jueves, 13 de diciembre de 2012

Juan de la Cruz, Santo

Doctor de la Iglesia, 14 de diciembre
Juan de la Cruz, Santo
Juan de la Cruz, Santo

Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: Memoria de san Juan de la Cruz,
presbítero de la Orden de los Carmelitas y doctor de la Iglesia,
 el cual, por consejo de santa Teresa, fue el primero de los
hermanos que emprendió la reforma de la Orden, empeño que
sostuvo con muchos trabajos, obras y ásperas tribulaciones, y,
como demuestran sus escritos, buscando una vida escondida en
Cristo y quemado por la llama de su amor, subió al monte de Dios
por la noche oscura, descansando finalmente en el Señor, en Úbeda,
de la provincia de Jaén (1591).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordioso, es de origen hebreo.


Ávila y concretamente Fontiveros fue su patria chica. Luego lo será
 Castilla y de modo principal Andalucía la tierra de sus amores.

Se llamó Juan Yepes. Nació en 1542 del matrimonio que formaban
Gonzalo y Catalina; eran pañeros y vivían pobres. Su padre muere pronto
y la viuda se ve obligada a grandes esfuerzos para sacar adelante
 a sus tres hijos: Francisco, Luis y Juan. Fue inevitable el éxodo
 cuando se vio que no llegaba la esperada ayuda de los parientes
toledanos; Catalina y sus tres hijos
Juan de la Cruz, Santo
Juan de la Cruz, Santo
marcharon primero a Arévalo y luego a Medina del Campo que es
çel centro comercial de Castilla. Allí malviven con muchos problemas
económicos, arrimando todos el hombro; pero a Juan no le van las
manualidades y muestra afición al estudio.

Entra en el Colegio de la Doctrina, siendo acólito de las Agustinas
de la Magdalena, donde le conoció don Alonso Álvarez de Toledo
 quien lo colocó en el hospital de la Concepción y le costea los
 estudios para sacerdote. Los jesuitas fundan en 1551 su colegio
y allí estudió Humanidades. Se distinguió como un discípulo agudo.

Juan eligió la Orden del Carmen; tomó su hábito en 1563 y
desde entonces se llamó Juan de Santo Matía; estudia Artes
y Teología en la universidad de Salamanca como alumno del
colegio que su Orden tiene en la ciudad. El esplendor del claustro
es notorio: Mancio, Guevara, Gallo, Luis de León enseñan en ese momento.

En 1567 lo ordenaron sacerdote. Entonces tiene lugar el encuentro
 fortuito con la madre Teresa en las casas de Blas Medina. Ella ha
venido a fundar su segundo "palomarcico", como le gustaba de
llamar a sus conventos carmelitas reformados; trae también con
ella facultades del General para fundar dos monasterios de frailes
reformados y llegó a convencer a Juan para unirlo a la reforma
que intentaba salvar el espíritu del Carmelo amenazado por los
hombres y por los tiempos. Llegó a exclamar con gozo Teresa ante
sus monjas que para empezar la reforma de los frailes ya contaba
con "fraile y medio" haciendo con gracia referencia a la corta estatura de
Juan; el otro fraile, o fraile entero, era el prior de los carmelitas de
Medina, fray Antonio de Heredia.

Inicia su vida de carmelita descalzo en Duruelo y ahora cambia
 de nombre, adoptando el de Juan de la Cruz. Pasa año y medio
 de austeridad, alegría, oración y silencio en casa pobre entre las
encinas. Luego, la expansión es inevitable; reclaman su presencia
en Mancera, Pastrana y el colegio de estudios de Alcalá; ha
comenzado la siembra del espíritu carmelitano.

La monja Teresa quiere y busca confesores doctos para sus
monjas; ahora dispone de confesores descalzos que entienden
-porque lo viven- el mismo espíritu. Por cinco años es Juan el
confesor del convento de la Encarnación de Ávila. La confianza
 que la reformadora tiene en el reformador -aunque posiblemente
 no llegó a conocer toda la hondura de su alma- se verá de manifiesto
en las expresiones que emplea para referirse a él; le llamará "senequita"
para referirse a su ciencia, "santico de fray Juan" al hablar de su santidad,
previendo que "sus huesecicos harán milagros".

No podía faltar la cruz; llegó del costado que menos cabía esperarla.
Fueron los hermanos calzados los que lo tomaron preso, lo llevan
 preso a Toledo donde vivió nueve meses de durísima prisión. Es la
 hora de Getsemaní, la noche del alma, un periodo de madurez espiritual
del hombre de Dios expresado en sus poemas. Logra escapar en 1578
del encierro de forma dramática, poniendo audacia y ganando confianza
 en Dios, con una cuerdecilla hecha con pedazos de su hábito y saliendo
por el tragaluz.

En los oficios de dirección siempre aparece Juan de la Cruz como
un segundón; serán los padres Gracián y Doria quienes se encarguen
de la organización, Juan llevará la doctrina y cuidará del espíritu.

Se le ve presente en la serranía de Jaén, confesor de las monjas en
Beas de Segura, donde se encuentra la religiosa Ana de Jesús.
Después en Baeza; funda el colegio para la formación intelectual de
 sus frailes junto a la principal universidad andaluza. Y en Granada,
 en el convento de los Mártires, continuará su trabajo de escritor.
En 1586 funda los descalzos de Córdoba, como los de Mancha Real.

Consiliario del padre Doria, en Segovia, por tres años.
¡Cómo no recordar su deseo-exponente de amor rendido-
ante la contemplación de un Cristo doliente! "Padecer, Señor,
y ser menospreciado por Vos".

En 1591 la presencia de fray Juan de la Cruz empieza a ser non
grata ante el padre Doria. La realidad es que está quedando
 arrinconado y hasta llega a tramarse su expulsión del Carmelo.

Marcha a la serranía de Jaén, en la Peñuela, para no estorbar
 y se plantea la posibilidad de marchar a las Indias; allí estará
más lejos. Es otro tiempo de oración solitaria y sabrosa.
La reforma carmelitana vive agitada por el modo de proceder
de Doria; a Juan le toca orar, sufrir y callar. Quizá tenga Dios
 otros planes sobre él y está preparándolo para una etapa mejor.

Aquella inapetencia tan grande provocada por las calenturas
persistentes provocó un mimo de Dios haciendo que aparecieran
 espárragos cuando no era su tiempo para calmar el antojadizo
deseo de aquel fraile que iba de camino, sin fuerzas y medio muerto
de cansancio, buscando un médico.

Pasó dos meses en Úbeda. No acertó el galeno. Se presentó
la erisipela en una pierna; luego vino la septicemia. Y en medio
andaban los frailes con frialdad y era notoria la falta de consideración
por parte del superior de la casa. Hasta que llegó el 13 de diciembre,
cuando era de noche, que marchó al cielo desde el "estercolero
del desprecio". Llovía.

Al final de este resumen-recuerdo de un fraile místico que supo y quiso
 aprovechar el mal para sacar bien, el desprecio de los hombres para
hacerse más apreciado de Dios, y el mismo lenguaje para expresar
lo inefable de la misteriosa intimidad con Dios con lírica palabra estremecida,
pienso que será buen momento para hacer mención de algunas de las obras
 que le han hecho figura de la cultura hispana del siglo XVI.
Subida al Monte Carmelo y Noche oscura del alma que bien
 pueden considerarse tanto una obra como dos; el Cántico
 espiritual, Llama de amor viva y algunos poemas y avisos.

