miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sino fuera por Su amor…

¡Que extraño!, es como si, a través de mi, Él se reconociera a sí mismo…
¡Que extraño!, es como si, a través de mi, Él se reconociera a sí mismo…
La ascesis cotidiana, se desarrolla lenta, pero va marchando.
Estaré atenta a esos pensamientos e imágenes que surgen cuando pierdo la paz interior, a lo que estoy haciendo en ese momento y la manera como lo hago. Y también reflexionaré sobre lo que he pensado, imaginado y hecho poco antes de perder esa paz.
Ayer, reflexionaba sobre la divagación en la oración; le daba vueltas a eso de divagar y a lo que realmente significa que, percatándonos de la distracción, regresemos a la oración una y otra vez.
Llegué al convencimiento de que si me pierdo en la oración y de nuevo vuelvo a estar atenta al invocar Su Nombre, y así una y otra vez… no soy yo, ni mi mérito el que actúa, sino que es Él mismo Señor el que provoca en mi ese recuerdo.
Ya se yo que soy “buena para nada” y mi naturaleza está caída. Si no fuera por el amor de Dios, por Su paciencia… dirigiéndome una y otra vez a Su Nombre, ¿qué podría hacer por mí misma?… nada. Esto me hace sentir profunda reverencia y humildad.
Saber esto, que es el mismo Dios el que sostiene mi oración, y que lo hace por Su infinito Amor y Misericordia, es en realidad el único aporte que puedo hacer cuando rezo: reconocerlo y recordarlo , advertir que es Él el que actúa, que es Él el que me hace acordarme, que es Su ternura la que sostiene mi oración.
Si mantengo esta actitud mientras rezo y me abandono a su Amor, entonces la oración se convierte, al mismo tiempo en “mi reconocimiento”, “mi adoración”, “mi gratitud”, y en Su amor, Su sostenimiento, Su Presencia.
¡Que extraño!, es como si, a través de mi, Él se reconociera a sí mismo…
Extraído de correspondencia entre una hija y su Padre espiritual

No hay comentarios: