Pariente lejano del Santo Fundador de los Escolapios, había nacido en (Huesca) el 23 de noviembre de 1872. Conoció a Don Bosco en la visita que hizo a Barcelona en 1886, ya que era entonces interno en la incipiente Casa Salesiana de Sarriá. Habiendo profesado a los 18 años, cinco años más tarde, en Navidades de 1895, cantaba allí mismo su Primera Misa.
Secretario del Siervo de Dios don Felipe Rinaldi durante diez años, se le encargó después de la dirección del Colegio de La Esmeralda en las Corts de Sarriá, que en 1905 se trasladaba a Matará. Dejó esta Casa en 1916 para dirigir la de Camagüey (Cuba), de donde pasó a ser Provincial de la Inspectoría Boliviano-Peruana, y desde 1925 de su Inspectoría de procedencia, la Tarraconense. Se distinguió por su gran corazón, lleno de amor a los Hermanos, a los Superiores y a la Congregación, demostrado con una actividad incansable en su servicio. Sereno mientras la persecución arreciaba, así habló a un Hermano que le exponía sus temores: —Hijo mío, debemos tener más confianza en la Divina Providencia. De todos modos, creo que estoy en gracia de Dios.
Habiendo pasado con los demás salesianos una semana en la cárcel de Valencia, fue detenido por unos milicianos de Mislata, que al ver la sotana en su maletín, le preguntaron si era cura: —Sí, soy Sacerdote Salesiano, respondió con calma y dignidad. Fue conducido de pie en un camión hacia Valencia, y al llegar al Puente de San José, el disparo de un fusil que llevaba un mozalbete, desobediente a quien le indicaba el peligro anejo a la forma de llevar el arma, acabó con su vida. Los dos salesianos que le acompañaron fueron testigos de su inmolación, consecuencia del odio al sacerdote. Era el 29 de julio de 1936.
beato josé calasanz marqués, presbítero,
y compañeros, mártires
Memoria libre
El 18 de julio de 1936 estalló la guerra
civil en España, acompañada, en ocasiones, de persecución religiosa. Laicos,
religiosos y sacerdotes fueron encarcelados y asesinados por su fe religiosa,
entre ellos 29 salesianos (entre los cuales el P. Inspector don José Calasanz)
de la antigua Inspectoría Tarraconense, 2 Hijas de María Auxiliadora (sor
Carmen Moreno y sor Amparo Carbonell) de la Inspectoría de Santa Teresa de
Jesús, y un laico (Alejandro Planas), los que dieron su vida entre julio de
1936 y abril de 1938. Murieron dando ejemplo de fidelidad a su fe cristiana y a
su vocación salesiana, con sentimientos de confianza en Dios y de perdón a sus
asesinos.
Del común de varios mártires.
Oficio de lectura
lectura segunda
De las cartas que los beatos José Calasanz, Jaime Ortiz y
Julio Junyer escribieron en aquellos momentos.
[Positio super martyrio servorum Dei Josephi Calasanz et
sociorum, Roma 1995. Informatio pp. 103-104 y 170; Summarium, pp.
204-205]
Nuestra confianza está puesta en
Dios, en la protección de María uxiliadora
y de nuestro Padre San Juan Bosco
Desde el cautiverio en la cárcel de Valencia escribía el
Inspector, don José Calasanz, a don Pedro Ricaldone, Rector Mayor de la
Congregación Salesiana, informándole sucintamente de la situación que se estaba
viviendo: «Sólo unas líneas para comunicarle noticias de algunos y mías, ya que
de otros no me es posible. Estábamos en Ejercicios Espirituales en nuestra Casa
de Valencia y pensábamos terminarlos hoy. A pesar de haberse declarado la
huelga general el lunes, pasamos tranquilos todo el día y la primera parte de
la noche; pero desde la una de la madrugada comenzaron a sonar disparos
alrededor de toda nuestra casa, y se iban repitiendo constantemente llegando a
romper los cristales de nuestras ventanas los proyectiles que disparaban contra
la Casa; después hemos sabido que desde el anochecer tenían sitiada la casa. Ya
puede imaginar la honda impresión y hasta miedo con que apresuradamente nos
levantamos todos, y más no habiendo en casa una triste arma con que
defendernos, si por ventura hubiéramos tratado de hacerlo; pero sin arma
alguna, ¿qué podíamos hacer? Para fortificar nuestras almas y para evitar una
profanación algunos fueron a la iglesia a retirar el Santísimo y comulgamos
todos, consumiendo todas las sagradas formas. Sobre las cinco de la mañana y
convencidos seguramente de que no nos defendíamos por que no teníamos armas,
asaltaron nuestra Casa y, destruyendo cuanto encontraban a su paso, llegaron
