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viernes, 25 de enero de 2013

Enrique Suso, Beato

Presbítero Dominico, 25 de enero
 
Enrique Suso, Beato
Enrique Suso, Beato

Presbítero Dominico

Martirologio Romano: En Ulm, ciudad de Suabia (hoy Alemania), beato Enrique Suso, presbítero de la Orden de Predicadores, que soportó pacientemente muchos contratiempos y enfermedades, compuso un tratado sobre la sabiduría eterna y predicó a menudo sobre el Nombre de Jesús (1366).

Etimológicmente: Enrique = Aquel que es el caudillo de su morada, es de origen germánico.

Fecha de beatificación: En 1831 por Gregorio XVI.
Místico alemán, nació en Constanza el 21 de Marzo probablemente de 1295; murió en Ulm, el 25 de Enero de 1366.

SU VIDA

Su padre perteneció a una noble familia de Berg; su madre, una santa mujer de la cual él tomó su nombre, a una familia de Sus (o Süs, de ahí el nombre Suso o Susso). A los trece años de edad ingresó al convento de los Dominicos en Constanza, donde realizó estudios de preparatoria, filosofía y teología. De 1324 a 1327 tomó un curso suplementario de teología en el Estudio General de los Dominicos en Colonia, donde se sentó a los pies de Johann Eckhart "el Maestro", y probablemente fue condiscípulo de Tauler, ambos célebres místicos. De regreso a Constanza fue nombrado para el oficio de lector, del cual parece haber sido removido varias veces entre 1329 y 1334. En el último año comenzó su carrera apostólica. Para 1343 fue elegido superior de un convento, probablemente en Diessenhofen. Cinco años más tarde fue enviado de Constanza a Ulm donde permaneció hasta su muerte.

La vida de Susso como místico comenzó a los dieciocho años, cuando, rompiendo con sus malas costumbres de los cinco años anteriores, se hizo a sí mismo "el Sirviente de la Eterna Sabiduría", la cual él identificaba con la esencia Divina y, en una forma concreta, con la persona de la Eterna Sabiduría hecha hombre. De ahí en adelante, una ardiente amor por la Eterna Sabiduría dominaría sus pensamientos y controlaría sus acciones. Tuvo frecuentes visiones y éxtasis, practicó una severa austeridad (la que prudentemente moderó en sus años maduros), y soportó con paciencia inusual las aflicciones corporales, amargas persecuciones y dolorosas calumnias.

Se convirtió en el más destacado entre los Amigos de Dios en el trabajo por el restablecimiento de la observancia religiosa en los claustros. Su influencia fue especialmente fuerte en muchos conventos de mujeres, particularmente en el convento de las Dominicas de Katherinenthal, una famosa escuela de misticismo en los siglos XIII y XIV, y en el de Toss, donde vivía la mística Elsbeth Stagel, quien tradujo algunos de sus trabajos en Latín al Alemán, reunió y preservó la mayor parte de sus cartas existentes, y consiguió de él la historia de su vida, la cual después él mismo desarrolló y publicó.

En muchas partes era muy estimado como predicador, y fue escuchado en ciudades y pueblos de Suavia, Suiza, Alsacia y los Países Bajos. Sin embargo, su apostolado no era con las masas, sino con individuos de todas las clases, quienes le buscaban por su personalidad singularmente atractiva, y para los cuales él se convirtió en el director personal de su vida espiritual.

A menudo se ha dicho incorrectamente que él estableció entre los Amigos de Dios una sociedad llamada la Hermandad de la Eterna Sabiduría. La así llamada Regla de la Hermandad de la Eterna Sabiduría no es sino una traducción libre de un capítulo de su Horologium Sapientiae, y no hizo su aparición hasta el siglo XV.

SUS ESCRITOS

El primer escrito que salió de la pluma de Susso fue Büchlein der Wahrheit, el cual redactó mientras estudiaba en Colonia. Su doctrina fue criticada desfavorablemente en algunos círculos - muy probablemente a causa de la relación tan estrecha de su autor con Eckhart, quien había sido llamado para explicar o retractarse de ciertas proposiciones - pero se encontró que era completamente ortodoxa. Como en este, en sus otros escritos Susso, aunque revelaba la influencia de Eckhart, siempre evitó caer en los errores del "Maestro". En realidad, el libro fue escrito en parte contra las enseñanzas panteístas de los Beghards, y contra las enseñanzas libertinas de los Brethren del Espíritu Libre. El Padre Denifle lo considera como el "libro pequeño" más complejo entre los escritos de los místicos alemanes.