Lo canonizaron en 1726. Pío XI lo hizo doctor de la Iglesia
en 1926. Su gran conocedor y admirador Juan Pablo II,
 lo nombró patrono de los poetas

Un fraile de cuerpo entero.
San Juan de la Cruz, maestro en la fe
 y testigo del Dios Vivo
Fiesta de San Juan de la Cruz. San Juan de la Cruz:
maestro del Papa Juan Pablo II.
San Juan de la Cruz, maestro en la fe y testigo del Dios Vivo
San Juan de la Cruz, maestro en la fe y testigo del Dios Vivo

Fiesta de San Juan de la Cruz
14 de diciembre


En 1991, con ocasión del IV Centenario de
 la muerte de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia,
el Papa Juan Pablo II dirigió una Carta Apostólica al
General de los Carmelitas Descalzos, que tituló
 "San Juan de la Cruz, Maestro de la fe y testigo del Dios Vivo".

Ya en 1982, en su visita a España, el Papa nos
había dicho a los españoles: “Leed continuamente
las obras de los grandes Maestros del espíritu. ¡Cuántos tesoros de amor
y de fe tenéis al alcance de vuestra mano en vuestro bello idioma!”.

En Segovia, junto al sepulcro de San Juan de la Cruz, ya había dicho:
“San Juan de la Cruz, Maestro de la fe, gran maestro de los senderos
que conducen a la unión con Dios, teólogo y místico, poeta y artista”.

El mismo Juan Pablo II, joven Karol Wojtyla de diecinueve años, acababa
 de perder a su padre, único miembro de su familia que le quedaba y con quien
vivía. Su padre murió en soledad sin la compañía de su hijo. ¡Cómo trituró
 su muerte el corazón del joven sensible y profundamente religioso!
 Karol lloró amargamente. —“Me ha ocurrido por tres veces una
gran tristeza: Todos ellos mi madre, mi hermano, mi padre, se fueron
de este mundo sin que yo tuviera el consuelo de acompañarles en el último instante”.

Aparece entonces en la vida de Karol una figura importante,
Jan Tyranowski, que ejercía en amplios círculos de Cracovia una
 influencia poderosa. Era sastre de oficio, pero trabajaba en las
 canteras con Karol. Era un verdadero místico. El inició a Wojtyla
en la lectura de San Juan de la Cruz. Con él se reunía lo más
esperanzador de la juventud polaca.

Estudiaban a San Juan y a Santa Teresa de Jesús. De aquella
escuela clandestina en plena invasión nazi, no sólo surgió Wojtyla:
un gran sector de Polonia debe en gran parte su firme fe, adulta y
compacta, en la vorágine de las más terribles borrascas, al influjo
 del Doctor Místico. En comunicación constante con Tyranowski y
con sus amigos, sorbe a raudales la solidez y belleza de San Juan
de la Cruz. Clima adecuado para que en él germine la decisión
de ser sacerdote.

Se comprende que cuando Karol Wojtyla llega a Roma enviado
 por el Cardenal Sapieha, Arzobispo de Cracovia, a hacer su
Doctorado en Teología, elija a San Juan, para estudiar y escribir
su tesis: “El acto de fe en San Juan de la Cruz”, bajo la dirección
del Padre Garrigou—Lagrange.

Posteriormente publicó en 1951: Humanismo de San Juan de la
Cruz, el misterio y el hombre que fue su tesis doctoral en la Facultad
 de Teología de Cracovia. El Cardenal Wojtyla ha quedado agradecido
a Tyranowski. Un Papa con una mente vigorosa, que con esa misma
cabeza decidió elegir por mentor espiritual al místico español...
cuando ese Papa ha asombrado al mundo por su valor, fuerza
personal, coraje, liderazgo espiritual, armonía humano-divina, ha
revalorizado el doctorado de San Juan y lo ha puesto de actualidad.

Hay una sintonía en la vida de Wojtyla y en la de Fray Juan.
Ambos han sufrido duras pruebas. Pero la cruz les ha engrandecido.
A otros menos grandes, la cruz los envilece, los deja resentidos
para siempre. Ambos saborean la belleza: los altos picachos
nevados, los montes y espesuras - plantados por la mano del Amado
-. Ambos gustan de trabajar ante el Sacramento de la Eucaristía.
Ambos escriben poesía. Y los dos gustan de las flores.

Fray Juan gozaba adornando con ellas los altares toda su vida
y cantó al Amado que pace entre las flores. Y su sensibilidad
 captó la belleza de las flores y rosales. Y de las guirnaldas
 en las frescas mañanas escogidas. Y aprendió a dejar su cuidado
 entre las azucenas olvidado. Wojtyla cultivaba las flores en el jardín
de su Arzobispado de Cracovia, nos ha dicho D. Marcelo González
Martín en su Prólogo a Signo de contradicción. Flores frescas que
perfumaban después su capilla eucarística.

Juan Pablo II ha dicho que, cuando elaboraba su tesis,
 “intuía que la síntesis de San Juan de la Cruz contiene no
solamente una sólida doctrina teológica sino, sobre todo,
 una exposición de la vida cristiana en sus aspectos básicos,
 como son la comunión con Dios, la dimensión contemplativa
de la oración, la fuerza teologal de la misión apostólica y la tensión
de la esperanza cristiana”. San Juan de la Cruz nos ha dejado una gran
 síntesis de espiritualidad y de experiencia mística cristiana.

Y en el marco tomista de los pensadores polacos actuales, también
hay que situar a Kalinowski, profesor de la Universidad de Lublín y,
después exiliado en Francia, y Swiezaws, comisionado por el
 Episcopado polaco como auditor laico en el Concilio Vaticano II,
 dos personalidades importantes, en cuya obra y planteamientos,
aparece clara la huella del estudio y lectura —profunda- de San
Juan de la Cruz, plenamente asimilado.

San Juan de la Cruz

San Juan de la Cruz, O.C.D.
JohnCross.jpg
Primer plano de San Juan de la Cruz en una pintura anónima del siglo XVII.
Santo y fundador
Proclamado Doctor de la Iglesia el 24 de agosto de 1926 por el papa Pío XI
NombreJuan de Yepes Álvarez
ApodoDoctor mysticus «Doctor místico» (Iglesia católica)
Maestro de la fe (Iglesia anglicana)
Nacimiento24 de junio de 1542
Fontiveros, Ávila, España
Fallecimiento14 de diciembre de 1591 (49 años)
Úbeda, Jaén, España
Venerado enIglesia Católica Romana, Iglesia Anglicana, Iglesia Luterana
Beatificación25 de enero de 1675 por Clemente X
Canonización27 de diciembre de 1726 por Benedicto XIII
Principal SantuarioConvento de los Carmelitas descalzos de Segovia
ÓrdenesOrden de Carmelitas Descalzos
Festividad14 de diciembre
PatronazgoContemplativos, místicos y poetas en español
San Juan de la Cruz, O.C.D., cuyo nombre de nacimiento
 era Juan de Yepes Álvarez y su primera identificación como
fraile Juan de San Matías, O. Carm. (Fontiveros, Ávila,
fue un religioso y poeta místico del renacimiento español.
Fue reformador de la Orden de los Carmelitas y cofundador
Desde 1952 es el patrono de los poetas en lengua española.[1]

 

