Páginas

miércoles, 28 de agosto de 2013

“¿Cómo puedo hablar con Dios?”

 

1.      UNA CONVERSACIÓN CON DIOS, NOS ENCIENDE UNA FE VIVA, CAPAZ DE CAMBIARNOS LA VIDA,
Me parece normal que tanto el deseo de hablar con Dios, como la aspiración de saber si el me escucha sea una realidad, ya que muchas veces nos parece que el no nos oye. Nos preguntamos también porque el no nos responde, es como cuando tocamos la puerta de una casa vacía, llamamos y no hay respuesta, o como cuando hablamos por teléfono y desde el otro lado de la línea nadie nos responde y no sabemos si estamos en conexión.
No obstante, hay personas que con sinceridad pueden decir que sienten que Dios les escucha y aún más, confiesan absolutamente en que él responde. Entonces pueden manifestar con mucha devoción que el Señor está con ellos y que jamás les ha abandonado. La receta parece ser que para todo el que pide y recibe, es la misma, solicitar con sencillez, sinceridad, devoción, humildad y aceptación de la voluntad de Dios.
Ciertamente, una conversación con Dios, nos enciende una fe viva, capaz de cambiarnos la vida, colmándola de paz y gozo interior sin límites. Un dialogo de amor con Dios, sintiendo la eficacia de la oración, en especial cuando es sincera y humilde nos dilata el corazón y nos convence que entre Dios y nosotros hay mucho mas que una relación de afecto, es amor puro de un Padre que nos dará fortaleza para no caer en desesperación y angustia alguna, por tanto aprender a conversar con Dios, como aprender a reconocer sus respuestas, es orar como lo hizo tantas veces Cristo Jesús, a solas, sabiendo que dialoga con quien de verdad da amor. Teresa de Jesús, maestra de oración lo comprendió muy bien, “orar es un trato de amistad con quien sabemos nos ama”.
2.      TENER FE, PARA RECIBIR DE DIOS, PUES  ES NECESARIO CREER EN EL PARA HABLAR CON DIOS.
El Señor, siempre le dio mucha fortaleza a los que le tuvieron Fe, en el libro de Hebreos 11, se nos relata “los héroes de la fe”, el capitulo comienza; La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.  (Hebreos (SBJ) 11,1) Bienaventurados los que no vieron y creyeron", nos ha dicho el Señor (Jn 20). Este capitulo 11, nos ayuda  a perseverar en la fe y en nuestra vida cristiana, allí en el texto se nos hace una descripción de la fe que, y esta fe, sin la cual ni agraciar a Dios podemos caminar en la claridad, fe de todos los tiempo relatada con la experiencia de los padres o patriarcas.  Pone este relato, ejemplos de los padres que vivieron después del diluvio, por “cuya fe eleva de sobremanera la fe de Cristo”. (Aquino). Se destaca también la fe tan grande que le tuvo a Dios Abraham, fe que le mantuvo sin desfallecer hasta la muerte. Se honra la fe de Isaac, de Jacob y de José, que, al bendecir a sus hijos, como una enseñanza a creer y esperar solamente en el vivo y verdadero Dios. (Aquino, comentario a los Hebreos). Y el mismo libro no responde, por que “ahora bien, sin fe es imposible agradar a Dios, pues el que se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan.  (Hebreos (SBJ) 11, 6), a los que le piden con fe verdadera.
Por cuanto, una primera disposición para comunicarnos con Dios, es creer que Dios existe, como del mismo modo creer que Dios da y recompensa a aquellos que lo buscan, es así, como podemos hallar en nosotros la mejor disposición de conversar con Dios y de saber que nos escucha siempre.
3.      LAS ANSIAS DE DIOS DE DAR LO QUE NECESITAMOS
Si creemos en Dios y que el nos da, podemos descubrir las ansias que tiene nuestro Padre de los Cielos en darnos mucho. En efecto, Dios nunca es indiferente a nuestras necesidades. Por eso el mismo Señor nos ha dicho: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! (Mateo (SBJ) 7, 7-11)
Los Padre de la Iglesia, tuvieron siempre muy presente que si pedimos con la fe, buscamos con la esperanza y llamamos con la caridad, Dios nos dará mucho mas.  Primeramente debemos pedir para alcanzar, después buscar para encontrar, y luego de haber hallado, guardar lo que poseemos para poder entrar. “O de otro modo, pedimos orando, buscamos viviendo bien y llamamos perseverando. (Remigio,  Catena aurea).  La petición, pues, tiene por objeto implorar la salud del alma, a fin de que podamos cumplir lo que está mandado. Mas el acto de buscar se refiere a la adquisición de la verdad, pues una vez que se ha encontrado la verdadera vida se llega a su posesión, la cual sólo se abre al que llama. (San Agustín, Catena aurea).  El Señor, subraya que busquemos y que llamemos, dándolos a entender que debemos pedirse con mucha insistencia y con fuerza. “El que busca separa de su imaginación todo lo demás y se fija sólo en aquello que busca. El que llama viene con ánimo vehemente y fervoroso”. (San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 23,4, Catena aurea)