Mientras en este libro Susso se expresa como un contemplativo intelectual, en su siguiente Das Büchlein der ewigen Weisheit, publicado a principios de 1328, es eminentemente práctico y habla de su rebosante corazón a "hombres comunes que aún tienen imperfecciones por cancelar". Bihlmeyer acepta el juicio de Denifle de que es "el más bello fruto del misticismo Alemán", y lo pone a la par de las Homilías de San Bernardo, y de la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis. En la segunda mitad del siglo XIV y en el siglo XV no hubo otro libro de meditación más leído en lengua alemana.

En 1334 Susso tradujo esta obra al Latín, pero aumentando considerablemente sus contenidos, haciendo de este un libro casi completamente nuevo al que dio el nombre de Horologium Sapientiae. Aún más elevado que el original, con un lenguaje acabado, rico en imágenes, ritmo y movimiento, se convirtió en un libro favorito en los claustros a finales de la Edad Media, no solo en Alemania, sino en los Países Bajos, Francia, Italia e Inglaterra.

A este mismo periodo de actividad literaria de Susso podría pertenecer Das Minnebüchlein pero su autenticidad es dudosa.

Luego de retirarse a Ulm, Susso escribió la historia de su vida interior (Vita o Leben Seuses), revisó el Büchlein der Wahrheit, y el Büchlein der ewigen Weisheit, con los cuales, y junto con once de sus cartas (el Briefbüchlein) y un prólogo, formó un libro conocido como el Exemplar Seuses.

Además de los escritos mencionados anteriormente, tenemos también cinco sermones de Susso y una colección de veintiocho de sus cartas (Grosses Briefbuch), las cuales se pueden encontrar en la edición de Bihlmeyer.

Susso es llamado por Wackernagel y otros un "Un poeta de amor en prosa y en el orden espiritual." El amor mutuo entre Dios y el hombre, el cual es su tema principal, le da calidez y color a su estilo. Aprovechó al máximo la flexibilidad del idioma alemán con una rara habilidad, y contribuyó en mucho a la formación de la bella prosa germana, especialmente matizando con nuevos significados palabras empleadas para describir sensaciones interiores. Su bagaje intelectual fue característico de los escolásticos de su época. En su doctrina jamás hubo el menor rastro de tendencias no ortodoxas.

Durante siglos ejerció gran influencia sobre escritores espirituales. Entre sus lectores y admiradores estuvieron Tomás de Kempis y el Beato Pedro Canisio.


fecha: 25 de enero
fecha en el calendario anterior: 2 de marzo
n.: c. 1295 - †: 1366 - país: Alemania
otras formas del nombre: Heinrich Seuse, Heinrich von Berg
canonización: Conf. Culto: Gregorio XVI 1831
hagiografía: «Vidas de los santos», Alban Butler
En Ulm, ciudad de Suabia, beato Enrique Suso, presbítero de la Orden de Predicadores, que soportó pacientemente muchos contratiempos y enfermedades, compuso un tratado sobre la sabiduría eterna y predicó asiduamente sobre el Nombre de Jesús.