Biografía

 Primeros años

Nació en 1542 en la localidad abulense de Fontiveros,[2]
sita en la amplia paramera delimitada por
Fue hijo de un tejedor toledano de buratos llamado
 Gonzalo de Yepes y de Catalina Álvarez.[3] Tenía dos
hermanos mayores llamados Francisco y Luis. El padre
de Juan murió cuando tenía cuatro años lo que dejó a la
 familia en una difícil situación.[4] Su hermano Luis murió
 cuando él tenía seis años, quizá por mala alimentación.[5]
La madre y los dos hijos restantes, Francisco y el propio Juan,
 sufren una acuciante pobreza por lo que se ven obligados a
 trasladarse primero a Arévalo, donde viven durante cuatro
 años, y en 1551 a Medina del Campo. La tradición achacaba
 a estas penalidades pasadas que Juan fuera un hombre de
escasa corpulencia, bastante bajo de estatura, tanto que Santa
Teresa de Jesús lo llamara «mi medio fraile». Sin embargo,
en la exhumación, estudio y restauración que en 1992 hicieron de
sus restos, se confirmó que su estatura estaba entre 1,60 y 1,65 m.,
normal para su época. El incremento de fortuna, que les reportó
 el matrimonio del hermano mayor con Ana Izquierdo, consiguió
que se establecieran allí definitivamente. Juan, gracias a su condición
 de pobre de solemnidad, pudo asistir al Colegio de los Niños de la
Doctrina,[6] privilegio que le obliga a realizar ciertas contraprestaciones,
como asistir en el convento, la ayuda a Misa y a los Oficios, el
acompañamiento de entierros y la práctica de pedir limosna.
La mínima formación recibida en el colegio le capacitó para
continuar su formación en el recién creado (1551) Colegio
 de los jesuitas, que le dio una sólida base en Humanidades.
Como alumno externo y a tiempo parcial, debía compaginar
sus estudios con un trabajo de asistencia en
especializado en la curación de enfermedades venéreas.
Así, pues, entre 1559 y 1563, estudia con los jesuitas; durante los
 primeros tres años, recibe la formación según la novedosa
Ratio Studiorum, en la que el latín era la base de todo el currículo;
en el cuarto año, aparte de recibir instrucción retórica, aprende a
escribir en latín, a construir versos en este idioma y a traducir a
Simultáneamente, vive las nuevas corrientes del humanismo cristiano,
con estilo y comportamientos renovados en la pedagogía.
A los veintiún años, en 1563, ingresa en el
de la Orden de los Carmelitas, y adopta el nombre de Fray
Juan de san Matías. Tras realizar el noviciado entre 1563 y 1564
en el Convento de Santa Ana, se traslada a Salamanca donde
1564 y 1567 los tres cursos preceptivos para bachillerarse
en artes. Durante el tercer curso, fue nombrado, por sus destrezas
dialécticas, prefecto de estudiantes en el colegio de San Andrés.

Relación con Santa Teresa de Jesús

Su insatisfacción con el modo de vivir la experiencia
contemplativa en el Carmelo, le hacen considerar irse
a la Cartuja,[7] pero en 1567 regresa a Medina del Campo
por unos pocos días para ser ordenado presbítero y celebrar
su primera misa en presencia de su hermano, el resto de su familia
y sus amigos del convento y allí conoce a Teresa de Cepeda y Ahumada,
futura santa Teresa de Jesús, que había llegado a la ciudad para fundar
una nueva sede de su «Reforma carmelita», los llamados carmelitas descalzos.
Teresa convence a Juan y lo une a su causa de reforma de su orden,
que tropezó con una gran hostilidad por parte de los carmelitas calzados.
Juan regresa a Salamanca e inicia estudios de teología durante el
curso 1567-1568, pero sólo termina un curso de cuatro por lo que
 no obtuvo ni siquiera el grado de bachiller. En agosto abandona Salamanca
 para acompañar a Teresa en su fundación femenina de Valladolid.
 El 28 de noviembre de 1568 funda en Duruelo el primer convento
de la rama masculina del Carmelo Descalzo siguiendo
la «Regla Primitiva» de San Alberto esto es, un establecimiento
que propugna el retorno a la práctica original de la orden.[8]
Durante la ceremonia cambia su nombre por el de fray Juan de
 la Cruz. En 1570 la fundación se trasladó a Mancera,[9] donde
Juan desempeñó el cargo de subprior y maestro de novicios.
En 1571, después de una breve estancia en Pastrana, donde puso
en marcha su noviciado, se establece en Alcalá de Henares como
 rector del recién fundado
Juan se convierte en uno de los principales formadores para los
nuevos adeptos a esta reforma carmelitana. En 1572 viaja,
en Ávila, donde asumirá las tareas de vicario y confesor de las monjas.
 Permanecerá aquí hasta finales de 1577, por lo que acompañará a la
 madre Teresa a la fundación de diversos conventos de descalzas,
como el de Segovia.

 Enfrentamiento entre carmelitas


Oratorio de San Juan de la Cruz en Úbeda, donde fue sepultado al morir.
Durante este periodo, en el seno de la Orden del Carmelo
se habían agravado los conflictos jurisdiccionales entre los
carmelitas calzados y descalzos, debidos a distintos enfoques
espirituales de la reforma; por lo demás, el pleito se enmarcaba
 también en la confrontación entre el poder real y el pontificio
por dominar el sector de las órdenes religiosas. Así, en 1575,
el Capítulo General de los Carmelitas decidió enviar un visitador
de la Orden para suprimir los conventos fundados sin licencia del
General y de recluir a la madre Teresa en un convento. Finalmente,
en 1580 el Carmelo Descalzo se erige en Provincia exenta y en 1588
 es reconocida como Orden.

 Encarcelamiento

En este contexto es en el que se produce el encarcelamiento
de Juan de la Cruz, quien ya en 1575 había sido detenido y
encarcelado en Medina del Campo durante unos días por
los frailes calzados. La noche del 3 de diciembre de 1577
 Juan de la Cruz es nuevamente apresado y trasladado al
 convento de frailes carmelitas de Toledo, donde es obligado
a comparecer ante un tribunal de frailes calzados para retractarse
 de la Reforma teresiana. Ante su negativa, es recluido en una
 prisión conventual durante ocho meses. Durante este periodo de
reclusión escribe las treinta y una primeras estrofas del Cántico espiritual
(en la versión conocida como protocántico), varios romances
 y el poema de la fonte, y los canta en su estrecha reclusión
para consolarse.

Fuga

Tras concienciarse de que su liberación iba a ser difícil,
planea detenidamente su fuga y entre el 16 y el 18
de mayo de 1578, con la ayuda de un carcelero,
se escapa en medio de la noche y se acoge en el
convento de las Madres Carmelitas Descalzas,
también en Toledo.[11] Para mayor seguridad,
las monjas lo envían al Hospital de Santa Cruz,
en el que estuvo mes y medio.

Cargos en su orden

En 1578 se dirige a Andalucía para recuperarse
 completamente. Pasa por Almodóvar del Campo,
cuna de los místicos San Juan de Ávila y
 San Juan Bautista de la Concepción, y luego llega como
Vicario al convento de El Calvario en Beas de Segura, Jaén.
Entabla amistad con Ana de Jesús, tras algunas visitas a la
fundación de Beas. En junio de 1579 se establece en la fundación
de Baeza donde permanece como Rector del Colegio Mayor
hasta 1582, en que marcha para Granada tras ser nombrado
Tercer Definidor y Prior de los Mártires de esa ciudad.
Realiza numerosos viajes por Andalucía y Portugal,
por razones del cargo. En 1588 es elegido Primer Definidor
y Tercer Consiliario de la Consulta, la cual le traslada a Segovia.