4.      ¿PUEDO HABLAR CON DIOS SI SOY PECADOR?
“Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.”  (Juan (SBJ) 9, 31. No es suficiente creer en Dios, sino que además, hay que creerle a Dios, tampoco es bastante, conocer a Dios, sino que es necesario, hacer su voluntad. Pero además, es necesario, tener esperanza en El, y creer que el tiene no solo la potestad de perdonarnos, sino que además nos quiere perdonar si buscamos el perdón con sinceridad. Ciertamente, si Dios no oyera nunca a los pecadores, no tendríamos esperanza, ya que todos somos pecadores. “Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”.  (Romanos (SBJ) 10,13). Por eso, cuando nos dirijamos a Dios, que no sea como el fariseo, sino como el publicano: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!"  (Lucas (SBJ) 18, 13) y fue oído por Dios y perdonado. Es así, como el Señor no quiere que nos alejemos de El porque sabemos que somos pecadores, el no nos condena, solo quiere que dejemos de pecar: “¿Nadie te ha condenado? Ella respondió: Nadie, Señor. Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.”  (Juan (SBJ) 8, 10-11). La bondad de Dios, esta por encima de todo, como reza el salmo; Bueno y recto es el Señor; por eso muestra a los pecadores el recto camino;  (Salmos (SBJ) 25,8).
5.      ¿DONDE PUEDO HABLAR CON DIOS?
“Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.  (Mateo (SBJ) 6,6).  San Agustín nos dice que por nuestros aposentos deben entenderse nuestros corazones, de quienes se dice en el Salmo: "Lo que decís en vuestros corazones, lloradlo en vuestros aposentos" (Ps 4,5). Ciertamente, en nuestra habitación, solitariamente, no tenemos las distracciones del exterior que muchas veces no nos impiden orar. Porque cuando hablamos con Dios, solo debemos poner la atención a El, y conciente de la importancia de con quien hablamos. Es así como San Agustín nos aclara que: “Debe cerrarse la puerta, esto es, debe resistirse a la tentación carnal, para que la oración espiritual se dirija al Padre, y por eso se hace en lo íntimo del corazón donde se ruega al padre en lo escondido. Y por ello dice: " Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. No olvidemos que nada podemos ocultar a Dios, el conoce nuestros secretos del corazón y ve el fondo de nuestra alma.
Si embargo, Lucas nos relata que Jesús: “se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios”.  (Lucas (SBJ) 6). Seguramente, Jesús. Quería estar a solas con su Padre, a sola con quien El sabía quien mucho lo ama. En estos tiempos y porque vivimos mas en la ciudad, es difícil ir a lugar retirado como esos montes donde oraba Jesús, no obstante, siempre nos es posible ir a nuestro cuarto, procurar estar solo, cerrar la puerta y proponerse unos momentos de tranquila comunión con Dios.
6.      ¿CUANTO DEBE DURAR MI ORACIÓN?
Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados.  (Mateo (SBJ) 6)
“Así como es propio de los hipócritas manifestarse para que los vean en la oración, cuyo fin no es otro que agradar a los hombres, así también los gentiles (esto es, los paganos) creen que cuando hablan mucho podrán ser oídos. Y por esto añade: "Y cuando oréis no habléis mucho". San Agustín, de sermone Domini, 2,3.
Ciertamente, algunas veces pensamos que al orar, es necesario hablar mucho o decir muchas cosas, que no es lo mismo que pasar mucho tiempo en oración. Lucas nos relata que Jesús; “fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios”.  (Lucas (SBJ) 6,12) Los evangelios nos hablan que Jesús  pasaba mucho tiempo en oración. 
Por tanto, no debemos decir muchas palabras en la oración. Ciertamente, hablar mucho o decir muchas cosas en la oración es tratar algo muy necesario con palabras sobrantes. Lo importante es volcar el corazón a Dios. También la oración debe ser, perseverante fervorosa y continua, no interrumpiéndola por mucho  tiempo, no vaya a suceder que malos pensamientos nos introduzca en nuestro corazón la pereza en orar. Pero ante todo, la oración es abrir el corazón a Dios como a un amigo, que a la vez es Padre y Madre, en palabras sencillas y espontáneas.
7.      ¿QUE DEBO PEDIR  Y PARA QUE?
“Pedid lo que queráis y lo conseguiréis. (Juan (SBJ) 15, 7), “todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. (Juan (SBJ) 15,16). “Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré”. (Juan (SBJ) 14,14)
Jesús nos dice que todo lo que pidamos al Padre en su nombre, El nos lo concederá, y la pregunta entonces es que debo pedir, para que y para quien. Jesús siempre no pone la oración como medio eficaz de apostolado, por tanto el apóstol tiene en la oración un recurso de éxito, pero tiene la obligación de usarla como medio normal del fruto de su apostolado. La forma rotunda con que está expresada la concesión de todo lo que pidamos, es aquello que podamos compartir con los demás, es decir, no podemos pedir nada que nos lleve al egoísmo y solo sea para nosotros. Pedimos los que necesitamos para nosotros y para los demás.
