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María Magdalena de la Encarnación, Beata |
Fundadora de la Orden de las Adoradoras Perpetuas del Santísimo Sacramento
Nació
en Porto Santo Stefano (Italia) el 16 de abril de
1770, en el seno de una familia fervientemente católica. Fue
bautizada al día siguiente con los nombres de Catalina María
Francisca Antonia.
Creció en un ambiente impregnado de religiosidad ejemplar.
Su padre, Lorenzo Sordini, promovió que en la iglesia parroquial
se expusiera a la veneración pública, en circunstancias especiales, con
espíritu de amor y reparación, el Santísimo Sacramento, como por
ejemplo el jueves de carnaval. Así, desde su adolescencia, Catalina
pasaba horas en adoración junto a Jesús sacramentado.
A los
17 años recibió una propuesta de matrimonio de parte de
Alfonso, joven de posición acomodada que le regaló preciosas joyas.
En una ocasión, adornada con ellas, al mirarse en un
espejo se le apareció el rostro doloroso de Jesús crucificado
que la invitaba a entregarse totalmente a él y le
decía: "Catalina, ¿me abandonas por un amor humano?". En febrero
de 1788 ingresó en el monasterio de las Terciarias Franciscanas
de Ischia di Castro. Al vestir el hábito religioso tomó
el nombre de sor María Magdalena de la Encarnación.
El
19 de febrero de 1789, jueves de carnaval, en el
refectorio vio a "Jesús como en un trono de gracia
en el Santísimo Sacramento, rodeado de vírgenes que lo adoraban"
y oyó una voz que le decía: "Te he elegido
para instituir la obra de las Adoratrices Perpetuas, que día
y noche me ofrecerán su humilde adoración para reparar las
ofensas y las ingratitudes de la humanidad e impetrar gracias
y ayudas de mi divina misericordia". Aquel día se convirtió
para ella en el "día de la luz".
El 20
de abril de 1802 fue elegida abadesa, cargo que ocupó
hasta 1807, cuando, siguiendo la voluntad de Dios que deseaba
un nuevo instituto —y escritas las Constituciones—, se trasladó a
Roma, con algunas hermanas y la bendición de Pío VII,
para fundar el primer monasterio de las Adoratrices Perpetuas del
Santísimo Sacramento, en el convento de San Joaquín y Santa
Ana, en Quattro Fontane. La fundación tuvo lugar el 8
de julio de 1807. Por iniciativa suya la iglesia se
abrió a la adoración de los fieles laicos.
Gracias a
su unión con Dios cada vez más íntima, a su
gran espíritu de fe y a su intensa oración en
tiempos muy difíciles, por la invasión de los franceses después
de la Revolución, logró realizar muchas obras, en beneficio del
monasterio y también de muchas personas que recurrían a ella.
La madre María Magdalena profetizó al Papa Pío VII la
deportación a Francia: "Pero no tenga miedo; nadie le podrá
perjudicar y volverá glorioso a Roma". También llegó la cruz
para las Adoratrices, en forma de supresión del instituto; y
ella fue exiliada a Florencia.
Caído el régimen napoleónico, en
el año 1814 la madre volvió a Roma con algunas
jóvenes florentinas y el 18 de septiembre de 1817 vistió
el nuevo hábito religioso, que había visto en visión el
"día de la luz": sayo blanco y escapulario rojo, símbolos
del candor virginal y del amor a Jesús crucificado y
eucarístico.
El 10 de marzo de 1818 la Santa Sede
reconoció oficialmente la congregación, que la madre María Magdalena puso
bajo el patrocinio de la Virgen de los Dolores.
Murió
el 29 de noviembre de 1824 en Roma, donde reposan
sus restos.
El instituto cuenta hoy con más de noventa
monasterios esparcidos por todo el mundo.
El milagro para su beatificación
El
milagro comprobado, y por el que S.S. Benedicto XVI la
declarara beata el 3 de mayo de 2008, fue la
sanación de Juan de Dios Rodríguez Madrid, un sinaloense de
60 años, que el 2 de julio de 1994 tuvo
un accidente. El iba sentado en la parte trasera
de una camioneta que corría a gran velocidad, al dar
el vehículo una curva él cayo a tierra golpeándose fuertemente
la cabeza contra el pavimento.
Llegó inconsciente al hospital. El 3
de julio a la 01:40 horas fue preso de fuertes
convulsiones, las que provocaron que cayera de la camilla del
tomógrafo; golpeándose nuevamente la cabeza lo que empeoró la situación.
Los exámenes que se le realizaron pusieron en evidencia
una fractura linear fronto-parietal, hemorragia subaracnoidea, edema cerebral difuso y
hematoma laminar sottodurale occipital. Los médicos que lo atendieron
manifestaron un pronóstico desfavorable, temían por su vida y por
los trastornos neurológicos secundarios al grave trauma cráneo encefálico.
La madre
María Eugenia Monárrez Madrid, sobrina de Juan de Dios, monja
Adoratriz Perpetua del Santísimo Sacramento, avisada del accidente, invitó a
la comunidad y a su familia a rogar a la
Madre María Magdalena de la Encarnación, y se inició una
novena. La mañana del lunes 4 de julio se
le permitió a María Eugenia visitar al enfermo y el
médico que lo asistía en el departamento de Terapia Intensiva
le confirmó la gravedad de la situación. Con toda
su fe, María Eugenia pone una reliquia sobre la cabeza
de su tío, invoca la gracia de la curación por
intercesión de la Madre y el 6 de julio, tercer
día de la Novena, a las 13:35 horas, en presencia
de los doctores Marenco y Rivera, inesperadamente el enfermo mueve
las extremidades, trata verbalmente con los presentes que le asisten,
se levanta solo del lecho y sin apoyo, camina.
Los médicos
afirmaron que la evolución de la mejoría fue inesperada, rápida
e impresionante, para la cual no tienen explicación, pues de
un caso así, quien sobrevive, queda paralizado.
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Un ardiente amor a Jesús Sacramentado deja como testamento a sus Hijas las Adoratrices y la Adoración perpetua, sus escritos manifiesta su gran intimidad con el Señor.
ResponderEliminarAdoratrices de Azcapotzalco