Muerte y canonización


Sepulcro de San Juan de la Cruz en Segovia.
Tras un nuevo enfrentamiento doctrinal en 1590,
es destituido en 1591 de todos sus cargos, y queda
como simple súbdito de la comunidad. Durante su viaje
de vuelta a Segovia, cae enfermo en el convento de La Peñuela
de La Carolina y es trasladado a Úbeda, donde muere la noche
del 13 al 14 de diciembre.
Inmediatamente tras su muerte, su cuerpo es despojado y se
inician los pleitos entre Úbeda y Segovia por la posesión de
sus restos. En 1593, éstos, mutilados, se trasladan clandestinamente
a Segovia, donde reposan actualmente. El proceso de
 beatificación y canonización se inició en 1627 y
finalizó en 1630. Fue beatificado en 1675 por Clemente X y
canonizado por Benedicto XIII en 1726. Posteriormente,

Obra literaria

Influencia

La poesía de Juan de Yepes constituye el punto de encuentro
de una larga tradición literaria. Su lírica integra tradiciones literarias
de distinto origen que, aunadas por el escritor en sus textos,
van adquiriendo significados y valores múltiples que sobrepasan
aquellos que tenían en su origen.
La crítica, desde Dámaso Alonso, ha puesto de relieve la
confluencia de tres influjos: por un lado, el bíblico del
Cantar de los Cantares, y, por otro, la tradición de la
 poesía culta italianizante y la tradición de la poesía popular
 y de cancioneros del Renacimiento español. El influjo de la
Biblia es fundamental en su poesía, en tanto actúa como molde
y catalizador del resto de lecturas que conforman el bagaje cultural
de San Juan. Particularmente, resulta trascendental en el
Cántico espiritual, cuyo simbolismo e imágenes tienen su
origen en el Cantar de los cantares.

Religiosidad y filología

La obra de San Juan de la Cruz ha sido, desde siempre,
enfocada desde dos perspectivas, la teológica y la literaria,
que, en muchas ocasiones, se han presentado mezcladas.
Perspectiva religiosa la obra de San Juan sufre una serie
de manipulaciones tendentes a integrarla dentro de los límites
y convenciones de la ortodoxia. Probablemente, la primera
manipulación la realiza el propio autor cuando se decide a
redactar los comentarios.
La cita hace referencia a los comentarios o paráfrasis
ç explicativa que Juan de la Cruz escribió para su obra más
 importante, el llamado Cántico espiritual, con una finalidad
 didáctica como resultado de las dificultades de adaptar la
estructura del poema al esquema del itinerario místico
(las tres vías y los tres estados correlativos). Esta presencia
teológica sobre su obra, y en concreto sobre el Cántico,
se ha manifestado también en las constantes manipulaciones
de tipo editorial que ha sufrido, en forma de añadidos al título
o de epígrafes para determinados grupos de estrofas del poema.
Consecuentemente, una importante rama de los estudios
sanjuanistas se ha dedicado a demostrar la adecuación de lo
escrito por San Juan a la ortodoxia religiosa católica, privilegiando
los Comentarios en prosa sobre la poesía.
Perspectiva filológica
Por otro lado, es frecuente en el estudio literario de su
obra que o bien se den saltos continuos a lo teológico,
 o bien que se estudien de forma conjunta la poesía y
los Comentarios doctrinales del propio poeta, con la
idea de que estos son necesarios para comprender aquella.
Frente a esta vertiente de los estudios sanjuanistas, se encuentra
otra que postula que «la necesidad (o posibilidad) de la interpretación
religiosa es algo que debe ser argumentado y discutido en cada caso»,
[14] en tanto que el sentido objetivo de la poesía de San Juan no obliga
necesariamente a aceptar un significado religioso.
Combinando la antigua simbología del Cantar de los cantares con
las fórmulas propias del petrarquismo, produjo una rica literatura mística,
 que hunde sus raíces en la teología tomista y en los místicos medievales
alemanes y flamencos. Su producción refleja una amplia formación religiosa,
 aunque deja traslucir el influjo del Cancionero tradicional del siglo XVI,
sobre todo en el uso del amor profano (las figuras del amante y de la amada)
para simbolizar y representar el sentimiento místico del amor divino.
La estrofa más empleada en sus poemas es la lira, aunque demuestra igual
soltura en el uso del romance octosílabo. San Juan utiliza determinados
recursos estilísticos con una profusión y madurez poco frecuentes, dando
un nuevo y más profundo sentido a las expresiones paradójicas
cauterio suave»), a las exclamaciones estremecedoras
¡Oh, llama de amor viva!») habituales en los cancioneros.
 Además, emplea símbolos como la casa o morada, la noche, la luz,
 la fuente, la oscuridad, la caza de cetrería, la caída, el vuelo, los animales etcétera.
Lo que mejor define su poesía es su extraordinaria intensidad expresiva,
gracias a la perfecta adecuación y el equilibrio de cada una de sus imágenes.
 A ello contribuye así mismo su tendencia a abandonar el registro discursivo y
eliminar nexos neutros carentes de valor estético para buscar una yuxtaposición
constante de elementos poéticos de gran plasticidad en torno a un elemento
central, como ha demostrado Dámaso Alonso.

Poesía

Su obra poética está compuesta por tres poemas considerados
y un conjunto de poemas habitualmente calificados como menores:
cinco glosas, diez romances (nueve de ellos pueden contarse como
 una sola composición) y dos cantares. La difusión de su obra fue
manuscrita, y aún no se han dilucidado todos los problemas textuales
que conllevan. En prosa escribió cuatro comentarios a sus poemas
mayores: Subida del Monte Carmelo y Noche oscura para el primero
de estos poemas, y otros tratados homónimos sobre el

Escudo grabado en una hoja del Manuscrito de Sanlúcar.
Las poesías atribuibles sin lugar a duda a San Juan de la
Cruz son las recogidas en el códice de Sanlúcar o
 manuscrito S, ya que este fue supervisado por el mismo
 San Juan. El repertorio de sus poemas, según dicha fuente,
 se restringe a diez composiciones (los tres poemas mayores
citados y otras siete composiciones), siempre y cuando los
romances que comprenden los textos titulados
 In principio erat Verbum, que son un total de nueve,
sean considerados una única obra. La autenticidad del resto de su
obra poética no ha podido aún ser dilucidada por la crítica. Por tradición
se acepta generalmente que también son suyos los poemas
Las siete glosas y poemas «menores» cuya autoría no
está discutida son los siguientes: (se citan por el primer verso):[16]
Su obra en prosa pretende ser corolario explicativo, dado el hermetismo
simbólico que entre cierta crítica se atribuye su poesía: (las tres primeras
han sido editadas juntas reunidas en el volumen Obras espirituales que
encaminan a un alma a la unión perfecta con Dios) y Cántico espiritual.
  • Subida al monte Carmelo (1578-1583)
  • Noche oscura del alma
  • Cántico espiritual (1584)
  • Llama de amor viva (1584)