donde estábamos todos reunidos. Según cálculos debían ser más de doscientos los
asaltantes, y venían empuñando toda clase de armas y hasta palos: nos cachearon
y nos encerraron en una habitación. Según nos dieron a entender, la intención
era la de asesinarnos. Pocos momentos después llegaron las fuerzas de
seguridad, que tan repetidamente habíamos reclamado durante toda la noche desde
que notamos los primeros disparos. Creíamos que estas fuerzas, reclamadas por
nosotros, venían en nuestro socorro, pero lo acontecido es que nos han traído a
todos (37 de los nuestros y 5 empleados) a esta cárcel celular de Valencia,
desde donde le escribo no sé en calidad de qué: alguno me ha dicho que como
presos gubernativos, y hasta creo se ha dicho que acusados de haber hecho
disparos, lo que es completamente falso porque, como he dicho, no teníamos en
casa ni una triste arma. No sé el tiempo que nos tendrán aquí: Dios sabe si se
prolongará por unos días o por semanas; y sé mucho menos la muerte que puede
esperarnos. Pero nuestra confianza está puesta en Dios y en la protección de
María Auxiliadora y de nuestro Padre San Juan Bosco: no dudamos tampoco de su
bendición y de las oraciones de usted y demás Superiores y hermanos. Ya puede
figurarse cuánto lamento no poder comunicarle noticias de ninguna Casa: estamos
incomunicados, y las noticias de este movimiento sedicioso son lo más
contradictorias. Por si puede salir pronto esta carta, pongo punto final,
encomendándonos a sus oraciones y pidiendo su bendición».
También el salesiano coadjutor Jaime Ortiz, semanas antes de morir,
escribió a su madre dos cartas, de las que entresacamos los siguientes
sentimientos: «Tal vez Dios nuestro Señor ha permitido este estado de cosas
para que no nos durmamos, para que trabajemos con nuevos bríos, para que sólo busquemos su mayor gloria y no
nuestro bienestar... No todo sale como nos gustaría a nosotros o nos parece
mejor. Seguramente Dios nuestro Señor sacará muchísimo bien así, mejor que de
otra manera, y por esto ha permitido este aparente fracaso [...] Ciertamente
estaréis preocupados por lo que pudiera ocurrirnos si continuasen las
salvajadas de los últimos días... Nosotros seguimos trabajando normalmente,
tanto los salesianos como los chicos, con tranquilidad, sin preocuparnos gran
cosa por lo que pueda ocurrir. Quiero decir, sin dejarnos abatir por el
pesimismo... Ya veremos cuánto nos querrá probar el Señor... Rezad para que
amemos un poco más nuestra vocación y contribuyamos en lo que podamos, a la
mayor gloria de Cristo Rey».
Por su parte, el sacerdote Julio Junyer escribía a su primo, horas
antes de su muerte: «Apreciado Paco: Ha llegado el día último de mi vida y a ti
y a toda la familia dirijo mi último saludo, que quisiera ser un abrazo. Os
espero en el cielo, al cual espero poder ir por la misericordia de Dios. Muero
inocente; y ofrezco mi vida al Señor por el bien de la Iglesia y de España. En
cuanto a mis padres, tu prudencia te dirá lo que debes hacer. A los jueces que me condenaron, de
todo corazón los perdono. Nada más, Paco. De la tía Salvadora pido sólo
resignación y conformidad con la voluntad de Dios. Rogad por mí y hasta el
cielo».
responsorio
(Sab 3,9; 4,15).
R/. Los que ponen en Dios su confianza comprenderán la verdad,
* y los fieles permanecerán junto a él en el amor.
V/. Los fieles del Señor hallan gracia y misericordia, y él
salva a sus santos. * Y los fieles.
Oración final como en Laudes
Laudes
Ant. Dichosos los perseguidos por causa de la
justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Preces
Celebremos, amados hermanos, a nuestro Salvador, el testigo
fiel, y, al recordar, hoy a nuestros hermanos que murieron por la fe,
supliquémosle, diciendo: Nos has comprado con tu sangre, Señor.
Por la
intercesión de nuestros hermanos mártires, que entregaron libremente su vida
como testimonio de fe,
- concédenos, Señor, la verdadera
libertad de espíritu.
Por la
intercesión de nuestros hermanos mártires, que proclamaron la fe hasta derramar
su sangre,
- concédenos, Señor, la audacia y la
constancia en la fe.
Por la
intercesión de nuestros hermanos mártires, que, soportando la cruz, siguieron
tus pasos,
- concédenos, Señor, vencer con
generosidad las contrariedades de la vida.
