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lunes, 29 de abril de 2013

San Acardo de Avranches, abad y obispo

fecha: 29 de abril
†: 1172 - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: Santi e Beati
En el monasterio de La Lucerne-d'Outremer, en Normandía, san Acardo, obispo de Avranches, que, abad durante un tiempo de San Víctor de París, escribió varios tratados de vida espiritual a fin de conducir el alma cristiana a la perfección, y al fallecer fue enterrado en esta abadía Premonstratense, que visitaba a menudo.
Abad de San Víctor y luego obispo de Avranches, fue descendiente de una noble familia normanda, establecida en Inglaterra siguiendo a Guillermo el Conquistador en la expedición del 1066, nació en la primera mitad del siglo XII, según algunos en la isla de Inglaterra, según otros, en Normandía, en Domfront (Orne).

Recibida la primera educación entre los canónigos regulares de Bridlington (diócesis de York), pasó, para perfeccionarse en los estudios, a París; aquí abrazó la vida religiosa en la nueva abadía de San Víctor, donde el ejemplo del célebre Hugo de San Víctor le fue de acicate para el estudio y la virtud. Muerto el abad Gilduino en 1155, le sucedió como segundo abad de la casa. En 1157 fue elegido obispo de Séez, pero Enrique II de Inglaterra se opuso a su consagración porque, según santo Tomás de Canterbury, el papa Adrián IV había favorecido la elección. En 1161 fue nombrado obispo de Avranches. Piadoso y benéfico, por su amistad con el monarca inglés obtuvo muchos favores para su diócesis y para la región entera de Normandía. Murió el 29 de abril de 1171, y fue sepultado en la iglesia de la abadía premostratense de La Lucerne, de la cual había sido el principal benefactor, y quien en 1164 había bendecido la primera piedra.

En las fuentes se le da el título de Maestro (Magister Achardus), y su epitafio lo llama «Famoso Doctor Achardus» (PL 196, 1779); pero sus escritos, no aun del todo individualizados, permanecen inéditos. La abadía de Maredsous tomó a su cargo la empresa de realizar esa primera edición, y desde 1899 ha recopilado material. En base a esto, Morín lo ha reconocido «su genio sutil y a la vez lúcido, su análisis audaz de los misterios del ser humano, junto con el misticismo Victorino, en un estilo vivaz, a veces elocuente, mucho más eficaz que la posterior escolástica», y le reconoce la paternidad del tratado «De discretione animae, spiritus et mentis», falsamente atribuido con anterioridad a Adán de San Víctor.

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