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lunes, 27 de mayo de 2013

Francisco Patrizi de Siena, Beato


Presbítero Servita, Mayo 26
 
Francisco Patrizi de Siena, Beato
Francisco Patrizi de Siena, Beato

Presbítero Servita

Martirologio Romano: En Siena, de la Toscana, beato Francisco Patrizi, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que con admirable celo se entregó a la predicación, la dirección espiritual y el ministerio de la penitencia (1328).

Etimológicamente: Francisco = Aquel que porta la bandera, es de origen germánico.
El beato Francisco nació en Siena el año 1266.

Su piadosos padres fueron Arrighetto y Raynaldesca. Según leemos en un escrito de fray Cristóbal de Parma, que fue su compañero y padre espiritual, Francisco siendo de corta edad, acudía con frecuencia a la iglesia y escuchaba asiduamente la palabra de Dios.

Embriagado por la elocuencia de fray Ambrosio Sansedonio, predicador insigne, e impresionado por sus palabras, con las que en otro tiempo había ensalzado con gran fervor las excelencias de la vida solitaria y dedicada a la oración, determinó retirarse a vivir en soledad. Pero lo retuvo el amor a su madre, que estaba ciega, y a quien cuidó con gran cariño.

Al morir ésta, cuando él tenía veintidós años y con la posibilidad de realizar su ardiente deseo de vida eremítica, le pareció oír una voz interior que le sugería: “El mal no está en el trato con los hombres, sino en la imitación de sus vicios” y que Dios vería con agrado que se dedicara, con la palabra y el ejemplo, a conducir a los hombres por el camino del bien.

Entonces él, que ya desde la niñez había elegido a “la gloriosa Virgen como especial Madre y señora” y le había profesado siempre una gran reverencia, tanto en el alma como en el cuerpo, pidió y fue admitido en la Orden de los Siervos de santa María.

En el trato fraterno, aumentaron aún aquellas virtudes que habían adornado el alma de Francisco cuando vivía en el mundo: la caridad para con todos, el amor a la penitencia y a la pobreza, la humildad de corazón, la guarda de la castidad, la paciencia en las adversidades, la filial devoción a la santísima Virgen, a la que llamaba Señora y a la que invocaba con mucha frecuencia por su dulcísimo nombre.

Ordenado sacerdote, mostró un gran amor a la Eucaristía, y así, cuando celebraba, se le veía tan inundado de gozo y alegría que “cualquiera hubiese creído – dice su biógrafo – que vía sin el velo de los sacramentos a Cristo glorioso encarnado”. Tuvo un particular interés en explicar la palabra de Dios, y, para hacerlo con más eficacia, se preparaba más con la oración que con los libros, ya que estaba persuadido de que no la erudición sino la unción, no la ciencia sino la conciencia, no los escritos sino la caridad enseñan la verdadera teología.

Era tanta su entrega en la celebración del sacramento de la penitencia, en el dar saludables consejos, en el apaciguar las discordias, en ayudar a los necesitados, en atender a los enfermos, que acudían a él hombres y mujeres de toda edad y condición.

A la edad de sesenta y tres años, poco antes de la solemnidad de la Ascensión del Señor, presintió que se acercaba la hora de su muerte. Entonces, como el que se dispone a emprender un viaje, dispuso en orden a sus libros y enseres personales, visitó y bendijo a sus hijos espirituales. La vigilia de la Ascensión quiso comer con la comunidad, en señal de fraternidad y de despedida.

El día de la Ascensión – según refiere fray Cristóbal de Parma – purificó su alma con el sacramento de la penitencia; luego, aunque estaba casi extenuado, celebró la santa misa y con el permiso del prior se puso en camino hacia el pueblo de Prisciano, situado en las inmediaciones de Siena, para predicar allí la palabra de Dios. El biógrafo citado parece haber querido expresar el sentido y la índole de toda la vida del beato Francisco, al representarlo, a punto de morir, cumpliendo en el camino un deber de reverencia para con la Virgen: “Salió al encuentro del siervo de Dios una mujer desconocida, la cual, desde una casa de campo se le aproximó con un ramo de rosas, y le dijo: ‘Fray Francisco, aceptad estas rosas’. El siervo de Dios las recibió de buen grado de sus manos y, haciendo acopio de todas sus fuerzas, las llevó a una imagen de la Virgen gloriosa que estaba pintada en una ermita que allí había y , habiendo comenzado la salutación angélica, poco a poco hincó en tierra la rodilla derecha y a continuación se desplomó todo él por el lado derecho, ofreciéndose a sí mismo, como flor y lirio, él que era virgen, a la Virgen, en la inminencia de su muerte”.

Francisco fue llevado medio muerto al convento y allí, en presencia de los frailes, expiró, el 26 de mayo de 1328. Su cuerpo fue sepultado con honor en la basílica de Santa María de los Siervos en Siena. Benedicto XIV confirmó su culto el año 1743.

(Texto tomado del "Propio del Oficio de la Orden de los Siervos de María")

ORACION
Infunde, Señor, en nosotros
la suave piedad y el amor fuerte
con que tu siervo Francisco
veneró a la Madre de tu Hijo
y se entregó a la dirección espiritual
de tu pueblo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.


Beato Francisco Patrizi, religioso presbítero
fecha: 26 de mayo
fecha en el calendario anterior: 12 de mayo
n.: 1266 - †: 1328 - país: Italia
otras formas del nombre: Franco de Siena
canonización: Conf. Culto: Benedicto XIV 1743
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Siena, de la Toscana, beato Francisco Patrizi, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que con admirable celo se entregó a la predicación, a la dirección espiritual y al ministerio de la penitencia.

Uno de los hombres ilustres de la Orden de los Servitas y, ciertamente no el menor, fue el beato Francisco Arrighetto. El beato descendía de la noble familia Patrizzi de Siena y, generalmente, se le conoce por ese apellido. Francisco hubiese querido retirarse a la soledad a vivir como anacoreta, pero el deber filial le obligó a quedarse con su madre, que era viuda y estaba ciega. A la muerte de ésta, tomó el hábito de la Orden de los Siervos de María de manos de san Felipe Benizi y pronto se convirtió en un predicador y misionero muy famoso. Su confesonario estaba siempre lleno. Su popularidad parece haber despertado cierta envidia entre sus hermanos. Afligido y perplejo por el conflicto al que daba lugar, Francisco invocó a la Santísima Virgen para que le ayudase a sortear aquel contratiempo y, súbitamente, quedó sordo. La enfermedad no duró mucho tiempo, pero hizo comprender al beato que Dios quería que le sirviese más con la lengua que con los oídos. Dotado de una extraordinaria capacidad para improvisar, Francisco se dedicó a predicar incansablemente. Practicaba toda clase de mortificaciones corporales, pero jamás íba demasiado lejos en el ayuno, pues sabía que necesitaba de todas las fuerzas que Dios le había dado para hacer el bien. El beato predijo que su muerte tendría lugar el día de la Ascensión en 1328. Ese día salió a predicar, como se lo habían pedido, pero murió en el camino. El biógrafo del beato cuenta, muy por menudo, su conmovedora muerte. Francisco Patrizzi vivió siempre en Siena, donde se le venera todavía. Su culto fue aprobado en 1743.

Todo lo que sabemos sobre el beato Francisco se halla en la biografía publicada en Analecta Bollandiana, vol. XIV (1895), pp. 167-197, por el P. Soulier, O.S.M. El autor de dicha biografía es el P. Cristóbal de Palma, contemporáneo del beato. Imagen del beato en la fachada exterior de la iglesia de San Marcello al Corso, en Roma.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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