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lunes, 31 de diciembre de 2012

El nacimiento virginal de Jesús, ¿mito o verdad histórica?

   

 

754px-La_Anunciación,_by_Fra_Angelico,_from_Prado_in_Google_Earth_-_main_panelPero debemos preguntarnos ahora finalmente con toda seriedad: Lo que los dos evangelistas, Mateo y Lucas, nos dicen, de modos diferentes y basándose en tradiciones distintas, sobre la concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, ¿es una realidad histórica, un acontecimiento verdaderamente histórico, o bien una leyenda piadosa que quiere expresar e interpretar a su manera el misterio de Jesús?
1) A partir sobre todo de Eduard Norden († 1941) y Martin Dibelius († 1947), se ha tratado de hacer depender el relato del nacimiento virginal de Jesús de la historia de las religiones y, aparentemente, se ha hecho un descubrimiento en las historias sobre la generación y el nacimiento de los faraones egipcios. Un segundo ámbito de ideas afines se ha encontrado en el judaísmo antiguo, también en Egipto, en Filón de Alejandría († 40 d. J.C.).
  • Estas dos áreas de ideas, sin embargo, son muy diferentes una de otra. En la descripción de la generación divina de los faraones, en la que la divinidad se acerca corporalmente a la madre, se trata en última instancia de respaldar teológicamente el culto al soberano, de una teología política que quiere enaltecer al rey a la esfera de lo divino y legitimar de este modo su pretensión divina. La descripción que hace Filón de la generación de los hijos de los patriarcas por un semen divino, sin embargo, tiene un carácter alegórico. «Las mujeres de los patriarcas… se convierten en alegorías de las virtudes. En cuanto tales, quedan encinta por Dios y dan a luz para sus maridos las virtudes que ellas personifican» (Gnilka, Matthäus, I, p. 25). Hasta qué punto se considere esto de modo concreto, más allá de la alegoría, es difícil de valorar.
  • Una lectura atenta deja claro que, ni en el primer caso ni en el segundo, existe un verdadero paralelismo con el relato del nacimiento virginal de Jesús.
2) Lo mismo vale para los textos procedentes del ambiente grecorromano, que se creía poder citar como modelos paganos de la narración de la concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo: la unión entre Zeus y Alcmena, de la que habría nacido Hércules; la de Zeus y Dánae, de la que nacería Perseo, etc.
  • La diferencia de concepciones es efectivamente tan profunda que no se puede hablar de auténticos paralelos. En los relatos de los Evangelios se conserva plenamente la unicidad de Dios y la diferencia infinita entre Dios y la criatura. No existe confusión, no hay semidioses. La Palabra creadora de Dios, por sí sola, crea algo nuevo. Jesús, nacido de María, es totalmente hombre y totalmente Dios, sin confusión y sin división, como precisará el Credo de Calcedonia en el año 451.
  • Los relatos de Mateo y Lucas no son mitos ulteriormente desarrollados. Según su concepción de fondo, están firmemente asentados en la tradición bíblica del Dios creador y redentor. Pero en cuanto a su contenido concreto, provienen de la tradición familiar, son una tradición transmitida que conserva lo acaecido.
3) Quisiera considerar como la única verdadera explicación de estos relatos lo que Joachim Gnilka, refiriéndose a Gerhard Delling, expresa en forma de pregunta: «El misterio del nacimiento de Jesús… ¿ha sido tal vez añadido al comienzo del Evangelio en un segundo momento, o acaso no se demuestra con ello más bien que el misterio era ya conocido? Es sólo que no se quería hablar mucho de él y convertirlo en un acontecimiento al alcance de la mano» (p. 30).
