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sábado, 1 de diciembre de 2012

Estad siempre alerta


Lucas 21, 34-36. Tiempo Ordinario. Vigilar y orar para descubrir si estamos aprovechando al máximo el tiempo presente.
 
Estad siempre alerta
Del santo Evangelio según san Lucas 21, 34-36


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.

Oración introductoria

Señor Jesús, sé que tu Evangelio de hoy no tiene la finalidad de causar miedo o inquietud. Tú no estás esperando un momento de debilidad para llamarnos a juicio, al contrario, personalmente creo que llamas a cada persona en su mejor momento. Ilumina esta oración para que continúe con entusiasmo y confianza mi camino hacia la santidad: hacer lo que me toca hacer, siempre y todo por amor a Ti.

Petición

Señor, dame la gracia de la perseverancia final.

Meditación del Papa

"El Credo de la Iglesia" se concluye con las palabras: "de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos". Ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha influido en los cristianos, también en su vida diaria, como criterio para ordenar la vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo, como esperanza en la justicia de Dios. La fe en Cristo nunca ha mirado sólo hacia atrás ni sólo hacia arriba, sino siempre adelante, hacia la hora de la justicia que el Señor había preanunciado repetidamente. Este mirar hacia adelante ha dado la importancia que tiene el presente para el cristianismo[...] En el desarrollo de la iconografía, sin embargo, se ha dado después cada vez más relieve al aspecto amenazador y lúgubre del Juicio, que obviamente fascinaba a los artistas más que el esplendor de la esperanza, el cual quedaba con frecuencia excesivamente oculto bajo la amenaza. Benedicto XVI, encíclica Spe Salvi, n. 41.

Reflexión

En nuestras vidas hay "sorpresas" que en realidad no lo son tanto. No debería sorprendernos que llegue así la cuenta mensual del teléfono, si hemos estado haciendo largas llamadas al exterior. Para quien se dedica a los estudios y no se ha dedicado responsablemente a ellos, es lógico que al llegar al examen "le sorprenda" lo difícil que es. ¡Era de esperar! Nosotros mismos preparamos y fraguamos estas sorpresas, que pueden resultar desagradables o negativas.

Pero sucede lo mismo en sentido positivo. Quien cumple su trabajo con profesionalidad, es emprendedor y tiene iniciativa, está "preparándose" una buena sorpresa, que puede ser un ascenso de puesto, más prestaciones, etc. De nosotros depende, entonces, que muchas situaciones del futuro sean buenas o malas.

Por eso, el Señor nos recomienda vigilar y orar; estar activos, construyendo nuestras vidas. Vigilar y orar para descubrir si estamos aprovechando al máximo el tiempo presente, ¡no vaya a ser que nos estemos preparando una sorpresa desagradable para el futuro!

Propósito

Prepararnos en el Adviento, orando y meditando para estar preparados a la venida de Jesús.

Celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción el 8 de Diciembre, empieza a rezar la Novena a la Inmaculada Concepción
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Prepárate para la Navidad: qué es el Adviento, cómo preparar la Corona, Pastorelas, oraciones, villancicos, novenas...
Especial de Navidad
 
  sábado 01 Diciembre 2012
Sábado de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario

San Edmundo Campion,  San Eloy


 
Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresa del Niño Jesús : «Comparecer de pié ante el Hijo del hombre»

Lecturas

Apoc. 22,1-7.


Después el Angel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero,
en medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había arboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos.
Ya no habrá allí ninguna maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán.
Ellos contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en la frente.
Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos.
Después me dijo: "Estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. El Señor Dios que inspira a los profetas envió a su mensajero para mostrar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto.
¡Volveré pronto! Feliz el que cumple las palabras proféticas de este Libro".


Salmo 95(94),1-2.3-5.6-7.


¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor!

Porque el Señor es un Dios grande,
el soberano de todos los dioses:
en su mano están los abismos de la tierra,
y son suyas las cumbres de las montañas;

suyo es el mar, porque él lo hizo,
y la tierra firme, que formaron sus manos.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!

Porque él es nuestro Dios,
y nosotros, el pueblo que él apacienta,
las ovejas conducidas por su mano.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:



Lucas 21,34-36.


Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes
como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Acta de ofrenda al Amor Misericordioso

«Comparecer de pié ante el Hijo del hombre»

¡Oh, Dios mío, Trinidad Bienaventurada!, deseo amaros y haceros amar,
trabajar por la glorificación de la Santa Iglesia, salvando las almas...
Deseo cumplir perfectamente vuestra voluntad y alcanzar el puesto de gloria
que me habéis preparado en vuestro reino. En una palabra, deseo ser santa,
pero siento mi impotencia y os pido, ¡oh, Dios mío!, que seáis vos mismo mi
santidad.

Puesto que me habéis amado, hasta darme a vuestro único Hijo para que
fuese mi Salvador y mi Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son
míos; os los ofrezco gustosa, suplicándoos que no me miréis sino a través
de la Faz de Jesús y en su corazón abrasado de amor.

Os ofrezco también todos los méritos de los santos (los que están en el
cielo y en la tierra), sus actos de amor y los de los santos ángeles; por
último, os ofrezco, ¡oh Trinidad Bienaventurada!, el amor y los méritos de
la Santísima Virgen, mi Madre querida; a ella le confío mi ofrenda,
rogándole que os la presente. Su divino Hijo, mi Esposo amadísimo, en los
días de su vida mortal, nos dijo: “Todo lo que pidiereis al Padre en mi
nombre os lo concederá”. Estoy, pues, segura que escucharéis mis deseos; lo
sé, ¡oh, Dios mío!, cuanto más queréis dar, más hacéis desear. Siento en mi
corazón deseos inmensos y os pido confiadamente que vengáis a tomar
posesión de mi alma. ¡Ah!, No puedo recibir la sagrada comunión con la
frecuencia que deseo; pero, Señor, ¿no sois vos Todopoderoso?... Permaneced
en mí, como en el tabernáculo, no os alejéis nunca de vuestra pequeña
hostia...

Quisiera consolaros de la ingratitud de los malos y os suplico que me
quitéis la libertad de disgustaros; si por debilidad, caigo alguna vez, que
inmediatamente vuestra divina mirada purifique mi alma, consumiendo todas
mis imperfecciones, como el fuego, que todo lo transforma en sí...

Os doy gracias, ¡oh, Dios mío!, por todos los favores que me habéis
concedido, en particular por haberme hecho pasar por el crisol del
sufrimiento. En el último día, os contemplaré con alegría, llevando el
cetro de la cruz. Puesto que os habéis dignado darme en lote esta cruz
preciosa, espero parecerme a vos en el cielo y ver brillar sobre mi cuerpo
glorificado los sagrados estigmas de vuestra Pasión...

Después del destierro de la tierra, espero ir a gozar de vos en la
Patria, pero no quiero amontonar méritos para el cielo, sólo quiero
trabajar por vuestro amor, con el único fin de complaceros, de consolar a
vuestro Sagrado Corazón y de salvar almas que os amen eternamente.

En la tarde de esta vida, compareceré delante de vos con las manos
vacías, pues no os pido, Señor, que contéis mis obras. Todas nuestras
justicias tienen manchas a vuestros ojos. Quiero, por eso, revestirme de
vuestra propia Justicia, y recibir de vuestro amor la posesión eterna de
vos mismo. No quiero otro trono y otra corona que a Vos, ¡oh Amado mío!

A vuestros ojos el tiempo no es nada, un solo día es como mil años;
podéis, pues, prepararme en un instante, a comparecer delante de
vos...      
 

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