Doctrina


Relicario de San Juan de la Cruz en Úbeda.
Toda su doctrina gira en torno al símbolo de la «noche oscura»,
 imagen que ya era usada en la literatura mística, pero a la que él
 dio una forma nueva y original. La noche, al borrar los límites de
las cosas, le sugiere, en efecto, lo eterno, y de esa manera pasa a
simbolizar la negación activa del alma a lo sensible, el absoluto vacío espiritual.
El término «noche oscura» lo utiliza san Juan en referencia a las
«terribles pruebas que Dios envía al hombre para purificarlo»;
ateniéndose a este significado, habla de una noche del sentido
y de una noche del espíritu, situadas, respectivamente, al fin
de la vía purgativa y de la vía iluminativa, tras las cuales
vendría la vía unitiva, aspiración última del alma atormentada
 por la distancia que la separa de Dios, y realización de su deseo
de fusión total con Él. La existencia de estas tres vías se corresponde
con las tres potencias clásicas del alma: memoria, entendimiento
y voluntad, que en este mismo orden son reducidas a un estado
de perfecto silencio. El silencio de la memoria es llamado en la
mística esperanza. El silencio del entendimiento se llama fe y el
silencio de la voluntad caridad o amor. Estos tres silencios representan
a la par un vaciamiento interior y una renuncia de uno mismo que alcanza
su máximo grado a través de la virtud de la caridad. De ahí sobrevienen
la enorme angustia y la sensación de muerte característica de los místicos,
pues unirse a Dios es un perderse previo a sí mismo para después ganarse.
Antes de acceder a la experiencia mística de unión con Dios, el alma
experimenta una desoladora sensación de soledad y abandono,
acompañada de terribles tentaciones que, si consigue vencer,
dejan paso a una nueva luz, pues «Dios no deja vacío sin llenar».
En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
Primera estrofa de Noche oscura. San Juan de la Cruz

 Originalidad

San Juan de la Cruz ofrece una radical originalidad
en el misticismo consistente en el concepto de noche oscura espiritual.
Desde los inicios históricos de la vida retirada eremítica, los buscadores
 renunciaban a los bienes y placeres mundanos sometiéndose a ayunos
 y otras asperezas, con el objeto de vaciar sus deseos del mundo y llenarlo
de bienes más elevados. San Juan de la Cruz aclara que esta es
solamente la primera etapa, ya que tras ella viene la citada noche
espiritual, en que el buscador, ya desapegado de los consuelos y
placeres mundanos, perderá también el apoyo de su paz, de sus
 suavidades interiores, entrando en la más "espantable" noche a la
que sí sigue la perfecta contemplación.
Una de las partes más originales y más profundas de la

doctrina de San Juan de la Cruz, con la que más ha hecho

progresar la teología mística y merecido el título de Doctor,

es la que se refiere a lo que él llama la noche pasiva del espíritu.
Un campo sin explorar. Juan de la Cruz percibe la urgencia

y la dificultad, y se decide a explorar todo ese campo de la

noche, en especial las zonas más arduas donde ningún

escritor había logrado penetrar.
José Vicente Rodríguez y Federico Ruiz[18]

 Monte de perfección


Monte de perfección.
En su célebre dibujo del Monte de perfección la
 recta senda del ascenso aparece flanqueada por dos caminos
laterales sin salida. El de la derecha, el camino mundano, señala
 sus peligros: poseer, gozo, saber, consuelo, descanso. Asimismo
el de la izquierda marca también los peligros de un camino espiritual:
 gloria, gozo, saber, consuelo, descanso. Sorprende especialmente
 la leyenda de los escalones del camino central, el correcto, en los
 cuales se lee: Nada, nada, nada, nada, nada Como nota de este gráfico
 el autor escribe: Da avisos y doctrina, así a los principiantes como a
los aprovechados, muy provechosa para que sepan desembarazarse
de todo lo temporal y no embarazarse con lo espiritual, y queden en
 la suma desnudez y libertad de espíritu, la cual se requiere para la
divina unión. Algunas de sus frases breves resumen bien su doctrina,
 como: «Niega tus deseos, y hallarás lo que desea tu corazón» y
«El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande
desnudez, y padecer por el Amado».

 Versiones musicales de sus poemas

  • La música callada, de Federico Mompou en 1893–1987.
  • Es una obra para piano compuesta de 28 pequeñas piezas,
  • agrupadas en cuatro cuadernos publicadas en 1959, 1962,
  • 1965 y 1967, respectivamente. El título está tomado de los versos
  •  «...la música callada/la soledad sonora...» del Cántico espiritual.[19]
  • Mística, de Carmelo Bernaola en 1991. Es una cantata sobre
  •  versos de San Juan de la Cruz que estrenó en la XI edición de
  • Europa Cantat (1991), en Vitoria.
  • The Dark Night of the Soul, de Loreena McKennitt en 1994.
  • Es una adaptación en inglés de La Noche Oscura del Alma dentro
  • del disco The Mask and Mirror.[21]
Upon a darkened night
The flame of love was burning in my breast
And by a lantern bright
I fled my house while all in quiet rest
En una noche oscura
La llama del amor ardía en mi pecho
Y por una linterna brillante
Huí de mi casa mientras todos en silencio descansaban
Primera estrofa de The Dark Night of the Soul, Loreena McKennitt[22]
Mientras iba de tu mano hacia la montaña,
unos días eran fuego y otros eran llamas.
Dentro del espejo donde no me reflejaba,
la promesa que en la cima nos aguardaba.
Pero una vez allí las nubes no nos dejaban ver el suelo
y una sensación que tuve fue miedo.
Fragmento de San Juan De La Cruz, Los Planetas[23]

Referencias

  1. Méndez Plancarte, Alfonso (1992).
 San Juan de la Cruz: pensamiento y poesía. Universidad Iberoamericana. México.
p. 39. http://books.google.es/books?id=KYN1g-VOfrcC&pg=
PA39&dq=patrono+de+los+poetas&hl=es&ei=
0mTVTdi6Aoqj8QOYnPHCDA&sa=X&oi=book_
result&ct=result&resnum=4&ved=0CDgQ6AEwAw#v=
onepage&q=patrono%20de%20los%20poetas&f=false.
  1. Jean Canavaggio y Bernard Darbord,
Historia de la literatura española: El siglo XVI,
 Barcelona, Ariel, 1994, vol. 2, pág. 164. ISBN 978-84-344-7453-6
  1. Luciano Álvarez (1 de noviembre de 2008).
«Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez». El País. Crónicas de luz
y sombra. Consultado el 16 de julio de 2011. «Gonzalo es el hijo
de una noble familia de judíos conversos de Toledo. Huérfano, fue
criado por unos tíos ricos, dueños de un negocio de tejidos de seda,
que lo iniciaron desde muy joven en el comercio.».
  1. José Carlos Gómez-Menor Fuentes.
 «El bachiller Diego de Yepes, cura de Domingo Pérez, morador en Torrijos».
Consultado el 16 de julio de 2011.
  1. Moliner 2004:74
  2. Santolaria Sierra, Félix F. (1996).
 Los colegios de doctrinos o de niños de la doctrina cristiana.
56. Hispania: Revista española de historia. pp. 267-290. ISSN 0018-2141.
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=9525.
Consultado el 16 de julio de 2011. «Los llamados Colegios de
Doctrinos o de Niños de la Doctrina Cristiana, verdaderas instituciones
de asistencia y reeducación social que poblaron la geografía hispana
 en los siglos XVI y XVII.».
  1. Vicente Rodríguez, José; Ruiz Salvador, Federico (2008).
 Obras Completas San Juan de la Cruz (6ª edición). Editorial de
Espiritualidad. p. 5. ISBN 9788470683459. http://www.agapea.com/libros/OBRAS-
SAN-JUAN-DE-LA-CRUZ-NUEVA-EDIC-ESPIRITUALIDAD-isbn-8470683454-i.htm.
  1. Orden de Carmelitas Descalzos. «Regla «Primitiva» de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo». Consultado el 18 de julio de 2011. «Regla «Primitiva» de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, dada por San Alberto, Patriarca de Jerusalén, y confirmada por Inocencio IV.».
  2. Ayuntamiento de Mancera de Abajo. «Resumen histórico de Mancera de Abajo». Consultado el 17 de julio de 2011. «En el siglo XVI llegan a Mancera dos personajes que habían de ser muy importantes, en la vida espiritual de la España de la época, Santa Teresa de Jesús, y San Juan de la Cruz.».
  3. Centro Virtual Miguel de Cervantes. «Colegio convento de Carmelitas Descalzos de San Cirilo». De paseo por Alcalá. Consultado el 18 de julio de 2011. «vale la pena evocar al primer rector de este colegio, el abulense San Juan de la Cruz (1542-1591), místico y doctor de la Iglesia, cuya festividad se conmemora el 14 de diciembre. A la altura de estas paredes donde tan clara se oyó su voz, queda el visitante en disposición de recordar versos inefables, como aquellos donde el poeta nos habla de una intimidad ferviente, que orienta hacia lo sagrado:».
    La noche sosegada
    en par de los levantes de la aurora.
    La música callada,
    la soledad sonora,
    la cena que recrea y enamora

