México, goza de una gran cantidad de platillos suculentos que hacen del buen comer una gran delicia, para todos los gustos hay, económicos y bastantes suntuosos, sencillos y muy elaborados, sobrios y muy atractivos, picosos y dulces, todos estos platillos hace que nos enamoremos de nuestro bello país; sí la sola comida que hoy se come y más tarde se desecha, sí hoy se prepara y en unos días se echa a perder, hace tan feliz a los ciudadanos mexicanos, ¿qué será disfrutar como el manjar más suculento de México la palabra de Dios? Cf. Mt 4, 4: se come y no se desecha nunca, es eterna, no tiene caducidad, es viva y eficaz cf. Hb 4, 12, nutre, no solo el alma, nutre el cuerpo y el espíritu, hace crecer en calidad el alma, a tal grado de no necesitar en primer instancia los platillos suculentos mexicanos, pero… para que sea viva y eficaz el católico la tiene que saborear y sólo se logra estudiándola, conociéndola, comiéndola, dejándole a Dios instruir cf. Is 54,13.
En este año de la fe, ha quedado bien marcada y visible la necesidad de vivir la primera regla de oro de la fe de los católicos: “estudiar la sagrada escritura” con sus gratificantes del contacto con ella como son: la meditación y profundización de ella; los católicos del siglo XXI ya no nos podemos excusarnos en vivir plenamente lo que profesamos, ya no le podemos echar la culpa a la Iglesia de que no nos haya enseñado a amar la palabra de Dios, ya no tenemos en que justificarnos para no tener contacto con la palabra de Dios: La Palabra de Dios constituye también el impulso inagotable de la misión eclesial, orientada ya sea hacia aquellos que se encuentran lejos como también hacia los cercanos. (LG1).
Las parroquias están acercando la instrumentalización adecuada para estudiar de manera sistemática la palabra de Dios, sí algunos no pudiesen por factores que sean muy difícil de sortear, acercar cursos básicos de lectio divina, círculos bíblicos, reflexiones bíblicas y comentarios al evangelio, en donde se puede, se están fundando las escuelas de agentes de pastoral con tres años básicos de sagrada escritura y quién desee más, están los institutos bíblicos. El detalle es que haya donde estudiar a la sagrada escritura y a la vez la teología como punto de su partida para la formación de los católicos; nuestro catecismo esta sostenido por la palabra de Dios, nuestra catequesis sostenida por la sagrada escritura, el actuar de la Iglesia animada por la palabra divina, es decir aunque a Dios no se le puede tocar, aunque no se le puede oler, aunque no se le puede ver: “¡Sí, se le puede leer! San Gregorio Magno.
Estudiar la palabra de Dios, puede ser difícil y pesado al inicio, no estamos familiarizados y acostumbrados al estudio, pero… ¿sabe?, Dios va penetrando las entrañas con su palabra y se va quedando entre los tuétanos, nervios, ligamentos y empieza a mezclarse con la sangre y comienza a fluir en el liquido vital, recorriendo el cuerpo, cerebro, corazón y espíritu cf. Ez 37, 7, quedando grabada la palabra en el corazón y aun cuando se duerme en clase por falta de hábito de estudio, la persona que estudia empieza la palabra a enamorarlo de Dios cf. J n14,23.
Esta regla de oro, es la primera que debemos vivir como católicos en formación, porque la palabra es la que seduce al hombre cf. Jer 20, 7 y a esa seducción, el hombre le pone mucha resistencia porque sabe que lo va a transformar y no va a volver a ser el mismo por ese fuego intenso que recorre el ser entero cf. Jer 20, 9.
Quién comienza a estudiar la palabra de Dios, empieza a experimentar un ardor indescriptible, no se sabe porque hay alegría en su corazón cf. Lc 24, 32; aunque la mente se embota por tanta información, nombres raros, lugares extraños, historias que parecen mitos y modismos que pueden confundir, el que estudia experimenta la sensación de transportarse al tiempo de Jesús, es como sí el Espíritu santo nos llevará a ese lugar cf. Jn 14, 26.
En pleno siglo XXI, no podemos dejar de privarnos de relacionarnos con nuestro Salvador, con nuestro Señor, con nuestro Dios, no podemos cerrar nuestros oídos para no escuchar el llamado que él nos hace a conocerlo y formarnos como discípulos cf. Mt 5, 1-2.
La Iglesia en movimiento está, y su accionar va a depender del compromiso que tengamos en ella, el parecernos a Cristo va a permitir recobrar la esencia de Cristo que es el logos y enseña todo que le ha oído al Padre y el espíritu santo lo refleja en esa acción trinitaria cf. Jn 17, 14.
En conclusión: sigue diciendo el adagio: católico que no conoce la sagrada escritura, seguro protestante y la ignorancia reina como densa neblina en su vida, llevando a un final desastroso y vacío. La regla de oro que debemos observar como número uno es: conocer, estudiar y hacer vida la sagrada palabra de Dios.
Muy precisa y entendible la regla, bien dicho ya no hay excusa para conocer a Dios a través de su Palabra y no saber de la fuente de donde mana su fuerza (Eucaristía y Espíritu).
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