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martes, 23 de abril de 2013

CUANDO ADORAR

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    adorar

siete veces al día.

Un Abad Cisterciense de nuestra época, que había sido militar, un día sintió el llamado del Señor para hacerse trapense.  El se sentía llamado a una vida contemplativa, al silencio y al recogimiento. 
monje
Al principio se sintió muy bien en la Trapa, pero  al cabo de unos años se dio cuenta que los monjes del convento donde estaba no eran contemplativos ¡eran trabajadores! 
El seguía siendo contemplativo y orando, por instrucciones del Señor.
Los Monjes rezaban el Oficio Divino juntos, estaban en Misa juntos.  Pero …¿?
Y un día fue nombrado Abad y pensó:  “Ahora soy responsable de esta comunidad de trabajadores que debe convertirse en una comunidad contemplativa”.
Invocando al Espíritu Santo para ver cómo hacer, recibió la respuesta:  “Recuérdales el deber de la adoración; ya no adoran.  Intentan cantar las alabanzas de Dios, pero ya no adoran, de modo que ya no puedo hacer nada por ellos.  Diles que adoren siete veces al día”. 
¿Por qué siete veces al día?  No sólo porque siete es el número de la plenitud, sino por la frase del Salmo:   “Siete veces al día te alabo, a causa de tus justos juicios” (Salmo 119, 164).
No es casualidad que la Santísima Virgen María en el mensaje en Medyugorie del 25-2-08 dice algo parecido:  “Que vuestro día esté hilvanado de pequeñas y fervientes oraciones”.
La Virgen adora al Niño
Notemos que la Virgen habla de pequeñas y fervientes oraciones:  jaculatorias, actos de amor, de decirle algo al Señor, de tomar conciencia de que está con uno en ese momento. 
No tienen que ser interrupciones largas:  son pequeños momentos de contacto con el Señor, pequeños momentos de adoración.
 Comenzando con el ofrecimiento de obras (“soy tuyo, Señor, el día es tuyo, haz conmigo lo que quieras:  aquí estoy para hacer tu Voluntad”) y terminando con el examen de conciencia en la noche (“qué he hecho hoy que Jesús no hubiera hecho … perdóname Señor, quiero ser como Tú eres y hacer lo que Tú harías”), sólo hay que hilvanar unos cuantos más a lo largo de la jornada diaria, por ejemplo, cada vez que cambiemos de ocupación.
Pero volvamos al Monasterio Trapense:  al cabo de seis meses, la Trapa de trabajadores se había convertido en una Trapa de contemplativos.

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