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viernes, 23 de agosto de 2013

La contemplación en la Regla de San Benito


 



San Benito, a la par de Casiano en las Instituciones, no quiere teorizar sobre la contemplación, pero eso no quiere decir que la excluya de su programa. El monje purificado por el ejercicio de la humildad, llegado a la caridad perfecta, si se mantiene fiel a la gracia, goza de un trato cada vez mas continuo con Dios.  
La humildad que reclamaba San Benito para sus monjes no es solo una realidad que abarca todo el ascetismo, ni tampoco solo una ascesis que desemboca en la contemplación, sino que incluye ya en sí misma una levadura mística. A lo largo de sus esfuerzos y sus luchas, Cristo mismo acompaña al monje en el ascenso a la perfección. Es esta una doctrina que traspasa a la espiritualidad benedectina. Santo Tomás mismo dirá que los actos que nos disponen a la contemplación, ya son, de alguna manera actos contemplativos.  
Es en este marco que debemos entender la importancia del trabajo dentro del la Regla. San Benito sigue aquí, como en tantas otras materias, la más pura tradición del monaquismo cristiano. Ya para San Antonio Abad el trabajo era una forma de combatir la acedia y evitar el desánimo. En la Regla, además de servir de sustento, es un ejercicio ascético, que perfecciona al hombre y lo prepara para la contemplación. 
San Benito no es un idealista, sin un hombre práctico. Señala la meta, indica los medios para alcanzarlas, pero hace hincapié en que lo primero, lo inmediato es cumplir puntualmente la Regla, la cual ha sido pensada para principiantes. Lo primero será adquirir buenas costumbres y afianzarse en los fundamentos de la vida monástica. La labor de enseñar las cumbres mas altas de la vida espiritual se la deja a la Sagrada Escritura, a las Colaciones de Casiano, a la Regla de San Basilio, etc. 
Sin embargo, al final de la Regla no deja de alentar a aquel que se propone caminar hacia la «la patria celestial» y a esos les pide que cumplan la «mínima regla» e invoca la ayuda y la protección de Dios.

Como dijimos, la Regla benedectina, puede ser todavía hoy un verdadero manual de espiritualidad para aquel que quiere avanzar en el camino hacia Dios. Su aparente simplicidad (incluso su aparente tosquedad podriamos decir) oculta una sabiduría profunda. Producto del genio práctico romano, y de una asentada tradición monástica cristiana, la Regla fue pensada por el autor para la vida concreta, sabiendo las dificultades que toda persona que busca a Dios va a encontrar y a la vez siendo flexible, dejando lugar para la inspiración divina y la innovación humana

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