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María Clara del Niño Jesús Carmo, Beata |
Fundadora de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Hospitalarias de la
Inmaculada Concepción
En Lisboa, Portugal, Beata María Clara del
Niño Jesus Carmo, fundadora († 1899)
Fecha de beatificación: 21 de
mayo de 2011 durante el pontificadc de S.S. Benedicto XVI.
La venerable sierva de
Dios Libania do Carmo Galvao Meixa De Morua Telles
e Albuquerque nació el 15 de junio de 1843 en
el palacio de la Quinta del Bosque en Amadora, cerca
de Lisboa. Sus padres, Nuno Tomás de Mascareñas y Galvao
Mexía de Moura Telles y Albuquerque y María de la
Purificación de Sá Carneiro Duarte Ferreira, profundamente cristianos, procedían de
noble linaje. Libania era la tercera de siete hermanos; a
los 14 años quedó huérfana y fue acogida en el
Asilo Real de Ajuda, institución que atendían las Hijas de
la Caridad de San Vicente de Paúl. Cuando en 1862
estas hermanas francesas fueron expulsadas de Portugal, ella pasó a
vivir con los marqueses de Valada, sus parientes.
En 1867 sintió
la vocación a la vida religiosa y entró en el
pensionado de San Patricio (Lisboa), casa de las Capuchinas de
Nuestra Señora de la Concepción; pasados dos años, tomó el
hábito y adoptó el nombre de María Clara del Niño
Jesús. Como las leyes portuguesas impedían el ingreso en la
vida religiosa, la sirva de Dios fue orientada por el
director espiritual de la Fraternidad de las Capuchinas, padre Raimundo
dos Anjos Beirao, al monasterio francés de las Hermanas Franciscanas
Hospitalarias y Maestras de Calais, donde hizo el noviciado y
emitió los votos en 1871.
Ese mismo año, regresó al convento
de San Patricio en Lisboa y, bajo la orientación del
padre Beirao, comenzó allí la reforma espiritual de las Terciarias
Capuchinas. De ese modo nace, el 3 de mayo de
1871, la Congregación de las Hermanas Hospitalarias de los Pobres
por Amor de Dios, aprobada por Pío IX el 27
de marzo de 1876. En 1964 tomó el nombre actual
de Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción.
La
Madre María Clara falleció santamente el 1 de diciembre de
1899, a los 56 años, en Lisboa. Sus restos mortales
se custodian en la cripta de la capilla de la
Curia General, en Linda-a-Pastora, Queijas (Lisboa).
A lo largo de su
vida, abrió numerosas casas para acoger a los más pobres
y necesitados, a los excluidos de la sociedad portuguesa en
la mitad del siglo XIX. Fue la hermana de todos,
abierta a las necesidades humanas más elementales; los ancianos, los
enfermos, los niños huérfanos y abandonados, los pobres, los desterrados,
los obreros, los estudiantes pobres, los mendigos de las calles,
las familias necesitadas de luz y de abrigo. Para todos
tenía la Madre María Clara una casa permanentemente abierta, donde
eren acogidos con ternura de madre.
El Milagro
El milagro comprobado
ocurrió en a diócesis Tui-Vigo (Provincia de Pontevedra, España) y
fue la curación de Georgina Troncoso Monteagudo, baionesa de 84
años, que durante 34 años sufrió un pioderma gangrenoso.
La
madre Clara fue proclamada “Venerable” en 2008 y el pasado
diciembre el Vaticano ratificó que la sanación de Georgina en
2003 fue obra de la monja lusa. Durante esos cinco
años la Congregación para las Causas de los Santos investigó
los hechos y el tribunal médico diocesano que se desplazó
hasta Galicia dio por probado que se trataba de un
acontecimiento sobrenatural. “Yo lo tengo muy claro, fue un milagro,
para mí no tiene otra explicación y para los médicos
tampoco”, asegura Georgina junto a la hermana Rita, una de
las tres monjas franciscanas que continúan desarrollando su labor en
Baiona. La enfermedad que sufrió se remonta a finales de
1968, cuando trasladaba objetos junto a su hermana. Un golpe
le provocó graves heridas y la gangrena comenzó a extenderse
por todo el brazo provocándole dolores terribles. “Sufría mucho y
tenía que acudir todos los días para tratarme”, señala. Médicos
de Vigo y Madrid realizaron varios injertos pero constataron que
no había cura.
Estampa entre los vendajes Georgina Troncoso había estudiado
en el Colegio Virgen de la Roca, donde impartían enseñanzas
las monjas de la orden. “Me dieron una estampa de
la madre Clara y la colocaba entre los vendajes”, recuerda.
La inesperada muerte del doctor vigués Ignacio de Castro en
junio de 2002 supuso un golpe duro de superar y
la mujer se encomendó más que nunca a la monja
portuguesa. “Dejé de acudir todos los días al médico y
tan sólo una vez a la semana me veía el
de cabecera”, señala antes de explicar lo ocurrido año y
medio después. “Me descubrí el brazo y estaba perfectamente, tenía
buen color y había recuperado la movilidad”, indica. El médico
tampoco encontró una explicación. El hecho no pasó desapercibido y
varios medios de comunicación portugueses ya se han hecho eco
del “milagro gallego” de la madre Clara.
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