    San Juan de la Cruz
  4. Una versión literaria de la vida de San Juan de la Cruz y especialmente de este episodio se encuentra en la novela de José Jiménez Lozano El mudejarillo (1992).
  5. Chapman, John. . Enciclopedia Católica. Consultado el 17 de julio de 2011. «San Juan de la Cruz. (1542-1591). Cofundador de los carmelitas descalzos. Doctor de la teología mística. Aclamado doctor el 24 de agosto, 1926 por Pío XI.».
  6. Domingo Ynduráin, "Introducción", en San Juan de la Cruz, Poesía, págs. 20-21.
  7. Domingo Ynduráin, "Introducción", en San Juan de la Cruz, Poesía, págs. 26.
  8. Canavaggio y Darbord (1994:192).
  9. P. Elia y Mª J. Mancho, [1] «El repertorio de las poesías», en la «Introducción» a la edición de las Poesías de San Juan de la Cruz, Clásicos hispánicos del Centro Virtual Cervantes, 2002.
  10. Garrigou-Lagrange, Réginald (1929, París) (en francés). L'amour de Dieux et la croix de Jésus (II edición). Éditions du Cerf. pp. 549. OL20212420M. http://openlibrary.org/books/OL20212420M/L'_amour_de_Dieu_et_la_croix_de_J%C3%A9sus.. Consultado el 17 de julio de 2011.
  11. Vicente Rodríguez, José; Ruiz Salvador, Federico (2008). Obras Completas San Juan de la Cruz (6ª edición). Editorial de Espiritualidad. p. 436. ISBN 9788470683459. http://www.agapea.com/libros/OBRAS-SAN-JUAN-DE-LA-CRUZ-NUEVA-EDIC-ESPIRITUALIDAD-isbn-8470683454-i.htm. Consultado el 17 de julio de 2011.
  12. José Prieto Marugán (febrero de 2007). «La música callada». Opus Música. Consultado el 15 de julio de 2011.
  13. Amancio Prada. «Cántico Espiritual». Consultado el 15 de julio de 2011.
  14. Loreena McKennitt. «The Mask and Mirror». Consultado el 15 de julio de 2011. «Las escenas musicales de los poemas de San Juan de la Cruz y Shakespeare son eclécticas y ricas composiciones originales que incluyen las seductoras y dramáticas obras "The Mystic's Dream" y "Marrakesh Night Market".».
  15. Loreena McKennitt. «Letra de la canción The Dark Night of the Soul» (en inglés-español). Traduce letras. Consultado el 15 de julio de 2011.
  16. a b Los Planetas. «Letra de la canción Los Planetas - San Juan de la Cruz». Que de letras. Consultado el 15 de julio de 2011.
  17. Jésed (1 de junio de 2002). «Silencio de Amor». Consultado el 15 de julio de 2011. «Este disco se inspira en los poemas de San Juan de la Cruz. Sus letras transportan al alma orante al encuentro con Dios en el silencio de amor que se da en la oración contemplativa.».

 Bibliografía

Enlaces externos


Busca sus obras completas en:Aquí

Doctor de la Iglesia

"A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como

Dios quiere ser amado y deja tu condición".


Breve
Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año

1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue,
a instancias de santa Teresa de Avila, el primero que, a partir
de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó
innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Úbeda el año 1591,
con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio
 precioso sus escritos espirituales.
Vida de San Juan de la Cruz
Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542.
Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias
de Santa Teresa de Jesús, el primero que, a partir de 1568, se declaró a
favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos.
Murió en Ubeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las
que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.
Vida de Pobreza


Gonzalo de Yepes pertenecía a una buena familia de Toledo, pero como
se casó con una joven de clase "inferior", fue desheredado por sus padres
y tuvo que ganarse la vida como tejedor de seda. A la muerte de Gonzalo,
su esposa, Catalina Alvarez, quedó en la miseria y con tres hijos. Jitan, que era
 el menor, nació en Fontiveros, en Castilla la vieja, en 1542.
Asistió a una escuela de niños pobres en Medina del Campo y empezó
a aprender el oficio de tejedor, pero como no tenía aptitudes, entró más
tarde a trabajar como criado del director del hospital de Medina del Campo.
 Así pasó siete años. Al mismo tiempo que continuaba sus estudios en el
colegio de los jesuitas, practicaba rudas mortificaciones corporales.
A los veintiún años, tomó el hábito en el convento de los carmelitas de
Medina del Campo. Su nombre de religión era Juan de San Matías.
Después de hacer la profesión, pidió y obtuvo permiso para observar l
a regla original del Carmelo, sin hacer uso de las mitigaciones
(permisos para relajar las reglas) que varios Pontífices habían aprobado
y eran entonces cosa común en todos los conventos.
San Juan hubiese querido ser hermano lego, pero sus superiores no
se lo permitieron. Tras haber hecho con éxito sus estudios de teología,
fue ordenado sacerdote en 1567. Las gracias que recibió con el sacerdocio
le encendieron en deseos de mayor retiro, de suerte que llegó a pensar
 en ingresar en la Cartuja.
Conoce a Santa Teresa


Santa Teresa fundaba por entonces los conventos de l
a rama reformada de las carmelitas. Cuando oyó hablar
del hermano Juan, en Medina del Campo, la santa se
entrevistó con él, quedó admirada de su espíritu religioso
 y le dijo que Dios le llamaba a santificarse en la orden de
 Nuestra Señora del Carmen. También le refirió que el prior
general le había dado permiso de fundar dos conventos reformados
para hombres y que él debía ser su primer instrumento en esa gran
empresa. La reforma del Carmelo que lanzaron Santa Teresa y
 San Juan no fue con intención de cambiar la orden o "modernizarla"
 sino mas bien para restaurar y revitalizar su cometido original el cual se
 había mitigado mucho. Al mismo tiempo que lograron ser fieles a los
orígenes, la santidad de estos reformadores infundió una nueva riqueza
a los carmelitas que ha sido recogida en sus escritos y en el ejemplo
de sus vidas y sigue siendo una gran riqueza de espiritualidad.
Poco después, se llevó a cabo la fundación del primer convento
de carmelitas descalzos, en una ruinosa casa de Duruelo.
San Juan entró en aquel nuevo Belén con perfecto espíritu
 de sacrificio. Unos dos meses después, se le unieron otros
dos frailes. Los tres renovaron la profesión el domingo de Adviento
 de 1568, y nuestro santo tomó el nombre de Juan de la Cruz.
Fue una elección profética. Poco a poco se extendió la fama de
ese oscuro convento de suerte que Santa Teresa pudo fundar al
 poco tiempo otro en Pastrana y un tercero en Mancera, a donde
 trasladó a los frailes de Duruelo. En 1570, se inauguró el convento
de Alcalá, que era a la vez colegio de la universidad;
San Juan fue nombrado rector.
Con su ejemplo, San Juan supo inspirar a los religiosos el
 espíritu de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, que
quería purificar su corazón de toda debilidad y apego humanos,
le sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores.
Después de haber gozado de las delicias de la contemplación,
 San Juan se vio privado de toda devoción. A este período de
sequedad espiritual se añadieron la turbación, los escrúpulos y
 la repugnancia por los ejercicios espirituales. En tanto que el demonio
le atacaba con violentas tentaciones, los hombres le perseguían
con calumnias.
La prueba más terrible fue sin duda la de los escrúpulos y la desolación
interior, que el santo describe en "La Noche Oscura del Alma".
 A esto siguió un período todavía más penoso de oscuridad, sufrimiento
espiritual y tentaciones, de suerte que San Juan se sentía como
abandonado por Dios. Pero la inundación de luz y amor divinos que
sucedió a esta prueba, fue el premio de la paciencia con que la
había soportado el siervo de Dios.
En cierta ocasión, una mujer muy atractiva tentó descaradamente
 a San Juan. En vez de emplear el tizón ardiente, como lo había
hecho Santo Tomás de Aquino en una ocasión semejante,
Juan se valió de palabras suaves para hacer comprender a la
pecadora su triste estado. El mismo método empleó en otra
ocasión, aunque en circunstancias diferentes, para hacer entrar
en razón a una dama de temperamento tan violento, que el pueblo
 le había dado el apodo de "Roberto el diablo".
Glorias para Dios