El siglo XIV fue un periodo de notable actividad espiritual en Alemania, donde la renovación religiosa se encauzó principalmente por los caminos del misticismo. Casi todos los principales elementos de la renovación sufrieron la influencia, directa o indirecta, de Meister Eckhart. No todos eran monjes; había también profetas itinerantes y jefes de pequeñas congregaciones de «amigos de Dios», como se llamaban a sí mismos, cuyos miembros vivían más o menos en el mundo, sin ser del mundo, y consagraban gran parte de su tiempo a la oración y las buenas obras. Las enseñanzas de tales maestros se propagaban en escritos, sermones y «conversaciones de sobremesa», que correspondían aproximadamente a nuestros actuales retiros. Tal vez el más famoso de los discípulos de Eckhart fue Enrique Suso.
Su nombre de familia era Von Berg, aunque Enrique prefirió el apellido de su madre, una santa mujer que sufrió mucho por causa de su disoluto marido. Ignoramos la fecha exacta de su nacimiento y todo lo que sabemos de sus primeros años se reduce a un párrafo de su autobiografía, donde habla en tercera persona, según costumbre: «Durante su niñez, cuando llegaba el delicioso verano y aparecían las primeras flores, tenía la costumbre de no cortar ninguna, antes de haber ofrecido las flores de su vida espiritual a la Madre de Dios, la más bella de las rosas». A los trece años, entró Enrique en el convento de los dominicos de Constanza, que era su ciudad natal, como lo ha demostrado Bihlmeyer. Dicho monasterio, que se halla situado en una hermosa islita junto a la desembocadura del Rhin, fue transformado posteriormente en fábrica. Enrique permaneció allí hasta su profesión; después fue traslado al «studium general» o Universidad de Colonia. Durante algunos años parece haber llevado una vida un tanto descuidada, pero al cumplir dieciocho años, recibió lo que él describe como «una secreta iluminación de los designios de Dios», que «le apartó rápidamente del amor a las criaturas». La frase: «Renuncia a lodo», sonaba constantemente en sus oídos, hasta que decidió seguir lealmenle y por completo el llamamiento divino. En vano trató el demonio de disuadirle con consideraciones de prudencia puramente humana, sugiriéndole que su conversión había sido demasiado rápida, que la gracia no le sostendría, que la perseverancia, en esas condiciones, era imposible y que la moderación era el secreto del éxito. La prudencia celestial enseñó a Enrique a hacer frente a esos ataques del demonio y a vencerlos.
Enrique se sintió llamado a convertirse en «el siervo de la Sabiduría Eterna» y su veneración por el nombre de Dios era tal, que grabó esa palabra sobre su carne. Enrique expresó su amor a la Virgen María y sus propias experiencias espirituales en un lenguaje «místico» que, por momentos es emocionante, y a veces resulta extravagante. Practicaba penitencias corporales atroces que, en épocas como la nuestra podrian parecer morbosas. A estas mortificaciones físicas venía a añadirse la tortura de las tentaciones contra la fe, de una intensa melancolía o depresión nerviosa y del temor de sentirse inevitablemente condenado al infierno. El beato escribió, hablando de sí mismo: «Después de ese terrible sufrimiento, que había durado cerca de diez años, durante los cuales se sentía irremisiblemente condenado, fue a ver al santo maestro Eckhart y le contó sus penas. El siervo de Dios le consoló para siempre y le sacó del infierno en que había vivido». Hacia los cuarenta años, Enrique renunció también a las mortificaciones exteriores, pues Dios le reveló que tales prácticas constituían sólo el principio de la vida espiritual y que, para alcanzar la perfección, tenía que insistir en otra dirección. En vez de permanecer solo, dedicado únicamente a su propia alma, tendría que salir a trabajar por la salvación de sus prójimos. Dios le reveló también que, si bien le había librado de los sufrimientos que le atormentaban hasta entonces, no por ello dejaban de esperarle otras cruces. Hasta entonces se había mortificado voluntariamente; ahora iba a saber lo que era ser perseguido por otros, a experimentar la ingratitud y la pérdida del buen nombre y de los amigos.