  • Me parece normal que sólo después de la muerte de María el misterio pudiera hacerse público y entrar a formar parte de la tradición común del cristianismo naciente. Entonces se lo podía insertar también en el desarrollo de la doctrina cristológica y unirlo a la profesión que reconocía en Jesús al Cristo, al Hijo de Dios. Pero no en el sentido de que la narración se hubiera desarrollado a partir de una idea, trasformando una idea en un hecho, sino a la inversa: el acontecimiento, el hecho dado a conocer en ese momento se convertía en objeto de reflexión para intentar comprenderlo. Del conjunto de la figura de Jesucristo se proyectaba una luz sobre este acontecimiento, inversamente, a partir del acontecimiento se entendía más profundamente la lógica del misterio de Dios. El misterio del comienzo iluminaba lo que seguía y, al revés, la fe en Cristo ya desarrollada ayudaba a comprender el inicio, su densidad de significado. Así se ha desarrollado la cristología.
(…) Volvamos a los relatos bíblicos del nacimiento de Jesús de la Virgen María, que había concebido el hijo por obra del Espíritu Santo. Entonces, ¿es verdad esto? ¿O tal vez se han aplicado a las figuras de Jesús y de su Madre ideas arquetípicas?
  • Quien lea los relatos bíblicos y los confronte con tradiciones afines, de las que se acaba de hablar brevemente, verá de inmediato la profunda diferencia. No sólo la comparación con las ideas egipcias de las que hemos hablado, sino también la ilusión de la esperanza que encontramos en Virgilio nos traslada a mundos de carácter muy diferente.
  • En Mateo y Lucas no encontramos nada de una alteración cósmica, nada de contactos físicos entre Dios y los hombres: se nos relata una historia muy humilde y, sin embargo, precisamente por ello de una grandeza impresionante. Es la obediencia de María la que abre la puerta a Dios. La Palabra de Dios, su Espíritu, crea en ella al niño. Lo crea a través de la puerta de su obediencia. Así pues, Jesús es el nuevo Adán, un nuevo comienzo «ab integro», de la Virgen que está totalmente a disposición de la voluntad de Dios. De este modo se produce una nueva creación que, no obstante, se vincula al «sí» libre de la persona humana de María.
Tal vez puede decirse que los sueños secretos y confusos de la humanidad sobre un nuevo comienzo se han hecho realidad en este acontecimiento, en una realidad que sólo Dios podía crear. Entonces, ¿es cierto lo que decimos en el Credo: «Creo en Jesucristo, su único Hijo [de Dios], nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen»?
  • La respuesta es un «sí» sin reservas. Karl Barth ha hecho notar que hay dos puntos en la historia de Jesús en los que la acción de Dios interviene directamente en el mundo material: el parto de la Virgen y la resurrección del sepulcro, en el que Jesús no permaneció ni sufrió la corrupción. Estos dos puntos son un escándalo para el espíritu moderno. A Dios se le permite actuar en las ideas y los pensamientos, en la esfera espiritual, pero no en la materia. Esto nos estorba. No es éste su lugar. Pero se trata precisamente de eso, a saber, de que Dios es Dios, y no se mueve sólo en el mundo de las ideas. En este sentido, se trata en ambos campos del mismo ser-Dios de Dios. Está en juego la pregunta: ¿Le pertenece también la materia?
  • Naturalmente, no se pueden atribuir a Dios cosas absurdas o insensatas o en contraste con su creación. Pero aquí no se trata de algo irracional e incoherente, sino precisamente de algo positivo: del poder creador de Dios, que abraza a todo ser. Por eso, estos dos puntos –el parto virginal y la resurrección real del sepulcro– son piedras de toque de la fe. Si Dios no tiene poder también sobre la materia, entonces no es Dios. Pero sí que tiene ese poder, y con la Concepción y la Resurrección de Jesucristo ha inaugurado una nueva creación. Así, como Creador, es también nuestro Redentor. Por eso la concepción y el nacimiento de Jesús de la Virgen María son un elemento fundamental de nuestra fe y un signo luminoso de esperanza.
Fuente: Benedicto XVI, en “La Infancia de Jesús”

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