En 1571, Santa Teresa asumió por obediencia el oficio de superiora
en el convento no reformado de la Encarnación de Avila y llamó a su
lado , San Juan de la Cruz para que fuese su director espiritual y su
 confesor. La santa escribió a su hermana: "Está obrando maravillas aquí.
El pueblo le tiene por santo. En mi opinión, lo es y lo ha sido siempre.
" Tanto los religiosos como los laicos buscaban a San Juan, y Dios confirmó
su ministerio con milagros evidentes.
Entre tanto, surgían graves dificultades entre los carmelitas descalzos y
los mitigados. Aunque el superior general había autorizado a Santa Teresa
a emprender la reforma, los frailes antiguos la consideraban como una rebelión
contra la orden; por otra parte, debe reconocerse que algunos de los descalzos
carecían de tacto y exageraban sus poderes y derechos. Como si eso
fuera poco, el prior general, el capítulo general y los nuncios papales, daban
órdenes contradictorias. Finalmente, en 1577, el provincial de Castilla mandó
a San Juan que retornase al convento de Medina del Campo. El santo se negó
 a ello, alegando que había sido destinado a Avila por el nuncio del Papa.
Entonces el provincial envió un grupo de hombres armados, que irrumpieron
en el convento de Avila y se llevaron a San Juan por la fuerza. Sabiendo que
el pueblo de Avila profesaba gran veneración al santo, le trasladaron a Toledo.
Como Juan se rehusase a abandonar la reforma, le encerraron en una estrecha
y oscura celda y le maltrataron increíblemente. Ello demuestra cuán poco había
penetrado el espíritu de Jesucristo en aquellos que profesaban seguirlo.
Sufrimiento y unión con Dios


La celda de San Juan tenía unos tres metros de largo por dos de ancho.
La única ventana era tan pequeña y estaba tan alta, que el santo, para leer e1
oficio, tenía que ponerse de pie sobre un banquillo. Por orden de Jerónimo
Tostado, vicario general de los carmelitas de España y consultor de la Inquisición,
se le golpeó tan brutalmente, que conservó las cicatrices hasta la muerte.
Lo que sufrió entonces San Juan coincide exactamente con las penas que
describe Santa Teresa en la "Sexta Morada": insultos, calumnias, dolores
 físicos, angustia espiritual y tentaciones de ceder. Más tarde dijo:
"No os extrañe que ame yo mucho el sufrimiento. Dios me dio una
idea de su gran valor cuando estuve preso en Toledo".
Los primeros poemas de San Juan que son como una voz que clama
en el desierto, reflejan su estado de ánimo:
En dónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
El prior Maldonado penetró la víspera de la Asunción en aquella celda
que despedía un olor pestilente bajo el tórrido calor del verano y dio
 un puntapié al santo, que se hallaba recostado, para anunciarle su visita.
San Juan le pidió perdón, pues la debilidad le había impedido levantarse
en cuanto lo vio entrar. "Parecíais absorto. ¿En qué pensabais?", le dijo Maldonado.
"Pensaba yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería una gran
felicidad poder celebrar la misa", replicó Juan.
"No lo haréis mientras yo sea superior", repuso Maldonado.
En la noche del día de la Asunción, la Santísima Virgen se apareció a su
afligido siervo, y le dijo: "Sé paciente, hijo mío; pronto terminará esta Prueba."
Algunos días más tarde se le apareció de nuevo y le mostró, en visión,
una ventana que daba sobre el Tajo: "Por ahí saldrás y yo te ayudaré.
" En efecto, a los nueve meses de prisión, se concedió al santo la gracia
de hacer unos minutos de ejercicio. Juan recorrió el edificio en busca de
 la ventana que había visto. En cuanto la hubo reconocido, volvió a su
celda. Para entonces ya había comenzado a aflojar las bisagras de la puerta.
Esa misma noche consiguió abrir la puerta y se descolgó por una cuerda que
había fabricado con sábanas y vestidos. Los dos frailes que dormían cerca de
la ventana no le vieron. Como la cuerda era demasiado corta, San Juan tuvo que
dejarse caer a lo largo de la muralla hasta la orilla del río, aunque felizmente no se
hizo daño. Inmediatamente, siguió a un perro que se metió en un patio. En esa forma
consiguió escapar. Dadas las circunstancias, su fuga fue un milagro.
Gran guía y director espiritual
El santo se dirigió primero al convento reformado de Beas de Segura y
después pasó a la ermita cercana de Monte Calvario. En 1579, fue nombrado
 superior del colegio de Baeza y, en 1581, fue elegido superior de Los Mártires,
 en las cercanías de Granada. Aunque era el fundador y jefe espiritual de los
carmelitas descalzos, en esa época participó poco en las negociaciones y
sucesos que culminaron con el establecimiento de la provincia separada de
 Los Descalzos, en 1580. En cambio, se consagró a escribir las obras que
han hecho de él un doctor de teología mística en la Iglesia.
La doctrina de San Juan es plenamente fiel a la tradición antigua: el
fin del hombre en la tierra es alcanzar "Perfección de la caridad y
elevarse a la dignidad de hijo de Dios por el amor"; la contemplación
no es por sí misma un fin, sino que debe conducir al amor y a la unión con
Dios por el amor y, en último término, debe llevar a la experiencia de esa
unión a la que todo está ordenado. "No hay trabajo mejor ni mas necesario
que el amor", dice el santo. "Hemos sido hechos para el amor.
" El único instrumento del que Dios se sirve es el amor." "Así como el Padre y
e1 Hijo están unidos por el amor, así el amor es el lazo de unión del alma con Dios".
El amor lleva a las alturas de la contemplación, pero como que amor es
producto de la fe, que es el único puente que puede salvar el abismo
 separa a nuestra inteligencia de la infinitud de Dios, la fe ardiente y
 vívida el principio de la experiencia mística. San Juan no se cansó
nunca de inculcar esa doctrina tradicional con su estilo maravilloso y
 sus ardientes palabras.
Las verdades que enseñó no deben empañarse por las prácticas que
puedan ser exageradas. Al mismo tiempo se ha de tener quidado en
discernir que es exageración. ¿Cual es nuestro punto de referencia?,
¿Fueron todos los santos exagerados?, ¿Fue Jesucristo exagerado,
aceptando morir en la Cruz?. ¿O no será mas bien que nosotros no
sabemos amar hasta el extremo?.
Dios no pide lo mismo a todos. El sabe la capacidad y el corazón
de cada uno. El amor expande el corazón y las capacidades de entrega.
Solía pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su
vida sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de superior
y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio.
Con su confianza en Dios (llamaba a la Divina Providencia el patrimonio
de los pobres), obtuvo milagrosamente en algunos casos provisiones para
 sus monasterios. Con frecuencia estaba tan absorto en Dios, que debía
hacerse violencia para atender los asuntos temporales.
Su amor de Dios hacía que su rostro brillase en muchas ocasiones,
sobre todo al volver de celebrar la misa. Su corazón era como una ascua
ardiente en su pecho, hasta el punto de que llegaba a quemarle la piel.
Su experiencia en las cosas espirituales, a la que se añadía la luz del
Espíritu Santo, hacían de un consumado maestro en materia de discreción
de espíritus, de modo que no era fácil engañarle diciéndole que algo
procedía de Dios.
Juan dormía unas dos o tres horas y pasaba el resto de la noche
 orando ante el Santísimo Sacramento.
Pruebas y más pruebas