Del Profeta Isaías: Entonces clamarás, y el Señor te responderá, pedirás socorro, y dirá: “Aquí estoy”. Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo y no hablas maldad,  repartes al hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía. Te guiará el Señor de continuo, hartará en los sequedales tu alma, dará vigor a tus huesos, y serás como huerto regado,  (Isaías (SBJ) 58, 6-9)
8.      ¿ESTAMOS DISPUESTO A RECIBIR TODO LO QUE DIOS NOS QUIERE DAR?
Lo incuestionable es que Dios está dispuesto a darnos mucho, ahora lo importante es que nosotros estemos dispuestos a recibirlo y en estado de recibirlo, libre del peso de la conciencia, digo esto, porque algunas veces pedimos torcido, o nuestra conciencia no nos deja llegar a Dios, al respecto, san Juan nos dice que: “en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios, y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.” (1 Juan (SBJ) 3, 20-21)
Es decir, nuestra disposición, debe ser estar preparados en conciencia, con confianza en Jesucristo, en hecho y obras de amor a nuestros hermanos, y guardando sus mandamientos, todo ello con agrado y buscando agradar a Dios. ¿Y que es lo que le agrada al Señor?, san Juan nos da a continuación la respuesta: “Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él”.  (1 Juan (SBJ) 3, 23)
9.      ¿POR QUÉ, A VECES SENTIMOS QUE NUESTRAS ORACIONES NO SON RESPONDIDAS COMO QUEREMOS?
 “En esto está la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido. (1 Juan (SBJ) 5, 14-15)
Nos sucede muchas veces que oramos y nos parece que Dios no nos responde como queremos, entonces hay que preguntarse, si lo que hemos pedido corresponde que Dios nos lo entregue o si estamos cuestionando que es El que verdaderamente sabe lo que necesitamos. “El Señor no niega la satisfacción a los que caminan en la perfección.  (Salmos (SBJ) 84,11). “Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión?  (Lucas (SBJ) 11). Lo que se nos está diciendo, que ningún padre que ame a su hijo le dará algo que le dañe, por ejemplo que le de un frasco de algo venenoso o una navaja afilada para que juegue con ella por la solo hecho de que este hijo se lo pidió.
También al Señor hay que tenerle paciencia, en especial si no recibimos precisamente y al instante las cosas que estamos pidiendo. Y si tarda lo que rogamos, igual debemos seguir creyendo que el Señor nos oye y que contestará nuestras plegarias. También es importante no ser cortos de vista y no ver que algunas veces pedimos cosas que no serían una bendición para nosotros. Si nuestro Padre sabe que es lo que necesitamos, el nos contestará con amor nuestras a nuestras oraciones, y nos dará todo aquello que es para nuestro bien. Por tanto, además debemos rogar que tengamos la sabiduría para poder ver lo bueno que nos da Dios.
10.  OREMOS CONSTANTEMENTE.
Se nos ha recomendado en todas nuestras enseñanzas que oremos infatigablemente, y es un receta para que vivamos alegres. “Estad siempre alegres. Orad constantemente”. Y también orar para gradecer, no sólo para pedir: “En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros.  (1 Tesalonicenses (SBJ) 5, 17-18). Porque la oración constante y persistente, nos ayudará a mantener una unión continua con Dios, de modo que esta unión haga en nosotros una vida honesta y pura. Una vida de continua unión con Dios, nos hará contagiarnos de la Santidad de Dios. Es necesario orar constantemente para caminar  a la santidad. Pero también hay que orar como lo hizo Jesús en Getsemani, pidiendo: “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.  (Lucas (SBJ) 22, 42), porque como ya se sabe, con confianza en que nuestro Padre sabe y desea para nosotros aquello que es bueno.
En una ocasión, mi papa, escucho de un hermano decir que este castigaría con un golpe a otro hermano, el le miró con dulzura y le dijo: Reza un Padrenuestro y después le castigas. Fue una observación muy sabia, porque nadie hace mal a otro después de orar, por eso el Señor en Getsemani dijo a sus amigos, “Levantaos y orad para que no caigáis en tentación”.  (Lucas (SBJ) 22,46). Recomendación que podemos tener siempre presente, en especial cuando vemos que podemos caer, por tanto el encargo es orar y orar incesantemente  para no pecar.
Y “Que El, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama y es él quien lo hará. Hermanos, orad también por nosotros. (1 Tesalonicenses (SBJ) 5, 24-25)
Muchas Bendiciones
Unidos en la oración
 
Fuentes; Textos, Sagrada Biblia de Jerusalén (SBJ)
Conceptos: Diccionario Teológico RAVASI
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario