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Francisca Schervier,
Beata |
FundadodoraHermanas de los Pobres de San Francisco de
Asís
María Francisca Schevrier nació en Aquisgrán el 3 de enero
de 1819, hija de Juan Enrique y Luisa Migeon.
Era ahijada del emperador
Francisco II. Después de la muerte de su madre, acaecida en 1832, tomó la
costumbre de socorrer a los pobres en sus necesidades y de enseñarles el
catecismo.
En un ambiente a menudo indiferente, a veces hostil, porque
la burguesía ciudadana ostentaba una actitud volteriana, María Francisca no
ahorraba fatiga alguna, no se dejaba vencer por ningún temor y encontró ayuda
para su empresa en un sacerdote de su parroquia.
Después de haber hecho
un retiro en Lieja, el 3 de octubre de 1846, con cinco compañeras formó en
Aquisgrán un grupo que poco después tuvo la ocasión de prestar un gran servicio
durante una epidemia de cólera y de viruela que asoló la ciudad.
Para
dar una forma canónica a la naciente institución, escribió una regla en la que
ponía a su pequeño grupo bajo la protección de San Francisco de Asís, poniendo
de relieve la caridad, la pobreza y las obras de misericordia para con los
pobres. De ahí viene el nombre del instituto de Hermanas de los Pobres de San
Francisco de Asís.
Con sus compañeras entró en la vida religiosa el 12
de octubre de 1850. Pero su regla solamente fue aprobada por San Pío X en 1908.
La nueva congregación se difundió rápidamente: ya en 1858 había sido fundada una
casa provincial en Hartwel en Estados Unidos de América.
En vísperas de
la aprobación pontificia, el Instituto contaba ya con 61 casas, de las cuales 16
en América y 1500 religiosas. Actualmente se cuentan 12 casas en Alemania y en
Estados Unidos, hay algunas religiosas que se han dedicado a la obra de la
recuperación de la juventud descarriada y otras que durante la guerra de 1864,
1866 y 1870 se dedicaron a la asistencia sanitaria de los militares en los
hospitales.
A pesar de esta dinámica actividad, María Francisca sabía
encontrar tiempo para dedicar a la oración, a la meditación, a la visita diaria,
al Santísimo Sacramento, al cultivo de una tierna y filial devoción hacia la
Madre de Dios.
Era suave para con todos y severa consigo misma;
practicaba mortificaciones y penitencias, tenía un gran respeto hacia los
sacerdotes en los cuales veía la misma persona de Cristo. Soportó con cristiana
resignación la última enfermedad que afinó más su alma y la hizo digna de la
gloria.
Murió el 14 de diciembre de 1876 en Aquisgrán. Tenía casi 58
años.
La ciudad acudió a su funeral y la lloró porque en ella perdió a
la madre amadísima de todos, especialmente de los pobres, de los desgraciados y
de los pequeños.
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