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Rupert Mayer, Beato |
El P. Rupert Mayer s.j. fue una persona que supo
sostener sus convicciones. Al terminar la educación secundaria indicó a
su padre que él deseaba ser jesuita. Como él le
pidiera que se ordenara antes de sacerdote, estudió filosofía y
teología. Ordenado, durante un año se desempeñó como Vicario en
una parroquia. Ingresó a la Compañía en el Noviciado de
Feldkirch, Austria, el 1 de octubre de 1900. Más tarde
él mostraría igual firmeza en la oposición al Movimiento Nacional
Socialista de Adolfo Hitler.
El Padre Mayer fue destinado en 1912
a Munich y ahí dedicó el resto de su vida.
Respondía a las necesidades de la gente moviéndose en la
ciudad en búsqueda de empleos para los cesantes. Reunía alimento
y ropa, y buscaba trabajos y casas.
El campo de
su acción cambió al entrar Alemania en la Primera Guerra
mundial. El P. Ruper Mayer ingresó al ejército como voluntario.
Primero fue capellán en un Hospital y después acompañó a
los soldados en las campañas de Francia, Polonia y Rumania.
Se distinguió por su valor al animar a los soldados
que estaban en las primeras líneas de las batallas. Fue
condecorado, por su valentía, con la Cruz de Hierra en
diciembre de 1915. Su permanencia en el ejército terminó abruptamente
cuando su pierna izquierda fue malamente herida el 20 de
diciembre de 1916, debiendo ser amputada.
Él regresó a Munich, donde
la gente sufría las consecuencias de la guerra. Y una
vez más, el infatigable jesuita se movió entre la población
tratando de ayudar a todo el que tuviera necesidad. Como
Asesor de la Congregación Mariana de hombres debió multiplicar su
trabajo al aumentar extraordinariamente el número de congregantes y tener
que predicar hasta 70 veces en el mes. Él introdujo
las Misas dominicales en los terminales ferroviarios para conveniencia de
los viajeros. Si Munich hubiera sido una única parroquia, él,
sin duda, era el párroco de todos.
Cuando los Movimientos comunista
y socialista crecieron, el P. Rupert Mayer asistió a sus
“meetings” e incluso participó con sus sermones contradiciendo a los
oradores, sosteniendo los principios católicos y mostrando lo que él
veía de equivocado en lo que los otros decían. De
una manera especial se opuso a los esfuerzos que hacían
los partidarios de Hitler para llevarlo al poder. Y él
siempre sostuvo que un católico no podía dar su nombre
al Nacional Socialismo. Pero más que una instancia política, la
suya era una respuesta a lo que él veía de
mal.
Con la designación de Hitler como Canciller del Reich, en
enero de 1933, comenzó en casi toda Alemania el movimiento
contra las iglesias y las escuelas católicas. Y el P.
Mayer usó el púlpito de la iglesia jesuita de San
Miguel, en el centro de Munich, para denunciar la persecución.
El
16 de mayo de 1937 la Gestapo le ordenó terminar
con sus predicaciones en público, porque ella no podía seguir
tolerando su influencia cada día mayor entre el pueblo. Él
obedeció, excepto en lo que se refería al interior del
templo, donde continuó predicando. Fue arrestado el 5 de junio
y puesto en prisión, la primera de tres veces. Estuvo
en la Prisión de Stadelheim hasta que el tribunal, seis
semanas después, le suspendió la sentencia.
Los Superiores, entonces, le pidieron
cautela, pero él continuó defendiendo en el púlpito a la
Iglesia de los ataques de los Nazis. Y de nuevo
fue arrestado y la sentencia le fue diferida por varios
meses, hasta que una amnistía general lo dejó libre. Regresó
a Munich y, en pequeños grupos continuó su trabajo.
Los Nazis
lo arrestaron de nuevo el 3 de noviembre de 1939,
a pesar de que él tenía ya 63 años de
edad. Y lo enviaron al campo de concentración de Oranienburg-Sachsenhausen,
cercano a Berlín. Después de siete meses en ese campo,
su salud empezó a deteriorarse, tanto que hasta los oficiales
a cargo del campo temieron por su vida. Y ellos
no querían hacer un mártir de ese popular sacerdote. Lo
llevaron entonces a la Abadía benedictina de Ettal, en los
Alpes bávaros, donde quedó confinado hasta que los soldados americanos
lo liberaron en mayo de 1945.
El Padre Rupert Mayer volvió
de inmediato a Munich y reasumió su ministerio sacerdotal en
la iglesia de San Miguel. Pero los años pasados en
prisión lo habían debilitado en gran manera.
El 1 de noviembre
de 1945, en la fiesta de Todos los Santos, sufrió
un fuerte ataque cardíaco mientras celebraba la Misa en su
iglesia de San Miguel. Perdió el conocimiento y murió poco
después.
Su causa de canonización empezó en marzo de 1950 y
fue beatificado el 3 de mayo de 1987 por el
Papa Juan Pablo II en el Estadio Olímpico de Munich.
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