Suso se había distinguido como estudiante en la Universidad de Colonia y, cuando empezó a predicar, su sabiduría y su elocuencia le ganaron numerosos discípulos de ambos sexos. Se cuenta que predicó durante treinta y siete años, que convirtió a numerosos pecadores y obró muchos milagros. En cierta ocasión en que predicaba en Colonia, sus oyentes vieron brillar su rostro como el sol. Pero las dificultades no escaseaban. Sus enemigos le acusaron de robo y de sacrilegio, basándose en el falso testimonio de un niño. En otra ocasión, se levantaron contra él sospechas de que había envenenado a una persona. Más tarde, se le acusó de haber fingido un milagro y tuvo que salir huyendo para salvar la vida. En los Países Bajos las autoridades eclesiásticas le reprendieron por haber escrito obras heréticas. Aunque el beato pudo probar su inocencia, esta pena le produjo una grave enfermedad. Su hermana, que era religiosa, cayó en un triste pecado y huyó del convento. Suso no descansó hasta dar con ella, la reconvirtió y la condujo a otro convento, donde la religiosa murió santamente. Menos éxito tuvo en el caso de otra pecadora que se había puesto bajo su dirección y le engañaba diciéndole que había cambiado de vida. Cuando el beato descubrió el engaño, se negó a seguirla dirigiendo. Para vengarse, la mujer le acusó de ser el padre de su hijo; según parece, las gentes creyeron a la mujer. Tal vez contribuyó a ello la caritativa actitud del beato, quien se encargó cariñosamente del niño abandonado por su madre, hasta que logró encontrarle un hogar. Para evitar el escándalo, el superior general de la orden mandó hacer una investigación sobre el caso, que demostró plenamente la inocencia de Suso. El beato fue elegido prior de un monasterio cargado de deudas. En vez de hacer el intento de conseguir dinero pidiendo limosna u obteniendo un préstamo, mandó celebrar una misa especial en honor de Santo Domingo, confiado en la promesa que había hecho el santo en su lecho de muerte de no abandonar jamás a sus hijos. Los otros frailes murmuraban: «Nuestro prior debe estar loco. ¿Cree acaso que Dios nos va a enviar del cielo la comida y la bebida?» El beato se hallaba todavía en el coro, haciendo oración, cuando le llamaron a la portería a recibir un regalo de veinte libras de un canónigo, a quien Dios había ordenado que acudiese a socorrer a Suso. Con ese regalo, salió de deudas el monasterio y quedó asegurado su sostenimiento, durante el superiorato del beato.
Enrique Suso murió en Ulm, el 25 de enero de 1365 y fue enterrado en el convento de Santo Domingo de dicha ciudad. Se cuenta que su cuerpo fue encontrado incorrupto y vestido con el hábito, por los obreros que efectuaban unos trabajos en el convento, doscientos cuarenta años más tarde. Sin embargo, no hay pruebas serias sobre este hecho, pues la identificación era imposible. El burgomaestre ordenó que se dejase el cuerpo en el mismo sitio y no se ha vuelto a encontrar. El culto del beato fue confirmado en 1831.
Suso nos dejó varios libros de devoción muy bellos. Uno de ellos, «El Libro de la Sabiduría Eterna», alcanzó una popularidad extraordinaria, al fin de la Edad Medial. Según la tradición, debemos la conservación de la autobiografía del beato a una de sus hijas espirituales, Isabel Stagel, del convento de Santo Domingo de Töss, en las cercanías de Winterthur. Aunque dicha autobiografía se basa en los datos que proporcionó el beato, es evidente que fue escrita por otra mano. Por ello, los autores modernos han puesto en duda la autenticidad de dicha obra. Los libros de Suso conservan el recuerdo de algunas de las ocasiones en que le fue dado contemplar, sin velos, el otro mundo. No sólo tuvo visiones de Cristo, de la Virgen María y de muchos santos, sino que también se le aparecieron numerosas personas a las que había conocido en vida, como a sus padres, Isabel Stagel y su querido maestro Eckhart. A éste, el beato lo contempló en la gloria y le preguntó qué debía hacer para alcanzar la felicidad enterna, a lo que Eckhart respondió con palabras que resumen perfectamente la vida del beato: «Morir a ti mismo y a todas las creaturas; recibirlo todo como venido de la mano de Dios y ser infinitamente paciente con todos los hombres por brutales o molestos que sean».
La vida y las obras de Enrique Suso han provocado grandes discusiones en nuestra época. Quienes deseen conocer a fondo la cuestión pueden leer la tercera parle de la obra de Xavier de Hornstein, Les grands mystiques allemands du XIVe. siecle (1922). Además de una buena bibliografía, encontrarán en dicha obra una exposición clara de los diferentes puntos de vista. Ver también Wilms, Der s. Heinrich Seuse; J. Ancelet-Hustache Le bx. Henry Suso (1943). El P. Denifle publicó en 1880 la primera edición crítica de «Die deutschen Schriften» (sus escritos en alemán), a la que han seguido nuchas otras.

fuente: «Vidas de los santos», Alban Butler

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