Después de la muerte de Santa Teresa, ocurrida en 1582,
se hizo cada vez más pronunciada una división entre los descalzos.
San Juan apoyaba la política de moderación del provincial, Jerónimo
de Castro, en tanto que el P. Nicolás Doria, que era muy extremoso,
pretendía independizar absolutamente a los descalzos de la otra
rama de la orden.
El P. Nicolás fue elegido provincial y el capítulo general nombró a
Juan vicario de Andalucía. El santo se consagró a corregir ciertos
abusos, especialmente los que procedían del hecho de que los frailes
 tuviesen que salir del monasterio a predicar. El santo opinaba que la
vocación de los descalzos era esencialmente contemplativa. Ello provocó
oposición contra él.
San Juan fundó varios conventos y, al expirar su período de vicario,
fue nombrado superior de Granada. Entre tanto, la idea del P. Nicolás había ganado
mucho terreno y el capítulo general que se reunió en Madrid en 1588, obtuvo de la
Santa Sede un breve que autorizaba una separación aún más pronunciada entre
los descalzos y los mitigados. A pesar de las protestas de algunos, se privó al
 venerable P. Jerónimo Gracián de toda autoridad y se nombró vicario general al
P. Doria. La provincia se dividió en seis regiones, cada una de las cuales nombró a
un consultor para ayudar al P. Gracián en el gobierno de la congregación.
San Juan fue uno de los consultores.
La innovación produjo grave descontento, sobre todo entre las religiosas.
La venerable Ana de Jesús, que era entonces superiora del convento de
 Madrid, obtuvo de la Santa Sede un breve de confirmación de las constituciones,
 sin consultar el asunto con el vicario general. Finalmente, se llegó a un
 compromiso en ese asunto. Sin embargo, en el capítulo general de
Pentecostés de 1591, San Juan habló en defensa del P. Gracián y de las religiosas.
El P. Doria, que siempre había creído que el santo estaba aliado con sus
enemigos, aprovechó la ocasión para privarle de todos sus cargos y le envió
como simple fraile al remoto convento de La Peñuela. Ahí pasó San Juan
 algunos meses entregado a la meditación y la oración en las montañas,
 "porque tengo menos materia de confesión cuando estoy entre las peñas
que cuando estoy entre los hombres."
Pero no todos estaban dispuestos a dejar en paz al santo, ni siquiera en
aquel rincón perdido. Siendo vicario provincial, San Juan, durante la visita
al convento de Sevilla, había llamado al orden a dos frailes y había restringido
 sus licencias de salir a predicar. Por entonces, los dos frailes se sometieron
pero un consultor de la congregación recorrió toda la provincia tomando informes
sobre la vida y conducta de San Juan, lanzando acusaciones contra él, afirmando
que tenía pruebas suficientes para hacerle expulsar de la orden. Muchos de los
frailes prefirieron seguir la corriente adversa a Juan que decir la verdad que hace
 justicia. Algunos llegaron hasta quemar sus cartas para no caer en desgracia.
En medio de esa tempestad San Juan cayó enfermo. El provincial le mandó
salir del convento de Peñuela y le dio a escoger entre el de Baeza y el de Ubeda.
 El primero de esos conventos estaba mejor provisto y tenía por superior a un
 amigo del santo. En el otro era superior el P. Francisco, a quien San Juan había
corregido junto con el P. Diego. Ese fue el convento que escogió.
La fatiga del viaje empeoró su estado y le hizo sufrir mucho. Con gran paciencia,
 se sometió a varias operaciones. El indigno superior le trató inhumanamente,
prohibió a los frailes que le visitasen, cambió al enfermero porque le atendía con
cariño, sólo le permitía comer los alimentos ordinarios y ni siquiera le daba los
que le enviaban algunas personas de fuera. Cuando el provincial fue a Ubeda
y se enteró de la situación, hizo cuanto pudo por San Juan y reprendió tan
severamente al P. Francisco, que éste abrió los ojos y se arrepintió.
Santo y Doctor de la Iglesia
Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció
el 14 de diciembre de 1591.
En su muerte no se había disipado todavía la tempestad que la ambición
del P. Nicolás y el espíritu de venganza del P. Diego habían provocado
 contra él en la congregación de la que había sido cofundador y cuya
vida había sido el primero en llevar.
La muerte del santo trajo consigo la revalorización de su vida y tanto
 el clero como los fieles acudieron en masa a sus funerales. Dios quiso
que se despejaran las tinieblas y se vieses su vida auténtica para edificación
 de muchas almas. Sus restos fueron trasladados a Segovia, pues en dicho
 convento había sido superior por última vez.
Fue canonizado en 1726
Santa Teresa había visto en Juan un alma muy pura, a la que Dios había
 comunicado grandes tesoros de luz y cuya inteligencia había sido
enriquecida por el cielo. Los escritos del santo justifican plenamente este
juicio de Santa Teresa, particularmente los poemas de la
"Subida al Monte Carmelo", la "Noche Oscura del Alma",
la "Llama Viva de Amor" y el "Cántico Espiritual", con sus
respectivos comentarios. Así lo reconoció la Iglesia en 1926,
 al proclamar doctor a San Juan de la Cruz por sus
obras Místicas.
La doctrina de San Juan se resume en el amor del sufrimiento
y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro
consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y
condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía
las cosas materiales, puesto que dijo: "Las cosas naturales
son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa
del Señor."
San Juan de la Cruz vivió la renuncia completa que predicó tan
persuasivamente. Pero a diferencia de otros menores que él,
fue "libre, como libre es el espíritu de Dios". Su objetivo no era
 la negación y el vacío, sino la plenitud del amor divino y la unión
 sustancial del alma con Dios. "Reunió en sí mismo la luz extática
de la Sabiduría Divina con la locura estremecida de Cristo despreciado".
Fuente Bibliográfica:
-Butler, Vidas de los Santos de Butler, Vol. IV.
-Oficio Divino I, p. 1031

Ver también:
cervantesvirtual
Incluye sus escritos, vida, imágenes.

Libro Segundo
del Oficio de lectua: Dios nos ha hablado en Cristo
Subida al Monte Carmelo Segmento de Tratado Conocimiento del misterio escondido en Cristo Jesús De su Cántico espiritual

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