Por la
intercesión de nuestros hermanos mártires, que lavaron su manto en la sangre
del Cordero,
- concédenos, Señor, entregar nuestra
vida al servicio de los jóvenes.
Padre nuestro.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, que concediste a los beatos mártires José
Calasanz y compañeros la gracia de morir por Cristo, concédenos fuerza en
nuestra debilidad para que también nosotros nos mantengamos fuertes en la
confesión de tu nombre y en la fidelidad a la vocación salesiana. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Vísperas
Ant. Dichosos vosotros si sois injuriados por el
nombre de Cristo, pues el Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.
Preces
A la misma hora que Jesucristo, Rey de los mártires, ofreció
su vida en la última cena y la entregó en la cruz, démosle gracias, diciendo: Te
glorificamos, Señor.
Porque nos
has amado hasta el extremo, Salvador nuestro, Rey de los mártires:
- Te glorificamos, Señor.
Porque
sigues llamando a los pecadores a la conversión y al banquete del Reino:
- Te glorificamos, Señor.
Porque has
dado a tu Iglesia el sacrificio de la nueva alianza en tu sangre, derramada
para el perdón de los pecados:
- Te glorificamos, Señor.
Porque, con
su gracia, nos has dado perseverancia en la fe durante el día que ahora
termina:
- Te glorificamos, Señor.
Porque has
asociado a tu muerte a todos nuestros hermanos difuntos:
- Te glorificamos, Señor.
Padre nuestro.
Oración final como en Laudes
Misa
Colecta
Dios todopoderoso y eterno, que concediste a los beatos
mártires José Calasanz y compañeros la gracia de morir por Cristo, concédenos
fuerza en nuestra debilidad para que también nosotros nos mantengamos fuertes
en la confesión de tu nombre y en la fidelidad a la vocación salesiana. Por
nuestro Señor Jesucristo.
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos en la
conmemoración de tus mártires, y concédenos la gracia de permanecer siempre
firmes en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo.
Prefacio del común de mártires
Poscomunión
Señor, que tus dones den fruto en nosotros y que la comunión
recibida en memoria de nuestros hermanos mártires nos alcance la salvación y la
paz. Por Jesucristo.
Lecturas de la Misa
Primera lectura (Rom 8,31b-35.37-39)
Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos
Ni la muerte ni la
vida, podrá apartarnos del amor de Dios
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a
su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará
todo con El? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la
derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor
de Cristo?; ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la
desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, pero en todo esto vencemos fácilmente por
aquél que nos ha amado. Pues estoy convencido que ni muerte, ni vida, ni
ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni
profundidad, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios manifestado
en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Salmo responsorial (30,3b-4.6-7a.8a.16b-17; R.: 6a)
R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Sé la roca de mi refugio, / un baluarte donde me salve, / tú que eres
mi roca y mi baluarte; / por tu nombre dirígeme y guíame.
A tus manos, Señor, encomiendo mi
espíritu; / tú, el Dios leal, me librarás. / Yo confío en el Señor, / tu
misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Líbrame de los enemigos que me
persiguen; / haz brillar tu rostro sobre tu siervo, / sálvame por tu
misericordia.
Aleluya y versículo antes del evangelio (cf. Jn 12,24)
Aleluya, aleluya. El grano de trigo que cae en tierra, al
morir da mucho fruto. Aleluya.
Evangelio (Jn 12,24-26)
Lectura del evangelio según san Juan.
Si el grano de
trigo muere, da mucho fruto
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Os aseguro que
si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere,
da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí
mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme,
que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva
el Padre le premiará.
Oración de los fieles
Oremos, hermanos, a Dios Padre que, por intercesión de los
mártires, nos concede la gracia de testimoniar la fuerza salvadora del
Evangelio de Jesucristo.
1. Por la santa Iglesia de Dios: para que, confortada por el sacrificio
de los mártires, penetre cada vez más en el misterio redentor de la Cruz.
2. Por los misioneros,
catequistas y todos los agentes de pastoral: para que siembren con generosidad
y sin desánimo la simiente del Evangelio en el corazón de los jóvenes que
buscan sentido a su vida.
3. Por las vocaciones al
ministerio sacerdotal y a la vida consagrada: para que sepan escuchar la
llamada de Cristo a seguirlo más de cerca, al servicio del mundo y de la
Iglesia.
4. Por los que participamos en
esta eucaristía: para que afrontando firmes en la fe las dificultades de la
vida de cada día, sigamos a Cristo con generosidad.
Padre, tú diste al mártir José Calasanz y a sus compañeros
la gracia de entregar su vida por el Evangelio, concédenos la fuerza del
Espíritu para ser cada día mejores discípulos de tu Hijo. Que vive y reina.
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