces prefiero jugar con mis amigas en vez de estar 5 minutitos de mi día contigo, dentro de mi corazón. ¡Y con ellas puedo estar el resto del día! 5 minutitos no me cuesta nada. Pero hoy he venido a verte. Espero que te alegres. Cuando te miro así, me recuerdas todo lo bueno que tengo: mi familia, mi colegio, mis amigos...
1. La mirada de una niña que sabe descubrir el amor, el dolor y hacerlo también vida de su vida y reconocer su deseo de mirar a Dios con un corazón generoso.
2. El corazón de una niña que reconoce el amor de un Dios que se hace presente y que nos espera.
3. El anhelo de eternidad, de ver a Jesús y poseerlo en el corazón y así experimentar el profundo gozo de ser de Jesús.
4. La mirada que es recuerdo de un amor siempre fiel y que transformar el corazón de Anita en gratitud.
¿Por qué el ladrón que te estaba mirando te insultaba? ¿No te reconoció? A lo mejor te había visto por las calles, con tus amigos. Y ahora que estaba a tu lado no se supo arrepentir y sólo te insultaba para poderse salvar él mismo. A mí también me da miedo a veces que no me perdones y yo tampoco me atrevo a pedirte perdón, y se me amontonan los pecados. No me gusta, porque tampoco hago feliz a los que tengo cerca.
5. El dolor por el pecado, que me aleja de Cristo y no me deja verte como eres y como me has creado
6. El temor de no ser perdonado ante el sufrimiento de Cristo, ante tanto amor y tanta pequeñez por mi parte.
7. El reconocimiento de que mi pecado afecta también a los demás: no me hace feliz y no me deja hacer felices a los demás.
Pero cuando me perdonas, como al otro ladrón, me siento como si me hubieses dado un abrazo muy grande y entonces sí que noto tu amor. ¡¡Me encanta esa sensación!!
Y quiero darte las GRACIAS por acompañarnos desde el sagrario.
8. El acoger el perdón de Dios con amor, con un gran abrazo de Dios
9. El disfrutar la vida de gracia, el estar con Cristo quien vive en mi corazón
10. El agradecer finalmente la presencia siempre fiel de Cristo en la Eucaristía
En tan pocas palabras, Anita nos dio una gran lección de cómo tenemos que rezar, cuáles son las actitudes del corazón que quiere encontrarse con el Señor.
Al final de esta hora de oración, con el corazón lleno de la presencia de Dios recibimos la noticia triste del fallecimiento de Irene, una profesora conocida. Acaba de dar a luz a su quinto hijo, Juan de todos los Santos. Unos días después del parto sufrió un derrame cerebral y no se pudo recuperar.
Irene con su hijo
Este sencillo artículo quiere ser un homenaje a esta gran mujer que vivió ejemplarmente su vida cristiana y su vocación de madre. Que desde el cielo nos acompañe e interceda por nosotros para que como Anita podamos dirigirnos al Padre con confianza y con sencillez.
Mis oraciones y nuestras oraciones están con toda la familia de Irene. Somos una gran familia y con tristeza pero con esperanza cierta vivimos este momento de pérdida.
Con este texto que el Papa compartió ayer en su audiencia, me despido. Sigamos preguntándonos "por qué", como dice el Papa, para atraer hacia nosotros la mirada del Padre.
¿Por qué suceden estas cosas? No se puede explicar. Hay tantas cosas que nosotros no podemos entender. Cuando los niños comienzan a crecer no entienden las cosas y comienzan a hacer preguntas al papá o a la mamá: "Papá, ¿Por qué...? ¿Por qué..? ¿Por qué...?". Los psicólogos lo llaman la edad de los "por qué", porque el niño no entiende... Pero si nosotros estamos atentos, veremos que el niño no espera la respuesta de su papá o de su mamá: otro porqué y otro porqué... el niño necesita en aquella inseguridad, que su papá y su mamá lo miren. Necesita los ojos de sus padres, necesita el corazón de sus padres. En estos momentos de tantos sufrimientos no se cansen de decir: "¿Por qué?", como los niños. Y así atraerán los ojos de nuestro Padre sobre su pueblo, atraerán la ternura del Papá del cielo sobre ustedes. Como hace el niño cuando pregunta: "¿Por qué...? ¿Por qué...?". En estos momentos de dolor, esta fuerza sea la oración más útil: la oración del por qué. Pero sin pedir explicación, solamente pedir que nuestro Padre nos mire. También yo los acompaño a ustedes, con esta "oración del por qué" (Papa Francisco, 21 noviembre 2013)

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